Brian Wilson

Por
Ana Webb
1/7/2025

Pet Sounds produce una melancolía que llega al fondo. Me lleva esa tristeza solitaria del día después de llegar a un campamento de verano. La ruptura con la infancia.

La única vez que tuve la oportunidad de ver a Brian Wilson fue en el BBK de 2017 en el verano de mi primer año de carrera, mi primer festival después de irme de casa. Fuimos un grupo de cinco personas, aunque la única que quiso acompañarme al concierto de Wilson fue mi amiga Ana. Le recuerdo decir antes del concierto que le daba melancolía ver a un señor anciano tocar canciones de hace 50 años, pero la convencí de que viniese conmigo igualmente, aunque en ese momento prácticamente no hubiese escuchado Pet Sounds.

Wilson salió acompañado de una persona a la que se agarraba mientras se movía lentamente por el escenario hasta el momento de sentarse sobre el sillín del teclado. Apareció mi otra amiga, Sofía, y juntas “bailamos” las canciones de Pet Sounds intentando imitar la felicidad idílica del estar en un festival de música con 18 años.  Esto resultaba muy difícil puesto que la presencia de Wilson, efectivamente, generaba una tristeza difícil de determinar con precisión. Al rato de terminar el concierto Ana se puso a llorar, pero no quiso admitir por qué. 

Cuando me enteré de la muerte de Wilson hace semana y media recordé ese concierto y decidí que era el momento de escuchar Pet Sounds en condiciones. Esa noche la pasé en casa de uno de los amigos de la infancia mi padre (otro señor friki de la música), y mientras ponían el vinilo, ambos comentaban lo mala que les parecía la portada teniendo en cuenta la relevancia del disco. En el momento les llevé la contraria porque desde pequeña siempre me ha gustado esa imagen, pero ahora, después de tirarme varios días viendo entrevistas, películas y documentales sobre Wilson, y con la música de los Beach Boys en bucle, estoy aún más segura de que esa imagen es un reflejo digno del interior del sleeve. 

La portada representa a la banda, formada por tres hermanos, Carl, Brian y Denis Wilson, su primo Mike Love, y Al Jardine dando de comer a unas cabras en el zoo de San Diego. Para mí la imagen refleja la ternura y lo cotidiano de las intenciones artísticas de Wilson, un reflejo de su vulnerabilidad y su profundidad emocional. La música de Wilson escuchada con atención es tierna en el sentido de ser algo crudo, como una herida abierta. Pet Sounds produce una melancolía que llega al fondo, como cuando te arrancas la piel de alrededor de las uñas y la tocas una y otra vez, aún sabiendo que se va a infectar. La imagen me lleva al recuerdo de las excursiones del colegio, a esa tristeza solitaria del día después de llegar a un campamento de verano. Me lleva a aquellos momentos de ruptura con la infancia en los que te empiezas a topar con la realidad y todo aquello susceptible a ser destruido en el paso a hacerte mayor. 

En plena década de los 60 los Beach Boys eran una de las bandas que más discos vendían del mundo, conocidos sobre todo por el surf-rock, las canciones acerca de la playa y los amores adolescentes, y los coros de armonías perfectas. Esta exigencia por el virtuosismo y el mantenerse bajo la aceptación del mainstream venía fomentada por el padre de los tres hermanos, Murry Wilson: un señor realmente terrible que se cree que provocó la sordera en el oído derecho de Brian por las tortas que le pegaba en ese lado de la cabeza cuando era niño. 

