Memorias de la primera vuelta

Por
Javier Goez
26/12/2025

Cuando tengo que defender a Bellingham me siento como ese connoisseur de vino que tiene que excusarse por el precio que paga por una copa

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al
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Envidio a todo aficionado capaz de recordar el resultado de cualquier partido de su equipo. De todos los superpoderes inútiles, ese es el que me gustaría tener —por delante, incluso, de saber disparar saliva por la boca como si fuera una serpiente o de hacer un trébol con la lengua. Como carezco de esta capacidad, he decidido tomar unas cuantas notas después de cada partido del Real Madrid, para poder volver a ellas si ponen a prueba mi madridismo. Además, para qué ocultarlo, todos los textos están escritos bajo la influencia de Nick Hornby y su Fiebre en las gradas. Que nadie me acuse, por favor, de originalidad.

Real Madrid - Mallorca J3

30/08/25

Cuando llego al Bernabéu para el primer partido de la temporada en el estadio, encuentro los aledaños algo más vacíos de lo habitual. La nueva segunda equipación se ha confirmado como un éxito de ventas. Me gusta el cuello y el trébol de Adidas, también la versión en manga larga, pero el azul no es azul Real Madrid. Así como eran Bellingham y el cinco los que adornaban la mayoría de dorsales al inicio de la temporada pasada, este año no hay duda: Mbappé y la diez.

Arranca Vinicius en el centro del campo y conduce a campo abierto. Un par de filas más atrás, un hombre comienza a gritar. “Pero suéltala, joder. Abre, abre. Cámbialo.” Vinicius avanza más metros, llega a la frontal del área, amaga el disparo con la derecha, se lleva la bola a su pierna izquierda, y en un disparo forzado consigue que el balón toque el lateral de la red. El sector entero se gira y celebra el gol en la cara del hombre que se quejaba durante la cabalgada de Vini. Y yo, en mi imaginación, me tapo los ojos y le disparo con la mano como hace el goleador.

Llega el momento del bocadillo del descanso; hoy bocadillo de pechuga de pollo a la plancha con unas cuantas rodajas de tomate. El pan ha aguantado dignamente la humedad de los tomates: momentazo.

En el minuto 76 llega la jugada del partido. Tras un disparo cruzado del Mallorca, Carreras se lanza y bloquea lo que era un gol seguro: el empate a quince minutos del final. Quizás sea cosa de defensas frustrados, pero esta es para mí la más bella jugada del fútbol: el gol que se salva en la línea.

A los niños prodigio del flamenco les suelen decir que cantan como los viejos, y Huijsen es una especie de niño flamenco del fútbol: juega como los viejos. La vuelta de Güler a Chamartín ha sido como la vuelta de ese adolescente que se despide en junio con acné y unos kilos de más, y regresa a las clases con un cutis perfecto y con el estirón. Muchos de esos aguantan y se convierten en los guaperas del curso, otros se echan a perder. Veremos qué pasa con Arda.

La entrada de Ceballos al campo tiene algo de deprimente. Es verlo entrar al campo y que empiece a dar vueltas sobre sí mismo, y uno se acuerda de que es 30 de agosto y que la vuelta al cole se acerca. Termina el partido y suena el himno de la décima en lugar de las mocitas madrileñas. ¿Quién ha ordenado este cambio? ¡Que regresen las mocitas!

Real Sociedad - Real Madrid J4

13/09/25

Es sencillo sentirse madridista en Madrid, a unas cuantas paradas de metro del Bernabéu, en una tarde muerta de sábado, tirado en el sofá. Es fácil, bajo esas condiciones, coger el mando a distancia y poner el canal que retransmite a tu queridísimo equipo. Bajo esas condiciones, repito, es sencillo hasta pegar una cabezada y que tu madridismo siga intacto porque estás frente al televisor apoyando a los tuyos, entregando tu tiempo, e incluso tu siesta, al equipo que te ha dado tantas alegrías. Puede uno hasta decidirse a sacar la camiseta del armario, la que guarda para las finales y algún partido en el estadio, y, en un arrebato madridista, ponérsela y volver al sofá para sentarse como si estuviera en el banquillo.

Lo que nos cuesta reconocer, lo que escondemos con respuestas esquivas es lo difícil que resulta ver a tu equipo cuando estás feliz, cuando recorres una ciudad que no conoces, cuando pasas tiempo con la persona amada (¿cuántos partidos de fútbol se habrán dejado de ver por ella?, ¿cuántas veces ella habrá tenido que ver un partido insufrible?), cuando un sábado de septiembre sigue calentando el sol y puedes estar en una piscina, cuando en un puente de diciembre puedes pasear por Roma, o incluso por Madrid.

Todo este insufrible sermón es una excusa para admitir que no he visto el Real Sociedad - Real Madrid. En los highlights del partido, rebobino varias veces para ver el gol salvado en la línea por Militao. Propongo que se entregue un Pichichi al jugador con más goles salvados en la línea, o el Puskás al de más bella factura y que lo llamaran, por ejemplo, premio Beckenbauer. Solo queda agachar la cabeza, disculparme y confesar en alto: volverá a repetirse.

Real Madrid - Espanyol J5

20/09/25

Comenzar a escribir estos artículos parece haberme predispuesto a no ver los partidos del Real Madrid. Este sábado desperté en Nueva York con una ligera resaca. Después de una ducha rápida, bajé a desayunar un bagel y un café en el Pick a Bagel de la Octava. Mientras hacía el pedido, arrancó el partido y la retransmisión se coló en mis auriculares.

¿Puede escribirse la crónica de un partido que se ha escuchado y no se ha visto? La radio es capaz de transmitir una emoción que a la imagen sorda se le escapa. Los locutores despiertan la imaginación, la dopan con gritos, frases rápidas, cuñas publicitarias casi cómicas. El fútbol es más sonido que imagen. Siempre que cometo el error de ver un partido en un bar repleto de gente, no consigo entrar en el juego. En esas ocasiones, cuando la imagen queda sin sonido, cuando no hay una voz que la acompañe, el fútbol pierde la magia. Un partido de fútbol sin sonido se parece a una canción sin instrumentos.

Con los cascos, un bagel y un café escuché el partido mientras paseaba por Manhattan. Xabi Alonso apostó por un 4-4-2: Mbappé y Gonzalo compartían la punta, Asencio tomaba el sitio de Huijsen, y Franco Mastantuono repetía en la banda derecha. El técnico tolosarra cree en el chaval argentino y yo —que creo más en Xabi Alonso que en mí mismo— solo puedo ver su envite. El partido lo resolvieron dos zapatazos desde fuera del área. Uno de ellos, de Militao; y no puedo desaprovechar esta ocasión para emplear uno de mis tópicos favoritos del fútbol. Cuando un jugador regresa de una larga lesión siempre aparece un pelotero de vieja escuela que proclamaba en voz alta para que todos le escuchen: el fichaje es Militao. 

El Bernabéu volvió a entonar el Hey Jude para dar la bienvenida a Bellingham y a su nuevo hombro. Quizás es la ausencia del armazón tipo Iron Man con el que llevaba jugando un tiempo, pero al inglés se le ve más fino. No creo que Xabi tenga pensado dejar a Jude en la banca durante el curso, y parece que Arda o Mastantuono terminarán cayendo del once para hacerle un hueco. Con 4-2-4, 3-4-3 o con cualquier otra combinación que se les ocurra, este Madrid le ha cogido el gusto a ganar. Todavía no gusta ni disgusta, pero tampoco pierde. Cinco de cinco.

Levante - Real Madrid J6

23/09/25

Prefiero ver al Madrid entre semana que los fines de semana: la interrupción en la rutina, la cerveza que te permites, la excusa para reunirte con amigos o familia. Un partido de liga entre semana se parece a un día de sol en invierno. No es verano, pero también está bien. No es la Champions, pero nos gusta casi tanto, y a veces más. 

De camino a casa, escucho el once por la radio. Hablan de un posible 3-4-3 con Ceballos y Fran García en el campo. No recuerdo un entrenador —ni en el Madrid ni en ningún otro equipo— con esta facilidad para cambiar el esquema y los jugadores. Parece un objetivo en sí mismo, como si Xabi Alonso fuera un entrenador OuLiPo. Los OuLiPos (Ouvroir de littérature potential o Taller de literatura potential) son un grupo de experimentación literaria creado en 1960 y formado principalmente por escritores y matemáticos que buscan crear obras utilizando técnicas de escritura limitada. El grupo experimenta con la forma en la escritura otorgándole más peso que al contenido. Fijan reglas a sus escritos de la misma forma que Xabi impone la rotación de dibujos a sus partidos. El grupo tiene un presidente, y un Secretario provisionalmente definitivo, y este texto es un alegato para que Marcel Bénabou —actual Secretario provisionalmente definitivo— considere la entrada de Xabi Alonso al grupo, como entrenador formal de todo derecho.

Arranca el partido y el esférico rueda con dificultad, provocando que Carreras esté a punto de perder un balón que se engancha entre sus pies. Después de un susto de Dela —contra el que un servidor jugó antes de los tatuajes y las cejas perfectas— el Madrid toma el control y ya no lo suelta hasta que termina el encuentro, o eso advierto una hora después por el marcador, porque sí, ocurre lo inesperado, lo que no quería que ocurriera, lo que un bostezo en el camino de vuelta al trabajo hacía presagiar, lo que las ojeras han adelantado: en el minuto treinta caigo rendido y solo despierto para ver la repetición del último gol del partido. ¿En qué me he convertido? ¿Acaso debo ingresar también en los OuLiPos como el primer cronista de partidos que es incapaz de ver un partido? Estamos apenas en la jornada seis, si en la diez mantengo el ritmo, puedo empezar a sonar como nuevo candidato al grupo. Algo parecido le ocurre al Madrid. Si continúa ganando todo hasta la jornada diez empezará a nombrarlo candidato a todo.

Getafe - Real Madrid J9

19/10/25

Han pasado un par de jornadas sin artículos. A falta de excusas decentes para justificar esta ausencia, diré que estaba en huelga. En huelga contra los parones de selecciones; con suerte termino erigido en estandarte del movimiento anti-parones. ¿De veras existe alguien al que le gusten estas paradas en las ligas regulares para jugar un par de partidos con el equipo nacional? Los jugadores temen lesionarse, terminan agotados con los viajes y las concentraciones. Los clubes siguen los partidos como quien mira una película de miedo, tapándose la cara con las manos y viendo a sus estrellas en el espacio que dejan entre los dedos, asustados por una posible lesión. A los seleccionadores, que han firmado este empleo para vivir tranquilos, les interrumpen sus vacaciones interminables. Y los espectadores caen en depresión con la voz y los comentarios de Juan Carlos Rivero.

Sea como fuere, la liga vuelve, y qué mejor manera para hacerlo que con un partido en el Coliseum. No sé quién tuvo la idea, pero es un genio: un estadio de fútbol en Getafe que se llama el Coliseum. Encima resulta que el entrenador del equipo, José Bórdalas, posee un parecido razonable a Russell Crowe en Gladiator. Podría ponerse delante de un ejército romano y lanzar su grito de guerra: «Esto es fútbol, papá».

Poco se puede destacar de la primera parte. Llamaban la atención los constantes resbalones de los jugadores del Madrid. La banda derecha parecía una pista de hielo, y esto me recuerda otro de los grandes nombres en la capital de España: el Palacio de Hielo. ¿Es posible que la misma persona bautizara el Coliseum y el Palacio de Hielo? Tanta genialidad solo puede ser fruto de un mismo hombre. Dejo esta nota para investigar acerca de ello algún día.

Tuvo que entrar Vinicius en la segunda parte para sacar de quicio a rivales y propios. El estadio le cantaba el simpático cántico: «balón de playa, Vinicius, balón de playa», y él no hacía más que expulsar enemigos del campo. Pareciera esto una lucha de gladiadores en el mismísimo Coliseo donde solo podía quedar uno. En menos de diez minutos, el Getafe contaba con dos efectivos menos en el campo. Bastó un destello suelto de la dupla Güler-Mbappé para cerrar el partido. En el último minuto, Courtois salvó una vez más al Real Madrid, y uno ya ha dejado de sorprenderse. Marca Mbappé y para Courtois. Para Courtois y marca Mbappé. Lo mismo de siempre, una jornada más. Pulgar abajo para los azulones. Tres puntos más para el Madrid que hubieran sabido a más si el Barça no llega a ganar en el último minuto contra el Girona. Por cierto, Montilivi: segundo en mi ranking de nombres de estadios. Me gusta, suena a licor italiano.

Real Madrid - FC Barcelona J10

26/10/25

El azar ha querido que el peor día del año —aquel en el que nos arrebatan una hora de luz— y el Clásico coincidan en el tiempo. Una cosa por la otra.

El Madrid - Barça provoca una serie de situaciones en el estadio que no se observan durante el resto de la temporada. Más gente acude con la camiseta, caras nuevas aparecen en los asientos revendidos, y los ausentes son tachados de rácanos, de vendidos, de malandrines. Es cierto que obtienes una buena tajada si lo vendes (el precio medio en reventa es de 500 euros), pero pagar un abono y vender el Madrid - Barça es como pagar una entrada de cine y salir de la sala en medio de la mejor escena, o como acudir todo el trimestre a clase y no presentarte al examen. Puedes sacar lo suficiente como para pagar gran parte del abono, pero ¿qué vale más? ¿Tres Madrid - Valladolid, o un Madrid - Barça?

La primera parte fue emocionante. El Real Madrid podría haberse ido 4-1 al descanso. No es una exageración: celebré cada uno de los tantos; todos menos el que sí subió al marcador, el de Bellingham, que me dejó confundido por no celebrar el gol. Después de haber gritado en otros dos tantos anulados, uno no se fía de nadie. El éxito del Madrid estuvo en la cantidad de duelos y de segundas jugadas que ganó. Bellingham, Tchouaméni y Camavinga no se cansaron de tirarse, arrastrarse y enredarse en marañas de piernas para hacerse con los balones divididos. El inglés dejó además un giro y un pase que terminaron en el gol de Mbappé, que se ha convertido en mi jugada favorita de la temporada.

El Clásico confirma la mejora del Real Madrid en el nuevo curso: la defensa. Y dentro de la defensa volvió a sobresalir un hombre: Militao. El brasileño encadenó otro partido sublime en el que la guinda fue una carrera, tras un saque de puerta, en la que deja a Balde en el suelo a base de velocidad y de juego con el cuerpo; esa manera de meter la cabeza en la carrera fue un espectáculo. El bueno de Éder se vio sin recursos al plantarse en el área pero pegarse ese carrerón en el minuto setenta le mete de lleno en el club de los últimos románticos. ¿Para qué medir esfuerzos cuando puedes echar una carrerita a deshora?

