Ya casi inmersos de lleno en el verano, con el agua en la altura del ombligo, pedimos a las autoras y autores de sustrato que nos recomendaran sus libros favoritos para leer durante el estío. Dado que a) nos encantan las listas y b) disfrutamos de hacer cosas en grupo, 32 respondieron a la llamada, recomendando un total de 91 libros.
Al final del todo os dejamos la lista completa en Goodreads, pero os aconsejamos que disfrutéis de la lectura antes.
Algunas polémicas suscitadas y curiosidades aparecidas:
- Hay quien piensa que «qué mejor trama que mil y pico páginas de la nada» mientras otros defienden la escuela «libros de 10x15 para cuando llevas la toalla, el bañador, la sudadera, las cartas, el agua, las gafas, un tupper de sandía, la crema, la petanca (...) todo en la tote de sustrato»
- En la misma línea, hay quien afirma «el verano es para leer novelas de verdad, es decir, novelas del siglo XIX, el único siglo en que se han escrito novelas de verdad» frente a quien recuerda que «los cuadernos (...) son frescos, divertidos y ligeros, sobre todo ligeros. Ojo, que no es que esté tirando los libros por la borda, pero a veces leer en la playa —con el chunda chunda del de al lado, con los niños gritando por detrás y con un socorrista con pitonitis aguda— se complica»
-Hay quien recomienda mi «novela favorita, La broma infinita» mientras quien, ufano, dice: «Este no lo he leído pero me fío mucho de la opinión de la persona que me lo ha recomendado»
- El único libro que se repite, La montaña mágica de Thomas Mann, se menciona tres veces. La única autora mencionada en varias ocasiones es Patricia Highsmith. Dos libros tratan del Tour de Francia.
-Encontraréis, además: urbanismo, amor, lujo, demasiadas copas de vino, sagas familiares, poemas sobre orines, despedidas, techno, naufragios, partidas de palas, asesinatos, más amor, muchas novelas invernales y, en definitiva, la mejor lista de novelas veraniegas que vais a ver por ahí.
Recomiendan sus libros favoritos de verano, en orden alfabético:
Adrián Grant - Alejandra Arroyo - Álvaro Boro - Álvaro Gálvez Medina - Álvaro González - Álvaro Martínez - Ana Webb - Andrea García Baroja - Ángel Insua - Beatriz Olaizola - Carla Mouriño - Carlos Collarte - Carlos Gómez B. - Carmela García Prieto - Carmen S - Claudia Carrasco - Fernando López-Pita - Jaime Clemente Hevia - Jorge Burón - Luis Alonso Agúndez - Manuel Mata - Marc Martínez-Campayo - Marina Martínez Pedreño - Marina Munar - Patricia Conor - Pau Martí - Pedro J. Lacort - Pepe Tesoro - Pierre LL - Ramón Ferri Picanúmeros - Paula Amo - Víctor Vk
Adrián Grant
- El amor es un monstruo de Dios de Luciana de Luca (Barrett, 2025): Una novela de prosa poética que podría haber sido escrita hace un siglo o dentro de otro. Violencia, amor, terror, venganza y mormones.
- Leña de Bruno Lloret (Overol, 2018): Esta novela parece escrita en español, traducida a ruso con Google Translate y vuelta a traducir al español con el mismo procedimiento. Y funciona. Nunca he leído ni voy a leer nada parecido en mi vida.
- Las inquietudes de Shanti Andía de Pío Baroja (1911): Leer algún clásico en verano. Siempre me lo propongo y no siempre lo consigo. El truco está en leer algo de aventuras, ameno y escrito como Dios. Nauragios, piratas, contrabando, tesoros escondidos... Novela perfecta para leer en remojo.
Alejandra Arroyo
- Los Optimistas, de Rebecca Makkai: lo que le pido al verano es un novelón. esta novela, en concreto, me salvó de uno con insolación incluida.
- Sobre la felicidad a ultranza, de Ugo Cornia: un libro sobre la concepción de la felicidad mediterránea, algo que nos viene genial recordar en verano.
- La edad del desconsuelo, de Jane Smiley: cuando pensamos en verano también pensamos en su final. este es el libro para asumir la vuelta a la normalidad de septiembre.
Álvaro Boro
-Helena o el mar de verano, de Julián Ayesta: veranear en el norte a principios del siglo XX no es tan diferente a hacerlo ahora, tampoco los amores de verano. El azul profundo del Cantábrico, el bravo verdor de los montes y el olor a sidra dan color a este libro.
- Limònov, de Emmanuel Carrère: Eduard Limonov, un hombre heterodoxo, raro y genial. Nadie puede contar tan bien una vida tan intensa y salvaje como Carrère. Una vida tan real que parece una ficción.
- Beber de cine, de Garci: un libro sobre cócteles, cine y esa cosa tan manida que es la vida merece ser leído siempre. Pues más en verano, un tiempo que se presta mejor a todo.
Álvaro Gálvez Medina
- Autorretrato con radiador - Christian Bobin (Árdora ediciones) - Es el mejor diario que puede leerse al fresco, con los pies descalzos. Deslumbra de la mejor forma posible, es decir, como quien no quiere la cosa.
- En el patio - Malcolm Braly (Sajalín editores). Novela carcelaria escrita por un expresidiario. Escenario cerrado y personajes muy bien definidos: lo pasé como cochino en lodazal.
- El miedo - Gabriel Chevallier (editorial Acantilado). Trincheras, sangre, barro. Si vas a tomarte en serio el verano, busca este Acantilado.
Álvaro González
- Las Despedidas - Jacobo Bergareche: No hay que encariñarse de más de los amores de verano ni de las bolas de golf a estrenar. Así que ya sabes: Las bienvenidas largas y las despedidas cortas.
- Cualquier Verano es un Final - Ray Loriga: No hay nada como saber que hay que disfrutar de todo porque, spoiler, algún día se acabará.
- Quedará la Ilusión - Galder Reguera y Carlos Marañón: Make correspondencias great again. El fútbol suele ser una muy buena excusa para hablar de las cosas importantes de la vida.
Álvaro Martínez
- Cosas de España. Ensayos, artículos y crítica literaria (Gerald Brenan, Fórcola Ediciones, 2019). Se tratan de ensayos breves como un atardecer en la caleta de Cádiz: inteligentes, irónicos y disfrutones. Leer a Brenan es entender España desde fuera, para sentirla mejor por dentro.
- Clase de griego (Han Kang , Random House, 2011). Imagínate tú con el mar de fondo y un libro que desbroza la capacidad del lenguaje no solo para hablar, sino para amar, sentir y entender el mundo. Delicado, sutil y fragmentario. Como el propio verano. Han Kang convierte cada palabra en una caricia que duele.
- El niño que perdió la guerra (Julia Navarro, Plaza & Janés, 2024) Como bonus track, Juan Javier M., un muy simpático lector al que admiro mucho os recomienda este libro que, según dice, es para los amantes de la historia y de las historias lentas. No se hace responsable de que pierdas la noción del tiempo descubriendo lo que le sucede al pequeño Pablo.
Ana Webb
- Hold on to Your Dreams: Arthur Russell and the Downtown Music Scene, 1973-1992 de Tim Lawrence. Este libro cuenta la historia de Arthur Russel, pieza clave en la evolución del underground en NY. Yo lo leí despacito como si fueran cuentos. En algunos sentidos se parece un poco a las memorias de Cookie Mueller, con apariciones de sectas budistas, Allen Ginsburg y otros personajes de la contracultura estadounidense.
- Una historia es una piedra arrojada al río de Monica Batet. Caí en esta lectura de forma un poco aleatoria pero me sentí muy apelada bajo el clima político actual. Prefiero no contar mucho más, solo que el relato se basa en personajes que investigan sobre la retransmisión de las historias orales.
- Sister Outsider de Audre Lorde. Es muy difícil abarcar en pocas palabras lo que este libro significa. Me atrevería a decir que todes debemos acercarnos a los ensayos de Audre Lorde para entender mejor el mundo y la forma en la que nos relacionamos.
Andrea García Baroja
- El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Tibuleac. Un libro maravilloso y delicado sobre un adolescente enfurecido y una madre frágil en un pueblecito francés. Os partirá el corazón, de las mejores disculpas que he leído nunca.
