No sex 13: Estar soltera, no ser soltera

A Parthenope —protagonista de la última película de Sorrentino— la miran sin cesar, pero no la ven.

Solterona, single day, soltería. Yo qué sé, llámalo como quieras. Todo el mundo se toma licencias para explicar, comentar y hablar sobre eso de estar soltero. Te lo dicen a la cara, lo comentan por detrás, es hablado. Hay quiénes te dicen que cuándo traerás el más uno a la boda, otros que si te compras un gato, otros comentan en público que te quedarás solo, otros te desean también en público que a ver si este año al final sí. Hay apuestas en grupos sobre cuándo te casarás y te suelen decir ‘cuándo menos te lo esperes vas a ver que en 6 meses pam’. Así que tómate la licencia que quieras porque todos lo hacen. Opinan sobre tu estado sentimental e insinúan o comentan, con cierta sorpresa, que estás contento y feliz a pesar de estar soltero. A pesar de. 

Seré específica porque la elección de las palabras es muy importante.Nunca son casuales, aunque parezcan escogidas al libre albedrío, improvisadas, orgánicas. Te lo dicen sin darte cuenta, pero dale un vistazo: “a pesar de: contra la voluntad o el deseo de alguien’” lo dice la RAE. Estás contento y estás solo, en contra de tu voluntad, pero oye qué feliz me hace que tu estés bien aun con esta losa.

Perdonen, no tengo una enfermedad.

A Parthenope, la protagonista de la última película de Sorrentino, le encanta la antropología, leer novelas, estudiar y hacer buenas preguntas. A nadie le interesó nada sobre ella más que sacarla de su soltería, conquistarla y cazarla. Sólo un escritor gay y un profesor universitario la vieron como era, y no como a una princesa que rescatar de un balcón con vistas al mediterráneo. Ella era Parthenope, no una soltera incompleta a la que conquistar. La miraban sin cesar, pero no la veían. Y, como decía el profesor, la antropología consiste en ver.

Traigo lo que pienso:

Creo que me he pasado toda la vida pensando en estar soltera como un estado de transición hasta que encontrase al siguiente chico que de verdad mereciese la pena, como una pantallita del videojuego en la que quieren acabar contigo y tú sólo quieres huir. De hecho no sé ni siquiera si lo he pensado yo o me lo han hecho pensar: la soltería era como una etapa en la que estaba peor al principio, mejoraba y, por fin, acababa encontrando a otra persona como punto culmen y éxito. Todas las pelis y todos los libros, fueron felices y comieron perdices. Por fin se enamora, ay menos mal. Dios ojalá a Bridget se le pase eso de vivir sola en un piso en el centro de Londres. Me creí ese cuento y viví esperando ni sabía el qué, se me pasaron años pensando que lo bueno iba a venir después y además de la mano de un amor al que, bajo esa concepción, le confería el estatus de salvador.

Todo lo indicaba: si eras soltera, eras desgraciada y comías helado en cuchara sopera frente al televisor. Sólo las parejas paseaban sonrientes por las ciudades en citas increíbles. Cuando la realidad es que hay  solteros increíblemente contentos con sus vidas, otros tristes que desean ser amados, parejas desgraciadas que se aguantan por inercia y otras que hacen un equipo para navegar los inviernos más oscuros y hacer un fuego que caliente una casa entera. La realidad siempre tiene más aristas pero es más fácil jugar al blanco y negro. Sale solo.

Según esta misma teoría, esta persona con la que te empiezas a relacionar te saca de un estado de espera, de un limbo, para conducirte a una vida mejor y más plena. No niego, y no voy a ser hipócrita, que enamorarse y tener una relación sana con alguien es estupendo, pensar en plural, compartir lo íntimo y normal, los ojos incendiados de una conexión y algunas certezas. Pero no podemos alimentar eso como la única y verdadera idea de éxito porque entonces nuestro bienestar depende de un vínculo y el resto son migajas. Una persona no te salva, el amor puede salvarte pero el amor se encuentra en un montón de lugares que no sólo viven en el concepto de pareja. Te salvas tú y te acompañan —decía Miguel Milá que el mejor diseño acompaña y no molesta—, te cuidas tú y te vinculas sumando pero no ocupando huecos a la desesperada. Lo bueno es mucho más lo que está ocurriendo que lo que ocurrirá, manteniendo siempre la ilusión de un buen futuro.

Aunque me siguen persiguiendo algunas preguntas: ¿cómo encaja esto en un mundo en el que siento que todo el mundo está esperando a que me enamore? ¿Cómo se le cuenta a alguien que eres feliz igual o más que cuando estuviste con alguien? ¿Cómo convive eso con el hecho de que enamorarse es también increíble y te eleva?

Para mí, se puede solucionar desligándolo de algo peligroso: la soltería o estar en una relación no son una identidad. Son un estado, no quién soy. Yo soy lo que me gusta, mis valores, lo que me mueve, me emociona, soy lo que hago, lo que decido, lo que hablo y lo que callo. Por eso estoy soltera o estoy en una relación, pero eso no debería marcar mi esencia. No soy menos feliz ni estoy en un balcón esperando a que el amor romántico venga a rescatarme como tampoco se borra mi persona si empiezo a enamorarme de alguien. Ambas opciones pueden ser perfectas según etapas de la vida: a veces será una elección mucho más pensada y otras será una circunstancia. Y no pasará nada.