En 1966 Brian sufre un ataque de pánico en un avión de gira y pide quedarse en casa escribiendo el siguiente disco mientras que sus hermanos continúan viajando por el mundo. Esto le otorgó la oportunidad perfecta para experimentar con todos los medios que tenía a su alcance, y tras la escucha de Rubber Soul (1965) de los Beatles, se propuso superar esa intención conceptual y escribir un álbum en el que las canciones resonasen entre sí. Para ello, Brian se hizo con un grupo de músicos de estudio con los que creó capas y capas de complejidad musical, influenciadas por el estilo de producción de Phil Spector, desplegadas en trece canciones para las cuales escribió, produjo y performó

Influenciado también por su reciente incursión en el mundo del LSD1 y la marihuana, Wilson se esforzó por crear sonidos nuevos, que fuesen capaces de crear ambientes místicos y complejos. Para ello, introdujo cantidad de nuevos instrumentos a su producción como: el theremin (quizás lo más cercano a un sintetizador en los años 60), latas de coca-cola, timbres de bici o el ukelele. Otro ejemplo suena en la intro de "You Still Believe in Me" en la que, en lugar de tocar las teclas del piano, decide abrir la tapa del instrumento y hacer sonar las cuerdas del interior del instrumento con una horquilla u objeto similar, sacando un sonido que se acerca al de un clave, pero con algo que suena como una distorsión, como si se hubiese pasado por un filtro que ensucia el sonido de las notas. 

Dicho esto, lo relevante de Pet sounds y el legado de Brian Wilson no está sólo en sus innovaciones en cuanto a producción y experimentación musical sino que, para muchas personas, el disco introduce una forma de comunicar emociones imposibles de ser transmitidas con palabras. Brian siempre fue conocido por ser una persona dulce y vulnerable, alguien a quien quisieras proteger de todos los males del mundo, pero que sufrió gran parte de su vida por abusos ejercidos por diferentes personas con quienes se relacionaba, empezando su padre. 

Sus letras en Pet Sounds son un espejo de su frustración con el mundo y su constante lucha con la estabilidad mental. Con apenas 23 años ya consideraba que no estaba hecho para ese tiempo2, desorientado y perdido ante una sociedad que le limitaba y le pedía más de lo que podía ofrecer. En ese momento la salud mental de Brian se empieza a deteriorar, fomentado por su abuso del LSD, las tensiones con su familia y la presión de la discográfica, y el inicio de una especie de competitividad con Paul McCartney3, quien había respondido a las innovaciones de Pet Sounds con Sgrt. Peppers (1967). 

Brian se planteaba continuar el potencial experimental de Pet Sounds, pero tras la mala recepción que tuvo el disco en EEUU (aunque en UK llegó al Nº2 de las listas) el resto de la banda no confiaban en esta nueva dirección experimental. Por ello, el siguiente gran proyecto de Brian, Smile, se descartó en mitad de su producción con los Beach Boys. Aunque algunas de las canciones salieron a la luz antes, Brian mantuvo el disco en la recámara hasta el 2005 cuando decidió publicarlo como Brian Wilson presents Smile

A veces se dice que las canciones de Brian tienen una voz infantil, como si estuvieran escritas por un niño que sueña con una utopía del mundo inalcanzable y se lamenta por ello. Y es que las canciones de Pet Sounds son melancólicas incluso cuando la melodía es pegadiza y alegre, como en “Sloop John B”. Como dice Mike Love en el biopic sobre Brian: “even the happy songs sound sad”. Aunque en los siguientes discos posteriores a PS los Beach Boys volviesen a temáticas más superficiales y alegres, la profundidad existencial de las canciones de Brian tienen su resurgir en el disco de 1971 de los Beach Boys, Surf 's Up. “Till I Die” es como una continuación de “I Just Wasn’t Made For These Times” en la que se describe a sí mismo como un objeto movido por la inercia de la vida:

I'm a leaf on a windy day

Pretty soon, I'll be blown away

How long will the wind blow?

Brian tuvo una vida compleja en algunos aspectos. El abuso que sufrió no cesó con la ausencia de su padre, ya que en los ochenta su familia contrató a un “psicólogo” llamado Eugene Landy para mejorar su maltrecha salud mental. Landy llegó a controlar todos los aspectos de la vida de Brian, aprovechándose de su dinero y su capacidad de producir discos. Con suerte, la familia terminó denunciando a Landy en 1991 y Brian pudo retomar control sobre su vida y casarse con su segunda mujer, Melinda Ledbetter, en 1995.