- Los que sueñan el sueño dorado, Joan Didion. Una selección de artículos, reportajes y ensayos de Didion sobre la vida norteamericana en los años sesenta y setenta. Para mí es lectura obligatoria. Juega con los problemas políticos de la época y el calor de California como si fueran plastilina.
- El despertar, de Kate Chopin. Una de las primeras novelas que se calificó de feminista. Se publicó en 1899 y la historia se desarrolla durante dos veranos. Edna Pontellier forma parte de una familia privilegiada criolla que vive en Nueva Orleans. Poco a poco se ve atrapada, por culpa de un amor, en las convenciones de la sociedad de la época.
Ángel Insua
- La montaña Mágica, Thomas Mann. Glacial libro de verano, largo como una hibernación. marida bien con agosto, como el coulant y el helado de vainilla. te derretirás con su filosofía, su alma desgarrada, su vieja Europa ante el abismo.
- No leer, Alejandro Zambra. Perfecto para hincarle el diente a la galaxia latinoamericana. literatura fragmentaria, álbum de recortes; pizarnik, bolaño y nicanor parra; sobre todo chileno, molto chileno.
Beatriz Olaizola
- Una joya corta: Seismil, Laura C. Vela. Es mejor adentrarse en la historia de Laura sin saber nada. Es un libro que quieres volver a leer nada más terminarlo. Es duro, es imperfecto (como dice ella) y es imperdible.
-Una novela negra gustosa: Contrarreloj, Eugenio Fuentes. Para este, que es una buena y tórrida novela negra (muchas etapas de puro sol), sí voy a poner las primeras tres líneas de la sinopsis: "En la cuarta etapa del Tour de Francia, Tobias Gros, el favorito e imbatible ganador de las cuatro últimas ediciones de esta carrera, muere asesinado mientras descansa en el hotel tras una jornada agotadora". Me aburre el ciclismo, me aburre en los juegos olímpicos, en los tours, en los padres de 40 que lo usan como nuevo hobby antidivorcio. El ciclismo solo me ha interesado, y mucho, leyendo esta novela.
- Autobiográfico y estupendo: Por qué ser feliz cuando puedes ser normal, Jeanette Winterson. El título de la novela es lo que la madre de Jeanette dijo a su hija cuando, con 16 años, esta le confesó que era lesbiana y que se iba de casa. La madre adoptó a Jeanette y quería hacer de ella su discípula religiosa. No le salió como esperaba y eso cuenta Winterson en estas memorias imprescindibles, escritas como se escriben los buenos libros, y mordaces y dolorosas.
- Sin más, increíble: El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza. El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, hermana de la autora, es asesinada por su novio. Ella tenía 20 años, estudiaba arquitectura, escribía diarios y mil cosas más. Era tanto que treinta años después su hermana, Cristina, abre las cajas con las cosas de Liliana y ahí empieza todo de nuevo. Este libro es Liliana, es la búsqueda de justicia de una familia, es romper el silencio.
Carla Mouriño
- Son de mar - Manuel Vicent: para leer, a ser posible, a orillas del mediterráneo imaginando que se es espectador de primera fila de esa cosa misteriosa que ocurrió en el pueblo
- El último verano en Roma - Gianfranco Calligarich: para qué voy a decir algo, el título lo dice todo.
- El talento de Mr. Ripley - Highsmith, Patricia: sé que muchos habrán visto la peli, pero realmente no hay nada como leerse este libro en la playa e imaginarse entre barquitos, crímenes y casonas italianas.
- Las bodas, El verano - Albert Camus: te lees esto a la sombra de un pino y piensas que decimos poco que la vida es algo fantástico a ser preservado con celo, pero sobre todo, con entusiasmo.
Carlos Collarte
- Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa. Pensar que Vargas Llosa escribió esta obra maestra con mi edad es una obscenidad. El Perú de la dictadura y una sociedad sin estructuras de poder democráticas.
- La montaña mágica, de Thomas Mann. Es verano, tenéis tiempo. Embarcaos en un viaje a la montaña con el joven Hans Castorp. Divagad sobre el tiempo, tan relativo en esta época, y dejaos llevar por los debates filosóficos de Settembrini y Naphta.