Si no llega a ser por el espectáculo de Vinicius, Xabi Alonso hubiera salido reforzado, y es que advierto cierta reserva en el madridismo para creer en su entrenador; y sin embargo no existe dato más rotundo que las doce victorias de trece posibles, incluyendo una frente al Barcelona. Hemos perdido una hora de luz, pero no los tres puntos. Seguimos creyendo en el proyecto.

Real Madrid - Valencia J11

01/11/25

Escribo esto un miércoles de madrugada, un pensamiento obsesivo no me deja dormir. Han pasado diez jornadas de liga y todavía no he escrito sobre Bellingham, o, si lo he hecho, no he escrito sobre él como se merece.

Bellingham no es un jugador rotundo. No es un jugador que todo espectador es capaz de apreciar. No es un mediocentro bajito, ni un extremo rápido que sepa driblar, ni un delantero tosco todo lo que cae en sus pies. No es nada de eso, y a la vez es un poco de todo. Cuando tengo que defender a Bellingham me siento como ese connoisseur de vino que tiene que excusarse por el precio que paga por una copa. Miro a esos bebedores refinados con asombro, incapaz de desentrañar las puertas que han tenido que pasar para acceder a esos matices, y sé que en el fondo ellos me miran con condescendencia. Escribo esto para ahorrarme cualquier discusión y cualquier atisbo de condescendencia, y poder referir a este artículo a todos los que se asombran cuando digo que Bellingham es un jugador de talla mundial.

Esta semana he sufrido mofas, casi vejaciones, por decir que tiene gol. ¿Y si dijera que desde que Bellingham está en el Madrid no he tenido que vencer la pereza para acudir al estadio? Ni siquiera un domingo a las diez para ver un Madrid - Leganés. En un mundo que trata de esconder —sin mucho éxito— el nepotismo para acceder a privilegios, el Real Madrid ha decidido llevarlo por bandera. Un club que presume de ser —y lo es— internacional, solo permite acceder a ser socio si un familiar directo lo ha sido antes. En mi caso, con familia culé y familia madridista podría haber elegido el lado blaugrana cuando todo iba de cara en la ciudad condal. Ser del Madrid era ser del equipo de los millones, de las súper estrellas engreídas, del equipo estado, del matón del patio, de lo fácil. Y sin embargo mi abuelo materno era madridista. Nacido en Baracaldo, vino a Madrid de joven y desde los veinte años pagó su abono junto a un amigo en Chamartín. De no haber sido por una decisión que tomó en los años 50, yo ahora no sería el socio 95883.

Desde los doce años empecé a ir al estadio cuando mi abuelo no podía junto a los descendientes del amigo de mi abuelo. En uno de aquellos primeros partidos, uno de ellos me contó una historia. Algo así me dijo:

—Tu abuelo es un tipo de pocas palabras, pero todo lo que dice tiene peso. Cuando habla sube el pan, que dicen. Me acuerdo del primer partido de Zidane en el Bernabéu. Roberto Carlos lanzó un misil desde el lateral izquierdo y Zidane puso la rodilla y dejó el balón en el suelo. La gente celebró aquella acción como un gol y cuando el barullo del estadio se apagó, tu abuelo dijo una frase que nunca se me ha olvidado. «yo ya he amortizado el abono de toda la temporada»

El primer partido de Bellingham en el Bernabéu fue un Real Madrid - Getafe. Varios años después de que me contaran esa historia, ahí estaba yo sentado con las mismas personas y con la emoción del primer partido en casa. Alguien mandó un obús a Bellingham desde el otro lado del campo y él controló sin dejar de correr. El estadio celebró la jugada como si de un gol se tratara y cuando el barullo terminó, dije: «yo ya he amortizado el abono de toda la temporada». Esta noche frente al Valencia lo he vuelto a decir varias veces.

Y ahora que escribo esto y que ordeno mis pensamientos, me doy cuenta de que quizás miro con admiración a Bellingham porque presiento que mi abuelo hubiera hecho lo mismo. Bellingham no es Zidane, pero una jugada suya amortiza una temporada. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Bellingham, no soy digno de que entres en mi casa, pero una jugada tuya bastará para sanarme.

Rayo Vallecano - Real Madrid J12

09/11/25

El partido en Valencia subió la moral de los aficionados, en Liverpool nos bajaron los humos, y en Vallecas han saltado las alarmas. El balance hasta el momento son trece victorias, un empate y dos derrotas en dieciséis partidos. Y aunque las derrotas hayan sido ante dos grandes equipos, algo no encaja. 

Recuerdo intentar completar un gran puzzle durante la pandemia. La imagen del rompecabezas consistía en una iglesia germánica sobre un gran cielo azul. La zona del cielo resultaba particularmente difícil porque todas las piezas eran del mismo tono. Juntaba piezas, poco a poco, con desconfianza, haciendo pruebas y en ocasiones uniéndolas a la fuerza. Pasaron semanas y nunca llegué a completar el puzzle. Es desconcertante el parecido entre el azul de aquel cielo y el de la nueva equipación.

Girona - Real Madrid J14

30/11/25

No ose el lector pensar que han sido la vaguedad y la procrastinación las responsables de que no escribiera artículos en las últimas jornadas. Los textos están escritos, pero no publicarlos es un acto de rebeldía, de revolución frente a los parones de selecciones. Esto ya lo he explicado antes, y tan solo mantengo mi palabra. 

He ido madurando algunas ideas durante las últimas jornadas, y han vuelto a cristalizar frente al Girona.

Las equipaciones malditas

No juega el equipo de blanco desde el partido frente al Valencia (J11). Todo comenzó en Vallecas, con el Madrid luciendo la segunda equipación. Ese azul eléctrico está maldito, no traten de convencerme, estoy seguro de ello. No es algo nuevo esto de las supersticiones en el fútbol. Llevo sin ver un partido del Real Madrid con un amigo desde hace siete años porque da mala suerte. Desde entonces, cinco Champions; no creo que sea casualidad. Hoy, frente al Girona, hemos vuelto a empatar, esta vez con la tercera equipación. Que vuelva la merengue.

El síndrome del mal estudiante

Al mal estudiante no le faltan capacidades, lo que le faltan son las ganas de trabajar durante el curso; en las recuperaciones es posible corregir la desidia vivida durante el año, pero no siempre funciona. En todos los partidos tiene que adelantarse el rival para que los jugadores decidan apretar en cada balón. Ocurrió con el Elche, con el Panathinaikos, hoy también con el Girona. El Madrid siempre termina teniendo una ocasión con la que podría haber dado la vuelta al encuentro, pero hay que estudiar antes, sin prisas.

Hace años, cuando a mi abuela le devolvían el cambio en algún comercio, siempre repartía los céntimos entre los nietos que estuviéramos junto a ella. “Centimito a centimito, un eurito”, nos decía y ojalá pudiera aplicarse al fútbol, pero no es posible. Empatito a empatito, no hay liguita.

Athletic Club - Real Madrid J19

03/12/25

Al Athletic de Bilbao le guardo cariño por una razón estúpida: permitió que me sintiera, por unos instantes, jugador de fútbol. En cadetes, fuimos a Lezama a jugar un amistoso contra su cantera. Lezama es un paraíso, una ciudad deportiva en mitad del campo, tenía césped artificial a base de coco, y unos vestuarios modernos. Durante el partido, en lugar de rellenar los bidones de agua, nos dieron botellitas de Solán de Cabras. Recuerdo echarme Solán de Cabras en la cara, tomar un trago y escupirla. Como si fuera gratis, como si fuera agua corriente. Nunca he sido tan frívolo.

Arranca el partido a las siete, y me pilla por sorpresa porque daba por hecho que comenzaba a las nueve. Resignado por no poder ver el duelo en la oficina, visito rápidamente Marca —un día debería escribir sobre por qué es la web por antonomasia para comprobar si el ordenador tiene conexión a internet—, y respiro tranquilo tras comprobar que el Madrid vuelve a vestir de blanco. La alineación antes de un partido ya no importa, solo quiero conocer la equipación.

El trabajo me absorbe y no sigo el encuentro. En el taxi de vuelta a casa veo en el móvil las mejores jugadas. Tres a cero. La prensa habla de un inconmensurable partido de Courtois y de Mbappé; en realidad podrían fijar ese titular para los próximos años. Veo también la reacción de Roncero al gol de Kylian. Estas grabaciones de Tomás recuerdan a las escenas de Saw. Le meten en una sala, aislado del mundo y le someten a torturas para grabarlo y compartirlo con el mundo. En vez de pruebas gore, le disfrazan con camisetas retro y le ponen delante de un Elche - Real Madrid. He entrado entonces en el bucle de vídeos de Tomás Roncero y he encontrado otro en el que comenta que estos días se notaba biorrítmicamente bajo por los últimos empates del equipo. Tomás, me alegro de que hayas recuperado tu biorritmo; casi más que de la victoria del Real Madrid.

Real Madrid - Celta J15

07/12/25

Después de una travesía en el desierto de treinta y siete días —no son los cuarenta de Cristo pero se sienten igual—, el Madrid regresa al Bernabéu. Revisando los resultados de la temporada, descubro que todavía no hemos perdido en nuestro estadio, y una intuición estúpida me dice que hoy no va a romperse la racha.

El partido vuelve a cogerme fuera de casa, esta vez en Venezia. He llegado a la ciudad con la intención de comprar su equipación por Navidad, y es que el Venezia es el equipo con las mejores equipaciones de Europa. Y no es coincidencia, las dos tiendas que tienen en la ciudad se parecen sospechosamente a las de Palace o Patta en Londres. Aunque la geografía lo ponga difícil, la ciudad es futbolera: pocos niños viven en Venezia pero los que encuentro se entretienen dando patadas a un balón en Campo de Sant'Agnese o en Campo Margherita. El estadio del Venezia FC es el segundo más antiguo de Italia. Está en la isla de Santa Elena, y se puede llegar en barco. No hace falta que sea privado: basta con subirse a un vaporetto como quien llega al Bernabéu en la línea 150. Tipos como Pirlo o Beckham deberían haberse retirado en este equipo, jugando en la Serie B italiana y rodeados de belleza. Leo que cuando el resultado está ajustado, los aficionados gritan buta’a bala in Laguna! —traducido como ¡tirad la pelota a la laguna!— por la dificultad que suponía recuperar el balón de la laguna hace años.

Y así querría seguir escribiendo y escribiendo sobre Venezia, y sobre sus calles y sus canales, sobre sus palomas y sus gaviotas, sobre cualquier cosa en realidad, solo para evitar escribir sobre el Madrid. Hace años, a Venezia acudían personas tratando de escapar de su realidad; yo he venido para escapar de mi equipo. De vuelta al apartamento en vaporetto, consulto el resultado: cero a dos. Bloqueo el móvil, lo guardo en el bolsillo e intento convencerme de que esta noche no soy madridista, esta noche soy del Venezia.

Alavés - Real Madrid J16

14/12/25

Ver un partido del Real Madrid en los últimos meses se ha convertido en algo angustioso, y por eso el partido contra el Alavés es el final perfecto a la angustiosa semana de las cenas de Navidad. Basta ver a Xabi Alonso dando indicaciones en la banda para comprender que no lo está pasando bien. Es sencillo imaginar lo que está viviendo: sudores en las manos, picores por el cuerpo, falta de apetito, insomnio.

Afortunadamente Courtois no ofrece dudas en la portería del Madrid. Si no fuera así, algún entrenador ya hubiera pedido a Valverde que se pusiera unos guantes para comprobar si también sabía parar; hoy le ha tocado jugar los últimos minutos en la banda izquierda. Fede es la navaja suiza uruguaya, aunque este año no esté del todo afilada.

En el fútbol base, los primeros once dorsales se reservan para los titulares. De esta forma el club ahorra costes al prohibir dorsales extraños, los entrenadores esquivan la elección de camisetas con los jugadores y los chavales desarrollan un miedo atávico a cualquier número por encima del once. Es por eso que empatizo al ver a Valdepeñas con el número cuarenta, incluso cuando en el minuto 72, con el partido empatado, le cogen la espalda y solo un ligero e inteligente empujón de Asencio le salva de salir señalado del partido. Ojalá que esa madre emocionada a la que han enfocado al final del encuentro sea realmente la suya.

La situación del equipo no está como para andar distraído, pero no puedo evitar centrar mi atención en estupideces: el nuevo color de pelo de Mastantuono le ha hecho transformarse de una joven promesa de superestrella al tipo que te encuentras esperando al autobús de camino al trabajo. Es poético que sea Rodrygo quien salga al rescate del entrenador. Hacía meses que Xabi no le tenía entre sus planes y tiene que ser él quien evite su cese. Quienes piden el despido de Xabi Alonso me recuerdan a los que, después de un par de partidos malos, piden la venta de Vinicius. Tipos impacientes con la memoria corta. Madridistas, al fin y al cabo.

Real Madrid - Sevilla J17

20/12/25

Existen dos períodos de trabajo a lo largo del año que me resultan extenuantes: los últimos días de julio y de diciembre. Quizás nuestro organismo está diseñado para trabajar en periodos de seis meses, quizás es la cercanía del descanso prometido lo que los convierte en agónicos, como el corredor de maratones que sufre los últimos metros antes de llegar a meta. Escuchando a Xabi Alonso en rueda de prensa después del partido, intuyo que está viviendo estos últimos días de diciembre de la misma manera, deseando que termine el año con la confianza ciega de que un dígito distinto en el calendario cambie la dinámica del equipo y de la grada. No le juzgo, todos lo hacemos, creemos que el nuevo año nos convertirá en alguien distinto. 

Me gusta preguntar por los propósitos y deseos para el año entrante en las cenas navideñas, y si tuviera la oportunidad se los preguntaría a Xabi. Puedo imaginar algunos de sus deseos. «Quiero que la gente se olvide un poco de mí, que me dejen en paz, que no pongan la lupa en cada decisión que tomo, ni en la forma en que choco la mano a los jugadores que sustituyo. Quiero que Vinicius siga jugando como Vinicius, pero que deje de provocar a los rivales, que deje de cambiarse la foto de perfil en redes, que deje las redes si es posible. Quiero que Vinicius deje de ser Vinicius pero que siga jugando como Vinicius. Quiero ver a Valverde celebrar goles con rabia cerrando el puño. Quiero que Huijsen juegue más concentrado, que juegue en tensión. Quiero que Güler gire más rápido, que sea más vertical. Quiero que alguien entienda a qué jugamos. Quiero que Dani, que Trent y que Militao se recuperen. Quiero que Franco vuelva a teñirse el pelo y a regatear como hacía en Argentina. Quiero que Camavinga vuelva a ser jugador y quiero bailar con él celebrando algún título.» Eso querrá Xabi y eso quieren los madridistas. Solo necesitamos que llegue el año nuevo.

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26/12/2025
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Envidio a todo aficionado capaz de recordar el resultado de cualquier partido de su equipo. De todos los superpoderes inútiles, ese es el que me gustaría tener —por delante, incluso, de saber disparar saliva por la boca como si fuera una serpiente o de hacer un trébol con la lengua. Como carezco de esta capacidad, he decidido tomar unas cuantas notas después de cada partido del Real Madrid, para poder volver a ellas si ponen a prueba mi madridismo. Además, para qué ocultarlo, todos los textos están escritos bajo la influencia de Nick Hornby y su Fiebre en las gradas. Que nadie me acuse, por favor, de originalidad.

Real Madrid - Mallorca J3

30/08/25

Cuando llego al Bernabéu para el primer partido de la temporada en el estadio, encuentro los aledaños algo más vacíos de lo habitual. La nueva segunda equipación se ha confirmado como un éxito de ventas. Me gusta el cuello y el trébol de Adidas, también la versión en manga larga, pero el azul no es azul Real Madrid. Así como eran Bellingham y el cinco los que adornaban la mayoría de dorsales al inicio de la temporada pasada, este año no hay duda: Mbappé y la diez.

Arranca Vinicius en el centro del campo y conduce a campo abierto. Un par de filas más atrás, un hombre comienza a gritar. “Pero suéltala, joder. Abre, abre. Cámbialo.” Vinicius avanza más metros, llega a la frontal del área, amaga el disparo con la derecha, se lleva la bola a su pierna izquierda, y en un disparo forzado consigue que el balón toque el lateral de la red. El sector entero se gira y celebra el gol en la cara del hombre que se quejaba durante la cabalgada de Vini. Y yo, en mi imaginación, me tapo los ojos y le disparo con la mano como hace el goleador.

Llega el momento del bocadillo del descanso; hoy bocadillo de pechuga de pollo a la plancha con unas cuantas rodajas de tomate. El pan ha aguantado dignamente la humedad de los tomates: momentazo.

En el minuto 76 llega la jugada del partido. Tras un disparo cruzado del Mallorca, Carreras se lanza y bloquea lo que era un gol seguro: el empate a quince minutos del final. Quizás sea cosa de defensas frustrados, pero esta es para mí la más bella jugada del fútbol: el gol que se salva en la línea.

A los niños prodigio del flamenco les suelen decir que cantan como los viejos, y Huijsen es una especie de niño flamenco del fútbol: juega como los viejos. La vuelta de Güler a Chamartín ha sido como la vuelta de ese adolescente que se despide en junio con acné y unos kilos de más, y regresa a las clases con un cutis perfecto y con el estirón. Muchos de esos aguantan y se convierten en los guaperas del curso, otros se echan a perder. Veremos qué pasa con Arda.

La entrada de Ceballos al campo tiene algo de deprimente. Es verlo entrar al campo y que empiece a dar vueltas sobre sí mismo, y uno se acuerda de que es 30 de agosto y que la vuelta al cole se acerca. Termina el partido y suena el himno de la décima en lugar de las mocitas madrileñas. ¿Quién ha ordenado este cambio? ¡Que regresen las mocitas!

Real Sociedad - Real Madrid J4

13/09/25

Es sencillo sentirse madridista en Madrid, a unas cuantas paradas de metro del Bernabéu, en una tarde muerta de sábado, tirado en el sofá. Es fácil, bajo esas condiciones, coger el mando a distancia y poner el canal que retransmite a tu queridísimo equipo. Bajo esas condiciones, repito, es sencillo hasta pegar una cabezada y que tu madridismo siga intacto porque estás frente al televisor apoyando a los tuyos, entregando tu tiempo, e incluso tu siesta, al equipo que te ha dado tantas alegrías. Puede uno hasta decidirse a sacar la camiseta del armario, la que guarda para las finales y algún partido en el estadio, y, en un arrebato madridista, ponérsela y volver al sofá para sentarse como si estuviera en el banquillo.

Lo que nos cuesta reconocer, lo que escondemos con respuestas esquivas es lo difícil que resulta ver a tu equipo cuando estás feliz, cuando recorres una ciudad que no conoces, cuando pasas tiempo con la persona amada (¿cuántos partidos de fútbol se habrán dejado de ver por ella?, ¿cuántas veces ella habrá tenido que ver un partido insufrible?), cuando un sábado de septiembre sigue calentando el sol y puedes estar en una piscina, cuando en un puente de diciembre puedes pasear por Roma, o incluso por Madrid.

Todo este insufrible sermón es una excusa para admitir que no he visto el Real Sociedad - Real Madrid. En los highlights del partido, rebobino varias veces para ver el gol salvado en la línea por Militao. Propongo que se entregue un Pichichi al jugador con más goles salvados en la línea, o el Puskás al de más bella factura y que lo llamaran, por ejemplo, premio Beckenbauer. Solo queda agachar la cabeza, disculparme y confesar en alto: volverá a repetirse.

Real Madrid - Espanyol J5

20/09/25

Comenzar a escribir estos artículos parece haberme predispuesto a no ver los partidos del Real Madrid. Este sábado desperté en Nueva York con una ligera resaca. Después de una ducha rápida, bajé a desayunar un bagel y un café en el Pick a Bagel de la Octava. Mientras hacía el pedido, arrancó el partido y la retransmisión se coló en mis auriculares.

¿Puede escribirse la crónica de un partido que se ha escuchado y no se ha visto? La radio es capaz de transmitir una emoción que a la imagen sorda se le escapa. Los locutores despiertan la imaginación, la dopan con gritos, frases rápidas, cuñas publicitarias casi cómicas. El fútbol es más sonido que imagen. Siempre que cometo el error de ver un partido en un bar repleto de gente, no consigo entrar en el juego. En esas ocasiones, cuando la imagen queda sin sonido, cuando no hay una voz que la acompañe, el fútbol pierde la magia. Un partido de fútbol sin sonido se parece a una canción sin instrumentos.

Con los cascos, un bagel y un café escuché el partido mientras paseaba por Manhattan. Xabi Alonso apostó por un 4-4-2: Mbappé y Gonzalo compartían la punta, Asencio tomaba el sitio de Huijsen, y Franco Mastantuono repetía en la banda derecha. El técnico tolosarra cree en el chaval argentino y yo —que creo más en Xabi Alonso que en mí mismo— solo puedo ver su envite. El partido lo resolvieron dos zapatazos desde fuera del área. Uno de ellos, de Militao; y no puedo desaprovechar esta ocasión para emplear uno de mis tópicos favoritos del fútbol. Cuando un jugador regresa de una larga lesión siempre aparece un pelotero de vieja escuela que proclamaba en voz alta para que todos le escuchen: el fichaje es Militao. 

El Bernabéu volvió a entonar el Hey Jude para dar la bienvenida a Bellingham y a su nuevo hombro. Quizás es la ausencia del armazón tipo Iron Man con el que llevaba jugando un tiempo, pero al inglés se le ve más fino. No creo que Xabi tenga pensado dejar a Jude en la banca durante el curso, y parece que Arda o Mastantuono terminarán cayendo del once para hacerle un hueco. Con 4-2-4, 3-4-3 o con cualquier otra combinación que se les ocurra, este Madrid le ha cogido el gusto a ganar. Todavía no gusta ni disgusta, pero tampoco pierde. Cinco de cinco.

