Rastros del espíritu adolescente

Por
Ana Webb
27/5/2025

Nirvana y Kurt Cobain son como el primer novio del que te enamoras sabiendo que es un tóxico. Es la cápsula donde verter todo aquello que anhelas, todo lo que buscas en ti misma y que piensas que por ser un reflejo vas a poder recibir.

Cada cierto tiempo rescato a las bandas de mi infancia en un intento de reconectar con mi yo del pasado, y desde que empecé a darme cuenta de lo exageradamente aparente que es la dominación masculina en estos círculos, el primer grupo que siempre se me venía a la mente era siempre era Nirvana. 

No quiero reiterar todo aquello que se ha podido mencionar sobre la banda, pero sí me interesa recalcar cómo esta banda definió la década de los 90, encabezados por uno de los músicos más martirizados de la historia: Kurt Cobain. Su historia ha sido explotada prácticamente en todos los formatos posibles, en libros, películas de ficción, documentales y ensayos de youtube

Obviando que la muerte del cantante sea uno de los principales factores para que fuesen otorgados este estatus de “leyendas, la banda resulta muy atractiva prácticamente para cualquiera aunque aparentemente contenga ese aire de oscuridad. Nevermind (1991) marcó un antes y un después en la música mainstream rock, aunque el grunge ya existiese antes de Nirvana. Es bastante impresionante observar la evolución de esta banda desde su aparición en la escena underground de Seattle, con unas primeras grabaciones crudas, de sonidos aparentemente sucios y violentos, en cuyos primeros conciertos la gente hacía stage diving desde el escenario y se daba de hostias contra el suelo, hasta su conversión en un producto tan exageradamente asumido y reproducido por el mainstream. 

Personalmente podría decir que el personaje de Kurt Cobain fue un elemento muy importante en el desarrollo de mi identidad a través de la música. Con 16 años sentía que Cobain encarnaba todo aquello a lo que me quería aferrar: el aceptarme como alguien diferente a aquello que parecía dominar en mi entorno más cercano (todo esto desde la escala de ser una persona privilegiada blanca creciendo en ciudad de provincia). Las canciones de Nirvana se encasillan muy rápidamente en algo para adolescentes porque parecen contener ese factor que te hacen sentir parte de algo, como si sus letras le hablasen directamente al oyente, inducido por la potencia de las guitarras eléctricas y lo crudo en la ironía de Cobain, así como su capacidad de reírse de sí mismo y de aquellos que dominaban su entorno.

Quizás es precisamente esa capacidad de apelar a gente joven lo que ha hecho de su historia una narrativa tan emocionante y legendaria. Incluso llegaría a decir que se les podría asemejar a una boyband. Treintaiún años después de la muerte de Kurt, la música de Nirvana sigue impactando la vida de cantidad de personas menores de 20 años, creando conexiones emocionales intensas y obsesivas, y propiciando un profundo interés por cualquier cosa que hubiese creado, aunque sea la demo más absurda.

Nirvana y Kurt Cobain son como el primer novio del que te enamoras sabiendo que es un tóxico. Es la cápsula donde verter todo aquello que anhelas, todo lo que buscas en ti misma y que piensas que por ser un reflejo vas a poder recibir. Es la seguridad en ti misma que te da que alguien con poder te valide y algo que te otorga la potestad para enfadarte con el mundo. 

Aunque de alguna forma existe un valor positivo a lo que la introducción de Nirvana en la vida de un adolescente medio puede significar, el relato del personaje de Cobain es muy dañino en muchos aspectos. Kurt es la personificación de esa autenticidad tan relacionada con el mito del músico del rock; aquel señor hipermasculino que se autodestruye por su frustración con la sociedad y las normas que se le imponen bajo las exigencias del sistema. Su relato replica la idea de que el genio es aquel que sufre por su arte y romantiza esta visión del hombre loco creador. Realmente Cobain fue un desgraciado en muchos sentidos, y su poca salud mental solo le trajo cosas negativas a su vida y a la de las personas de su entorno; asumirlo como algo grandioso es un gran error.

Mi conexión emocional con el personaje de Cobain llegó hasta tal punto de que, en una época que me creía en mi mayor lucidez feminista, me dejé llevar por el odio hacia Courtney Love como la encarnación de todas las desgracias que le habían ocurrido a mi cantante favorito. En la mayoría de los relatos sobre la banda, Courtney Love es la villana que intenta “sacar” a Kurt de la vida del rock and roll. Como si Love no hubiese sufrido suficiente tras pasar una adicción a la heroína, ser madre, y ver como su pareja se autodestruía sin tener ningún tipo de capacidad real para ayudarle. El extremo al que llega el odio hacia Courtney Love es evidente en que actualmente sigan existiendo numerosas conspiraciones que indican que el suicidio de Cobain realmente fue un asesinato orquestado por Love. 