- La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. Quizás mi obra favorita de Houellebecq. La juventud, la vida eterna, el hombre dejando de ser hombre, ¿por qué si somos eternos somos hombres?
´Y el amor, en el que todo es fácil,
donde todo se da al instante:
existe en mitad del tiempo
la posibilidad de una isla»
Carlos Gómez B.
- Cuadernos. Vol I, II, III. / Georg Christoph Lichtenberg.
Dijo Albert Einsten "No conozco a nadie que oyera crecer la hierba con tanta claridad" sobre el científico y escritor alemán Georg Christoph Lichtenberg. Da igual si eres más de pipas con sal o pipas tijuana, estas notas personales llenas de ingenio son pipas que no vas a parar de leer, una tras otra, en la playa, en la piscina, en la oficina...
- Hacer el amor / JEAN PHILIPPE TOUSSAINT
Una exploración minimalista y cinematográfica del desamor en el telón de fondo de un Tokio nevado y sísmico. Perfecto para amargarte el verano si el amor no es lo tuyo.
- Un paso a dos / JAVIER SANTISO
Una jaula dorada. Una novela que imagina los entresijos de la relación de Edward Hopper y su mujer Josephine. Un lienzo imaginado por Javier Santiso con una belleza desgarradora.
Carmela García Prieto
Libros de 10x15 para cuando llevas la toalla, el bañador, la sudadera, las cartas, el agua, las gafas, un tupper de sandía, la crema, la petanca, el neopreno, el peine y la cartera y es físicamente imposible que puedas llevar nada más pero CÓMO NO vas meter un libro en tu tote de sustrato.
- Mejillones para cenar (Birgit Vanderbeke, Ediciones Invisibles)
Un tentempié con el que empieza una revolución. Enfados primero, preocupados después, liberados al final. Sus tres personajes ya no saben si realmente quieren que llegue o solo quieren seguir disfrutando de la intimidad que se ha creado, de la confusa— pero en el fondo divertida— alegría de dejar de pretender y disimular.
- Elogio de la ebriedad (Alicia Dorey, Siruela)
Cuando un pasatiempo se convierte en un oficio, aparece el riesgo de dejar de disfrutarlo. No es el caso de Dorey, que aprende a apreciarlo aun más y, a la par que describe los matices del vino, recoge también los detalles humanos que aparecen después de la tercera copa.
- Metafísica del aperitivo (Stephan Lévy-Kuentz, Periférica)
¿Se puede seguir elogiando la mera contemplación? Por enésima vez en la literatura, un hombre sentado en la terraza de un bistrot se abandona a su monólogo interior, ligero, divertido y delicado. Pero, unas conclusiones geniales quizá sean capaces de reconciliarnos un poco con admirar lo que pasa cuando no hacemos nada más que observar, hacia dentro y hacia fuera.
Carmen S
Siempre elijo una lectura de verano a pesar de que mi tiempo de lectura en verano abarca los márgenes del capitalismo —las mañanas, las noches, y los cuatro días libres que tengo en agosto—. Quizá sea la capa pegajosa que julio y agosto le añaden a la cotidianeidad lo que me lleva, año tras año, a escoger novelas que oscilan entre el delirio y la sinceridad.
- La broma infinita, David Foster Wallace (1996). Poco puedo añadir sobre las infinitas (jeje) virtudes de este libro. Es mi novela favorita, y creo que las novelas que se desarrollan en paisajes invernales se han de leer en los meses de calor. Durante un verano olímpico en el que estuve desarrollando mi proyecto final de máster y trabajando a media jornada fui leyendo esta novela en mi pequeño piso, con las persianas bajadas y los partidos de tenis de fondo. Otras veces la sacaba a pasear por la ciudad. Creo que mi hombro izquierdo descendió dos centímetros por el peso de mi bolso. Nunca olvidarás El Verano En Que Leíste La Broma Infinita.
- Las correcciones, Jonathan Franzen (2001). Otra novela invernal: un contrarreloj familiar, no para llegar cuerdos ni unidos, pero al menos sí vivos a las navidades. Lo leí en un verano del sudeste asiático, en otra de mis brillantes decisiones sobre qué libro de 700 páginas arrastrar bajo el sol. Una novela sobre cuánto compartimos con las personas a las que odiamos, el poder del lenguaje en todo aquello que no decimos y la futilidad de las palabras. Vamos, casi lo mismo que un anuncio de Estrella Damm.