En esta entrevista de 2005 Brian describe cómo llegaba la música a su cabeza, y comenta la experiencia de un sueño en el que escuchó la música del futuro, llena de sonidos celestiales, como el cielo. 

Aunque Brian sufrió toda la vida por su incapacidad de entrar en los roles que se le asignaron, y bajo la presión de ser categorizado muy joven como genio, continuó siendo una persona dulce y excéntrica que disfrutaba haciendo música. La producción artística de Brian Wilson influenció a generaciones de artistas  que se atrevieron a experimentar y pensar fuera de los cánones del mainstream.

En un momento de tanta fragilidad y violencia para el mundo, solo nos queda recordar que sigue existiendo gente pura, y que la música siempre será un canal a través del cual podemos encontrarnos menos solas en un lugar hostil y oscuro. El legado de Brian está no solo en su perfección e innovación instrumental, cuyas influencias podemos encontrar en la mayoría de canciones de pop de la actualidad, sino que, como dice Sam Sodomsky en el especial de Pitchfork, Wilson no sólo nos enseñó cómo escuchar música; nos enseñó a sentirla. 

1“I Know There's An Answer” originalmente se titulaba “Hang On To Your Ego” (aquí la versión alternativa) y trataba de forma más obvia la idea de la pérdida de ego que produce el LSD.

2Recomiendo escuchar la versión de Jim James (el cantante de My Morning Jacket) de esta canción, quien además sale entrevistado en el último documental que se hizo sobre Brian Wilson titulado Brian Wilson: Long Promised Road (2001).
3Realmente la relación entre Wilson y McCartney era bastante entrañable. Su competitividad no era una rivalidad negativa, más bien se admiraban entre ellos y los dos fomentaban el potencial creativo del otro. McCartney ha reiterado su seguridad de que “God only knows” es una de las mejores canciones de la historia.

4 “The way life is, it puts me into a spin. You know what I mean? It throws me into a spin.” 

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Música

Brian Wilson

Pet Sounds produce una melancolía que llega al fondo. Me lleva esa tristeza solitaria del día después de llegar a un campamento de verano. La ruptura con la infancia.

Por
Ana Webb
1/7/2025

La única vez que tuve la oportunidad de ver a Brian Wilson fue en el BBK de 2017 en el verano de mi primer año de carrera, mi primer festival después de irme de casa. Fuimos un grupo de cinco personas, aunque la única que quiso acompañarme al concierto de Wilson fue mi amiga Ana. Le recuerdo decir antes del concierto que le daba melancolía ver a un señor anciano tocar canciones de hace 50 años, pero la convencí de que viniese conmigo igualmente, aunque en ese momento prácticamente no hubiese escuchado Pet Sounds.

Wilson salió acompañado de una persona a la que se agarraba mientras se movía lentamente por el escenario hasta el momento de sentarse sobre el sillín del teclado. Apareció mi otra amiga, Sofía, y juntas “bailamos” las canciones de Pet Sounds intentando imitar la felicidad idílica del estar en un festival de música con 18 años.  Esto resultaba muy difícil puesto que la presencia de Wilson, efectivamente, generaba una tristeza difícil de determinar con precisión. Al rato de terminar el concierto Ana se puso a llorar, pero no quiso admitir por qué. 

Cuando me enteré de la muerte de Wilson hace semana y media recordé ese concierto y decidí que era el momento de escuchar Pet Sounds en condiciones. Esa noche la pasé en casa de uno de los amigos de la infancia mi padre (otro señor friki de la música), y mientras ponían el vinilo, ambos comentaban lo mala que les parecía la portada teniendo en cuenta la relevancia del disco. En el momento les llevé la contraria porque desde pequeña siempre me ha gustado esa imagen, pero ahora, después de tirarme varios días viendo entrevistas, películas y documentales sobre Wilson, y con la música de los Beach Boys en bucle, estoy aún más segura de que esa imagen es un reflejo digno del interior del sleeve. 