Pensar en esto ahora me resulta escalofriante, y de alguna forma creo que se relaciona mucho con ese rechazo a la feminidad y a la conexión entre mujeres. De igual forma, en el ser mujer bajo las influencias de bandas como Nirvana y la admiración a personajes como Cobain ocurre aquello que mencioné en el texto anterior; parecen existir dos formas para esta performatividad, una que encarna al músico desde la masculinidad, y otra que se impulsa desde la intención de ser un objeto deseable para ese tipo de hombre, sin que una excluya a la otra. Me refiero con esto a que mi performatividad no sólo intentaba asemejarse a la de Kurt, sino que en las ocasiones en las que sí me permitía entrar en una cierta feminidad al vestir, mi referencia de moda eran precisamente las medias de rejilla, las botas, y el pintalabios al estilo que llevaba Courtney Love.

Estas conexiones con la masculinidad que encarnaba Nirvana no es nada de lo que no se haya hablado previamente, de hecho el trío formado por Lucy Dacus, Julien Baker y Phoebe Bridgers, se nombran boygenius en referencia a esta idea del hombre genio en contraposición a lo que se exige de una mujer artista. También se hacen alusión a sí mismas como “the boys”, sino que para la promoción de su primer álbum, The record (2023), se hacen una sesión de fotos modelando una portada mítica de Nirvana en Rolling Stone.

Cuando entro en estos bucles de replantearme toda mi identidad nunca sé por donde salir. Me sigue preocupando pensar que de alguna forma intento llegar a algo que nunca voy a poder replicar del todo; que mis actitudes puedan ser dañinas a otras mujeres o que esté normalizando un aspecto negativo en toda la música que admiro. Y aunque sé que en estos casos es prácticamente imposible llegar a una idea clara, hasta entonces seguiré escuchando a Nirvana y recordando lo importante que me hizo sentir en un momento dado.

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Música

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Nirvana y Kurt Cobain son como el primer novio del que te enamoras sabiendo que es un tóxico. Es la cápsula donde verter todo aquello que anhelas, todo lo que buscas en ti misma y que piensas que por ser un reflejo vas a poder recibir.

Por
Ana Webb
27/5/2025

Cada cierto tiempo rescato a las bandas de mi infancia en un intento de reconectar con mi yo del pasado, y desde que empecé a darme cuenta de lo exageradamente aparente que es la dominación masculina en estos círculos, el primer grupo que siempre se me venía a la mente era siempre era Nirvana. 

No quiero reiterar todo aquello que se ha podido mencionar sobre la banda, pero sí me interesa recalcar cómo esta banda definió la década de los 90, encabezados por uno de los músicos más martirizados de la historia: Kurt Cobain. Su historia ha sido explotada prácticamente en todos los formatos posibles, en libros, películas de ficción, documentales y ensayos de youtube

Obviando que la muerte del cantante sea uno de los principales factores para que fuesen otorgados este estatus de “leyendas, la banda resulta muy atractiva prácticamente para cualquiera aunque aparentemente contenga ese aire de oscuridad. Nevermind (1991) marcó un antes y un después en la música mainstream rock, aunque el grunge ya existiese antes de Nirvana. Es bastante impresionante observar la evolución de esta banda desde su aparición en la escena underground de Seattle, con unas primeras grabaciones crudas, de sonidos aparentemente sucios y violentos, en cuyos primeros conciertos la gente hacía stage diving desde el escenario y se daba de hostias contra el suelo, hasta su conversión en un producto tan exageradamente asumido y reproducido por el mainstream. 

Personalmente podría decir que el personaje de Kurt Cobain fue un elemento muy importante en el desarrollo de mi identidad a través de la música. Con 16 años sentía que Cobain encarnaba todo aquello a lo que me quería aferrar: el aceptarme como alguien diferente a aquello que parecía dominar en mi entorno más cercano (todo esto desde la escala de ser una persona privilegiada blanca creciendo en ciudad de provincia). Las canciones de Nirvana se encasillan muy rápidamente en algo para adolescentes porque parecen contener ese factor que te hacen sentir parte de algo, como si sus letras le hablasen directamente al oyente, inducido por la potencia de las guitarras eléctricas y lo crudo en la ironía de Cobain, así como su capacidad de reírse de sí mismo y de aquellos que dominaban su entorno.