- Los destrozos, Bret Easton Ellis (2023). Una novela ligera para llevar en la bolsa de playa. Carreteras nocturnas, mansiones en Los Ángeles y cuerpos perfectos bajo el sol. Pero también juegos de espejos, destapar al otro para ocultarte a ti y verdades veladas. La asfixia propia de las noches de verano acentúa el poder de este libro: Durante dos semanas de agosto me desperté a las cinco de la mañana cubierta en sudor con la certeza de que algo terrible estaba a punto de suceder. O que algo me estaba siendo ocultado. No hubiese sido tan angustioso si no hubiesen estado, además, esas misteriosas llamadas de madrugada.
Claudia Carrasco
1) Las tempestálidas - Gueorgui Gospodínov: Una exploración de la romantización del pasado. Para nostálgicos con tendencias escapistas que quieran imaginar qué pasaría si pudiéramos elegir “cuándo” vivir.
2) Distancia de rescate - Samanta Schweblin: Una voz de adueña de tu mente desde que empiezas a leer hasta que acabas. No sabes bien qué pasa, quién eres ni qué piensas. Es trepidante y te hace sufrir pero yo no fui capaz de soltarlo hasta que lo cerré.
3) Satin Island - Tom McCarthy: Un Moby Dick antropológico, distópico y kafkiano. No se qué más se puede pedir.
Fernando López-Pita
- Guapo, rico y distinguido, de PG Wodehouse: Estafadores, idiotas, distinguidas damas, cacatúescas damas, estaciones de tren, vapores y veleros, Bretaña, joyas en caja fuerte, fachadas con enredadera y ventanas entreabiertas a la luz de la luna llena, amantes, tragos, casinos, disfraces y un montón de malentendidos.
- El tema, de Manuel Mata:
Cuando me despierto estás duchándote
y la puerta del baño cerrada
y solo hay un váter en el apartamento
y me estoy meando vivo
salgo al patio de luces tu madre tiene
muchas macetas
muchísimas
(...)
jamás te contaré lo que
acabo de hacer
a no ser que me publiquen
este poema
- Partida de palas, de ti contra alguien que oponga resistencia pero al que acabes venciendo: ya basta de libritos. Instrucciones para palas estilo Seselle: arena dura tras haber bajado la marea al menos dos horitas antes —garantía de bote vivo y homogéneo—, terreno reglamentario de dimensiones 14x4 generosos pasos, delimitado con un surco hecho con la propia pala. Solo se permite golpear la pelota hacia arriba o con trayectoria completamente horizontal, so pena de perder el tanto. Saca el ganador del punto precedente. Se juega al mejor de 3 sets, cada sets a 11 tantos con diferencia de dos, sin muerte súbita. Posterior e innegociable baño en agua helada y rotación estilo rey de la pista.
Jaime Clemente Hevia
- 7 de julio - Chapu Apaolaza: si quieres descubrir la cultura, la belleza y el amor que viven entre las astas de un toro en San Fermín, este es tu libro.
- Vatio - A.J. Ussía: conocer como fue parte de la vida de un genio como Antonio Vega, estandarte de nuestra música, es posible gracias al cariño y al respeto con el que Alfonso escribe este libro.
- Ruido de fondo - David Gistau: nadie puede huir de un pasado que, durante un tiempo, vertebró su manera de ser y de estar en el mundo. Las gradas de los campos de fútbol han marcado la vida de muchas generaciones. Y, a veces, en los lugares más peligrosos se encuentran los valores más importantes. Esos que ponen contra las cuerdas al protagonista de esta novela plagada de grandes pasiones.
Jorge Burón
- Rojo y negro, Stendhal: Porque nadie más que bajo el influjo de un torrido verano podría asumir el desalmado apasionamiento de un personaje tan inmundamente romántico como Julian Sorel, tan asqueroso como sugerente. Y porque es la novela más feliz y veloz del XIX, antes de que todos se pongan muy pesados escribiendo muy bien. Y porque era la favorita de Bolaño.
