Un adiós, Bárbara Arena (Lengua de Trapo/Círculo de Bellas Artes, 2025)

El tono de esta novela es de una verosimilitud infalible. Efectivamente los pijos de Madrid hablan así de mal creyendo hablar tan bien.

Evento relacionado
al
·

“No puede ser que todos sean tan idiotas. La experiencia humana requiere de mayor responsabilidad y de mayor sensibilidad”.

Henry James

Seguramente el problema de esta novela no sea tanto el tratamiento de su materia narrativa, como la materia misma. Este es un libro sobre el pijerío nacional y, ya lo sabemos, tenemos el pijerío más vulgar de Europa. Y dentro de España el de Madrid se lleva la palma.

Se habla mucho de que aquí no hay burguesía porque no triunfó ninguna revolución liberal, pero es que tampoco hubo antes nobles naturalistas ni aristócratas ilustrados. El pijo medio español no tiene ni la ilustración salvaje de la alta aristocracia, ni la cultura pragmática de la burguesía emancipada. Los pijos de España son en el fondo señores feudales chatos con inconfesables pudores socialdemócratas.

Incluso una élite que puede ser tan cutre o más que la nuestra, como es la estadounidense, es capaz de inspirar un producto tan salvaje como la serie “Succesion”. Cuesta mucho imaginar que los ricos españoles pudieran nutrir una narrativa tan erótica y desgarradora. Basta pensar que las aportaciones recientes más relevantes de este estrato social son el fachaleco, el olor a pedo del Iqos y el Nuevo Bernabéu.

Así es el nivel de profundidad y sofisticación psicológica que Un adiós despliega en general: “¿Quería que la mirara o que no la mirara? Las dos cosas y ninguna. Mírame. No me mires. Si no me miras, moriré. Si me miras, no seré capaz de soportarlo”.

*

En este sentido, podríamos decir que el tono de esta novela es de una verosimilitud infalible. Efectivamente los pijos de Madrid hablan así de mal creyendo hablar tan bien.

Es un estilo de 4º de la ESO, sobresaliente en Lengua y Literatura. Frases cortas, signos de puntuación bien utilizados, énfasis sintáctico (incluso mayúsculas enfáticas) en cada elemento emocional de la trama, imágenes breves floridamente adjetivadas, pero sin excederse en la descripción para no perder el pulso; todo lugares comunes.

La sucesión de escenas no es más que un surtido de los usos y costumbres más obvios de las familias del Barrio de Salamanca. En este sentido es una novela turística, una guía para quienes no conozcan de cerca el mundillo súper pijo. Por ahí aparece un padre severo, por allá una madre distante, mucho secretismo, muchos primos, un cura de confesionario oscuro al que hay que llamar de don, un psiquiatra amigo de la familia con arte abstracto colgado en la sala de espera, un despacho de abogados, monterías, golf.

Cuando la cosa se pone de verdad literaria, la narradora elige recursos como invertir el orden de los términos o distorsionar una frase hecha “...hacer virtud de la carencia”; eliminar un determinante para dar lustre a la frase “Verdad es que tampoco se había parado…”; aprovechar la comparación, no para ilustrar el primer término, sino para introducir en el segundo otra nota de color típica del mundo que quiere representar “A su edad, su autoestima fluctuaba como el Dow Jones, dependiente de factores externos variables”; engolamiento desbocado “...a menudo corrosiva e incluso cruel, perdonada sin embargo por su fidelísimo público gracias a la teatralidad que le confería su esnobismo exacerbado”; verbos tan inesperados como innecesarios “Esa noche le regaló el nombre completo”; o sintagmas imprecisos de tono supuestamente lírico “El aire frío del invierno se acumulaba estático, la luz era azul”.

Es verdad que es mejor eso que los momentos en que tira sin pudor por el lado de la oralidad de ese mundillo y nos da la sensación de que estamos escuchando una conversación de Uber entre dos amigas yendo a unas copas: “en su día tuvo su público”, “llegar de fiesta”, “España está de vuelta”.

Así habla esta novela, porque así se habla en su mundo. Pero es importante no confundir, la voz de la narradora no es la de la protagonista. Es una narradora omnisciente en tercera.

*

A la novela le queda la trama, que se sujeta en un secreto, “El Tema”: la historia de un embarazo no deseado de una chica no casada. Y un evento presente: el funeral al que se dirige esta protagonista en taxi muchos años después.

El secreto se anuncia y esconde tres veces en las tres primeras páginas, hasta el punto de ya no querer saberlo con tal de que se calle la voz que promete contarlo. En la página 24 ya está perfectamente claro qué funeral es ese, quién fue el padre1, la vida posterior de esta mujer, los traumas del hijo, la hermana pesada, y no queda más que ir viendo cómo se desenvuelve.

