Carla Fuentes presenta "Los conductores": entrevista marcha atrás

Mientras caminamos hacia la galería tira las llaves del coche a una alcantarilla, sin dejar de andar ni variar su gesto

Evento relacionado
Los Conductores, Carla Fuentes
18/12/25
al
24/1/26
·
Conde de Aranda 20

Nos citamos en una gasolinera abandonada de las afueras de Madrid, descolorida por el sol y el óxido, en la que milagrosamente funciona una máquina de hielo a monedas, decorada con luces de navidad parpadeantes. Aquí no hay nadie, ni siquiera me acompaña la sensación de peligro arquetípica del cine de carreteras y moteles. Distingo un cochecito oscuro que se acerca levantando polvo por la vía de servicio. Es un Nissan Micra negro del 2004 que se detiene con un frenazo certero (y puntual) justo donde estoy yo, de pie, con mi libretilla y un boli. Carla Fuentes me recibe como un personaje resumen de la filmografía de Wim Wenders, Jim Jarmusch y el cine kinki: gafas de sol, sonrisa desenfadada y dos perritos tranquilos en los asientos traseros. La bandeja del maletero se debe haber quedado en Valencia y asoma por los reposacabezas un cuadro pequeño, aparentemente inacabado, que no recuerdo haber visto en las fotografías previas del catálogo.

Carla Fuentes: Tengo que ir a la galería para terminar unos detalles, ¿te parece que hagamos la entrevista en el coche? 

Me pilla descolocado, así que respondo cordialmente y me subo. Mientras me abrocho el cinturón pienso que es una idea magnífica. Me quedo embelesado mirando los ojos de los perritos, que me recuerdan un poco a esos globos oculares desconcertantes de los cuadros de Carla. Estoy a punto de acariciar al pequeño teckle cuando el acelerón del Micra me pega al asiento. Carla conduce a velocidad de fuga pero con el sosiego de un viaje por el medio oeste. Me apresuro en preguntar por si se me acaba el tiempo demasiado rápido.

E. Se te ve muy cómoda al volante. ¿De dónde te viene esta pasión por los coches?

C:
Me encanta conducir, soy el lema del anuncio de BMW. Yo creo que es mi padre el que me ha transmitido el amor por los coches. No es una pasión por los coches en sí (el motor de no sé qué, las llantas de tal material), sino por lo que significa tener uno. Nosotros ya lo damos por hecho, pero para mi abuelo y mi padre era algo muy aspiracional, tenía mucho de sueño. Él solía decir “¿Yo para qué me voy a sacar el carnet? Si soy pobre, nunca podré comprarme uno”. Ahora los coches sobran, no tener carnet hasta es guay, pero para mí, siendo de un pueblo, tener coche era un rito de paso en la vida. Lo era todo, te abría a nuevos mundos, lugares prohibidos, nuevas amistades.

E: ¿Lugares prohibidos?

C:
Por ejemplo el MacDonalds. Mis padres nunca me querían llevar, tenían sus rollos con eso, y lo primero que hice al recibir las llaves del Micra fue irme al McDonalds a comerme una hamburguesa, como algo transgresor.

E: Ese momento de hamburguesas sobre el capó es uno de los cuadros más icónicos de Los Conductores. 

C: Es que los coches, lo que tienen, es que te acompañan en cantidad de momentos icónicos de la vida. El coche se va impregnando de los buenos recuerdos que has vivido dentro o de los lugares a los que has ido con él, y también de los momentos jodidos que has visto a través de la ventana. Y a la vez, mientras sigan funcionando, pueden seguir llevándote a sitios, significan vivencias que aún están por venir.

E: Juan José Millás contaba que a veces, cuando su coche parecía quejarse de su conducción ansiosa a través de los ruidos del motor o del chirrido de las ruedas, paraba en una gasolinera, se tomaba un ansiolítico y echaba otro al depósito –y jura que después los dos estaban más tranquilos. ¿Has tenido algún tipo de relación que vaya más allá de lo humano-máquina?

