Te quiero, Ahmed

Ya pasó con las hamburguesas y ahora vienen con los kebabs gourmet. No todo puede ser posteable y aesthetic.

Ya sabemos todos que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Sí, puedes negarlo todas las veces que quieras, pero todos hemos vuelto a caer en forma de tentación ya sea hablando con un ex o saltándose la dieta. Pero no estás solo, este es tu sitio.

Ya pasó con las hamburguesas y ahora vienen con los kebabs gourmet, así que cuidadito. Porque hay hordas de muchachos y muchachas que se graban en vertical y hablan de hamburguesas con carne de chuletón que ahora hacen lo mismo con algo sagrado: el kebab. Parece ser que la moda es hacer el durum con productos de kilómetro cero: pollos y vacas felices que tienen el código postal de la zona en la que está ubicado el local, verduras del día y salsas caseras. Dicen que además suena música supermegaguay que hace de todo aquello una experiencia. Porque claro, ahora no queremos comer, queremos fluir mientras masticamos.

Yo sigo teniendo mis dudas con el tema de los kebabs gourmet, porque un kebab es algo más que carne enrollada en una torta. Un kebab es el amigo que no te deja tirado a las seis de la mañana. Un kebab es masticar con la mirada perdida y disfrutar en silencio con tus colegas. Un troncho que no sabes muy bien qué es pero que tampoco te da por preguntarlo. Un manjar de juventud viendo el fútbol en la casa de un amigo cuando sus padres se habían ido de viaje. Una salvación de 5 euros con bebida el día que no quieres cocinar. Una mirada cómplice con ese hombre al que le suda la frente más que a un testigo falso y que Dios le dio el don de la sonrisa perenne. Y te ilusiona pensar que no está todo perdido, que las relaciones entre civilizaciones se sostienen gracias a negocios como el del bueno de Ahmed que día y noche está ahí para salvarte de la monotonía y soltarte un “amigo”. Eso sí que es una experiencia de verdad. Qué digo experiencia. Eso es una amistad.

No podemos vivir así. No todo puede ser posteable y aesthetic. Por eso sé con quién voy en esta guerra. No sé si podrán combatir los nuevos garitos gourmet contra el kebab de toda la vida. Es más, no sé quién es David y quién es Goliat en esta historia. Solo sé que mientras haya un kebab abierto de madrugada habrá personas de paz y fiesta. