La espera genera temperaturas.
Esperamos con el corazón tiritando,
o ardiendo de deseo.
ANDREA KÖHLER
Please, Please, Please
Let me get what I want
This time
THE SMITHS
Divagación 1
Recuerdo haberme retorcido esperando, en el tiempo de la pasión o del miedo, como quien sujeta una pequeña lombriz embarrada y resbalosa con dos dedos en pinza. El cuerpo del gusano se dobla, se flexibiliza en su dureza, intenta encontrar la posición cómoda que le devuelva la sensación de tierra, de estado firme: equilibrio. Resbaladiza, he perdido los nervios frente al estado de espera y he suplicado a la esperanza. Clarice Lispector menciona haber basado la esperanza en verdad, y me parece oportuno. Sea cual sea la esperanza, ya sea la de encontrar una respuesta que nos libere de un conflicto, o la que cumple una promesa de abandono, de amor, la que sea, se asume como verdad cuando una está esperando a ser salvada de su angustia. Frente al futuro intenso y su incertidumbre, recuerdo haber allanado el terreno tirando una ilusión por la borda de la anticipación, como quien suelta una cuerda tensa de golpe, por si a caso la confianza que deposité en lo sujetado me deja suspendida. O recuerdo haberme intentado convencer de una victoria antes de tiempo, inhalando con ella todo el aire de una calle, el que me cupiera rápidamente en la boca, para seguir caminando erguida hacia el final del día y así poder descansar. También recuerdo haberme reído de mí misma, ligera y boba. O haberme desplomado delante de la imagen de aquella cuyo destino pareciera que es esperar y desesperar, como dice el refrán. No tengo paciencia para ciertas cosas. El cuerpo no está preparado para la paciencia si es apasionado, desea con fuerza o se siente necesitado.
Recuerdo haberme desvelado impaciente en busca de una palabra que amanse el nervio en el tiempo suspendido, devuelva con rigor el pulso, sosiegue la rojez de mi cara, calme la erupción del cuerpo, detenga el dolor de mi estómago. He intentado mantener la calma pero me he sorprendido siendo rebelde ante la espera de una respuesta de fuera, del sí, a ser posible, o del no, ya sucumbo, y me fastidia admitir que siempre, siempre, espero al No, considerado abismo, claro; la negativa, esa profecía un tanto absurda del fallo que siempre se cumple. Me he imaginado precipitándome en la espiral del temor plataforma: el de estar sosteniendo mucho tiempo con el cuerpo una ilusión que finalmente no comulgue con la esperanza depositada en lo esperado. Después de un rato acabo riéndome y le quito poder a lo de afuera. Persisto en recordarme que yo también decido en el tiempo suspendido. Puedo ser agente activo. Puedo decidir, ¡eso es!, las cosas pueden no resolverse, las cosas difícilmente se resuelven, pienso. El control, el patrón, no te servirá de nada, me digo, y recuerdo las palabras de mi amiga Carmen cuando le cuento cómo me siento esperando noticias importantes: “Lo normal es la anomalía.” Divago. Me hace cierta gracia. Decido aprovechar este huracán momentáneo de pulso nervioso para escribir. Si contribuyo junto a la enajenación quizá desentrañe algo, no lo sé. Escribo para ayudarme, para mañana aguardar paciente como el caracol, sin desapegarme del hueso, como él, sin perder una parte de mi casa, sin perder el cuerpo en la espera.¿Dónde permanece el caracol mientras aguarda a que llegue la lluvia, sobretodo en este tiempo de sequía? Me lo he preguntado siempre. Ellos, en su humilde lentitud, en su amabilidad, quieren enseñarme algo. Pero son más rápidos, mucho más rápidos que yo en este caso.
Divagación 2
Me pregunto qué pasa cuando un No temido me alcanza ante la espera de un Sí. Después, ¿qué? Después, todo es distinto y sin embargo nada ha cambiado tanto. Nada se ve interrumpido definitivamente, pienso. Nada. ¿Es la interrupción mi preocupación, a caso? ¿Es la interrupción de un sentimiento, de un deseo de alegría, lo que me asusta? Cuando el preocupante No me alcanza se incorpora una fisura. Una pequeña brecha corporal que se configurará conmigo de ahora en adelante. ¿Tiene sentido? Cuando el No me alcanza, me convierto un rato en cuerpo-fisurado. Después éste se repara o nace una sorpresa como brotada, igual que de la grava nace el tallo, del muro el hormiguero, igual que lo que nos viene y nos sobrevive, naciendo siempre a través. Tras la interrupción, este cuerpo fisurado no será cuerpo fuera-de-sí, eso quiero creer. Proyecto a futuro esta imagen, la invito a mi boca y dejo que baje. Y cuando esta imagen convencida reposa ya en el estómago y respiro, reparo en que probablemente el Sí deseado también será fisura a su manera. Ante un deseo cumplido o interrumpido me dejaré moldear, me dejaré palpar. Sí o No o Tal vez o Esto o Lo Otro todo será grieta, impacto: transformación. El seísmo ante esta transformación es persistente, da igual la dirección hacia la que se dirija. Trago saliva y asiento: quiero, por voluntad, predisponerme a este impacto involuntario. Aunque mi cuerpo a veces huya, aunque mi cuerpo se desoriente, se paralice. Podré aprender algo si me permito vivir a la vez que voy viviendo. ¿Tiene sentido?
