Últimamente disfruto de los conciertos donde la música se convierte en un golpe sobre el cuerpo, cuando el sonido asusta de alguna forma. Estar en la Wurlitzer (la Wurli para las amigas) implica pasar miedo por tus oídos. Significa enfrentarse a la alta probabilidad de salir con un pitido persistente, un zumbido que anuncia un posible futuro diagnóstico de acúfenos. El pasado 13 de diciembre acudí a la dichosa sala al directo de PRESA y Hira Hira Violence Club, y si bien no salí con ese temido pitido en los oídos sí noté una cierta crudeza en los tímpanos.
Al inicio de PRESA acabo situada directamente delante del bafle y noto el impacto físico de los bajos de Santi (Autoescuela) empujándome las costillas. En teoría, estoy en uno de los peores lugares posibles, donde la gente te toca constantemente para pasar al fondo de la sala y llegar a los baños. Al principio intento apartarme y dejar pasar, pero al cabo de un rato acepto mi destino y me dejo arrastrar por la gente que se mueve alrededor y el sonido del bajo, que pone en riesgo las costuras de mis pantalones.
Quizás se podría decir que casi todos los artistas que se encuentran bajo el ala del sello asturiano Humo mantienen una intención de trabajar desde una cierta incomodidad; proyectos con profundidad conceptual, donde lo denso y performático en la música funcionan como reflejo de la oscuridad actual.
En el contexto del panorama musical nacional —con patrones en las bandas que tienden a repetirse interminablemente, letras, riffs y estéticas que se mimetizan para convertirse en el gran monstruo del pop-rock español actual, y proyectos que duran aproximadamente 5 años antes de agotar su propuesta— es necesario que sigan apareciendo proyectos que contengan ese pequeño grado de violencia. Quiero decir: artistas capaces de recuperar la presencia en el directo como algo casi amenazante, con una necesidad de incomodar, de gritar: mírame o te voy a atacar.
En el directo de PRESA se percibe esa voluntad de trabajar sobre el límite de la performance en directo. Aunque la Wurli siempre suene altísimo y sea prácticamente imposible que los artistas se escuchen bien a sí mismos por los monitores del escenario, el caos de la mezcla en la sala a veces funciona muy bien. A parte de la forma de moverse de Samuel (cuyas intenciones performativas quizás eran más evidentes cuando el proyecto partía desde un plano más experimental y no contaba con una banda), desde el volumen se mantiene la intención de provocar, de someter al público a una experiencia física y sensorial. Las referencias más evidentes en este sentido son el primer grupo de Nick Cave, The Birthday Party, y la escena berlinesa con la que Cave interactuó en los años 80, con grupos como Einstürzende Neubauten, además de las performances corporales de Iggy Pop.

De estas propuestas surge el pensar el directo desde una perspectiva teatral; una actuación donde el público es capaz de experimentar la vulnerabilidad de un cuerpo sobre el escenario, generando un estado liminal; una frontera entre realidad y representación que cuando se fuerza, es capaz de revelar la dimensión teatral más pura de la música.
La escena a la que me refiero, con Einstürzende Neubauten figurando como líderes conceptuales, implicaba una forma de actuar en directo altamente violenta, en la que existía una clara intención de provocar al público, generar ruido, incomodar, además de escribir letras gráficas con referencias bíblicas e imágenes violentas. Algunos críticos relacionaban esta actitud sobre el escenario con el Accionismo Vienés; un movimiento artístico de performance de finales de los 70 en Austria que era conocido por utilizar el propio cuerpo del artista como medio de provocación social.
Estas prácticas, que rozaban lo masoquista, funcionaban también en relación a esa noción cristiana de redención a través del sufrimiento corporal. En este tipo de conciertos, sobre todo en The Birthday Party, se inducía a una incomodidad constante en el público. En el directo de PRESA existe una intención de heredar y reinterpretar esa violencia simbólica, a la vez que subvertir algunos mensajes religiosos católicos tradicionales, presente también en las letras de su último disco Cuerpo en llamas (2025).
En el directo de PRESA, originalmente el proyecto personal de Samuel Fonseca, esa tensión entre lo sagrado y lo profano se traduce también musicalmente: silencios que se estiran, ritmos lentos que desembocan en estallidos agudos, solos de guitarra, golpes sonoros que asustan. Este año el proyecto ha renacido como una banda, un “conjunto de rock visceral” como describe la página web de Humo. Ahora después de ver este formato en directo, resulta imprescindible la presencia de los bajos de Santi (Autoescuela), las baterías de Edu y lo sónico en las guitarras de Charly para generar lo envolvente del directo. Todo ello empaquetado en una estética precisa, cercana al universo de David Lynch, con una atmósfera de extrañeza, de belleza inquietante, entre lo poético y lo brutal.
La segunda banda en tocar fueron Hira Hira Violence Club, el nuevo proyecto de Zazi White y Pau Molist, artistas afincados en Barcelona, que se describen como “reunidos por el destino como dos ángeles del apocalipsis”. De esta idea del fin del mundo surge la intención conceptual del proyecto, en la que la música se convierte en una bola de ruido incesante en el que de vez en cuando aparece la voz dulce de Zazi entre el doom del sonido de la mesa de Pau. El directo de Hira Hira también contaba con un diseño de luces interesantes a la hora de pensar en la estética del proyecto; la oscuridad última como un destello de luz blanca, lo creepy en lo cute, lo confuso y turbio en lo infantil.

Tanto PRESA como Hira Hira Violence Club plantean una defensa de lo visceral en la música en directo frente a la homogeneidad que domina buena parte del circuito nacional. En este sentido, interesa ver cómo existen planteamientos que continúan un concepto de autenticidad punk que solo puede nacer del exceso: el artista ataca, el oído se sensibiliza, y en esa vulnerabilidad compartida del público se revela algo extraño, incómodo, y por ello fascinante.
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PLATAFORMA + PRESA + HIRAHIRA VIOLENCE CLUB actuarán también en Barcelona, el próximo 20 de diciembre en la sala Vol
