Los pingüinos voladores: cuentos infantiles no educativos
Estos cuentos se pueden copiar, pegar, usar, plagiar o citar como se le cante a une el otro. También sirven para imprimir y pintar junto con niñes.
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Una vez los pingüinos voladores hicieron un viaje tan peligroso como oscuro. Se sumergieron en los abismos más recónditos del océano, donde la luz del sol nunca llega y viven monstruos abisales que emiten luz propia, bestias con aletas y una bombilla en la espalda para alumbrar su propia monstruosidad.
Allí duerme el diablo negro, un minúsculo pececito que nada en la oscuridad, donde nadie puede ver su rostro de vampiro marino, ¿será por eso que vive tan abajo?, ¿se habrá escondido en los infiernos del agua para que nadie vea su terrible cara?
Hasta su casa apenas llegan ni otros peces, ni amigas algas, ni tampoco plancton. Nada ni nadie queda tan al fondo del mar (por eso iban nuestros amigos los pingüinos a visitarlos, para hacerles compañía) y por eso el monstruo negro de la negrura marina vivía en una negra melancolía.
Cuando algún compañero de baño se pierde por el lugar, el demonio negro se emociona de por fin poder tener un amigo, y enciende su bombilla para poder jugar. Pero es tan horrible verlo de frente que casi todos mueren, y el pobre diablo llora por ser tan feo y causar tanto terror. Como allí abajo tampoco hay casi alimento tiene que comerse a sus visitantes después de muertos, pues si no moriría también él, y es por esto que se cuentan bulos de que es un cruel depredador que embauca a las presas con su bombilla para devorarlas, siendo que solo busca amigos y alumbrar con su luz la reunión.
Así pues, cuando los pingüinos voladores fueron a su encuentro (pues nuestros pingüinos saben volar, pero por supuesto son también grandes buceadores) no encontraron a los diablos negros. Los pingüinos estaban advertidos de sus tremendos rostros, pero siendo ellos tan elegantes, siempre vestidos de frac, y amantes de la moda, valoraban de igual forma la estética grotesca e infernal de sus nuevos amigos, y querían compartir impresiones sobre estilo y tendencias. Los llamaron y los buscaron por todos los rincones de las fosas abisales.
Sin embargo, ni rastro, ni una luz, ni un rostro cadavérico en el lugar. Los demonios negros habían decidido retirarse, no volver a asustar a nadie nunca más, dejar sus bombillas apagadas ya para siempre —y nuestros pingüinos voladores se quedaron allí con ellos aunque sin verles, a compartir su oscura soledad, hasta lo que les dio el aliento.