Levante - Real Madrid J6

23/09/25

Prefiero ver al Madrid entre semana que los fines de semana: la interrupción en la rutina, la cerveza que te permites, la excusa para reunirte con amigos o familia. Un partido de liga entre semana se parece a un día de sol en invierno. No es verano, pero también está bien. No es la Champions, pero nos gusta casi tanto, y a veces más. 

De camino a casa, escucho el once por la radio. Hablan de un posible 3-4-3 con Ceballos y Fran García en el campo. No recuerdo un entrenador —ni en el Madrid ni en ningún otro equipo— con esta facilidad para cambiar el esquema y los jugadores. Parece un objetivo en sí mismo, como si Xabi Alonso fuera un entrenador OuLiPo. Los OuLiPos (Ouvroir de littérature potential o Taller de literatura potential) son un grupo de experimentación literaria creado en 1960 y formado principalmente por escritores y matemáticos que buscan crear obras utilizando técnicas de escritura limitada. El grupo experimenta con la forma en la escritura otorgándole más peso que al contenido. Fijan reglas a sus escritos de la misma forma que Xabi impone la rotación de dibujos a sus partidos. El grupo tiene un presidente, y un Secretario provisionalmente definitivo, y este texto es un alegato para que Marcel Bénabou —actual Secretario provisionalmente definitivo— considere la entrada de Xabi Alonso al grupo, como entrenador formal de todo derecho.

Arranca el partido y el esférico rueda con dificultad, provocando que Carreras esté a punto de perder un balón que se engancha entre sus pies. Después de un susto de Dela —contra el que un servidor jugó antes de los tatuajes y las cejas perfectas— el Madrid toma el control y ya no lo suelta hasta que termina el encuentro, o eso advierto una hora después por el marcador, porque sí, ocurre lo inesperado, lo que no quería que ocurriera, lo que un bostezo en el camino de vuelta al trabajo hacía presagiar, lo que las ojeras han adelantado: en el minuto treinta caigo rendido y solo despierto para ver la repetición del último gol del partido. ¿En qué me he convertido? ¿Acaso debo ingresar también en los OuLiPos como el primer cronista de partidos que es incapaz de ver un partido? Estamos apenas en la jornada seis, si en la diez mantengo el ritmo, puedo empezar a sonar como nuevo candidato al grupo. Algo parecido le ocurre al Madrid. Si continúa ganando todo hasta la jornada diez empezará a nombrarlo candidato a todo.

Getafe - Real Madrid J9

19/10/25

Han pasado un par de jornadas sin artículos. A falta de excusas decentes para justificar esta ausencia, diré que estaba en huelga. En huelga contra los parones de selecciones; con suerte termino erigido en estandarte del movimiento anti-parones. ¿De veras existe alguien al que le gusten estas paradas en las ligas regulares para jugar un par de partidos con el equipo nacional? Los jugadores temen lesionarse, terminan agotados con los viajes y las concentraciones. Los clubes siguen los partidos como quien mira una película de miedo, tapándose la cara con las manos y viendo a sus estrellas en el espacio que dejan entre los dedos, asustados por una posible lesión. A los seleccionadores, que han firmado este empleo para vivir tranquilos, les interrumpen sus vacaciones interminables. Y los espectadores caen en depresión con la voz y los comentarios de Juan Carlos Rivero.

Sea como fuere, la liga vuelve, y qué mejor manera para hacerlo que con un partido en el Coliseum. No sé quién tuvo la idea, pero es un genio: un estadio de fútbol en Getafe que se llama el Coliseum. Encima resulta que el entrenador del equipo, José Bórdalas, posee un parecido razonable a Russell Crowe en Gladiator. Podría ponerse delante de un ejército romano y lanzar su grito de guerra: «Esto es fútbol, papá».

Poco se puede destacar de la primera parte. Llamaban la atención los constantes resbalones de los jugadores del Madrid. La banda derecha parecía una pista de hielo, y esto me recuerda otro de los grandes nombres en la capital de España: el Palacio de Hielo. ¿Es posible que la misma persona bautizara el Coliseum y el Palacio de Hielo? Tanta genialidad solo puede ser fruto de un mismo hombre. Dejo esta nota para investigar acerca de ello algún día.

Tuvo que entrar Vinicius en la segunda parte para sacar de quicio a rivales y propios. El estadio le cantaba el simpático cántico: «balón de playa, Vinicius, balón de playa», y él no hacía más que expulsar enemigos del campo. Pareciera esto una lucha de gladiadores en el mismísimo Coliseo donde solo podía quedar uno. En menos de diez minutos, el Getafe contaba con dos efectivos menos en el campo. Bastó un destello suelto de la dupla Güler-Mbappé para cerrar el partido. En el último minuto, Courtois salvó una vez más al Real Madrid, y uno ya ha dejado de sorprenderse. Marca Mbappé y para Courtois. Para Courtois y marca Mbappé. Lo mismo de siempre, una jornada más. Pulgar abajo para los azulones. Tres puntos más para el Madrid que hubieran sabido a más si el Barça no llega a ganar en el último minuto contra el Girona. Por cierto, Montilivi: segundo en mi ranking de nombres de estadios. Me gusta, suena a licor italiano.

Real Madrid - FC Barcelona J10

26/10/25

El azar ha querido que el peor día del año —aquel en el que nos arrebatan una hora de luz— y el Clásico coincidan en el tiempo. Una cosa por la otra.

El Madrid - Barça provoca una serie de situaciones en el estadio que no se observan durante el resto de la temporada. Más gente acude con la camiseta, caras nuevas aparecen en los asientos revendidos, y los ausentes son tachados de rácanos, de vendidos, de malandrines. Es cierto que obtienes una buena tajada si lo vendes (el precio medio en reventa es de 500 euros), pero pagar un abono y vender el Madrid - Barça es como pagar una entrada de cine y salir de la sala en medio de la mejor escena, o como acudir todo el trimestre a clase y no presentarte al examen. Puedes sacar lo suficiente como para pagar gran parte del abono, pero ¿qué vale más? ¿Tres Madrid - Valladolid, o un Madrid - Barça?

La primera parte fue emocionante. El Real Madrid podría haberse ido 4-1 al descanso. No es una exageración: celebré cada uno de los tantos; todos menos el que sí subió al marcador, el de Bellingham, que me dejó confundido por no celebrar el gol. Después de haber gritado en otros dos tantos anulados, uno no se fía de nadie. El éxito del Madrid estuvo en la cantidad de duelos y de segundas jugadas que ganó. Bellingham, Tchouaméni y Camavinga no se cansaron de tirarse, arrastrarse y enredarse en marañas de piernas para hacerse con los balones divididos. El inglés dejó además un giro y un pase que terminaron en el gol de Mbappé, que se ha convertido en mi jugada favorita de la temporada.

El Clásico confirma la mejora del Real Madrid en el nuevo curso: la defensa. Y dentro de la defensa volvió a sobresalir un hombre: Militao. El brasileño encadenó otro partido sublime en el que la guinda fue una carrera, tras un saque de puerta, en la que deja a Balde en el suelo a base de velocidad y de juego con el cuerpo; esa manera de meter la cabeza en la carrera fue un espectáculo. El bueno de Éder se vio sin recursos al plantarse en el área pero pegarse ese carrerón en el minuto setenta le mete de lleno en el club de los últimos románticos. ¿Para qué medir esfuerzos cuando puedes echar una carrerita a deshora?

