Yo, a las personas como Yolanda Ramos, las reconozco al instante. Quizás es la voz de fumar cigarrillos de cajetilla en cajetilla, o la risa ronca, apretada, casi molesta. Una risa que se engancha en ella misma. Una risa envuelta en dolor.

Todos los adultos que he ido observando a lo largo de mi vida no tenían ni idea de lo que hacían.

Yo siempre me sentí muy cercana a los fotógrafos porque yo me meto en la vida hasta los dientes. No soy fotógrafa. Pero tengo la actitud. 

Ya asoman los brazos, los pelillos, los hombros, las rodillas.‍ Se despereza la ciudad como una gata al sol, perezosa, jadeante. Hay que pedir turno en las terrazas.

Rara y luminosa. Siempre está clavada tras el escritorio. Apoya sus manos en el asiento verde, esperando que el asiento la sostenga. No abandona el área asignada. Un metro cuadrado es suficiente para ella.

- No quiero despedirme de ti nunca en un aeropuerto - No tenemos pasta para volar.

Victoria finaliza su videollamada y se encuentra con su compañera de clase, llamémosla Nuria. Ya imagino que en sus apellidos hay algún que otro guion. Viene con el pelo mojado, sube en Callao. Me hace pensar que vive por aquí. Es una de esas niñas que viven en Callao. Ya de primeras me provoca risa. Se juntan y todo es açaí, AOVE, Longchamp.

Una niña gallega despierta con el rozar del aire. Un soplido es suficiente para abrirle los ojos. El aleteo de una mosca. Hasta el polvo caer. 

-Los podcast de millonarios enseñando a los chavales a invertir y a odiar a sus novias.

A veces me pone muy triste el bienestar. Fíjate tú.. Menuda tontería. Es como decir que no te gusta el agua. Suelo llorar de vez en cuando por gratitud. Me brotan las lágrimas porque me fue imposible durante toda mi vida tener una casa digna. 

Soy yo, Nadia. He estado pensando en todas. Creo que soy una mala amiga. Estoy bastante segura de que soy una mala amiga.

Un valenciano es fácil de detectar. Bien sobón y mucha chepa. Caras arrugadas de haber sido muy joven en la Spook.