Quizás es precisamente esa capacidad de apelar a gente joven lo que ha hecho de su historia una narrativa tan emocionante y legendaria. Incluso llegaría a decir que se les podría asemejar a una boyband. Treintaiún años después de la muerte de Kurt, la música de Nirvana sigue impactando la vida de cantidad de personas menores de 20 años, creando conexiones emocionales intensas y obsesivas, y propiciando un profundo interés por cualquier cosa que hubiese creado, aunque sea la demo más absurda.

Nirvana y Kurt Cobain son como el primer novio del que te enamoras sabiendo que es un tóxico. Es la cápsula donde verter todo aquello que anhelas, todo lo que buscas en ti misma y que piensas que por ser un reflejo vas a poder recibir. Es la seguridad en ti misma que te da que alguien con poder te valide y algo que te otorga la potestad para enfadarte con el mundo. 

Aunque de alguna forma existe un valor positivo a lo que la introducción de Nirvana en la vida de un adolescente medio puede significar, el relato del personaje de Cobain es muy dañino en muchos aspectos. Kurt es la personificación de esa autenticidad tan relacionada con el mito del músico del rock; aquel señor hipermasculino que se autodestruye por su frustración con la sociedad y las normas que se le imponen bajo las exigencias del sistema. Su relato replica la idea de que el genio es aquel que sufre por su arte y romantiza esta visión del hombre loco creador. Realmente Cobain fue un desgraciado en muchos sentidos, y su poca salud mental solo le trajo cosas negativas a su vida y a la de las personas de su entorno; asumirlo como algo grandioso es un gran error.

Mi conexión emocional con el personaje de Cobain llegó hasta tal punto de que, en una época que me creía en mi mayor lucidez feminista, me dejé llevar por el odio hacia Courtney Love como la encarnación de todas las desgracias que le habían ocurrido a mi cantante favorito. En la mayoría de los relatos sobre la banda, Courtney Love es la villana que intenta “sacar” a Kurt de la vida del rock and roll. Como si Love no hubiese sufrido suficiente tras pasar una adicción a la heroína, ser madre, y ver como su pareja se autodestruía sin tener ningún tipo de capacidad real para ayudarle. El extremo al que llega el odio hacia Courtney Love es evidente en que actualmente sigan existiendo numerosas conspiraciones que indican que el suicidio de Cobain realmente fue un asesinato orquestado por Love. 

Pensar en esto ahora me resulta escalofriante, y de alguna forma creo que se relaciona mucho con ese rechazo a la feminidad y a la conexión entre mujeres. De igual forma, en el ser mujer bajo las influencias de bandas como Nirvana y la admiración a personajes como Cobain ocurre aquello que mencioné en el texto anterior; parecen existir dos formas para esta performatividad, una que encarna al músico desde la masculinidad, y otra que se impulsa desde la intención de ser un objeto deseable para ese tipo de hombre, sin que una excluya a la otra. Me refiero con esto a que mi performatividad no sólo intentaba asemejarse a la de Kurt, sino que en las ocasiones en las que sí me permitía entrar en una cierta feminidad al vestir, mi referencia de moda eran precisamente las medias de rejilla, las botas, y el pintalabios al estilo que llevaba Courtney Love.

Estas conexiones con la masculinidad que encarnaba Nirvana no es nada de lo que no se haya hablado previamente, de hecho el trío formado por Lucy Dacus, Julien Baker y Phoebe Bridgers, se nombran boygenius en referencia a esta idea del hombre genio en contraposición a lo que se exige de una mujer artista. También se hacen alusión a sí mismas como “the boys”, sino que para la promoción de su primer álbum, The record (2023), se hacen una sesión de fotos modelando una portada mítica de Nirvana en Rolling Stone.

Cuando entro en estos bucles de replantearme toda mi identidad nunca sé por donde salir. Me sigue preocupando pensar que de alguna forma intento llegar a algo que nunca voy a poder replicar del todo; que mis actitudes puedan ser dañinas a otras mujeres o que esté normalizando un aspecto negativo en toda la música que admiro. Y aunque sé que en estos casos es prácticamente imposible llegar a una idea clara, hasta entonces seguiré escuchando a Nirvana y recordando lo importante que me hizo sentir en un momento dado.

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