El error de Sirât: la cultura traveller y la extracción del contexto

En la mercantilización de las expresiones culturales, la ‘extracción de estilos’ sustituye la conservación de la esencia por la construcción de un fetiche

La última película de Óliver Laxe desempolva una subtrama de la cultura ‘rave’ para mostrar mediante su argumento cómo se desactiva el carácter reivindicativo de un movimiento. 

Imagen del rodaje de ‘Sirât’

En Sustrato podrás encontrar dos críticas de la película en su totalidad, tanto en positivo como en negativo. En este caso, hablaremos de un aspecto concreto recogido en la película: el de la cultura ‘traveller’.

Mackenzie Wark, como raver, teórica de la cultura y mujer trans, manifiesta en su libro ‘Raving’ lo siguiente: “Quizás no seamos algo extraño al proletariado, sino la parte de él que fue suprimida para subsumir la identidad del trabajador a la familia, la nación y el Estado. Así fueron negadas otras posibles relaciones entre la máquina y la carne, y la carne y la carne”. La construcción de la cultura rave se fundamenta en la idea de la huida. Una comunidad de personas, en vistas de que no obtienen bienestar de una sociedad que les deprime y les mata dentro de un circuito cerrado de abuso de su fuerza de trabajo, decide abandonar la posibilidad de medrar dentro del sistema.

El trance construido por el bucle del bombo y el consumo de drogas provoca la desinhibición necesaria para encontrar un mundo mejor dentro de uno mismo. Algunos permanecen allí durante los fines de semana para volver al mundo productivo entre semana, otros deciden no volver. Se autogestionan en torno a ‘espacios basura’, descartes de la ciudad en los que unos pocos encuentran la posibilidad de enchufar unos bafles con la esperanza de que la policía no les acose. Sin embargo, el pánico moral hacia la llamada ‘escoria’ que no legitima la existencia de la propiedad privada o del endeudamiento en formas de consumo dentro del ocio sistémico, se convierte en una rémora que repudiar mediáticamente y castigar a conciencia. Sin más alternativa, solo queda seguir huyendo, el convoy vuelve a cargar los trastos y se marcha con la música a otra parte, cada vez más lejos.

El movimiento traveller, inmortalizado recientemente en la película de Óliver Laxe, ‘Sirât’, en la cual aparecen organizando una de sus fiestas en el desierto de Marruecos, constituye sus raíces culturales a mediados de los años ochenta. En el Reino Unido se populariza una fiesta de música electrónica que se funda en las comunidades afroamericanas de Detroit y Chicago y en la que participa de forma trascendental la diáspora jamaicana en la isla británica, importando el concepto de los ‘sound systems’.

De estas influencias se fundan colectivos como el más afamado Spiral Tribe -mencionado por Laxe en la promoción de su película-, que crece a través del vínculo que establecen ‘ravers’ regulares en su relación con asentamientos de ‘hippies’ en torno al circuito de festivales del Reino Unido. Ambos se vinculan a través de la organización de ‘free parties’, o toda clase de fiesta que se realiza fuera de los marcos convencionales del ‘clubbing’ legal.

Con la cultura en su culmen de popularidad, en mayo de 1992, decenas de miles de personas se reunirían en Castlemorton, una concentración histórica que rondaría las 20.000 personas y que provocó la definitiva persecución del movimiento. Los líderes de Spiral Tribe serían detenidos y llevados a juicio. Al no tener en el momento herramientas legales para condenarlos, se acabó aprobando en 1994 la ‘Ley de Justicia Penal y Orden Público’ con una sección dedicada específicamente a la persecución de la rave, a la que se define jurídicamente como una reunión de un mínimo de diez personas que ponen una “música caracterizada por la emisión de una sucesión de ritmos repetitivos”.

La presión autoritaria aplicada por el entonces gobierno de Margaret Thatcher comenzó a amenazar la continuidad de estos ‘sound systems’. Sin embargo, esta intención asfixiante provocó que los colectivos decidieran abandonar sus asentamientos en el Reino Unido y extender sus fiestas por el resto de Europa, contribuyendo a ramificar y expandir su euforia. Su mera actividad se había convertido, sin buscarlo, en una disputa política.

A consecuencia de la clandestinidad, el movimiento se tuvo que expandir publiciatádose sin levantar revuelo. Una de las pocas pruebas visuales de la globalización del movimiento fue el documental distribuido por el sello Uncivilized World llamado ‘World Traveller Adventures’; cuatro episodios entre 1994 y 2002 en los que se conoce un poco más del propósito existencial de las ‘free parties’ y las rutas de diferentes ‘sound systems’ británicos, italianos o franceses emprenden hacia destinos como Sarajevo, Bamako o Goa. 