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No sex 13: Estar soltera, no ser soltera

A Parthenope —protagonista de la última película de Sorrentino— la miran sin cesar, pero no la ven.

Solterona, single day, soltería. Yo qué sé, llámalo como quieras. Todo el mundo se toma licencias para explicar, comentar y hablar sobre eso de estar soltero. Te lo dicen a la cara, lo comentan por detrás, es hablado. Hay quiénes te dicen que cuándo traerás el más uno a la boda, otros que si te compras un gato, otros comentan en público que te quedarás solo, otros te desean también en público que a ver si este año al final sí. Hay apuestas en grupos sobre cuándo te casarás y te suelen decir ‘cuándo menos te lo esperes vas a ver que en 6 meses pam’. Así que tómate la licencia que quieras porque todos lo hacen. Opinan sobre tu estado sentimental e insinúan o comentan, con cierta sorpresa, que estás contento y feliz a pesar de estar soltero. A pesar de. 

Seré específica porque la elección de las palabras es muy importante.Nunca son casuales, aunque parezcan escogidas al libre albedrío, improvisadas, orgánicas. Te lo dicen sin darte cuenta, pero dale un vistazo: “a pesar de: contra la voluntad o el deseo de alguien’” lo dice la RAE. Estás contento y estás solo, en contra de tu voluntad, pero oye qué feliz me hace que tu estés bien aun con esta losa.

Perdonen, no tengo una enfermedad.

A Parthenope, la protagonista de la última película de Sorrentino, le encanta la antropología, leer novelas, estudiar y hacer buenas preguntas. A nadie le interesó nada sobre ella más que sacarla de su soltería, conquistarla y cazarla. Sólo un escritor gay y un profesor universitario la vieron como era, y no como a una princesa que rescatar de un balcón con vistas al mediterráneo. Ella era Parthenope, no una soltera incompleta a la que conquistar. La miraban sin cesar, pero no la veían. Y, como decía el profesor, la antropología consiste en ver.

Traigo lo que pienso:

Creo que me he pasado toda la vida pensando en estar soltera como un estado de transición hasta que encontrase al siguiente chico que de verdad mereciese la pena, como una pantallita del videojuego en la que quieren acabar contigo y tú sólo quieres huir. De hecho no sé ni siquiera si lo he pensado yo o me lo han hecho pensar: la soltería era como una etapa en la que estaba peor al principio, mejoraba y, por fin, acababa encontrando a otra persona como punto culmen y éxito. Todas las pelis y todos los libros, fueron felices y comieron perdices. Por fin se enamora, ay menos mal. Dios ojalá a Bridget se le pase eso de vivir sola en un piso en el centro de Londres. Me creí ese cuento y viví esperando ni sabía el qué, se me pasaron años pensando que lo bueno iba a venir después y además de la mano de un amor al que, bajo esa concepción, le confería el estatus de salvador.

Todo lo indicaba: si eras soltera, eras desgraciada y comías helado en cuchara sopera frente al televisor. Sólo las parejas paseaban sonrientes por las ciudades en citas increíbles. Cuando la realidad es que hay  solteros increíblemente contentos con sus vidas, otros tristes que desean ser amados, parejas desgraciadas que se aguantan por inercia y otras que hacen un equipo para navegar los inviernos más oscuros y hacer un fuego que caliente una casa entera. La realidad siempre tiene más aristas pero es más fácil jugar al blanco y negro. Sale solo.

Según esta misma teoría, esta persona con la que te empiezas a relacionar te saca de un estado de espera, de un limbo, para conducirte a una vida mejor y más plena. No niego, y no voy a ser hipócrita, que enamorarse y tener una relación sana con alguien es estupendo, pensar en plural, compartir lo íntimo y normal, los ojos incendiados de una conexión y algunas certezas. Pero no podemos alimentar eso como la única y verdadera idea de éxito porque entonces nuestro bienestar depende de un vínculo y el resto son migajas. Una persona no te salva, el amor puede salvarte pero el amor se encuentra en un montón de lugares que no sólo viven en el concepto de pareja. Te salvas tú y te acompañan —decía Miguel Milá que el mejor diseño acompaña y no molesta—, te cuidas tú y te vinculas sumando pero no ocupando huecos a la desesperada. Lo bueno es mucho más lo que está ocurriendo que lo que ocurrirá, manteniendo siempre la ilusión de un buen futuro.

Aunque me siguen persiguiendo algunas preguntas: ¿cómo encaja esto en un mundo en el que siento que todo el mundo está esperando a que me enamore? ¿Cómo se le cuenta a alguien que eres feliz igual o más que cuando estuviste con alguien? ¿Cómo convive eso con el hecho de que enamorarse es también increíble y te eleva?

Para mí, se puede solucionar desligándolo de algo peligroso: la soltería o estar en una relación no son una identidad. Son un estado, no quién soy. Yo soy lo que me gusta, mis valores, lo que me mueve, me emociona, soy lo que hago, lo que decido, lo que hablo y lo que callo. Por eso estoy soltera o estoy en una relación, pero eso no debería marcar mi esencia. No soy menos feliz ni estoy en un balcón esperando a que el amor romántico venga a rescatarme como tampoco se borra mi persona si empiezo a enamorarme de alguien. Ambas opciones pueden ser perfectas según etapas de la vida: a veces será una elección mucho más pensada y otras será una circunstancia. Y no pasará nada.

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