C: Confieso que alguna vez, comiendo hamburguesas en el alerón, he estado tentada de dar un bocado a la chapa. Los coches son auténticos personajes, puedes hablar de ellos como si fueran personas con un nombre y una vida: el Micra, el Marea, Berlina, León, Fiesta, Cuatro Latas. Yo, de verdad, pienso en mi coche como si fuera estar toda la vida conmigo, como cualquier otra persona, y sé que será muy dramático el día que tenga que abandonarlo. La gente a la que le cuento este sentimiento piensa que es una cosa mía, pero en TikTok hay cientos de vídeos de gente despidiendo a sus coches, y son realmente emocionantes.

E: Hablando sobre tu proceso creativo, ¿cómo es una jornada de trabajo normal para ti? ¿Tienes algún método propio?

C: Tengo una manera de currar bastante particular: pinto varios cuadros a la vez, no empiezo uno y lo acabo. En ese proceso, viendo todos los cuadros que tengo en marcha en el estudio, hay alguno que me llama y pienso “este me va a molar”, entonces me engancho. Eso me ayuda a mantener la ilusión el día siguiente, pensando en lo que voy a hacer. También hay otros que van dejando de gustarme, pero si hay uno o dos que me hacen ilusión, ya tengo la motivación para ir al estudio.

Mientras responde a esta pregunta, un Tesla gris nos adelanta de forma vil, Carla pita incisivamente (sin dejar de hablar) y los amables perritos ladran pegados a la ventana. Aún así, consigo descifrar el resto de la respuesta.

C: Molaría mucho que hubiera un podcast solo sobre método porque es realmente curioso cómo cada artista empieza o desarrolla un cuadro. Yo cuando le digo a otros compañeros que pinto varios cuadros a la vez, se sorprenden mucho. Otra razón para pintar así es que el óleo tarda en secar. Si tú sigues pintando sobre lo mojado no funciona, por eso voy cambiando de cuadro. Es una forma de entender la materia, el proceso del óleo.

Llegamos a Madrid partiendo Moratalaz y Puente de Vallecas en dos y sumergiéndonos en nuestra popular bruma de CO2. Entrar en la M-30 le da un aire de peligro al viaje. Sin dejar de responder con lucidez, Carla pone alerta sus cinco sentidos para no perderse la salida y mantener la calma ante la conducción colérica: una experiencia típicamente madrileña.

E: El mundo está patas arriba y tú pintas sobre gente en coches. ¿Te parece que hay un abuso de temas o de responsabilidad autoimpuesta en los artistas para politizarse?

C: Ni me lo planteo. Yo creo que en el ser artista hay mucha inconsciencia, mucho de yuppie. No puedes acercarte al arte solo con una mirada crítica. Es más, los artistas más cotizados pintan su cotidianidad y los que más admiro siempre han pintado el mundo que les rodea. Si estoy pintando un retrato de un colega, no puedo estar pensando en la miseria del mundo. No se puede crear desde un punto de vista forzado. La gente que realmente hace buenas obras sobre temas sociales es porque lo siente muy dentro. Ahora mismo, yo no podría plantearme hacer una exposición sobre un tema así, mi mente es más preciosista. Mis ideas vienen desde el misterio o el absurdo dentro de lo estético. Pienso en un personaje acechando a otro en las sombras y eso es lo que me dispara. Puede que esto sea superficial.

E. Sin embargo has elegido pintar coches antiguos, que son los que tienen esa variedad de formas y colores. Esa mirada nostálgica es, de alguna forma, bastante crítica con el presente. Prácticamente todos los coches que nos han adelantado son de color gris, blanco, negro o alguna gama dessaturada. Todos los objetos de la vida cotidiana, la moda, la arquitectura, han perdido color. ¿Por qué ya no se fabrican coches como los de antes? 