- El jugador, Fiodor Dostoievski: Porque la fiebre lunática del sol estival giran en la autodestructiva mente del ludópata Alexéi, heterónimo de nuestro querido Fiodor. Y porque es la mejor nouvelle de Fiodor. Y porque él mismo estaba así de arruinado y de viciado a la rule cuando la escribió precisamente para salir adelante y pagar deudas, entre medias de sus obras magnas. Y porque en el XIX también sabían escribir libros de menos de 500 páginas, aunque no lo parezca.
- Anna Karenina, Lev Tolstoi: Porque como es más que obvio ya, el verano es para leer novelas de verdad, es decir, novelas del siglo XIX, el único siglo en que se han escrito novelas de verdad (muerte al ensayo divulgativo). Y porque esta es mi favorita. Y porque en ningún otro momento del año vas a tener tiempo de volverte loca de la cabeza con la genial tarada de Anna y tirarte con ella a las vías del tren tan lunáticamente desesperada antes de salir a tomar un bitter kas.
Luis Alonso Agúndez
- Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender: Mi lectura de verano por excelencia. No sé cuántas veces lo he podido leer desde la primera vez, a los 16, calculo. Eso sí, siempre en agosto. ¿Es Mosén Millán el mejor malvado de la literatura española contemporánea?
- Plomo en los bolsillos, de Ander Izaguirre: Como el anterior, el único libro que he leído más de dos veces en mi vida, y, como el anterior, siempre en verano. Este en julio, concretamente, que es cuando tiene lugar la competición deportiva que vertebra y da sentido a los veranos de toda Europa. Deliciosísimo repaso a la mitológica historia de su majestad el Tour de Francia.
- Polo de limón, de Íñigo Domínguez: En mi concepción del universo, el orden establecido y los buenos usos y costumbres, Polo de limón constituye el libro perfecto para bajarse a la piscina o a la playa. Eso sí, siempre con silla, que no somos salvajes. Íñigo Domínguez nos dice que sólo se desea “feliz algo” en aquellos momentos del año en los que no se trabaja. Feliz año, feliz verano, feliz puente. Nunca hay un “feliz febrero”, o un “feliz otoño”. Por algo será.
Manuel Mata
- Vamos a morir todos, de Emily Austin.
- Conejo maldito, de Bora Chung.
- Clase de actuación, de Nick Drnaso.
Marc Martínez-Campayo
- Océano mar (Alessandro Baricco, Anagrama, 1994)
Un libro que es como un poema o un poema que es un libro y que acaba siendo lo que sentirías si el mar te hablase. Para leerlo en la playa o cerquita del mar (también sirve pensar en él si tenerlo cerca es imposible, aunque lo recomendable es tenerlo cuanto más cerca posible). Mi libro favorito (y cada día el de más gente).
- Años felices (Gonzalo Torné, Anagrama, 2017)
Gonzaló Torné es a mi parecer una de las voces más infravaloradas del panorama español contemporáneo y Años felices es una gran telenovela (en el mejorcísimo de los sentidos) sobre la amistad y los lazos que nos unen. Cómica, ligera y aguda, al más puro estilo Torné. «Gira, gira, mediodía, gira si tienes que girar, pero sé cauto, sé delicado, no borres enseguida, no borres todavía este mediodía, la madurez insolente de nuestra amistad».
- Cerca del corazón salvaje (Clarice Lispector, Siruela, 1944)
Este no lo he leído (todavía, aunque de Lispector sí puedo recomendar La hora de la estrella), pero me fío mucho de la opinión de la persona que me lo ha recomendado, y por ello le he pedido que sea ella quien lo haga: «El libro sobre la piedad como forma de amar y de odiar, dormir sobre Dios y sobre lo místico y alojarse en la soledad para encontrar la creatividad».
Marina Martínez Pedreño
- Aquí abajo de Laia Viñas (Colectivo Bruxista) por ser un homenaje a la juventud, al techno y a la Ruta Destroy; por la sensibilidad con la que refleja la transición a la vida adulta.
