(Parte I)
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Ana Webb
1. Las colecciones de los museos estatales

Sobre todo el Museo Arqueológico y el Museo de Artes Decorativas. Da mucha pena pensar que no somos conscientes del patrimonio público nacional con el que contamos en España más allá de los grandes museos como el Reina o el Prado. En los museos arqueológicos siempre encuentro piezas que me fascinan y que colocados en otros contextos perfectamente podrían ser entendidos como obras de arte contemporáneo. Me encanta, por ejemplo, esta pieza del arqueológico: es una fíbula que forma parte del Tesoro de Jávea (S. IV a.C).
2. Este programa de NTS que hicieron Carlos y Fer de música industrial underground asturiana

NTS probablemente haya sido mi gran descubrimiento musical de este año, es una caja sin fondo de música en el que tampoco hay que investigar mucho para encontrar cosas guays. Siempre me ilusiona pensar en todos los grupos/proyectos que no conozco y que están por descubrir! En concreto este programa me parece super interesante.
3. Estos creepers
Comprados en el rastro de Oviedo a 4 euros. Ha llegado su momento.
Bardají
1. El surf

Esto no es un “el verano en Bali recomiendo no perdérselo”. Pero me fui sola a probar el surf, por curiosidad y por ganar cualquier concurso de mujer performativa. Me jode, pero estoy obsesionada. Es mi crush. Las olas me hicieron love bombing y caí. Me avergüenza lo adictivo que es su refuerzo intermitente. Trago más agua que en Guantánamo, voy llena de quemaduras, golpes, cortes y vendas que renuevan su suscripción automáticamente. Me da igual. Me da una buena ola y yo le quiero presentar a mis padres.
Me conmueve ese suspiro en el que se coordinan todos los elementos externos e internos: meteorológicos, marítimos, motrices, mentales. Hay algo espiritual y autolesivo en él. Va en contra de todos mis instintos. Cojo la ola. Todo se ralentiza y se acelera. La adrenalina me inunda, renuncio al control, sucumbo al cuerpo. El ego se disuelve. Y de repente, me hace ghosting. Lo amo. Es mi novio tóxico: por él me caigo 515 veces, remo 516.
2. El arrack

El arrack es un destilado de Sri Lanka que no sé qué lleva, pero sabe a whiskey con coco, a fantasía. Tiene entre un 40-60% de alcohol. Tiene la analgesia perfecta de la vida corporativa, y te permite creerte una tía chulísima pidiéndote algo on the rocks. También se toma en chupito (mejor con lima y sal) o en cocktail (recomiendo el arrack sour).
El arrack macarra, el bueno, es de DCSL. Una botella de 180ml cuesta el equivalente a 3€. Este tamaño es perfecto para el solo traveler, porque es “individual” si vas a fuego y, si no, te lo puedes esconder en los pantalones para distribuir chupitos en la discoteca. No recomiendo cautela alguna. Sí recomiendo asumir el riesgo de que el pedo te salga tanto Safaera como Amorfoda. Abracen el caos, sucumban al arrack.
3. Pedirle consejos y recomendaciones a extraños

La curiosidad mató al gato, pero a mí me salva la vida. Recomiendo alimentarla hasta el empacho. La filosofía de “el no ya lo tienes, ahora vete a por el ridículo” es maravillosa. Pregunta, manda el email, haz el Shazam. Todo en pos de la curiosidad. Las mejores recomendaciones y consejos los obtengo así: pidiéndole a extraños que me lo apunten. Da igual el qué: recetas en restaurantes, discos a músicos y vecinos, consejos a quienes conozco en mis viajes, la bibliografía de la guía docente de “jazz del mundo” en Oxford.
Hazle una entrevista a tu colega tatuador leninista o al dueño de un club de ajedrez en Nueva York. Igual terminas en una clase de cocina con una señora en su huerta, o bebiéndote el sake favorito de un sommelier, o sabiendo qué lee el del bar de la esquina. La vida es muy corta para que el potencial bochorno te coarte.
Gala Dacosta
Columnistas a las que esperé cada semana como agua de mayo (a mayores de sustrato):
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Seguro que conoces esa euforia de empezar una relación y sentir ganas de anunciarlo a los cuatro vientos. Yo la siento hacia una serie de columnistas que se han convertido en mis prescriptoras culturales, incluso faros morales, y por eso quiero compartirlas. Porque dar con una newsletter, un artículo semanal o una crítica sobre productos creativos que te hagan esperar impaciente como el WhatsApp de una amiga no es tan sencillo.
• Jia Tolentino entiende como nadie el momento cultural (estadounidense). Escribe en The New Yorker y sus columnas abarcan desde política hasta belleza y celebridades, además de tener un blog. Además, este año se ha encargado del recopilatorio The best american Essays 2025, un must anual para admiradores de las piezas ensayísticas y de actualidad. Su perfil como articulista en The New Yorker.
• Jemima Kirke (por supuesto): su nueva sección Tender Tips de Elle es lo que necesitábamos desde que nos quedamos huérfanas de Jessa y consultamos su Instagram con compulsión en busca de hot takes. Es como esa prima mayor a la que admiras: chic, irreverente, divertida y sarcástica a partes iguales.
• Katy Hessel: la descubrí hace tiempo como columnista de The Guardian y autora de un vademécum imprescindible de la historia del arte protagonizada por mujeres. Este año descubrí su newsletter semanal The Great Women Artists y la recomiendo a quienes estén deseosos de aprender un poco cada semana o de tener una excusa para entrar en un rabbit hole de Wikipedia y papers varios.
Regresé al cuerpo sin sucumbir al New Age:

Me dirijo a los Don Draper. A los escépticos ante cualquier atisbo de espiritualidad, a aquellos que esbozan media sonrisa cuando alguien publica su Strava. Apuesto a que hace tiempo que no profundizan en la corporalidad y en cómo explorar lo sensible a través del movimiento. Regresar al cuerpo este año, mediante la danza y el yoga, ha sido un descubrimiento tardío para mí pero igualmente transformador, tanto en grupo como a solas.
A ellos, a los escépticos, les prescribo encarecidamente apuntarse a un estudio de yoga, suscribirse a The Glow Method en Youtube o adquirir la Guía de la meditación trascendental de Concepción Muñoz (Barral, 1977). El libro lo compré en un puesto de segunda mano del Raval cuando viví en Barcelona y de él pude aprender varias cosas. La primera, que es posible iniciarse en el yoga y la meditación sin relacionarlo con un repliegue interior frente al horror del mundo, como en los setenta (aunque tendría sentido hacerlo), ni mencionar a Byung-Chul Han. La segunda, que no toda práctica debe ser necesariamente espiritual ni intelectual. Es una búsqueda en lo emocional y nada más.
Carla Mouriño
Adiós a los auriculares (un ratito)

Probar a ir sin auriculares por la vida: vamos aletargados, vamos ensimismados y pasan cosas cuando uno sale a caminar expuesto al ruido ajeno, provoca una vivencia más comunitaria. Descubrí que ciertas dosis de silencio musical luego me hacían disfrutar más de la música. Eso sí, si los llevo, son siempre con cable. Muerte al bluetooth y a la dependencia de la batería, qué vivan los enredos.
Prestar atención a los cuidados

Hay que regar las plantas, sino se mueren: vale también para las amistades.
Acotar el fenómeno fan

Es peligroso ser muy fan de algo o de alguien. Seré aburrida: es mejor ser fan de muchas cosas sin pasarse. Porque luego te decepciona todo eso que tenías en un altar inalcanzable y porque corres el riesgo de convertirte en un idiota, creyéndote superior porque te gusta esto y no lo otro. Es mejor ser un poco fan de muchas cosas, es más heterogéneo, más genuino. *Sin embargo, si tuviese que practicar una religión sería fanática fundamentalista de mis amigos.
Javier L. Lozano
Cuando no te das importancia, peleas por algo.

El ‘hardcore’:
Turnstile ha abierto una ventana de posibilidad que se debería aprovechar para plantar raíces más profundas que un aprovechamiento oportunista de la tendencia. Podría limitarme a recomendar un variado listado de nombres a partir de los que indagar y descubrir, ya que existe una riqueza de propuestas de diferente energía en función del grado de virulencia y vulnerabilidad en la que cada uno se quiera ambientar. Sin embargo, me interesa más todavía valorar el hallazgo de incurrir en el proceder asociado a este género. El movimiento se gestó y se construyó a base de una autogestión que debería cundir en el ámbito musical general para que la cultura no quedase secuestrada por promotoras en manos de fondos de inversión. En España existe un ímpetu de cambiar las normas mediáticamente infrarrepresentado al que hay que atender para 2026.
El ajedrez
Tuvo que llegar un colega a recomendarme que me descargara ‘lichess’ para echar mis primeras partidas desde que me enseñaran las normas básicas en la infancia. Los pequeños picos de frustración y humillaciones en alfabeto círilico a través del chat de la aplicación no han sido suficiente para dejarlo. Desde el pasado junio acumulo un tiempo de juego que no revelaré por vergüenza, pero que revela que estoy enganchado. Aún pagando la novatada de mover piezas sin saber a donde voy, es un juego que me enseña a lidiar con el ridículo de mi propio autosabotaje, a mejorar mi capacidad para planificar movimientos futuros al mismo ritmo al que se ejecutan los presentes y me aporta una mejor forma de distracción frente a unas redes sociales cada vez más inanes. Mi equivalente a las señoras de mediana edad jugando al Candy Crush. Mi refugio.

Este comentario de Žižek:
Una idea básica que intento aplicar cuando me sobrepaso intentando hallar verdad en analizar mi comportamiento (por favor, no me tomen por ‘coach de las emociones’, ante problemas mayores, consulten a sus cercanos o a un psicólogo). El obsesivo deseo por conocerse a uno mismo, por componer una narrativa propia, puede derivar en un ensimismamiento patológico. En su lugar, desviar esos esfuerzos en trabajar por una causa externa te ayuda a olvidar tus ‘mierdas’ y a acercarte a una existencia satisfactoria sintiéndote útil.