En el inicio de su ruta, los legendarios fundadores de Spiral Tribe relatan sus líneas de pensamiento y acción. Meltdown Mickey, respecto a la dimensión política de Spiral Tribe, explicaba su postura como movimiento: “Puesto que teníamos conciencia política, no queríamos dejarnos atrapar por la política. Porque combatir la política con la política es combatir el fuego con el fuego. La mejor manera de combatir esto era con creatividad”

En su influencia de los movimientos New Age, también se mantendría muy presente una faceta muy desarrollada del culto y la espiritualidad como retórica alternativa a la política materialista. El periodista Simon Reynolds, desde su enciclopedia sobre la rave y la cultura de baile, Energy Flash, expone unas declaraciones reveladoras en una de sus entrevistas con miembros de Spiral Tribe. Este credo del baile comprendía una asociación entre el bucle rítmico del ‘acid techno’ y los mantras y cadencias presentes en las músicas de “culturas no occidentales y primitivas”, las cuales pertenecen a ritos en los que se buscan estados trascendentes de la conciencia y una especie de regreso a las esencias de la humanidad desde la idealización de las tradiciones. 

Reynolds llega a la conclusión de que esta conjugación de términos configura una ideología tanto de “hedonismo espiritual”, como de “paleolitismo basado en la alta tecnología”1. El autor recogía una declaración de los propios Spiral Tribe que confirmaría  esta relación: “Con nuestra música y nuestras fiestas no intentamos meternos en el futuro, sino que intentamos volver a donde estábamos antes de que la civilización occidental lo jodiera todo”.

Esta segunda huida misticista hacia un ideal de tierra prometida, lejos de la modernidad condenada al colapso y la destrucción, es un campo semántico que se repite constantemente desde estos colectivos y el cual ‘Sirât’ emplea como propuesta y desarrollo argumental. “Hundimos nuestras cabezas en los altavoces para no escuchar cómo el mundo se derrumba” es una frase que Laxe repite en sus entrevistas promocionales, que explica la intención de crear una oportunidad de espacio liminal que pueda constituir un tiempo no lineal hedonista, emancipado de la decadencia occidental.

-Ha estallado la Tercera Guerra Mundial, ¿verdad? ¿Es así como se siente estar en el fin del mundo?

-No lo sé, Bigui. Hace mucho tiempo que es el fin del mundo.

Diálogo de Sirât.

El fracaso del andamiaje filosófico de la cultura rave se deberá a la inconsistencia. Tras la mencionada aprobación legal que puso en jaque a la libertad de fiesta en el Reino Unido, hubo un conato de respuesta. Una manifestación anual llamada ‘Reclaim The Streets’ tomó las calles de Londres en respuesta a la represión como reivindicación del uso en libertad del espacio público. Pese a la pujanza del movimiento, la exuberancia ‘rave’ de antaño fue en declive y los colectivos clásicos se estandarizaron dentro del circuito legal de fiestas, se diluyeron en su idealismo y en la desvirtuación de su concepto de fiesta.

Las buenas intenciones que se observan en las experiencias documentadas de ‘World Traveller Adventures’, muestran el propósito humanista de estos colectivos por provocar un impacto positivo en estos territorios, tal como se observa en el espíritu comunitario de la versión ficcionada de los ‘travellers’ de ‘Sirât’. La disociación que la fiesta propone no muta en una re-sociación2 efectiva, sino que, víctima de la mercantilización de las expresiones culturales, la ‘extracción de estilos’ sustituye la conservación de la esencia por la construcción de un fetiche. No hay integración real en el contexto.

Anuncio de Vicio, negocio de hamburguesas que abre su primer local dentro de un club de Ibiza. / Imagen promocional de UNVRS

