Haber estado ahí 

Estamos un poco obsesionados con vivir momentos históricos. Lo que pasó en la Explanada del Puente del Rey con Carolina Durante fue la banda sonora de nuestras vidas.

Me escribe Nano a las dos y media de la tarde. Me dice que está engorilado con la idea de redactar algo sobre lo que pasó el jueves pasado en la Explanada del Puente del Rey. Añade que es un abuelo de alma, que los conciertos gratis no le conquistan, pero que nos ha visto gritando y botando entre la gente y a sus oídos ha llegado que fue algo fuera de lo común. Le pregunto si tiene fomo, porque aunque lo niegue, yo sé que se muere por no haber estado ahí. Normal.

Carolina Durante tocaba en Madrid gratis por las fiestas del Dos de Mayo y Diego Ibáñez, famoso en tres calles por cantar en mayúsculas, anunciaba el concierto una semana antes en su cuenta de Instagram diciendo: “si no vienes, dentro de unos años tendrás que mentir y decir que sí que estuviste”. Y es que tanto millennials como generación Z estamos un poco obsesionados con formar parte de eventos históricos, con no perdernos absolutamente nada, con poder decir “yo estuve allí”. “¿Te acuerdas del Bernabéu de Taylor Swift? ¿O de cuando el Athletic ganó la Copa del Rey y sacaron las gabarras a la ría?”, pues eso. 

Lo cierto es que Carolina Durante reivindicaba este verano el formato de conciertos en salas pequeñas para luchar, precisamente, contra los grandes estadios y las colas infinitas de preventa a un año vista. Tocaron cuatro días en la Wurlitzer (de sorpresa no tan sorpresa), invitaron a caras nuevas y llenaron. Incluso se asomaron a la calle con una guitarra para cantar un par de temas a quienes se quedaron fuera. Un detalle por su parte, algo parecido al otro día. 

Menos mal que bajamos pronto, porque nos olíamos la tostada y por muy gratis que fuera, aquello era la noche de los muertos vivientes. Cuánta peña, macho. Cuantísima peña. No había empezado y en la otra orilla del Manzanares ya no cabía un alma. Entramos 20.000, pero Madrid quería cantar con sus cuatro chavales los temas nuevos y los viejos. Todos. Dicen que cerca de 60.000 personas rodearon a los carolinos por todas partes. Yo diría que más. Río arriba hasta Príncipe Pío. Y en los alrededores de la Casa de Campo. Y por detrás del escenario, bajando hacia La Riviera. La verdad es que no se veía ni un centímetro de suelo, sólo cabezas y más cabezas hasta el final. Y tampoco se veía el final.   

Foto original de Carlos Gómez B.

Es curioso, ¿no? Por un lado querer tocar en salitas pequeñas para reptar bocabajo contra el techo y, a la vez, no poder renunciar a que media ciudad berree contigo, porque se las saben, porque se revientan los codos en los pogos y pierden el teléfono, porque les da igual todo durante esa hora y media mientras puedan seguir gritando un poco más. Supongo que eso también es propio de nuestra generación, el ser contradictorios, digo; o simplemente algo inherente a tener entre veinte y treinta años. O cuarenta. O más. Yo me imagino que se me pasará, pero hay días que me levanto queriendo casarme mañana, con quien sea, y por la noche ya he aborrecido toda idea de una vida adulta conyugal que implique renunciar a lo contrario. Uf, sí, contradicción. Joder, no sé. Igual es eso, ¿no? Igual Carolina Durante se ha hecho un hueco entre nosotros porque representan esto que tan bien nos dibuja: duda, atasco, follón.

Qué más da lo que quiera Carolina Durante, si grande o pequeño, el caso es que van para arriba, como un misil. Y eso que sacaron a Diego con muletas, porque aunque igual pensaba que le había tocado Dios, se ha roto el cruzado hace nada y más de uno pensamos “que no se rompa la otra pierna dando saltos, por favor”. No sucedió. Al contrario, los que estábamos más cerca por pura suerte pudimos ver tremendo show donde nada sale mal aún cuando no todo está bien. “Siempre se puede estar peor”, que dijeron ellos. Supongo que jugar en casa ayuda, supongo que debe ser especial en este momento. 

Y es que yo no soy precisamente la niña de hielo y estas cosas me emocionan, qué quieres que te diga. Lo pensé sudando a hombros de mi hermano Marcos. Le saco diez años y no compartimos generación, ni contradicciones; pero qué más da si chillando juntos “fuera hay cosas preciosas, hamburguesas, el fútbol, mamááááá”, de repente la banda sonora de nuestras vidas sonaba mejor de lo que nos habíamos imaginado. 

Hay cierta música que atraviesa todas las edades de arriba a abajo y si te vuelves atemporal, es porque algo estás haciendo bien. Entonces igual te estás ganando un hueco para siempre en una especie de liga de los referentes que no sé si existe como tal; el tiempo dirá, pero probablemente tengas razón. Estos tíos, quizás el jueves hicieron historia. Y nosotros estuvimos allí. 