- Mar de Fondo de Patricia Highsmith (Anagrama) y La primera mano que sostuvo la mía de Maggie O’Farrell (Libros del Asteroide) porque el verano es el momento de las historias que no se pueden dejar de leer.
Marina Munar
Podría seguir sumando libros a esta lista, pero quizá eres de los míos y tus lecturas de verano consisten en ese tocho que te compraste en enero pensando: «Este lo guardo para verano, que tendré más tiempo» y ahora te arrepientes, porque pesa como un muerto y no cabe en ninguna de las ridículas opciones de equipaje que ofrece Vueling. Por eso, y por cambiar un poco la tónica, te recomendaré los cuadernos de verano de Blackie Books. Son frescos, divertidos y ligeros, sobre todo ligeros. Ojo, que no es que esté tirando los libros por la borda, pero a veces leer en la playa —con el chunda chunda del de al lado, con los niños gritando por detrás y con un socorrista con pitonitis aguda— se complica.
Patricia Conor
- La tirania de las moscas, de Elaine Vilar. (Barrett).
A caballo entre lo humorístico y lo macabro, leer a Elaine es permitir que se te metan moscas por la boca y mariposas por los dedos. Una familia es un pais y diría que es este libro, también, un pais en si mismo.
- Ten cuidado con el sol, de Iris Casilari.
«No hay refugio del sol,
quien nace mirando la luz,
nace también para perderla.»
Iria ha construido con sus propias manos un homenaje al archivo, la transformación y las obsesiones. Un libro – objeto hecho con la misma delicadeza de quien se embadurna en crema solar aun sabiendo que es imposible escapar de las marcas que la luz va dejando en nosotros.
– Aftersun, del Pol Viladoms. (Fotografía)
Pol Viladoms viajó del Mediterráneo al Adriático y de allí al mar de Creta hasta llegar a las costas de Japón y California, todo para reunir en este archivo fotográfico
su obsesión por las aquitecturas abandonadas y los modelos de construcción vinculados a la explotación turística. Imprescindible para viajar de vuelta al tobogán azul y reflexionar sobre como se convierte el paisaje en otro producto consumible y desechable.
Pau Martí
- El Camí de Ponent: una reflexió sobre la carretera d'Andratx i el territori - Miquel Àngel Llauger i Llull
Un ensayo audaz e inclasificable sobre cómo una infraestructura puede comenzar permitiendo el crecimiento de una población y luego con el tiempo acabar ahogándola. Inexplicable desconocido entre nuestra literatura sobre urbanismo y territorio.
- The Power Broker - Robert A. Caro
La historia real de Robert Moses; cómo un niño rico idealista acaba corrompido por el poder hasta definir, sin votos, las bases del urbanismo estadounidense. Una biografía tan bien escrita que da envidia al leerla; merecidísimo Pulitzer.
- Manhattan Transfer - John Dos Passos
Eclipsada por otras obras de la generación perdida, esta novela coral es un delicioso relato de la Nueva York de principios del siglo XX, en acertado equilibrio entre lo experimental y lo narrativo. ¿Lo mejor?: que la estupenda edición Bruguera de 1980 sale baratísima en cualquier rastro.
Pedro J. Lacort
- Cómo dejar de escribir, Esther García Llovet. Directo, ácido e irónico. Cuando ocurre la magia, ya eres parte del truco. Personajes al borde de vete tú a saber qué abismo en un Madrid imposible.
- La mirada imposible, Agustín Fernández Mallo. A golpe de afiladas analogías, Fernández Mallo nos empuja hasta una incómoda paradoja: el ser humano moderno es incapaz de abarcar su propia identidad.
- Cada uno es mucha gente, Pablo García Casado. La vuelta de un autor genial. Este libro ha sido una celebración para todos los amantes de su obra. Muchos de ellos en Sustrato. Otra vez la emoción.
Pepe Tesoro
- White Girls, Hilton Als. El libro perfecto para hacerte el moderno. Su impecable diseño parece pensado para lucirte como el más aesthetic de la piscina. Por suerte, resulta que además es un libro magnífico, uno de los más deslumbrantes ejercicios de estilo y carácter de la crítica cultural contemporánea.