C: Yo, sinceramente, creo que es por abaratar costes. El blanco y el negro, o la mezcla de ambos, son más baratos. El pigmento rojo vale siete veces más que el blanco. Se ha perdido un montón el color, hasta el punto de que yo tengo la sensación de que molesta. En el mismo mundo de las galerías, han desterrado el color, igual que estas influencers que tienen hasta miedo del color de la madera y tienen todos los muebles blancos. La gente imagina cuadros coloridos en sus casas asépticas y no ven el encaje, por tanto no los compran. Antes las casas tenían mucho color en la pintura, en los estampados, las cortinas, los muebles, los electrodomésticos. Saber usar el color es difícil, hay que tener mucho gusto, y creo que estamos perdiendo la educación y la sensibilidad al color. 

El teckel emite un ladrido preciso y Carla toma la salida de Calle O’Donell.

E: Y luego, sin embargo, el único cuadro de tu colección que ilustra un viaje de ácido, que asociaríamos a una explosión de color, es en blanco y negro.

C: Tiene su doble sentido porque es un grabado que está hecho con una técnica que utiliza ácidos. Los famosos grabados de Goya estaban hechos con esta técnica, que se hace sobre metal y en la que es muy difícil utilizar color, no queda bien. Esto surgió después de pintar el último cuadro, el más grande de la exposición, en el que vemos a una pareja que se acaba de sentar en el coche después de salir de la discoteca, con todo el ciego. Tiene una serie de elementos muy surrealistas que creo que van a marcar la línea de los próximos que pinte.

E: Hay algo muy narrativo en muchos de tus cuadros; personajes que parece que acaban de soltar una frase lapidaria y personajes que parece que están a punto de decir algo decisivo. El paisaje y los objetos que les rodean también sugieren mucho sobre la historia, sin llegar a cerrar la trama del todo. ¿Te inspira ver películas o leer relatos para empezar a pintar?

C:  A mí me encanta YouTube y TikTok. Esta colección de los conductores surgió al ver estos vídeos de despedida de coches de los que te hablaba. Ver a gente despidiendo a sus viejos coches entre llantos me inspiró mucho. Por otro lado, de las primeras cosas que pinté con veinte años fueron coches, así que de alguna forma ha sido una serie de cuadros que me han hecho reconectar conmigo. La forma de pintar también tiene algo más infantil y despreocupado. Montando la exposición, alguien me dijo, un poco inquieto, que los cuadros estaban un poco inacabados o “mal pintados”. Esa manera de huir del puntillismo y la perfección también es algo que quería incorporar al proceso. 

E. Es cierto, en todos tus cuadros hay varias zonas en las que quedan claros, parece que se te terminaba el color y has apurado. También hay detalles que parecen esbozados sin terminar de culminar. 

C: Quería que lo acabado estuviera en las caras y el entorno más difuminados. Si me hubiera puesto a detallar hasta los tornillos, los rostros perderían el foco. El nivel de detalle también es una forma de dar profundidad. Hay que verlos en persona, cuando los ves con todo su tamaño te cambia la mirada. 

E: ¿Qué otras cosas te inspiran?

C: Pienso mucho en historias que he vivido o que me han contado. Hay uno que se llama Esta es una larga historia, si quieres te la cuento, en el que hay una chica joven que conduce y un hombre misterioso detrás, entre las sombras. Está inspirado en una conductora de Uber que nos recogió a mi novio y a mí en un viaje a Los Ángeles. Era una niña de dieciséis años, to pollastre, con sus brackets y todo. Me fascinó imaginarme a una chica tan joven escuchando todos los días historias de completos desconocidos. Mi idea es seguir explorando el mundo de los viajes, cada vez con más locura. Tengo algunas ideas en las que ya hay hasta personajes que son medio robots y en los que no llegas a intuir si están en un coche o en otro tipo de vehículo. 

E: No paras.

C: De hecho se quejan en las galerías de que soy demasiado productiva. He pensado que para la próxima exposición, en lugar de veinte cuadros, voy a pintar cuatro pedazo de cuadros enormes que no quepan en la sala. Cuatro cuadros en dos años.

E: ¿No es un poco contradictorio? Desde fuera siempre he tenido la sensación de que el mundo del arte seguía siendo más arriesgado y vanguardista.

C: Está lleno de contradicciones. Ahora lo que se lleva es tener muy pocos seguidores en Instagram, para que las galerías puedan colgarse la medalla de haber descubierto a alguien en los márgenes. Y claro, hay gente que lo fuerza para crear esa falsa sensación. Para Los Conductores, por ejemplo, mi idea era exponer los cuadros en un taller de coches y me dijeron de forma velada “que no me pasara de creativa”. No puedes estar demasiado loca. Tengo ideas muy chulas para hacer, pero al mundo del arte le cuesta mucho salir de las convenciones. No hay experimentación y si la buscas acabas aislada, fuera del circuito y te acaban viendo cuatro gatos. Ahora por ejemplo, se pone mucho en valor la vida personal de David Hockney en relación a su obra: su homosexualidad, su círculo. Ahora. Pero en los años ochenta el mundo del arte lo tapaba, lo mantenía en secreto. Sigue siendo muy conservador y elitista.

E: ¿Cómo sería tu viaje en coche ideal?

C: Yo sola. 

En ese momento paramos en un semáforo de la calle Alcalá, con el parque del Retiro a un lado y el barrio de Salamanca del otro, estamos cerca de la galería. Carla se ha quedado callada. Los perros también, están planchados sobre los asientos traseros. Empiezo a pensar que quizá debería bajarme del coche. Vuelvo a fijarme en el cuadro inacabado que asoma por el maletero desbandejado.

E: ¿Qué hay de ese cuadro que llevas ahí, está terminado?

Carla no responde, sólo se gira hacia mí y afila todavía más su sonrisa granuja. Cuando se enciende el disco verde, pisa a fondo y salimos disparados hacia la calle de Claudio Coello. Me sujeto al asiento y a la puerta para no salir centrifugado. Los perritos se sostienen entre ellos. Cuando estamos a punto de bajar en la puerta de la galería, Carla se vuelve a abrochar el cinturón, mete la marcha atrás y empieza a recorrer la calle del Conde de Aranda a toda pastilla, mirando por la luna trasera. Así pasamos una manzana, otra manzana, otra más. En mi vida he pasado más miedo, aunque la compenetración entre Carla y su Micra me fascina y consigo tranquilizarme. En la puerta de un garaje abierto, Carla hace una maniobra y nos sumergimos hasta el segundo piso.

Ahora sí, bajamos del coche, perros y personas. Carla coloca el cuadro en el asiento que antes ocupaba. Pone las manos sentidamente sobre el capó y susurra algo inaudible. Yo aprovecho para ver de cerca el cuadro, en el que por fin reconozco el mismo coche, veinte años más joven. Quizá lo pintó el día que se lo regalaron. Subimos por la rampa del garaje hacia la calle en silencio, guiados por una simpática ratita de aparcamiento. Mientras caminamos hacia la galería, Carla tira las llaves del coche a una alcantarilla, sin dejar de andar ni variar su gesto. 

Con el Micra y su cuadro homónimo abandonados místicamente en un garaje desconocido, creo que es el momento de dar por terminada esta road interview llena del mismo misterio, sombras y color que las obras de Carla Fuentes. Por fin puedo entrar a ver los cuadros, con todo su tamaño y su magnetismo. Paso más de una hora descubriendo detalles, sorpresas y enigmas, dando trabajo a la vibración de las células fotorreceptoras de mis ojos, desentrenados en el arte de apreciar colores primarios. Salgo de ver Los Conductores contagiado de un nuevo tipo de nostalgia combativa, convencido de que aún hay artistas capaces de conectarte con el tiempo en el que vives, llevándote al pasado y dándote una somanta de hostias a todo color.

Podéis ver Los Conductores de Carla Fuentes en la galería Rio&Meñanka hasta el 24 de enero, puede que viváis un viaje parecido al que viví con ella.

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24/1/26
·
Conde de Aranda 20

Nos citamos en una gasolinera abandonada de las afueras de Madrid, descolorida por el sol y el óxido, en la que milagrosamente funciona una máquina de hielo a monedas, decorada con luces de navidad parpadeantes. Aquí no hay nadie, ni siquiera me acompaña la sensación de peligro arquetípica del cine de carreteras y moteles. Distingo un cochecito oscuro que se acerca levantando polvo por la vía de servicio. Es un Nissan Micra negro del 2004 que se detiene con un frenazo certero (y puntual) justo donde estoy yo, de pie, con mi libretilla y un boli. Carla Fuentes me recibe como un personaje resumen de la filmografía de Wim Wenders, Jim Jarmusch y el cine kinki: gafas de sol, sonrisa desenfadada y dos perritos tranquilos en los asientos traseros. La bandeja del maletero se debe haber quedado en Valencia y asoma por los reposacabezas un cuadro pequeño, aparentemente inacabado, que no recuerdo haber visto en las fotografías previas del catálogo.

Carla Fuentes: Tengo que ir a la galería para terminar unos detalles, ¿te parece que hagamos la entrevista en el coche? 

Me pilla descolocado, así que respondo cordialmente y me subo. Mientras me abrocho el cinturón pienso que es una idea magnífica. Me quedo embelesado mirando los ojos de los perritos, que me recuerdan un poco a esos globos oculares desconcertantes de los cuadros de Carla. Estoy a punto de acariciar al pequeño teckle cuando el acelerón del Micra me pega al asiento. Carla conduce a velocidad de fuga pero con el sosiego de un viaje por el medio oeste. Me apresuro en preguntar por si se me acaba el tiempo demasiado rápido.

E. Se te ve muy cómoda al volante. ¿De dónde te viene esta pasión por los coches?

C:
Me encanta conducir, soy el lema del anuncio de BMW. Yo creo que es mi padre el que me ha transmitido el amor por los coches. No es una pasión por los coches en sí (el motor de no sé qué, las llantas de tal material), sino por lo que significa tener uno. Nosotros ya lo damos por hecho, pero para mi abuelo y mi padre era algo muy aspiracional, tenía mucho de sueño. Él solía decir “¿Yo para qué me voy a sacar el carnet? Si soy pobre, nunca podré comprarme uno”. Ahora los coches sobran, no tener carnet hasta es guay, pero para mí, siendo de un pueblo, tener coche era un rito de paso en la vida. Lo era todo, te abría a nuevos mundos, lugares prohibidos, nuevas amistades.

E: ¿Lugares prohibidos?

C:
Por ejemplo el MacDonalds. Mis padres nunca me querían llevar, tenían sus rollos con eso, y lo primero que hice al recibir las llaves del Micra fue irme al McDonalds a comerme una hamburguesa, como algo transgresor.

E: Ese momento de hamburguesas sobre el capó es uno de los cuadros más icónicos de Los Conductores. 

C: Es que los coches, lo que tienen, es que te acompañan en cantidad de momentos icónicos de la vida. El coche se va impregnando de los buenos recuerdos que has vivido dentro o de los lugares a los que has ido con él, y también de los momentos jodidos que has visto a través de la ventana. Y a la vez, mientras sigan funcionando, pueden seguir llevándote a sitios, significan vivencias que aún están por venir.

E: Juan José Millás contaba que a veces, cuando su coche parecía quejarse de su conducción ansiosa a través de los ruidos del motor o del chirrido de las ruedas, paraba en una gasolinera, se tomaba un ansiolítico y echaba otro al depósito –y jura que después los dos estaban más tranquilos. ¿Has tenido algún tipo de relación que vaya más allá de lo humano-máquina?

