La semana pasada escribí en este mismo espacio una columna que buscaba ser una aproximación divertida a comprobar si te habías enamorado. Hablaba de que enamorarse, es decir, atontarse, era como un fallo del sistema porque nos volvía menos ensimismados, más generosos.
Recibí un aluvión de citados y comentarios con críticas y algunos insultos e intenté explicarme pero, después de responder a más de 20, supe que no alcanzaría a responder a todos. Así que decidí contestar por aquí, como si esto fuese mi tribuna personal.
Iré por partes:
- Me llamaron defensora de la monogamia, el matrimonio y la pareja tradicional. Hablé de enamorarse, como proceso químico, visceral, irracional. Lo más tradicional lo hicieron ellos: relacionar enamoramiento con monogamia.
- Si quisiéramos profundizar sobre ello: fue la antropóloga neoyorquina Helen Fisher quien demostró que enamorarse responde a un conjunto de procesos neuroquímicos, sin necesidad de estar orientada hacia un propósito ulterior1.
- Si quisiéramos profundizar sobre ello: fue la antropóloga neoyorquina Helen Fisher quien demostró que enamorarse responde a un conjunto de procesos neuroquímicos, sin necesidad de estar orientada hacia un propósito ulterior1.
- La parte más polémica fue mi utilización del adjetivo revolucionario. Escribí: colgarse por alguien es un acto repleto de destellos revolucionarios. Porque implica algo a lo que no estamos nada acostumbrados: dejar de pensar sólo y exclusivamente en ti para pensar en otra persona.
- Primero: dije DESTELLOS revolucionarios, no dije ‘es una revolución’. Lo puntualizo porque ya que todas las críticas decidieron ser literales, podrían también haber respetado mi uso de la palabra destello que, parece que no, pero sí marca el adjetivo:
- Según la RAE (Real Academia Española), un destello tiene dos acepciones principales: resplandor vivo y de breve duración (1) o manifestación repentina y breve de una cualidad o sentimiento (2).
- Segundo: si dejo a un lado la literalidad, tal y como es mi deseo, utilicé la palabra revolución de una forma laxa y, sí, algo frívola. Mi intención era, a través de la hipérbole, llamar la atención. Parece que lo conseguí.
- Y hay algo importante aquí: yo no soy académica, no soy socióloga y no pretendo serlo. Soy periodista, esto es una columna de amor moderno, repleta de bromas, conversaciones informales, cursiladas y, cuando me apetece, críticas a términos anglosajones para hablar de amor. ¿Estaba siendo La Casa Azul revolucionaria cuando escribió ‘Revolución Sexual’? ¿O Daft Punk en Revolution 909?
Con todo, me fui a mirar la etimología del texto para entender mejor. El término revolución proviene del latín “revolutio”, derivado del verbo “revolvere” (re- = “hacia atrás” o “de nuevo”, + volvere = “girar, dar vueltas”). Su significado original, por lo tanto, era “acción de girar, dar vueltas sobre un eje o ciclo completo”.
No fue hasta los siglos XVIII y XIX cuando con la Revolución Francesa (1789) y la Revolución Americana (1776), el término adopta el sentido radical y transformador conectado a la ruptura con el pasado, la creación de un nuevo orden social y político y a las ideas de libertad e igualdad. Es decir, algo que ya sabemos todos, fueron Rousseau y Marx los que consolidaron esta noción.
¿Qué ocurre en su uso contemporáneo? En el Siglo XX y XXI: “revolución” se extiende a otros ámbitos como la tecnología, la cultura, la música y la moda, perdiendo parte de su uso exclusivo en política. Podríamos debatir, pues, si está bien que el uso de la palabra ‘revolución’ se haya perdido de esta manera en pos del marketing, los titulares de prensa y las columnas de amor moderno; pero ese sería otro debate distinto, acerca de la evolución de los usos del lenguaje. ¿O acaso las palabras y su significante pertenecen a alguien? Y, en ese caso, ¿cuántos tuits y qué nivel de compromiso deben observar para utilizarlas?
- Y hay algo importante aquí: yo no soy académica, no soy socióloga y no pretendo serlo. Soy periodista, esto es una columna de amor moderno, repleta de bromas, conversaciones informales, cursiladas y, cuando me apetece, críticas a términos anglosajones para hablar de amor. ¿Estaba siendo La Casa Azul revolucionaria cuando escribió ‘Revolución Sexual’? ¿O Daft Punk en Revolution 909?
- Primero: dije DESTELLOS revolucionarios, no dije ‘es una revolución’. Lo puntualizo porque ya que todas las críticas decidieron ser literales, podrían también haber respetado mi uso de la palabra destello que, parece que no, pero sí marca el adjetivo:
- Se me acusó también de no tener amigos y de vender que el amor romántico es el único modo de felicidad. Sobre esto sólo diré que quién diga eso de mí o de lo que escribo es que sencillamente nunca me ha leído. En varias ocasiones he sido el ejemplo contrario: alguien con una identidad individual fuerte que sabe que el amor no sólo no lo puede todo, sino que no debe poderlo todo. He hablado y escrito mucho de una vida plena en solitario, de viajar sola y, esto ya en debates con mis amigos (que por cierto, los tengo), de cómo la sociedad está construida para vivir en pareja y todo es mucho más barato entre dos (empezando por el problema de la vivienda, por decir alguno). Aquí escribí sobre mi tribu y el poder de las amiga o, sobre todo, una de mis columnas más queridas (por mí): la de estar soltera y no serlo para hablar de esta obsesión por ‘conseguir una pareja’ como si eso fuese el único objetivo vital.
- Hubo, de nuevo, quién me instó a que corrigiese especificando que no hablaba de monogamia. Es decir, a que el texto diga lo que ellos quieren que diga. Es un objetivo lícito, y por eso les invito a que se tomen el tiempo para escribir ellos una columna, editarla y publicarla. Ahí podremos debatir y discutir, algo que me encanta, en lugar de querer cancelar lo que uno se imagina que dice un texto.
Podría continuar con varios comentarios despectivos hacia mí, pero creo que para no tener ni idea y haber escrito algo ridículo (acusaciones suavizadas por la autora) generé un debate público y obtuve algunas críticas que, siendo negativas, eran muy buenas. Me dijeron que soy una lectora mediocre pero, por lo expuesto anteriormente, creo que tampoco me leyeron bien a mí. Yo sigo aprendiendo, y no me escondo por ello.
Sé y asumo que no soy revolucionaria con mis textos, pero la gente que dice que ‘todo es revolución menos la revolución’ desde su sofá de casa y que se sumó al citado número 100 desde una cuenta anónima (o casi anónima), repitiendo prácticamente palabra por palabra del otro citado y apretó a enviar el tuit… ¿está siendo revolucionaria?
Postdata: a mis compañeras, Margot Rot y Carmen S, que salieron a defenderme públicamente, gracias y más gracias porque no teníais por qué hacerlo y eso le da todavía más valor.
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1Fuente: From Falling in Love to Constructing Love: An Ontological to Teleological Transition. Elio Quiroga Rodríguez, University of the Mid-Atlantic, lecturer. Las Palmas de Gran Canaria, Canary Islands, Spain