El intercambio cultural que proponían los nómadas New Age de la época devino, por ejemplo, en que Goa se haya acabado convirtiendo en un destino turístico masificado para el consumo de drogas y la ostentación como fines en sí. Mientras tanto, en la ‘Goa’ más cercana, Ibiza, la temporada alta se inicia con el club UNVRS estrenando sesión a 100 euros la entrada. Las comunidades ‘hippies’ de la isla día de hoy son una atracción turística equiparable a la visita de un santuario de especies en peligro de extinción. En Bushwick, Nueva York, un movimiento organizado de raves clandestinas se organiza en torno a los espacios marginales de la ciudad, donde los colectivos racializados y queer de la ciudad no informa de localizaciones ni aprueba el uso de teléfonos móviles. A la vez, agencias inmobiliarias expulsan mediante la gentrificación a las personas fundadoras de la escena, que han convertido los márgenes de la ciudad en un espacio revalorizado por, en palabras de McKenzie Wark, la “recolección” de “las estilizaciones estéticas del libre juego para convertirlas en propiedad intelectual”. El club Berghain, en Berlín, paradójicamente juega al despiste con el turista para erigirse en otro lugar de culto y peregrinación. En paralelo, también en la actualidad, un director de cine filma una película donde una comunidad de ravers, desintonizados a conciencia de una repentina Tercera Guerra Mundial viajan “hacía el sur, cerca de Mauritania”, sin inmutarse de que conducen hacia una zona de conflicto real, bien llamada Sáhara Occidental.

Todos los lugares convergen en proteger su identidad -o su modelo de negocio- y a su vez, por accidente en el mejor de los casos, o por deserción, como en el caso de la película, contribuyen a esa disolución del contexto. Citando por última vez a Mackenzie Wark, “el tiempo de la disociación colectiva”, o “el rave continuum”, “se encadena lateralmente con todos los otros tiempos -el tiempo disociativo y el histórico- para que la rave pueda desplegarse lateralmente hacia el entorno”. La práctica de la rave será en definitiva una técnica para una situación reapropiada. La oportunidad de ”tomar el espacio entre los beats para devenir".

“Para nosotros fue la gran Palma de Oro en el Festival de Cannes: Toda la gente con la que trabajamos y amigos de esta cultura celebraba haber sido por fin bien representado por los media”3.

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1  Simon Reynolds extrae estos conceptos del autor Hakim Bey y sus ensayos, El caos: la prensa del anarquismo ontológico y Zona temporalmente autónoma
2 Neologismo extraído de ‘Raving’, de Mackenzie Wark, editado por Caja Negra. La disociación describe el tránsito del lugar del que se desconecta, previo a la re-sociación, el segundo paso hacia donde cognitivamente una se marcha.
3 Óliver Laxe, en una entrevista para la promoción de ‘Sirât’, en ‘elDiario.es’.

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El error de Sirât: la cultura traveller y la extracción del contexto

En la mercantilización de las expresiones culturales, la ‘extracción de estilos’ sustituye la conservación de la esencia por la construcción de un fetiche

La última película de Óliver Laxe desempolva una subtrama de la cultura ‘rave’ para mostrar mediante su argumento cómo se desactiva el carácter reivindicativo de un movimiento. 

Imagen del rodaje de ‘Sirât’

En Sustrato podrás encontrar dos críticas de la película en su totalidad, tanto en positivo como en negativo. En este caso, hablaremos de un aspecto concreto recogido en la película: el de la cultura ‘traveller’.

Mackenzie Wark, como raver, teórica de la cultura y mujer trans, manifiesta en su libro ‘Raving’ lo siguiente: “Quizás no seamos algo extraño al proletariado, sino la parte de él que fue suprimida para subsumir la identidad del trabajador a la familia, la nación y el Estado. Así fueron negadas otras posibles relaciones entre la máquina y la carne, y la carne y la carne”. La construcción de la cultura rave se fundamenta en la idea de la huida. Una comunidad de personas, en vistas de que no obtienen bienestar de una sociedad que les deprime y les mata dentro de un circuito cerrado de abuso de su fuerza de trabajo, decide abandonar la posibilidad de medrar dentro del sistema.

El trance construido por el bucle del bombo y el consumo de drogas provoca la desinhibición necesaria para encontrar un mundo mejor dentro de uno mismo. Algunos permanecen allí durante los fines de semana para volver al mundo productivo entre semana, otros deciden no volver. Se autogestionan en torno a ‘espacios basura’, descartes de la ciudad en los que unos pocos encuentran la posibilidad de enchufar unos bafles con la esperanza de que la policía no les acose. Sin embargo, el pánico moral hacia la llamada ‘escoria’ que no legitima la existencia de la propiedad privada o del endeudamiento en formas de consumo dentro del ocio sistémico, se convierte en una rémora que repudiar mediáticamente y castigar a conciencia. Sin más alternativa, solo queda seguir huyendo, el convoy vuelve a cargar los trastos y se marcha con la música a otra parte, cada vez más lejos.