C: Confieso que alguna vez, comiendo hamburguesas en el alerón, he estado tentada de dar un bocado a la chapa. Los coches son auténticos personajes, puedes hablar de ellos como si fueran personas con un nombre y una vida: el Micra, el Marea, Berlina, León, Fiesta, Cuatro Latas. Yo, de verdad, pienso en mi coche como si fuera estar toda la vida conmigo, como cualquier otra persona, y sé que será muy dramático el día que tenga que abandonarlo. La gente a la que le cuento este sentimiento piensa que es una cosa mía, pero en TikTok hay cientos de vídeos de gente despidiendo a sus coches, y son realmente emocionantes.

E: Hablando sobre tu proceso creativo, ¿cómo es una jornada de trabajo normal para ti? ¿Tienes algún método propio?

C: Tengo una manera de currar bastante particular: pinto varios cuadros a la vez, no empiezo uno y lo acabo. En ese proceso, viendo todos los cuadros que tengo en marcha en el estudio, hay alguno que me llama y pienso “este me va a molar”, entonces me engancho. Eso me ayuda a mantener la ilusión el día siguiente, pensando en lo que voy a hacer. También hay otros que van dejando de gustarme, pero si hay uno o dos que me hacen ilusión, ya tengo la motivación para ir al estudio.

Mientras responde a esta pregunta, un Tesla gris nos adelanta de forma vil, Carla pita incisivamente (sin dejar de hablar) y los amables perritos ladran pegados a la ventana. Aún así, consigo descifrar el resto de la respuesta.

C: Molaría mucho que hubiera un podcast solo sobre método porque es realmente curioso cómo cada artista empieza o desarrolla un cuadro. Yo cuando le digo a otros compañeros que pinto varios cuadros a la vez, se sorprenden mucho. Otra razón para pintar así es que el óleo tarda en secar. Si tú sigues pintando sobre lo mojado no funciona, por eso voy cambiando de cuadro. Es una forma de entender la materia, el proceso del óleo.

Llegamos a Madrid partiendo Moratalaz y Puente de Vallecas en dos y sumergiéndonos en nuestra popular bruma de CO2. Entrar en la M-30 le da un aire de peligro al viaje. Sin dejar de responder con lucidez, Carla pone alerta sus cinco sentidos para no perderse la salida y mantener la calma ante la conducción colérica: una experiencia típicamente madrileña.

E: El mundo está patas arriba y tú pintas sobre gente en coches. ¿Te parece que hay un abuso de temas o de responsabilidad autoimpuesta en los artistas para politizarse?

C: Ni me lo planteo. Yo creo que en el ser artista hay mucha inconsciencia, mucho de yuppie. No puedes acercarte al arte solo con una mirada crítica. Es más, los artistas más cotizados pintan su cotidianidad y los que más admiro siempre han pintado el mundo que les rodea. Si estoy pintando un retrato de un colega, no puedo estar pensando en la miseria del mundo. No se puede crear desde un punto de vista forzado. La gente que realmente hace buenas obras sobre temas sociales es porque lo siente muy dentro. Ahora mismo, yo no podría plantearme hacer una exposición sobre un tema así, mi mente es más preciosista. Mis ideas vienen desde el misterio o el absurdo dentro de lo estético. Pienso en un personaje acechando a otro en las sombras y eso es lo que me dispara. Puede que esto sea superficial.

E. Sin embargo has elegido pintar coches antiguos, que son los que tienen esa variedad de formas y colores. Esa mirada nostálgica es, de alguna forma, bastante crítica con el presente. Prácticamente todos los coches que nos han adelantado son de color gris, blanco, negro o alguna gama dessaturada. Todos los objetos de la vida cotidiana, la moda, la arquitectura, han perdido color. ¿Por qué ya no se fabrican coches como los de antes? 

