Libro Cosita de Alba G. Mora, editado por Blackie Books
Tienda: Bartleby Librería
Precio: 14€
Descripción:
Un día, paseando, entré en mi librería de confianza sin un propósito claro, sin tener en mente una futura adquisición ni visualizando un hueco vacío en mi estantería que llenar (más bien al contrario, aunque bien sabemos que nunca es un impedimento). En la Librería Bartleby tienen todo organizado tan bien que dan ganas de vivir allí, pero sobre todo me gusta ir de vez en cuando para ver la estantería de nuevas recomendaciones, desde una vez que cogí un libro de Kallifatides (Una mujer a quien amar) que descansaba ahí, leí la sinopsis, me lo llevé a casa, y me encantó.
Fue entonces cuando vi Cosita, de Alba G. Mora, editado por Blackie Books, en esas ediciones nuevas que han sacado de libros pequeñitos, que me llamaron por primera vez la atención porque la sinopsis reside en la portada y, después, por el precio, que no me pareció nada mal para ser novedades editoriales. Hacía un mes me había leído Amiga mía, de Raquel Congosto, sobre el cual ya habló Jorge Burón por aquí, y me pareció que tenía sentido, narrativamente (y en mi estantería), leerme el nuevo libro de Blackie. Lo cogí, me fui a la caja, me regalaron un fanzine, descubrí que la autora había estado allí hacía poco más de cuatro días, maldije la discasualidad e igual me compré algún otro libro.
Y sabía de memoria dónde colocaba los miles de objetos que tenía en casa, así que no utilizaba las fichas para poder localizarlos fácilmente, sino más bien para dejar testimonio: si perdía o le robaban un muñeco, un sacapuntas o una piedra, servirían para confirmar que aquello estuvo allí y fue de ella.
¿Es estúpido pensar que los objetos que tenemos pueden definir a una persona? Si las decisiones que tomamos sí que nos definen, ¿por qué no nos iba a definir también lo que hemos elegido comprar o dejar? A Cosita le define su gran colección de objetos, pero ¿solo eso? No sabemos su edad, pero la podemos intuir; no sabemos el nombre del pueblo donde vive, pero ella nos dibuja su silueta. Nuestras únicas certezas pasan por conocer su obsesión por la compra de objetos de segunda mano en subastas online y en una tienda llamada Opportunity. La autora, poco a poco, nos esboza los contornos de la vida de Cosita y, mientras tanto, sigue una trama central: un mago misterioso le roba —compra antes que ella— las futuras posibles adquisiciones de la tienda reiteradamente. Y a partir de aquí, dejad de leer si lo consideráis una posible lectura, ya que la gracia de esta novela corta es, como comenta Marcelo Criminal en su Substack, ir descubriendo —o pensando que descubres— “quién es Cosita, quién es ese rival y qué son todos esos objetos a los que con tanto cariño y celo les ha dedicado Cosita su vida entera”.
Cosita nos sumerge en un mundo casi lynchiano y misterioso, en el que todo lo que tenemos es a Cosita. Obliga al lector a ir de la mano de esta narradora, de la que a veces te fías poco y de la que otras veces te gustaría fiarte más. Ella se ha fabricado a sí misma un muro protector hecho de sacapuntas Happy Birthday, Peter Pan rojos, pequeños chimpancés —con y sin platillos—, monstruos del lago, marionetas de pelo natural, un antiguo juego de bolitas y miles de objetos más. Cosita significa lo insignificante; se significa a ella misma de esta forma, igual que, recordando lo olvidado, se promete no perderse, no olvidarse. La acumulación no es solo una manía: es una estrategia de supervivencia. El inventario no es solo una lista: es una forma de memoria, de duelo, de resistencia frente a la desaparición.
Con una narración sencilla, esta novela nos regala un soplo de aire fresco. Es algo nuevo y distinto; eso es innegable. Pero no es una historia feliz. Es la historia de una persona que se pierde en sí misma, que va en descenso hacia no se sabe dónde, que se intenta agarrar a las paredes de una casa familiar que también se cae, al recuerdo de unos padres que ya no están… Aloma Rodríguez la identidica como una novela de terror en cubierto.
Alba G. Mora no resuelve: deja. Deja objetos fuera de sitio, deja frases flotando, deja una protagonista que no termina de despertar ni de dormirse –recordemos que Cosita dormía con los ojos abiertos–, que no cruza nunca del todo al otro lado de la normalidad ni del espanto. Y ahí está la valentía del libro. En no ofrecernos consuelo narrativo. En no explicarnos lo que podría explicarnos (en un post de Instagram comenta que ella sabe perfectamente la edad de Cosita y el nombre de su pueblo). En confiar en que el lector sabrá habitar la duda igual que Cosita habita su casa, sus fichas, sus rituales mínimos, sus traumas.
La novela no juzga a Cosita ni la explica psicológicamente. La observa. Y en esa mirada hay una ternura extraña, incómoda, que convive con el terror. Porque Cosita habla del miedo a crecer, del miedo a enfermar, del miedo a ser vista y del miedo aún mayor a no serlo. Habla del mundo como un lugar hostil, pero también de las grietas como únicos accesos, así como el mago pasa de enemigo a espejo, así como la última visión que tenemos de Cosita es la de ella observando, a su vez, una cama nido.
Cosita no quiere ser entendida del todo, igual que sus objetos no quieren agotarse en un solo uso ni en una sola vida. Es una novela que cambia según quién la mire y desde dónde. Una primera novela singular, díficil de definir y profundamente coherente consigo misma. Alba G. Mora construye una obra mínima y perturbadora que no busca respuestas, sino compañía en la incertidumbre. Al terminarla, no sabemos mucho más que al principio, pero sí sabemos que algo se ha desplazado: nuestra manera de mirar los objetos. Cosita no pretende explicar el vacío, sino habitarlo. Y en esa renuncia a la explicación total, en esa fidelidad radical a su propio misterio, reside gran parte de su fuerza.
¿No es intentar explicar más allá traicionar el propio espíritu de Cosita?