Alternativas para los que quieren empezar a vivir con inteligencia.
Lo estúpido: esperar pacientemente una cola. Lo inteligente: saltársela. Si la persona de detrás no está obnubilada mirando su móvil y protesta, asegurar que usted estaba allí antes. Si pertenece a alguna minoría, es el momento de decirlo. ¿Es porque soy [introducir referencia a la minoría que corresponda]? Comportarse como un mártir. Gritar.
Lo estúpido: tener un trabajo. Cobrar una nómina. Hacer un esfuerzo hercúleo para ahorrar. Lo inteligente: hacer una compra copiosa de briks de leche, yogures y cafés en los que se sortee un sueldo vitalicio. Comprobar si ha tocado el premio. Si no ha habido suerte, ir al supermercado y tener un accidente. No uno mortal, pero sí uno lo suficientemente grave como para que su abogado sonría. Cobrar una indemnización generosa.
Lo estúpido: expresar una opinión con sosiego y asertividad. Lo inteligente: no perder el tiempo meditando los pensamientos. Limitarse a introducir cualquier valoración con «a ver, no es nada personal», o rematarla con «pero no te ofendas».
Lo estúpido: aprender a cocinar. Comprar un libro de Ottolenghi o el de 1.080 Recetas de Concina. Asegurar que le encantó The Bear porque conoce la tensión que se vive entre fogones. Invertir tiempo y esfuerzo tratando de perfeccionar las recetas. Lo inteligente: fortalecer con manipulaciones sutiles los lazos con amigos, vecinos o familiares que ya sepan cocinar. Forjar una relación de dependencia emocional de ellos hacia usted, y conseguir que le hagan la comida siempre que lo necesite.
Lo estúpido: enfrentar los problemas. Lo inteligente: cortarse el pelo de forma radical. Repetir cuantas veces sea necesario.
Lo estúpido: elegir a amigos por afinidad. Lo inteligente: elegirlos más feos para verse siempre favorecido. Elegirlos con una necesidad de aprobación galopante para que nunca cuestionen sus decisiones. Elegirlos por la utilidad de su profesión —abogado especializado en derecho fiscal, médico o informático—. Elegirlos con muchos amigos para así conocer a través de ellos a personas realmente interesantes.
Lo estúpido: intentar nutrirse de conocimientos. Leer el periódico, libros y revistas. Ver películas. Escuchar podcasts y la radio. Ir al teatro. Estudiar geopolítica, economía e idiomas. Visitar exposiciones. Reflexionar. Lo inteligente: pagar la versión Pro de ChatGPT.
Lo estúpido: construir una relación profunda con otra persona. Cuidarla, entregar su alma y sacrificarse. Lo inteligente: encontrar por internet a alguien que se encuentre en un huso horario parecido, pero que nunca tenga que conocer en la vida real. Debe ser una persona poco exigente y con ganas de socializar. Lograr una conversación intermitente a la que recurrir cuando desee, y, si es suficientemente hábil, ingresos pasivos. Ser el príncipe nigeriano. Si además se necesita compañía de forma presencial, comprar un perro, preferiblemente pequeño y viejo, para no tener que sacarle mucho de paseo.
Lo estúpido: apuntarse a un gimnasio. Comprar ropa de licra. Lo inteligente: asumir que no se puede torear a la muerte. Encenderse un cigarro.
Lo estúpido: tener hijos. Criarlos. Pensar que sí, seguramente sus limitaciones se deban a un déficit de atención no diagnosticado. Enseñarles a montar en bicicleta. Educarles. Hacerles la comida. Dejarse exprimir como una naranja de zumo. Ver cómo finalmente le acaban culpando de todos sus problemas. Lo inteligente: ojear a los niños ajenos hasta detectar a uno con una inteligencia y carácter adecuados para ganar un premio Nobel o fundar un imperio hotelero. Escogerlo con vínculos familiares frágiles o, en su defecto, extinguirlos. Actuar como mentor y cosechar sus éxitos. Atribuirse el mérito.
Lo estúpido: leer todo Proust. Lo inteligente: decir que lo ha leído. Aprender a pronunciar correctamente À la recherche du temps perdu.
Lo estúpido: enviar un mensaje. Torturarse mientras espera la contestación, preguntándose si el receptor lo ha leído o no. Pasar la noche en vela. Lo inteligente: enviar el mensaje y acto seguido destruir el móvil. Nunca volver a comprar otro. Achacar la ausencia de respuesta a la incomunicación permanente. Dormir ocho horas seguidas.
Lo estúpido: hacer networking. Lo inteligente: nacer rico.
Lo estúpido: pedir perdón. Lo inteligente: justificarse. Anunciar que está yendo a terapia —no hace falta hacerlo de verdad— por un gran trauma que aún no está listo para confesar. Engañar a los demás haciéndoles creer que el sufrimiento le asfixia. Tener carta blanca para ser inaguantable. Lo brillante: conseguir que además admiren su proceso de superación.
Lo estúpido: leer artículos con anuncios. Lo inteligente: leer Sustrato.