C: Yo, sinceramente, creo que es por abaratar costes. El blanco y el negro, o la mezcla de ambos, son más baratos. El pigmento rojo vale siete veces más que el blanco. Se ha perdido un montón el color, hasta el punto de que yo tengo la sensación de que molesta. En el mismo mundo de las galerías, han desterrado el color, igual que estas influencers que tienen hasta miedo del color de la madera y tienen todos los muebles blancos. La gente imagina cuadros coloridos en sus casas asépticas y no ven el encaje, por tanto no los compran. Antes las casas tenían mucho color en la pintura, en los estampados, las cortinas, los muebles, los electrodomésticos. Saber usar el color es difícil, hay que tener mucho gusto, y creo que estamos perdiendo la educación y la sensibilidad al color. 

El teckel emite un ladrido preciso y Carla toma la salida de Calle O’Donell.

E: Y luego, sin embargo, el único cuadro de tu colección que ilustra un viaje de ácido, que asociaríamos a una explosión de color, es en blanco y negro.

C: Tiene su doble sentido porque es un grabado que está hecho con una técnica que utiliza ácidos. Los famosos grabados de Goya estaban hechos con esta técnica, que se hace sobre metal y en la que es muy difícil utilizar color, no queda bien. Esto surgió después de pintar el último cuadro, el más grande de la exposición, en el que vemos a una pareja que se acaba de sentar en el coche después de salir de la discoteca, con todo el ciego. Tiene una serie de elementos muy surrealistas que creo que van a marcar la línea de los próximos que pinte.

E: Hay algo muy narrativo en muchos de tus cuadros; personajes que parece que acaban de soltar una frase lapidaria y personajes que parece que están a punto de decir algo decisivo. El paisaje y los objetos que les rodean también sugieren mucho sobre la historia, sin llegar a cerrar la trama del todo. ¿Te inspira ver películas o leer relatos para empezar a pintar?

C:  A mí me encanta YouTube y TikTok. Esta colección de los conductores surgió al ver estos vídeos de despedida de coches de los que te hablaba. Ver a gente despidiendo a sus viejos coches entre llantos me inspiró mucho. Por otro lado, de las primeras cosas que pinté con veinte años fueron coches, así que de alguna forma ha sido una serie de cuadros que me han hecho reconectar conmigo. La forma de pintar también tiene algo más infantil y despreocupado. Montando la exposición, alguien me dijo, un poco inquieto, que los cuadros estaban un poco inacabados o “mal pintados”. Esa manera de huir del puntillismo y la perfección también es algo que quería incorporar al proceso. 

E. Es cierto, en todos tus cuadros hay varias zonas en las que quedan claros, parece que se te terminaba el color y has apurado. También hay detalles que parecen esbozados sin terminar de culminar. 

C: Quería que lo acabado estuviera en las caras y el entorno más difuminados. Si me hubiera puesto a detallar hasta los tornillos, los rostros perderían el foco. El nivel de detalle también es una forma de dar profundidad. Hay que verlos en persona, cuando los ves con todo su tamaño te cambia la mirada. 

E: ¿Qué otras cosas te inspiran?

C: Pienso mucho en historias que he vivido o que me han contado. Hay uno que se llama Esta es una larga historia, si quieres te la cuento, en el que hay una chica joven que conduce y un hombre misterioso detrás, entre las sombras. Está inspirado en una conductora de Uber que nos recogió a mi novio y a mí en un viaje a Los Ángeles. Era una niña de dieciséis años, to pollastre, con sus brackets y todo. Me fascinó imaginarme a una chica tan joven escuchando todos los días historias de completos desconocidos. Mi idea es seguir explorando el mundo de los viajes, cada vez con más locura. Tengo algunas ideas en las que ya hay hasta personajes que son medio robots y en los que no llegas a intuir si están en un coche o en otro tipo de vehículo. 

E: No paras.

C: De hecho se quejan en las galerías de que soy demasiado productiva. He pensado que para la próxima exposición, en lugar de veinte cuadros, voy a pintar cuatro pedazo de cuadros enormes que no quepan en la sala. Cuatro cuadros en dos años.

