Recolecta de frutos en descomposición
Mi dolor tiene cada vez más nombres. Cada nombre hace de mi dolor algo más real, puedo tocarlo cuando me palpo la barriga, cuando me palpo la nuca o las rodillas, podría incluso tocarlo en las palabras si no fuesen de vapor. A veces toco los bultos imaginarios: suelen desaparecer al tercer toqueteo, cuando ya me ha dado tiempo a marearme y sentarme en la cama o en el váter y notar que la sangre me cae de la cabeza a los pies.