Ahora que ingiero estas palabras, intuyo que cuando espero, espero no perder el hueso. Espero a ser amable conmigo. A asumir que lo incierto no solo está fuera, sino que forma parte de mí, y que lo necesito. Andrea Köhler dice que la persona que espera baraja inconscientemente la posibilidad de ser abandonado. Así que en la espera apasionada interactúa el miedo de nuevo. Espero a que la posibilidad inconsciente de abandono que me aterra no me alcance así de tajante. Espero a poder parar a tiempo mi propio abandono ante el miedo, quizá. Espero a no abandonar la esperanza, a desaprender la expectativa. Expectativa boba y cruel, dime quién te trajo. De quién te heredé. Tú, que muchas veces no eres mía. Tú, que vas en contra de la esperanza, esa que sí nos alienta, esa que sí nos abraza y sin embargo tú… déjame vivir sin esperarte. Déjame, déjame.
Divagación 3
En esta espera, ¿Soy el tallo o la grava? ¿Lo que me ancla a la propia dureza o lo que encuentra camino a través? Divago. Me siento roca y hoja al mismo tiempo, dura y moldeable a la vez. Quisiera ser polivalente en este acontecimiento. La espera, espacio en sí mismo, intersticio… Acontecimiento.
Divagación 4
Parafraseando de nuevo a Andrea Köhler: en la espera algo duele. Frente al dolor de lo que tememos y a la consecuente agitación del pulso, (de pasión o de angustia, o de pasión angustiosa), espero, y esta vez de verdad, poder detenerme en este sentimiento con amabilidad. Pero, ¿quién puede permitírselo? El que ama a veces no puede, y el que sufre o necesita tampoco. Busco escribir sin sentirme culpable después. Busco la alegría en este acontecimiento. Busco, busco cómo hacer, igual que el perro va a la mano, fiel, deseoso, veloz, ágil. Proyecto la imagen. Deseo ser el perro rápido que actúa y no atiende.
Divagación 5
Esperar y que lo deseado espere junto a nosotras, que no nos abandone cruelmente, que no se escape tan rápido. Este es el recipiente de nuestra esperanza. Cuando esperamos desde lo paralizante es imposible sentir fortaleza. Deseo posibilidad de acción desde dentro. Deseo sentir que puedo formar parte de esta espera. Deseo actuar en ella, con ella.
El tiempo es un agente misterioso, y ante todo es suyo. Es propiamente salvaje. El tiempo de la espera es salvaje, en su dilatación y en su fugacidad. Quiero ser salvaje. Imaginar, hacer, inventar otra lógica, inventar una no-quietud, dar lugar a una suspensión en movimiento, o lo que es mejor: movilizar el cuerpo hacia lugares donde éste no se quede capturado en una espera triste y de mármol.
Fantaseo que sostengo el tiempo del vacío como los animales: atenta y sin nombre. Divago. No tengo nada claro. Solo sé que el cuerpo se angustia, se acongoja, y yo quiero librarle del susto. Quitarle peso. Devolverle equilibrio como a la lombriz. Decirle que pase lo que pase, estoy yo sujetándole, puesto que somos lo mismo. Quiero ayudarle a levantarse y que imagine qué quiere hacer. Resolver significa imaginar. Así que, reflexionando aquí y ahora, quizá esta sea una buena dosis de calma.
Me levanto de esta silla dispuesta a imaginar lo que haré ahora, dispuesta a accionar. Si hay cosas que no están en mi mano, entonces movilizo las que sí. Imagino, decido, imagino que decido, decido lo imaginado. Resuelvo, elijo yo también, o quizá no resuelvo, no pasa nada. Suerte que tengo un presente aunque a veces se me olvide. Suerte que mi padre siempre me dice que lo mejor de estar vivo es no saber lo que nos pasará.
No espero más. Envío este texto.
CITO A CLARICE LISPECTOR:
Y quiero saber si la esperanza era un compromiso con lo imposible. O bien si era una puesta al día de lo que es posible ya, y que no conozco ni tengo por causa del miedo. Quiero el tiempo presente que no tiene promesas, que es, que está siendo. Este es el núcleo de lo que quiero y temo. Este es el núcleo que jamás quise.
(…) -¿Ves, amor mío, ves cómo, por miedo, estoy ya organizando?, ¿ves cómo aún no consigo manipular los elementos primarios del laboratorio sin luego querer organizar la esperanza?