joseluis es uno de esos artistas que no tiene reparo en abrirse en canal ante el oyente. En lucir la puñalada; aquella de la que hablaba en Navajas de Albacete, su primera —y brillante— canción autopublicada en junio de 2023, a la que un año más tarde siguió Estilista, un corte folclórico casi regionalista en el que cantaba acerca del deseo más naïf: «házmelo muy lento / que no tengo prisa / yo hago lo que sea / por un trajecito de tu saliva». Con estos dos ingredientes se conforma el mito fundacional de su figura: un equilibrio tenso entre el exhibicionismo emocional y la necesidad más pura, a lomos de la tradición folclórica nacional. El pasado 23 de mayo publicó Por ahora para siempre, un estreno ambicioso que sin embargo resulta cercano, casi localista en lo sonoro. joseluis no esconde el arraigo por su tierra en las entrevistas, al igual que tampoco busca encumbrarse como la nueva promesa de la región. Simplemente es, ha sido y será —al menos por ahora— su contexto. Y es en este contexto donde se encuentran, también, dos grandes colaboradores de este disco que comparten menciones como productores, arreglistas e instrumentistas: Pablo Serrano, alias PBSR, que en su florida carrera ha tocado en festivales como el SXSW como músico de gira de MAVICA, Viva Suecia o Guitarricadelafuente, y Alberto Saorín, músico de folk y líder de la extinta banda Those, que ha sido la estrecha mano derecha de joseluis en la creación de su proyecto sonoro e identitario.
En lo estético, el proyecto parece habitar una España anclada en algún lugar indeterminado entre los 90 y los 2000, casi almodovariana, donde las camisetas interiores de tirantes blancas, las cadenas de oro, los manteles de hule y las vajillas de Duralex no existen como reliquias atemporales, sino como statu quo indisoluto. La experiencia de joseluis como diseñador gráfico vertebra todos los aspectos del proyecto. Muestra de ello son los videoclips que han acompañado a todos los sencillos de adelanto del álbum, dirigidos en su mayoría por un Arturo Calero que ha entendido el imaginario del artista a la perfección, rezumando honestidad y sencillez estética a partes iguales, sin descuidar ni uno solo de los elementos fundamentales de la España que joseluis nos quiere mostrar. No se trata de una nostalgia oportunista, sino de una sincera búsqueda de la belleza en cada metro de esta tierra.
Con tales credenciales, resulta fácil entender por qué el pasado mes de octubre Sony Music España decidió discretamente fichar a un emergentísimo joseluis, que así pasaba a moverse por las grandes ligas de la industria y del cartel de grandes festivales este verano. Sin embargo, esta cuidadísima atención al detalle y esta apología añorante de lo sencillo involuntariamente nos hace preguntarnos hasta dónde llega lo genuino y hasta dónde la voluntad de aparentarlo. ¿Se puede hacer un proyecto tan personal sin que la mercadotecnia lo impregne todo? ¿Se puede llorar en la limo y que nuestras lágrimas se perciban como verdaderas? La autenticidad del proyecto se pone a prueba con Guapo, la canción que abre este Por ahora para siempre. Guapo es una joya inesperada que habla sobre el impacto de la validación a través de la mirada externa: «soy guapo porque tú me miras». Es un corte lo-fi, una ventana abierta a una grabación sucia que nos invita a los primeros compases del proceso de creación. Es la prueba irrefutable de por qué nos gustaba más la maqueta de Estopa que el primer disco: de repente, parecíamos tener acceso a algo privado, a algo más crudo, más visceral, a algo más verdadero. Debería ser el ejemplo perfecto de un bonus track, de un corte más profundo. Y, sin embargo, fue el primer single del disco. O quizá el antisingle del disco, como lo llama él mismo. Una pista tosca, poco pulida; una de las pocas ocasiones en las que joseluis deja entrever su acento. Una declaración de intenciones que, sencillamente, funciona. Si Navajas de Albacete era algo auténtico, Guapo lo es más aún. Disipa las dudas el ver que todos los elementos de partida de este proyecto, desde composición hasta producción pasando por dirección de vídeo, siguen en las mismas manos, con el mismo sabor, con el mismo objetivo.
Tras Guapo, siguen Accidente y ¿Dónde estás?. La primera, el resultado del experimento de componer un gran himno indie de memoria. Una canción con ambición de festival que nos grita que hay mucho más en este estreno que guitarras y timidez. La segunda, un híbrido agresivo entre el folk y la música urbana, una canción sobre lo que nos dejamos por el camino cuando nos entregamos por completo. Dos prismas diferentes de la intimidad y la introspección que comparten una habilidad única para alojarse en nuestra cabeza indefinidamente. El disco continúa con La gravedad, la que quizá sea una de las joyas ocultas de este disco. Parece increíble que esta canción no haya sido parte de aquel Tragedia nacional que publicaba Confeti de Odio en 2020: la voz suave, el exhibicionismo sentimental, la vulnerabilidad. «Y, si caen los aviones, / ¿por qué no caigo yo? / (...) quiero probar el suelo / a ver si es verdad / no duele la caída, / duele la gravedad». La necesidad de sentir algo por encima de la seguridad de la anhedonia. La certeza de que nos vamos a entregar a la caída; la certeza de que no vamos a hacer nada por evitarlo. Un dúo de cuerdas adorna a la perfección la recta final de la canción: a la viola, Lucía Borque; al violín, Mikaela Vázquez, que ha llevado las cuerdas al directo de Ralphie Choo, C. Tangana, Carlos Ares e incluso al Elige tu propia aventura de Carolina Durante. Si su historial debe servir de presagio, a joseluis solo le aguarda el éxito.