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Música

Haber estado ahí 

Estamos un poco obsesionados con vivir momentos históricos. Lo que pasó en la Explanada del Puente del Rey con Carolina Durante fue la banda sonora de nuestras vidas.

Me escribe Nano a las dos y media de la tarde. Me dice que está engorilado con la idea de redactar algo sobre lo que pasó el jueves pasado en la Explanada del Puente del Rey. Añade que es un abuelo de alma, que los conciertos gratis no le conquistan, pero que nos ha visto gritando y botando entre la gente y a sus oídos ha llegado que fue algo fuera de lo común. Le pregunto si tiene fomo, porque aunque lo niegue, yo sé que se muere por no haber estado ahí. Normal.

Carolina Durante tocaba en Madrid gratis por las fiestas del Dos de Mayo y Diego Ibáñez, famoso en tres calles por cantar en mayúsculas, anunciaba el concierto una semana antes en su cuenta de Instagram diciendo: “si no vienes, dentro de unos años tendrás que mentir y decir que sí que estuviste”. Y es que tanto millennials como generación Z estamos un poco obsesionados con formar parte de eventos históricos, con no perdernos absolutamente nada, con poder decir “yo estuve allí”. “¿Te acuerdas del Bernabéu de Taylor Swift? ¿O de cuando el Athletic ganó la Copa del Rey y sacaron las gabarras a la ría?”, pues eso. 

Lo cierto es que Carolina Durante reivindicaba este verano el formato de conciertos en salas pequeñas para luchar, precisamente, contra los grandes estadios y las colas infinitas de preventa a un año vista. Tocaron cuatro días en la Wurlitzer (de sorpresa no tan sorpresa), invitaron a caras nuevas y llenaron. Incluso se asomaron a la calle con una guitarra para cantar un par de temas a quienes se quedaron fuera. Un detalle por su parte, algo parecido al otro día. 

Menos mal que bajamos pronto, porque nos olíamos la tostada y por muy gratis que fuera, aquello era la noche de los muertos vivientes. Cuánta peña, macho. Cuantísima peña. No había empezado y en la otra orilla del Manzanares ya no cabía un alma. Entramos 20.000, pero Madrid quería cantar con sus cuatro chavales los temas nuevos y los viejos. Todos. Dicen que cerca de 60.000 personas rodearon a los carolinos por todas partes. Yo diría que más. Río arriba hasta Príncipe Pío. Y en los alrededores de la Casa de Campo. Y por detrás del escenario, bajando hacia La Riviera. La verdad es que no se veía ni un centímetro de suelo, sólo cabezas y más cabezas hasta el final. Y tampoco se veía el final.   

Foto original de Carlos Gómez B.

Es curioso, ¿no? Por un lado querer tocar en salitas pequeñas para reptar bocabajo contra el techo y, a la vez, no poder renunciar a que media ciudad berree contigo, porque se las saben, porque se revientan los codos en los pogos y pierden el teléfono, porque les da igual todo durante esa hora y media mientras puedan seguir gritando un poco más. Supongo que eso también es propio de nuestra generación, el ser contradictorios, digo; o simplemente algo inherente a tener entre veinte y treinta años. O cuarenta. O más. Yo me imagino que se me pasará, pero hay días que me levanto queriendo casarme mañana, con quien sea, y por la noche ya he aborrecido toda idea de una vida adulta conyugal que implique renunciar a lo contrario. Uf, sí, contradicción. Joder, no sé. Igual es eso, ¿no? Igual Carolina Durante se ha hecho un hueco entre nosotros porque representan esto que tan bien nos dibuja: duda, atasco, follón.

Qué más da lo que quiera Carolina Durante, si grande o pequeño, el caso es que van para arriba, como un misil. Y eso que sacaron a Diego con muletas, porque aunque igual pensaba que le había tocado Dios, se ha roto el cruzado hace nada y más de uno pensamos “que no se rompa la otra pierna dando saltos, por favor”. No sucedió. Al contrario, los que estábamos más cerca por pura suerte pudimos ver tremendo show donde nada sale mal aún cuando no todo está bien. “Siempre se puede estar peor”, que dijeron ellos. Supongo que jugar en casa ayuda, supongo que debe ser especial en este momento. 

Y es que yo no soy precisamente la niña de hielo y estas cosas me emocionan, qué quieres que te diga. Lo pensé sudando a hombros de mi hermano Marcos. Le saco diez años y no compartimos generación, ni contradicciones; pero qué más da si chillando juntos “fuera hay cosas preciosas, hamburguesas, el fútbol, mamááááá”, de repente la banda sonora de nuestras vidas sonaba mejor de lo que nos habíamos imaginado. 

Hay cierta música que atraviesa todas las edades de arriba a abajo y si te vuelves atemporal, es porque algo estás haciendo bien. Entonces igual te estás ganando un hueco para siempre en una especie de liga de los referentes que no sé si existe como tal; el tiempo dirá, pero probablemente tengas razón. Estos tíos, quizás el jueves hicieron historia. Y nosotros estuvimos allí. 

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