E: ¿No es un poco contradictorio? Desde fuera siempre he tenido la sensación de que el mundo del arte seguía siendo más arriesgado y vanguardista.

C: Está lleno de contradicciones. Ahora lo que se lleva es tener muy pocos seguidores en Instagram, para que las galerías puedan colgarse la medalla de haber descubierto a alguien en los márgenes. Y claro, hay gente que lo fuerza para crear esa falsa sensación. Para Los Conductores, por ejemplo, mi idea era exponer los cuadros en un taller de coches y me dijeron de forma velada “que no me pasara de creativa”. No puedes estar demasiado loca. Tengo ideas muy chulas para hacer, pero al mundo del arte le cuesta mucho salir de las convenciones. No hay experimentación y si la buscas acabas aislada, fuera del circuito y te acaban viendo cuatro gatos. Ahora por ejemplo, se pone mucho en valor la vida personal de David Hockney en relación a su obra: su homosexualidad, su círculo. Ahora. Pero en los años ochenta el mundo del arte lo tapaba, lo mantenía en secreto. Sigue siendo muy conservador y elitista.

E: ¿Cómo sería tu viaje en coche ideal?

C: Yo sola. 

En ese momento paramos en un semáforo de la calle Alcalá, con el parque del Retiro a un lado y el barrio de Salamanca del otro, estamos cerca de la galería. Carla se ha quedado callada. Los perros también, están planchados sobre los asientos traseros. Empiezo a pensar que quizá debería bajarme del coche. Vuelvo a fijarme en el cuadro inacabado que asoma por el maletero desbandejado.

E: ¿Qué hay de ese cuadro que llevas ahí, está terminado?

Carla no responde, sólo se gira hacia mí y afila todavía más su sonrisa granuja. Cuando se enciende el disco verde, pisa a fondo y salimos disparados hacia la calle de Claudio Coello. Me sujeto al asiento y a la puerta para no salir centrifugado. Los perritos se sostienen entre ellos. Cuando estamos a punto de bajar en la puerta de la galería, Carla se vuelve a abrochar el cinturón, mete la marcha atrás y empieza a recorrer la calle del Conde de Aranda a toda pastilla, mirando por la luna trasera. Así pasamos una manzana, otra manzana, otra más. En mi vida he pasado más miedo, aunque la compenetración entre Carla y su Micra me fascina y consigo tranquilizarme. En la puerta de un garaje abierto, Carla hace una maniobra y nos sumergimos hasta el segundo piso.

Ahora sí, bajamos del coche, perros y personas. Carla coloca el cuadro en el asiento que antes ocupaba. Pone las manos sentidamente sobre el capó y susurra algo inaudible. Yo aprovecho para ver de cerca el cuadro, en el que por fin reconozco el mismo coche, veinte años más joven. Quizá lo pintó el día que se lo regalaron. Subimos por la rampa del garaje hacia la calle en silencio, guiados por una simpática ratita de aparcamiento. Mientras caminamos hacia la galería, Carla tira las llaves del coche a una alcantarilla, sin dejar de andar ni variar su gesto. 

Con el Micra y su cuadro homónimo abandonados místicamente en un garaje desconocido, creo que es el momento de dar por terminada esta road interview llena del mismo misterio, sombras y color que las obras de Carla Fuentes. Por fin puedo entrar a ver los cuadros, con todo su tamaño y su magnetismo. Paso más de una hora descubriendo detalles, sorpresas y enigmas, dando trabajo a la vibración de las células fotorreceptoras de mis ojos, desentrenados en el arte de apreciar colores primarios. Salgo de ver Los Conductores contagiado de un nuevo tipo de nostalgia combativa, convencido de que aún hay artistas capaces de conectarte con el tiempo en el que vives, llevándote al pasado y dándote una somanta de hostias a todo color.

Podéis ver Los Conductores de Carla Fuentes en la galería Rio&Meñanka hasta el 24 de enero, puede que viváis un viaje parecido al que viví con ella.

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