La portada representa a la banda, formada por tres hermanos, Carl, Brian y Denis Wilson, su primo Mike Love, y Al Jardine dando de comer a unas cabras en el zoo de San Diego. Para mí la imagen refleja la ternura y lo cotidiano de las intenciones artísticas de Wilson, un reflejo de su vulnerabilidad y su profundidad emocional. La música de Wilson escuchada con atención es tierna en el sentido de ser algo crudo, como una herida abierta. Pet Sounds produce una melancolía que llega al fondo, como cuando te arrancas la piel de alrededor de las uñas y la tocas una y otra vez, aún sabiendo que se va a infectar. La imagen me lleva al recuerdo de las excursiones del colegio, a esa tristeza solitaria del día después de llegar a un campamento de verano. Me lleva a aquellos momentos de ruptura con la infancia en los que te empiezas a topar con la realidad y todo aquello susceptible a ser destruido en el paso a hacerte mayor. 

En plena década de los 60 los Beach Boys eran una de las bandas que más discos vendían del mundo, conocidos sobre todo por el surf-rock, las canciones acerca de la playa y los amores adolescentes, y los coros de armonías perfectas. Esta exigencia por el virtuosismo y el mantenerse bajo la aceptación del mainstream venía fomentada por el padre de los tres hermanos, Murry Wilson: un señor realmente terrible que se cree que provocó la sordera en el oído derecho de Brian por las tortas que le pegaba en ese lado de la cabeza cuando era niño. 

En 1966 Brian sufre un ataque de pánico en un avión de gira y pide quedarse en casa escribiendo el siguiente disco mientras que sus hermanos continúan viajando por el mundo. Esto le otorgó la oportunidad perfecta para experimentar con todos los medios que tenía a su alcance, y tras la escucha de Rubber Soul (1965) de los Beatles, se propuso superar esa intención conceptual y escribir un álbum en el que las canciones resonasen entre sí. Para ello, Brian se hizo con un grupo de músicos de estudio con los que creó capas y capas de complejidad musical, influenciadas por el estilo de producción de Phil Spector, desplegadas en trece canciones para las cuales escribió, produjo y performó

Influenciado también por su reciente incursión en el mundo del LSD1 y la marihuana, Wilson se esforzó por crear sonidos nuevos, que fuesen capaces de crear ambientes místicos y complejos. Para ello, introdujo cantidad de nuevos instrumentos a su producción como: el theremin (quizás lo más cercano a un sintetizador en los años 60), latas de coca-cola, timbres de bici o el ukelele. Otro ejemplo suena en la intro de "You Still Believe in Me" en la que, en lugar de tocar las teclas del piano, decide abrir la tapa del instrumento y hacer sonar las cuerdas del interior del instrumento con una horquilla u objeto similar, sacando un sonido que se acerca al de un clave, pero con algo que suena como una distorsión, como si se hubiese pasado por un filtro que ensucia el sonido de las notas. 

Dicho esto, lo relevante de Pet sounds y el legado de Brian Wilson no está sólo en sus innovaciones en cuanto a producción y experimentación musical sino que, para muchas personas, el disco introduce una forma de comunicar emociones imposibles de ser transmitidas con palabras. Brian siempre fue conocido por ser una persona dulce y vulnerable, alguien a quien quisieras proteger de todos los males del mundo, pero que sufrió gran parte de su vida por abusos ejercidos por diferentes personas con quienes se relacionaba, empezando su padre. 

Sus letras en Pet Sounds son un espejo de su frustración con el mundo y su constante lucha con la estabilidad mental. Con apenas 23 años ya consideraba que no estaba hecho para ese tiempo2, desorientado y perdido ante una sociedad que le limitaba y le pedía más de lo que podía ofrecer. En ese momento la salud mental de Brian se empieza a deteriorar, fomentado por su abuso del LSD, las tensiones con su familia y la presión de la discográfica, y el inicio de una especie de competitividad con Paul McCartney3, quien había respondido a las innovaciones de Pet Sounds con Sgrt. Peppers (1967). 