Siendo el estilo lánguido y la representación una acumulación de obviedades, se hace difícil disfrutar de este proceso. Tampoco ayuda una estructura temporal bastante irregular y ciertos elementos desdibujados en la trama. Tampoco el final ilumina el texto de vuelta.

El hilo que cose los flashbacks desordenados es una conversación supuestamente onírica entre la protagonista y un taxista filósofo que le lleva al funeral, sencillamente increíble:

“—¿Y usted se arrepiente?

—¿De qué?

—De algo.

—Sí y no, de todo y de nada”.

*

Pero si no es por el estilo, no es por el retrato, no es por la trama, ¿por qué lo leemos? Por regodeo. Aspiracional o por identificación, eso no importa.

Es como la serie “Un cuento perfecto”, uno ya sabe todo eso y es aburrido y torpe, pero se siente agradable quedarse ahí a ver diálogos tontos, viajes a lugares bonitos, gentes con dinero que pueden hacer cosas, tenue implicación emocional con sus pequeñas desgracias. Además es corta. Al fin y al cabo la lectura por identificación funciona y lo pijo está de moda, por qué no seguir dándole a la manivela. Alguna escena da un poco de grima: “Su cuerpo de veinteañera se derramaba, desnudo en la cama, cubierto solo en parte por la sábana suave. La única luz encendida era la del cuarto de baño, cuyo raudal se aventuraba entre sus piernas y bajo el pecho, sobre la tripa, colándose en la piel como un participante más”, pero por lo demás es agradable. “Un cuento perfecto” también es agradable (disponible en Netflix).

*

Lo cierto es que este es el primer tomo que leo de la colección Episodios Nacionales de Lengua de Trapo, pero sé de buena mano que disfruta de merecido respeto y no hay más que ver que entre sus autoras cuenta con algunas de las voces literarias más interesantes del país. Desconozco si le encargaron el libro a esta escritora porque tiene 28,4 K seguidores en X, si fue porque querían a alguien que pudiera escribir un episodio nacional sobre la aristocracia madrileña o por cualquier otro motivo, en todo caso no creo que haya salido bien la apuesta, como suele ocurrir cuando las razones no son literarias.

---

1 Personaje conocido en la novela como “el invitado ilustre”, trasunto a años luz del ya clásico “Único” inventado por Javier Marías en Mañana en la batalla piensa en mí.

sustrato funciona gracias a las aportaciones de lectores como tú, que llegas al final de los artículos. Por eso somos de verdad independientes.

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Un adiós, Bárbara Arena (Lengua de Trapo/Círculo de Bellas Artes, 2025)
El tono de esta novela es de una verosimilitud infalible. Efectivamente los pijos de Madrid hablan así de mal creyendo hablar tan bien.
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“No puede ser que todos sean tan idiotas. La experiencia humana requiere de mayor responsabilidad y de mayor sensibilidad”.

Henry James

Seguramente el problema de esta novela no sea tanto el tratamiento de su materia narrativa, como la materia misma. Este es un libro sobre el pijerío nacional y, ya lo sabemos, tenemos el pijerío más vulgar de Europa. Y dentro de España el de Madrid se lleva la palma.

Se habla mucho de que aquí no hay burguesía porque no triunfó ninguna revolución liberal, pero es que tampoco hubo antes nobles naturalistas ni aristócratas ilustrados. El pijo medio español no tiene ni la ilustración salvaje de la alta aristocracia, ni la cultura pragmática de la burguesía emancipada. Los pijos de España son en el fondo señores feudales chatos con inconfesables pudores socialdemócratas.

Incluso una élite que puede ser tan cutre o más que la nuestra, como es la estadounidense, es capaz de inspirar un producto tan salvaje como la serie “Succesion”. Cuesta mucho imaginar que los ricos españoles pudieran nutrir una narrativa tan erótica y desgarradora. Basta pensar que las aportaciones recientes más relevantes de este estrato social son el fachaleco, el olor a pedo del Iqos y el Nuevo Bernabéu.

Así es el nivel de profundidad y sofisticación psicológica que Un adiós despliega en general: “¿Quería que la mirara o que no la mirara? Las dos cosas y ninguna. Mírame. No me mires. Si no me miras, moriré. Si me miras, no seré capaz de soportarlo”.

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En este sentido, podríamos decir que el tono de esta novela es de una verosimilitud infalible. Efectivamente los pijos de Madrid hablan así de mal creyendo hablar tan bien.

Es un estilo de 4º de la ESO, sobresaliente en Lengua y Literatura. Frases cortas, signos de puntuación bien utilizados, énfasis sintáctico (incluso mayúsculas enfáticas) en cada elemento emocional de la trama, imágenes breves floridamente adjetivadas, pero sin excederse en la descripción para no perder el pulso; todo lugares comunes.