Si no llega a ser por el espectáculo de Vinicius, Xabi Alonso hubiera salido reforzado, y es que advierto cierta reserva en el madridismo para creer en su entrenador; y sin embargo no existe dato más rotundo que las doce victorias de trece posibles, incluyendo una frente al Barcelona. Hemos perdido una hora de luz, pero no los tres puntos. Seguimos creyendo en el proyecto.

Real Madrid - Valencia J11

01/11/25

Escribo esto un miércoles de madrugada, un pensamiento obsesivo no me deja dormir. Han pasado diez jornadas de liga y todavía no he escrito sobre Bellingham, o, si lo he hecho, no he escrito sobre él como se merece.

Bellingham no es un jugador rotundo. No es un jugador que todo espectador es capaz de apreciar. No es un mediocentro bajito, ni un extremo rápido que sepa driblar, ni un delantero tosco todo lo que cae en sus pies. No es nada de eso, y a la vez es un poco de todo. Cuando tengo que defender a Bellingham me siento como ese connoisseur de vino que tiene que excusarse por el precio que paga por una copa. Miro a esos bebedores refinados con asombro, incapaz de desentrañar las puertas que han tenido que pasar para acceder a esos matices, y sé que en el fondo ellos me miran con condescendencia. Escribo esto para ahorrarme cualquier discusión y cualquier atisbo de condescendencia, y poder referir a este artículo a todos los que se asombran cuando digo que Bellingham es un jugador de talla mundial.

Esta semana he sufrido mofas, casi vejaciones, por decir que tiene gol. ¿Y si dijera que desde que Bellingham está en el Madrid no he tenido que vencer la pereza para acudir al estadio? Ni siquiera un domingo a las diez para ver un Madrid - Leganés. En un mundo que trata de esconder —sin mucho éxito— el nepotismo para acceder a privilegios, el Real Madrid ha decidido llevarlo por bandera. Un club que presume de ser —y lo es— internacional, solo permite acceder a ser socio si un familiar directo lo ha sido antes. En mi caso, con familia culé y familia madridista podría haber elegido el lado blaugrana cuando todo iba de cara en la ciudad condal. Ser del Madrid era ser del equipo de los millones, de las súper estrellas engreídas, del equipo estado, del matón del patio, de lo fácil. Y sin embargo mi abuelo materno era madridista. Nacido en Baracaldo, vino a Madrid de joven y desde los veinte años pagó su abono junto a un amigo en Chamartín. De no haber sido por una decisión que tomó en los años 50, yo ahora no sería el socio 95883.

Desde los doce años empecé a ir al estadio cuando mi abuelo no podía junto a los descendientes del amigo de mi abuelo. En uno de aquellos primeros partidos, uno de ellos me contó una historia. Algo así me dijo:

—Tu abuelo es un tipo de pocas palabras, pero todo lo que dice tiene peso. Cuando habla sube el pan, que dicen. Me acuerdo del primer partido de Zidane en el Bernabéu. Roberto Carlos lanzó un misil desde el lateral izquierdo y Zidane puso la rodilla y dejó el balón en el suelo. La gente celebró aquella acción como un gol y cuando el barullo del estadio se apagó, tu abuelo dijo una frase que nunca se me ha olvidado. «yo ya he amortizado el abono de toda la temporada»

El primer partido de Bellingham en el Bernabéu fue un Real Madrid - Getafe. Varios años después de que me contaran esa historia, ahí estaba yo sentado con las mismas personas y con la emoción del primer partido en casa. Alguien mandó un obús a Bellingham desde el otro lado del campo y él controló sin dejar de correr. El estadio celebró la jugada como si de un gol se tratara y cuando el barullo terminó, dije: «yo ya he amortizado el abono de toda la temporada». Esta noche frente al Valencia lo he vuelto a decir varias veces.

Y ahora que escribo esto y que ordeno mis pensamientos, me doy cuenta de que quizás miro con admiración a Bellingham porque presiento que mi abuelo hubiera hecho lo mismo. Bellingham no es Zidane, pero una jugada suya amortiza una temporada. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Bellingham, no soy digno de que entres en mi casa, pero una jugada tuya bastará para sanarme.

Rayo Vallecano - Real Madrid J12

09/11/25

El partido en Valencia subió la moral de los aficionados, en Liverpool nos bajaron los humos, y en Vallecas han saltado las alarmas. El balance hasta el momento son trece victorias, un empate y dos derrotas en dieciséis partidos. Y aunque las derrotas hayan sido ante dos grandes equipos, algo no encaja. 

Recuerdo intentar completar un gran puzzle durante la pandemia. La imagen del rompecabezas consistía en una iglesia germánica sobre un gran cielo azul. La zona del cielo resultaba particularmente difícil porque todas las piezas eran del mismo tono. Juntaba piezas, poco a poco, con desconfianza, haciendo pruebas y en ocasiones uniéndolas a la fuerza. Pasaron semanas y nunca llegué a completar el puzzle. Es desconcertante el parecido entre el azul de aquel cielo y el de la nueva equipación.

Girona - Real Madrid J14

30/11/25

No ose el lector pensar que han sido la vaguedad y la procrastinación las responsables de que no escribiera artículos en las últimas jornadas. Los textos están escritos, pero no publicarlos es un acto de rebeldía, de revolución frente a los parones de selecciones. Esto ya lo he explicado antes, y tan solo mantengo mi palabra. 

He ido madurando algunas ideas durante las últimas jornadas, y han vuelto a cristalizar frente al Girona.

Las equipaciones malditas

No juega el equipo de blanco desde el partido frente al Valencia (J11). Todo comenzó en Vallecas, con el Madrid luciendo la segunda equipación. Ese azul eléctrico está maldito, no traten de convencerme, estoy seguro de ello. No es algo nuevo esto de las supersticiones en el fútbol. Llevo sin ver un partido del Real Madrid con un amigo desde hace siete años porque da mala suerte. Desde entonces, cinco Champions; no creo que sea casualidad. Hoy, frente al Girona, hemos vuelto a empatar, esta vez con la tercera equipación. Que vuelva la merengue.

El síndrome del mal estudiante

Al mal estudiante no le faltan capacidades, lo que le faltan son las ganas de trabajar durante el curso; en las recuperaciones es posible corregir la desidia vivida durante el año, pero no siempre funciona. En todos los partidos tiene que adelantarse el rival para que los jugadores decidan apretar en cada balón. Ocurrió con el Elche, con el Panathinaikos, hoy también con el Girona. El Madrid siempre termina teniendo una ocasión con la que podría haber dado la vuelta al encuentro, pero hay que estudiar antes, sin prisas.

Hace años, cuando a mi abuela le devolvían el cambio en algún comercio, siempre repartía los céntimos entre los nietos que estuviéramos junto a ella. “Centimito a centimito, un eurito”, nos decía y ojalá pudiera aplicarse al fútbol, pero no es posible. Empatito a empatito, no hay liguita.

Athletic Club - Real Madrid J19

03/12/25

Al Athletic de Bilbao le guardo cariño por una razón estúpida: permitió que me sintiera, por unos instantes, jugador de fútbol. En cadetes, fuimos a Lezama a jugar un amistoso contra su cantera. Lezama es un paraíso, una ciudad deportiva en mitad del campo, tenía césped artificial a base de coco, y unos vestuarios modernos. Durante el partido, en lugar de rellenar los bidones de agua, nos dieron botellitas de Solán de Cabras. Recuerdo echarme Solán de Cabras en la cara, tomar un trago y escupirla. Como si fuera gratis, como si fuera agua corriente. Nunca he sido tan frívolo.