El movimiento traveller, inmortalizado recientemente en la película de Óliver Laxe, ‘Sirât’, en la cual aparecen organizando una de sus fiestas en el desierto de Marruecos, constituye sus raíces culturales a mediados de los años ochenta. En el Reino Unido se populariza una fiesta de música electrónica que se funda en las comunidades afroamericanas de Detroit y Chicago y en la que participa de forma trascendental la diáspora jamaicana en la isla británica, importando el concepto de los ‘sound systems’.

De estas influencias se fundan colectivos como el más afamado Spiral Tribe -mencionado por Laxe en la promoción de su película-, que crece a través del vínculo que establecen ‘ravers’ regulares en su relación con asentamientos de ‘hippies’ en torno al circuito de festivales del Reino Unido. Ambos se vinculan a través de la organización de ‘free parties’, o toda clase de fiesta que se realiza fuera de los marcos convencionales del ‘clubbing’ legal.

Con la cultura en su culmen de popularidad, en mayo de 1992, decenas de miles de personas se reunirían en Castlemorton, una concentración histórica que rondaría las 20.000 personas y que provocó la definitiva persecución del movimiento. Los líderes de Spiral Tribe serían detenidos y llevados a juicio. Al no tener en el momento herramientas legales para condenarlos, se acabó aprobando en 1994 la ‘Ley de Justicia Penal y Orden Público’ con una sección dedicada específicamente a la persecución de la rave, a la que se define jurídicamente como una reunión de un mínimo de diez personas que ponen una “música caracterizada por la emisión de una sucesión de ritmos repetitivos”.

La presión autoritaria aplicada por el entonces gobierno de Margaret Thatcher comenzó a amenazar la continuidad de estos ‘sound systems’. Sin embargo, esta intención asfixiante provocó que los colectivos decidieran abandonar sus asentamientos en el Reino Unido y extender sus fiestas por el resto de Europa, contribuyendo a ramificar y expandir su euforia. Su mera actividad se había convertido, sin buscarlo, en una disputa política.

A consecuencia de la clandestinidad, el movimiento se tuvo que expandir publiciatádose sin levantar revuelo. Una de las pocas pruebas visuales de la globalización del movimiento fue el documental distribuido por el sello Uncivilized World llamado ‘World Traveller Adventures’; cuatro episodios entre 1994 y 2002 en los que se conoce un poco más del propósito existencial de las ‘free parties’ y las rutas de diferentes ‘sound systems’ británicos, italianos o franceses emprenden hacia destinos como Sarajevo, Bamako o Goa. 

En el inicio de su ruta, los legendarios fundadores de Spiral Tribe relatan sus líneas de pensamiento y acción. Meltdown Mickey, respecto a la dimensión política de Spiral Tribe, explicaba su postura como movimiento: “Puesto que teníamos conciencia política, no queríamos dejarnos atrapar por la política. Porque combatir la política con la política es combatir el fuego con el fuego. La mejor manera de combatir esto era con creatividad”

En su influencia de los movimientos New Age, también se mantendría muy presente una faceta muy desarrollada del culto y la espiritualidad como retórica alternativa a la política materialista. El periodista Simon Reynolds, desde su enciclopedia sobre la rave y la cultura de baile, Energy Flash, expone unas declaraciones reveladoras en una de sus entrevistas con miembros de Spiral Tribe. Este credo del baile comprendía una asociación entre el bucle rítmico del ‘acid techno’ y los mantras y cadencias presentes en las músicas de “culturas no occidentales y primitivas”, las cuales pertenecen a ritos en los que se buscan estados trascendentes de la conciencia y una especie de regreso a las esencias de la humanidad desde la idealización de las tradiciones. 

Reynolds llega a la conclusión de que esta conjugación de términos configura una ideología tanto de “hedonismo espiritual”, como de “paleolitismo basado en la alta tecnología”1. El autor recogía una declaración de los propios Spiral Tribe que confirmaría  esta relación: “Con nuestra música y nuestras fiestas no intentamos meternos en el futuro, sino que intentamos volver a donde estábamos antes de que la civilización occidental lo jodiera todo”.

Esta segunda huida misticista hacia un ideal de tierra prometida, lejos de la modernidad condenada al colapso y la destrucción, es un campo semántico que se repite constantemente desde estos colectivos y el cual ‘Sirât’ emplea como propuesta y desarrollo argumental. “Hundimos nuestras cabezas en los altavoces para no escuchar cómo el mundo se derrumba” es una frase que Laxe repite en sus entrevistas promocionales, que explica la intención de crear una oportunidad de espacio liminal que pueda constituir un tiempo no lineal hedonista, emancipado de la decadencia occidental.