La sucesión de escenas no es más que un surtido de los usos y costumbres más obvios de las familias del Barrio de Salamanca. En este sentido es una novela turística, una guía para quienes no conozcan de cerca el mundillo súper pijo. Por ahí aparece un padre severo, por allá una madre distante, mucho secretismo, muchos primos, un cura de confesionario oscuro al que hay que llamar de don, un psiquiatra amigo de la familia con arte abstracto colgado en la sala de espera, un despacho de abogados, monterías, golf.

Cuando la cosa se pone de verdad literaria, la narradora elige recursos como invertir el orden de los términos o distorsionar una frase hecha “...hacer virtud de la carencia”; eliminar un determinante para dar lustre a la frase “Verdad es que tampoco se había parado…”; aprovechar la comparación, no para ilustrar el primer término, sino para introducir en el segundo otra nota de color típica del mundo que quiere representar “A su edad, su autoestima fluctuaba como el Dow Jones, dependiente de factores externos variables”; engolamiento desbocado “...a menudo corrosiva e incluso cruel, perdonada sin embargo por su fidelísimo público gracias a la teatralidad que le confería su esnobismo exacerbado”; verbos tan inesperados como innecesarios “Esa noche le regaló el nombre completo”; o sintagmas imprecisos de tono supuestamente lírico “El aire frío del invierno se acumulaba estático, la luz era azul”.

Es verdad que es mejor eso que los momentos en que tira sin pudor por el lado de la oralidad de ese mundillo y nos da la sensación de que estamos escuchando una conversación de Uber entre dos amigas yendo a unas copas: “en su día tuvo su público”, “llegar de fiesta”, “España está de vuelta”.

Así habla esta novela, porque así se habla en su mundo. Pero es importante no confundir, la voz de la narradora no es la de la protagonista. Es una narradora omnisciente en tercera.

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A la novela le queda la trama, que se sujeta en un secreto, “El Tema”: la historia de un embarazo no deseado de una chica no casada. Y un evento presente: el funeral al que se dirige esta protagonista en taxi muchos años después.

El secreto se anuncia y esconde tres veces en las tres primeras páginas, hasta el punto de ya no querer saberlo con tal de que se calle la voz que promete contarlo. En la página 24 ya está perfectamente claro qué funeral es ese, quién fue el padre1, la vida posterior de esta mujer, los traumas del hijo, la hermana pesada, y no queda más que ir viendo cómo se desenvuelve.

Siendo el estilo lánguido y la representación una acumulación de obviedades, se hace difícil disfrutar de este proceso. Tampoco ayuda una estructura temporal bastante irregular y ciertos elementos desdibujados en la trama. Tampoco el final ilumina el texto de vuelta.

El hilo que cose los flashbacks desordenados es una conversación supuestamente onírica entre la protagonista y un taxista filósofo que le lleva al funeral, sencillamente increíble:

“—¿Y usted se arrepiente?

—¿De qué?

—De algo.

—Sí y no, de todo y de nada”.

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Pero si no es por el estilo, no es por el retrato, no es por la trama, ¿por qué lo leemos? Por regodeo. Aspiracional o por identificación, eso no importa.

Es como la serie “Un cuento perfecto”, uno ya sabe todo eso y es aburrido y torpe, pero se siente agradable quedarse ahí a ver diálogos tontos, viajes a lugares bonitos, gentes con dinero que pueden hacer cosas, tenue implicación emocional con sus pequeñas desgracias. Además es corta. Al fin y al cabo la lectura por identificación funciona y lo pijo está de moda, por qué no seguir dándole a la manivela. Alguna escena da un poco de grima: “Su cuerpo de veinteañera se derramaba, desnudo en la cama, cubierto solo en parte por la sábana suave. La única luz encendida era la del cuarto de baño, cuyo raudal se aventuraba entre sus piernas y bajo el pecho, sobre la tripa, colándose en la piel como un participante más”, pero por lo demás es agradable. “Un cuento perfecto” también es agradable (disponible en Netflix).

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Lo cierto es que este es el primer tomo que leo de la colección Episodios Nacionales de Lengua de Trapo, pero sé de buena mano que disfruta de merecido respeto y no hay más que ver que entre sus autoras cuenta con algunas de las voces literarias más interesantes del país. Desconozco si le encargaron el libro a esta escritora porque tiene 28,4 K seguidores en X, si fue porque querían a alguien que pudiera escribir un episodio nacional sobre la aristocracia madrileña o por cualquier otro motivo, en todo caso no creo que haya salido bien la apuesta, como suele ocurrir cuando las razones no son literarias.

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1 Personaje conocido en la novela como “el invitado ilustre”, trasunto a años luz del ya clásico “Único” inventado por Javier Marías en Mañana en la batalla piensa en mí.

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