- Vicio propio, Thomas Pynchon. La mejor opción para atreverse al fin con los posmodernos clásicos. Sin duda, la más amable, veraniega y divertida novela de Pynchon. Con toda la demencia, la parodia y la ternura de una conversación arborescente con un grupo de surferos paranoicos y radicales románticos fumando porros al atardecer en la playa.
- Gato con sombrero, Elena Marcos
Si te va el despiste vacacional y el cinismo como estrategia de supervivencia, esta novela es lo tuyo: un relato agudo y divertidísimo sobre la esa cosa tan rara que es ser turista, o ser adulto, o enfrentar los daddy issues, o estar enamorada. Ideal para romantizar el desconcierto existencial en una tumbona bebiendo mojitos.
Pierre LL
- La montaña mágica, de Thomas Mann
Los lectores veraniegos se suelen dividir en dos escuelas: la del librito ligero y la del tocho clásico. Como miembro de la segunda considero que un libro perfecto para el verano es La montaña mágica, porque qué mejor escenario para trasladarse en una tarde tórrida de agosto que un sanatorio de tuberculosis en Suiza, y qué mejor trama que mil y pico páginas de la nada (y de absolutamente todo). Leerlo es (perdón) como subir una montaña, pero vale la pena llegar a la cima.
-Sus hijos después de ellos (Leurs enfants après eux), de Nicolas Mathieu
Sus hijos después de ellos es un libro veraniego porque su trama transcurre siempre en verano, concretamente en los veranos mundialistas (cada cuatro años) de tres jóvenes franceses. Es bonito, a veces triste y constituye una radiografía muy certera de la sociedad francesa de provincias y de los males de la República.
Ramón Ferri Picanúmeros
Las redes son nuestras, Marta G. Franco (Consonni, 2024)
En una época en la que el internet que conocimos parece venirse abajo por momentos, este libro supone un perfecto diagnóstico de la situación e incluso una inyección de moral sobre la idea de un futuro mejor. En él, nos sumergimos en un recorrido por la historia de las redes y los esfuerzos por hacer de ésta un espacio que pertenezca a quienes las habitan, frente a los intereses de las grandes tecnológicas. De obligada lectura para reflexionar sobre cómo vivimos en internet y sus implicaciones, así como para explorar las alternativas de las que disponemos para que éste nos vuelva a pertenecer.
Paula Amo
Pavese, C. (1985). El bello verano (M. C. García Lecha, Trad.). Barcelona: Destino. (Colección Destinolibro, n.º 241)
Por las grietas de las tardes sofocantes en las que dos amigas se preparan para salir se cuela el tránsito de la juventud a la adultez.
La ciudad de Turín antes de la guerra se convierte en escenario en el que acontece la perdida de la inocencia. Una novela que muestra cómo el verano puede contener lo plomizo, lo ligero y lo tierno a la vez.
Víctor Vk
- Quebrada, de Mariana Travacio. Ed. Las Afueras
Travacio nos traslada magistralmente a un entorno árido, hostil y asfixiante para presentarnos a Lina y Relicario en su asíncrona aventura a través de la dicotomía entre ansiar una vida mejor y no renunciar a nuestro arraigo. Un relato breve, íntimo y sencillo, que consigue que el calor que sentimos en el pecho al viajar con los protagonistas nos haga olvidar la verdadera temperatura más allá del cristal.
- Elogio de las manos, de Jesús Carrasco. Ed. Seix Barral
¿Qué harías si te ofrecieran poder hacer uso de una vieja casa de campo hasta que el propietario lograra venderla? ¿Cuánto tiempo pasarías allí? ¿Cuánto tiempo habría de pasar hasta que irremediablemente empezaras a sentirla un poco tuya? "Elogio de las manos" habla de la finitud y de lo puro de disfrutar algo que sabemos a ciencia cierta que terminará.
- El libro de la salsa, de César Miguel Rondón. Ed. Turner
Si aún sigues moviendo las caderitas a ritmo del último disco de Bad Bunny, quizás sea el verano perfecto para profundizar en la historia de uno de los grandes géneros latinos. Rondón escribe una joya documental sobre los orígenes de la salsa en los calurosos locales neoyorquinos de los años 50 a manos —y pies— de los inmigrantes cubanos, puertorriqueños y venezolanos.