-Ha estallado la Tercera Guerra Mundial, ¿verdad? ¿Es así como se siente estar en el fin del mundo?

-No lo sé, Bigui. Hace mucho tiempo que es el fin del mundo.

Diálogo de Sirât.

El fracaso del andamiaje filosófico de la cultura rave se deberá a la inconsistencia. Tras la mencionada aprobación legal que puso en jaque a la libertad de fiesta en el Reino Unido, hubo un conato de respuesta. Una manifestación anual llamada ‘Reclaim The Streets’ tomó las calles de Londres en respuesta a la represión como reivindicación del uso en libertad del espacio público. Pese a la pujanza del movimiento, la exuberancia ‘rave’ de antaño fue en declive y los colectivos clásicos se estandarizaron dentro del circuito legal de fiestas, se diluyeron en su idealismo y en la desvirtuación de su concepto de fiesta.

Las buenas intenciones que se observan en las experiencias documentadas de ‘World Traveller Adventures’, muestran el propósito humanista de estos colectivos por provocar un impacto positivo en estos territorios, tal como se observa en el espíritu comunitario de la versión ficcionada de los ‘travellers’ de ‘Sirât’. La disociación que la fiesta propone no muta en una re-sociación2 efectiva, sino que, víctima de la mercantilización de las expresiones culturales, la ‘extracción de estilos’ sustituye la conservación de la esencia por la construcción de un fetiche. No hay integración real en el contexto.

Anuncio de Vicio, negocio de hamburguesas que abre su primer local dentro de un club de Ibiza. / Imagen promocional de UNVRS

El intercambio cultural que proponían los nómadas New Age de la época devino, por ejemplo, en que Goa se haya acabado convirtiendo en un destino turístico masificado para el consumo de drogas y la ostentación como fines en sí. Mientras tanto, en la ‘Goa’ más cercana, Ibiza, la temporada alta se inicia con el club UNVRS estrenando sesión a 100 euros la entrada. Las comunidades ‘hippies’ de la isla día de hoy son una atracción turística equiparable a la visita de un santuario de especies en peligro de extinción. En Bushwick, Nueva York, un movimiento organizado de raves clandestinas se organiza en torno a los espacios marginales de la ciudad, donde los colectivos racializados y queer de la ciudad no informa de localizaciones ni aprueba el uso de teléfonos móviles. A la vez, agencias inmobiliarias expulsan mediante la gentrificación a las personas fundadoras de la escena, que han convertido los márgenes de la ciudad en un espacio revalorizado por, en palabras de McKenzie Wark, la “recolección” de “las estilizaciones estéticas del libre juego para convertirlas en propiedad intelectual”. El club Berghain, en Berlín, paradójicamente juega al despiste con el turista para erigirse en otro lugar de culto y peregrinación. En paralelo, también en la actualidad, un director de cine filma una película donde una comunidad de ravers, desintonizados a conciencia de una repentina Tercera Guerra Mundial viajan “hacía el sur, cerca de Mauritania”, sin inmutarse de que conducen hacia una zona de conflicto real, bien llamada Sáhara Occidental.

Todos los lugares convergen en proteger su identidad -o su modelo de negocio- y a su vez, por accidente en el mejor de los casos, o por deserción, como en el caso de la película, contribuyen a esa disolución del contexto. Citando por última vez a Mackenzie Wark, “el tiempo de la disociación colectiva”, o “el rave continuum”, “se encadena lateralmente con todos los otros tiempos -el tiempo disociativo y el histórico- para que la rave pueda desplegarse lateralmente hacia el entorno”. La práctica de la rave será en definitiva una técnica para una situación reapropiada. La oportunidad de ”tomar el espacio entre los beats para devenir".

“Para nosotros fue la gran Palma de Oro en el Festival de Cannes: Toda la gente con la que trabajamos y amigos de esta cultura celebraba haber sido por fin bien representado por los media”3.

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1  Simon Reynolds extrae estos conceptos del autor Hakim Bey y sus ensayos, El caos: la prensa del anarquismo ontológico y Zona temporalmente autónoma
2 Neologismo extraído de ‘Raving’, de Mackenzie Wark, editado por Caja Negra. La disociación describe el tránsito del lugar del que se desconecta, previo a la re-sociación, el segundo paso hacia donde cognitivamente una se marcha.
3 Óliver Laxe, en una entrevista para la promoción de ‘Sirât’, en ‘elDiario.es’.

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