Los primeros treinta segundos de Fortuna funcionan como una advertencia, como una llamada a la acción. Sobre un rasgueo enérgico de guitarra española, joseluis lanza uno de los muchos arpones que pueblan su álbum: «pienso en ti muchas veces al día / veinte más de las que debería». Hay mucho en esta canción que recuerda a El Grajo, aquel fugaz proyecto de Marcos Rojas tras su trayectoria en Los Claveles, donde mezclaba el folclore español con un sutil rock psicodélico que acompañaba a unas letras personalísimas, excesivamente afiladas, con el sarcasmo listo para morder en cualquier momento. joseluis sustituye esa acidez lírica por una crudeza cercana a la desnudez; por una cierta propensión al martirio autoimpuesto, muy afín a la explosión del nuevo pop urbano que vino para mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo, como cantaba Kase O. En Alguien con mi nombre encontramos un interludio disfrazado de canción. Una melodía infantil y juguetona baila por encima de una instrumental que parece venir de un Casiotone, caja de ritmos incluida. Dos señales nos sacan de la ensoñación de ser niños jugando con el teclado en una calurosa mañana de verano de los 2000: el efecto glitch del solo de sintetizador y el juego autorreferencial del músico rompiendo la cuarta pared musical al presentar la pista: «Esta es la canción número 6 del primer disco de joseluis: Por ahora para siempre». Y, tras un corte seco, llega Miedo de un país, la que fue el segundo sencillo de adelanto de este álbum. Supone una anomalía temática en este disco, puesto que dejamos el amor y la entrega a un lado para preguntarnos qué hay más allá de la ambición. ¿Y si la suerte está de mi lado, pero no sé qué hacer con ella? joseluis refleja aquí su propio conflicto moral acerca de la idea de triunfar, especialmente de manos de una major. Nos obliga a valorar hasta qué punto debemos confiar en nuestros deseos y dónde empezar a atajar aquello que anhelamos. «Solo sé escapar» nos confiesa, mientras nos planteamos qué pasa cuando lo tenemos todo y aún así no sabemos qué queremos. «Tengo el miedo de un país entero / a que todo salga como quiero». La instrumental, un homenaje sincero al rock alternativo noventero —coros de fondo incluidos—, culmina con un solo de guitarra que casi revela un ZERO ★ en la camiseta de tirantes del artista; los Smashing Pumpkins han vuelto a nacer en Javalí Nuevo, provincia de Murcia.
El cierre del álbum lo compone una cuidadísima secuencia que gradualmente nos expulsa de nuestra cápsula y nos obliga a la descompresión. Un tríptico perfecto donde del nosotros más crudo pasamos al yo más solitario a lo largo de tres piezas que escalan un auténtico ochomil de sentimientos hasta dejarse caer, ladera abajo, en dirección a la calma más vacía con la que arranca el disco, bordando una suerte de círculo cuasiperfecto. Todo lo malo es una canción tan enorme que no cabe en una sala de conciertos; nació para gritarse, para la catarsis. Es gigantesca en todas sus magnitudes. Nos arrastra al momento más desesperado del amor: a la necesidad del borrón en un retrato demasiado perfecto. Al ansia de tener una excusa que justifique —por fin— la huida ante una pasión que solo puede amarrarnos. El dúo de voz y piano con el que arranca apenas nos hace presagiar la explosión que acabará por devorarnos. Las cuerdas vuelven a hacer su acertado acto de presencia elevando la canción en espiral, llevándonos con ella. Es el atentado en el que explota el intimismo. Es llorar a mares sentado encima de un altavoz. Es la rabieta donde empieza la pérdida. Es la antesala perfecta a Caballo de carreras, la que quizá sea la pista más oscura de este álbum. Vuelve la entrega ciega. Vuelve el arrastrarse. Vuelve la súplica buscando el rescate. Y, sobre todo, vuelve la desnudez. La pista termina con una grabación sucia de guitarra acompañando a una voz que se va apagando ante la certeza del fin, haciéndonos ver que estamos tan solos como al inicio de esta historia. En el último panel de este tríptico aparece Como el sol. Tras la sacudida, queda hacer recuento de daños, contar las pérdidas, revisar los cimientos. Es, junto con Miedo de un país, la única canción en la que joseluis no pone el foco en un tú que vertebra nuestros deseos. Por el contrario, se expone como individuo carente, como un amasijo de taras que quizá justifique por qué, tras la vorágine que nos dejan los demás en el estómago, recurrimos a la disección ante el reflejo propio, a las conclusiones injustas, a la palmada que no nos llega a la espalda. Todo acaba con un zumbido, tanto en la canción como en nuestro pecho, que nos ahoga la voz y nos deja confusos ante el ruido.
Por ahora para siempre transita la paradoja de exponer la intimidad en los escenarios más grandes, como lo son los que esperan a un joseluis que, más que prometer futuro, nos hace habitar la belleza de un presente lleno de emoción en ebullición. Si este Por ahora para siempre era una prueba de fuego, joseluis ha salido calcinado, sí, pero más vivo de lo que estará jamás. Este incendio no ha hecho más comenzar.