Brian se planteaba continuar el potencial experimental de Pet Sounds, pero tras la mala recepción que tuvo el disco en EEUU (aunque en UK llegó al Nº2 de las listas) el resto de la banda no confiaban en esta nueva dirección experimental. Por ello, el siguiente gran proyecto de Brian, Smile, se descartó en mitad de su producción con los Beach Boys. Aunque algunas de las canciones salieron a la luz antes, Brian mantuvo el disco en la recámara hasta el 2005 cuando decidió publicarlo como Brian Wilson presents Smile

A veces se dice que las canciones de Brian tienen una voz infantil, como si estuvieran escritas por un niño que sueña con una utopía del mundo inalcanzable y se lamenta por ello. Y es que las canciones de Pet Sounds son melancólicas incluso cuando la melodía es pegadiza y alegre, como en “Sloop John B”. Como dice Mike Love en el biopic sobre Brian: “even the happy songs sound sad”. Aunque en los siguientes discos posteriores a PS los Beach Boys volviesen a temáticas más superficiales y alegres, la profundidad existencial de las canciones de Brian tienen su resurgir en el disco de 1971 de los Beach Boys, Surf 's Up. “Till I Die” es como una continuación de “I Just Wasn’t Made For These Times” en la que se describe a sí mismo como un objeto movido por la inercia de la vida:

I'm a leaf on a windy day

Pretty soon, I'll be blown away

How long will the wind blow?

Brian tuvo una vida compleja en algunos aspectos. El abuso que sufrió no cesó con la ausencia de su padre, ya que en los ochenta su familia contrató a un “psicólogo” llamado Eugene Landy para mejorar su maltrecha salud mental. Landy llegó a controlar todos los aspectos de la vida de Brian, aprovechándose de su dinero y su capacidad de producir discos. Con suerte, la familia terminó denunciando a Landy en 1991 y Brian pudo retomar control sobre su vida y casarse con su segunda mujer, Melinda Ledbetter, en 1995.

En esta entrevista de 2005 Brian describe cómo llegaba la música a su cabeza, y comenta la experiencia de un sueño en el que escuchó la música del futuro, llena de sonidos celestiales, como el cielo. 

Aunque Brian sufrió toda la vida por su incapacidad de entrar en los roles que se le asignaron, y bajo la presión de ser categorizado muy joven como genio, continuó siendo una persona dulce y excéntrica que disfrutaba haciendo música. La producción artística de Brian Wilson influenció a generaciones de artistas  que se atrevieron a experimentar y pensar fuera de los cánones del mainstream.

En un momento de tanta fragilidad y violencia para el mundo, solo nos queda recordar que sigue existiendo gente pura, y que la música siempre será un canal a través del cual podemos encontrarnos menos solas en un lugar hostil y oscuro. El legado de Brian está no solo en su perfección e innovación instrumental, cuyas influencias podemos encontrar en la mayoría de canciones de pop de la actualidad, sino que, como dice Sam Sodomsky en el especial de Pitchfork, Wilson no sólo nos enseñó cómo escuchar música; nos enseñó a sentirla. 

1“I Know There's An Answer” originalmente se titulaba “Hang On To Your Ego” (aquí la versión alternativa) y trataba de forma más obvia la idea de la pérdida de ego que produce el LSD.

2Recomiendo escuchar la versión de Jim James (el cantante de My Morning Jacket) de esta canción, quien además sale entrevistado en el último documental que se hizo sobre Brian Wilson titulado Brian Wilson: Long Promised Road (2001).
3Realmente la relación entre Wilson y McCartney era bastante entrañable. Su competitividad no era una rivalidad negativa, más bien se admiraban entre ellos y los dos fomentaban el potencial creativo del otro. McCartney ha reiterado su seguridad de que “God only knows” es una de las mejores canciones de la historia.

4 “The way life is, it puts me into a spin. You know what I mean? It throws me into a spin.” 

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