Arranca el partido a las siete, y me pilla por sorpresa porque daba por hecho que comenzaba a las nueve. Resignado por no poder ver el duelo en la oficina, visito rápidamente Marca —un día debería escribir sobre por qué es la web por antonomasia para comprobar si el ordenador tiene conexión a internet—, y respiro tranquilo tras comprobar que el Madrid vuelve a vestir de blanco. La alineación antes de un partido ya no importa, solo quiero conocer la equipación.

El trabajo me absorbe y no sigo el encuentro. En el taxi de vuelta a casa veo en el móvil las mejores jugadas. Tres a cero. La prensa habla de un inconmensurable partido de Courtois y de Mbappé; en realidad podrían fijar ese titular para los próximos años. Veo también la reacción de Roncero al gol de Kylian. Estas grabaciones de Tomás recuerdan a las escenas de Saw. Le meten en una sala, aislado del mundo y le someten a torturas para grabarlo y compartirlo con el mundo. En vez de pruebas gore, le disfrazan con camisetas retro y le ponen delante de un Elche - Real Madrid. He entrado entonces en el bucle de vídeos de Tomás Roncero y he encontrado otro en el que comenta que estos días se notaba biorrítmicamente bajo por los últimos empates del equipo. Tomás, me alegro de que hayas recuperado tu biorritmo; casi más que de la victoria del Real Madrid.

Real Madrid - Celta J15

07/12/25

Después de una travesía en el desierto de treinta y siete días —no son los cuarenta de Cristo pero se sienten igual—, el Madrid regresa al Bernabéu. Revisando los resultados de la temporada, descubro que todavía no hemos perdido en nuestro estadio, y una intuición estúpida me dice que hoy no va a romperse la racha.

El partido vuelve a cogerme fuera de casa, esta vez en Venezia. He llegado a la ciudad con la intención de comprar su equipación por Navidad, y es que el Venezia es el equipo con las mejores equipaciones de Europa. Y no es coincidencia, las dos tiendas que tienen en la ciudad se parecen sospechosamente a las de Palace o Patta en Londres. Aunque la geografía lo ponga difícil, la ciudad es futbolera: pocos niños viven en Venezia pero los que encuentro se entretienen dando patadas a un balón en Campo de Sant'Agnese o en Campo Margherita. El estadio del Venezia FC es el segundo más antiguo de Italia. Está en la isla de Santa Elena, y se puede llegar en barco. No hace falta que sea privado: basta con subirse a un vaporetto como quien llega al Bernabéu en la línea 150. Tipos como Pirlo o Beckham deberían haberse retirado en este equipo, jugando en la Serie B italiana y rodeados de belleza. Leo que cuando el resultado está ajustado, los aficionados gritan buta’a bala in Laguna! —traducido como ¡tirad la pelota a la laguna!— por la dificultad que suponía recuperar el balón de la laguna hace años.

Y así querría seguir escribiendo y escribiendo sobre Venezia, y sobre sus calles y sus canales, sobre sus palomas y sus gaviotas, sobre cualquier cosa en realidad, solo para evitar escribir sobre el Madrid. Hace años, a Venezia acudían personas tratando de escapar de su realidad; yo he venido para escapar de mi equipo. De vuelta al apartamento en vaporetto, consulto el resultado: cero a dos. Bloqueo el móvil, lo guardo en el bolsillo e intento convencerme de que esta noche no soy madridista, esta noche soy del Venezia.

Alavés - Real Madrid J16

14/12/25

Ver un partido del Real Madrid en los últimos meses se ha convertido en algo angustioso, y por eso el partido contra el Alavés es el final perfecto a la angustiosa semana de las cenas de Navidad. Basta ver a Xabi Alonso dando indicaciones en la banda para comprender que no lo está pasando bien. Es sencillo imaginar lo que está viviendo: sudores en las manos, picores por el cuerpo, falta de apetito, insomnio.

Afortunadamente Courtois no ofrece dudas en la portería del Madrid. Si no fuera así, algún entrenador ya hubiera pedido a Valverde que se pusiera unos guantes para comprobar si también sabía parar; hoy le ha tocado jugar los últimos minutos en la banda izquierda. Fede es la navaja suiza uruguaya, aunque este año no esté del todo afilada.

En el fútbol base, los primeros once dorsales se reservan para los titulares. De esta forma el club ahorra costes al prohibir dorsales extraños, los entrenadores esquivan la elección de camisetas con los jugadores y los chavales desarrollan un miedo atávico a cualquier número por encima del once. Es por eso que empatizo al ver a Valdepeñas con el número cuarenta, incluso cuando en el minuto 72, con el partido empatado, le cogen la espalda y solo un ligero e inteligente empujón de Asencio le salva de salir señalado del partido. Ojalá que esa madre emocionada a la que han enfocado al final del encuentro sea realmente la suya.

La situación del equipo no está como para andar distraído, pero no puedo evitar centrar mi atención en estupideces: el nuevo color de pelo de Mastantuono le ha hecho transformarse de una joven promesa de superestrella al tipo que te encuentras esperando al autobús de camino al trabajo. Es poético que sea Rodrygo quien salga al rescate del entrenador. Hacía meses que Xabi no le tenía entre sus planes y tiene que ser él quien evite su cese. Quienes piden el despido de Xabi Alonso me recuerdan a los que, después de un par de partidos malos, piden la venta de Vinicius. Tipos impacientes con la memoria corta. Madridistas, al fin y al cabo.

Real Madrid - Sevilla J17

20/12/25

Existen dos períodos de trabajo a lo largo del año que me resultan extenuantes: los últimos días de julio y de diciembre. Quizás nuestro organismo está diseñado para trabajar en periodos de seis meses, quizás es la cercanía del descanso prometido lo que los convierte en agónicos, como el corredor de maratones que sufre los últimos metros antes de llegar a meta. Escuchando a Xabi Alonso en rueda de prensa después del partido, intuyo que está viviendo estos últimos días de diciembre de la misma manera, deseando que termine el año con la confianza ciega de que un dígito distinto en el calendario cambie la dinámica del equipo y de la grada. No le juzgo, todos lo hacemos, creemos que el nuevo año nos convertirá en alguien distinto. 

Me gusta preguntar por los propósitos y deseos para el año entrante en las cenas navideñas, y si tuviera la oportunidad se los preguntaría a Xabi. Puedo imaginar algunos de sus deseos. «Quiero que la gente se olvide un poco de mí, que me dejen en paz, que no pongan la lupa en cada decisión que tomo, ni en la forma en que choco la mano a los jugadores que sustituyo. Quiero que Vinicius siga jugando como Vinicius, pero que deje de provocar a los rivales, que deje de cambiarse la foto de perfil en redes, que deje las redes si es posible. Quiero que Vinicius deje de ser Vinicius pero que siga jugando como Vinicius. Quiero ver a Valverde celebrar goles con rabia cerrando el puño. Quiero que Huijsen juegue más concentrado, que juegue en tensión. Quiero que Güler gire más rápido, que sea más vertical. Quiero que alguien entienda a qué jugamos. Quiero que Dani, que Trent y que Militao se recuperen. Quiero que Franco vuelva a teñirse el pelo y a regatear como hacía en Argentina. Quiero que Camavinga vuelva a ser jugador y quiero bailar con él celebrando algún título.» Eso querrá Xabi y eso quieren los madridistas. Solo necesitamos que llegue el año nuevo.

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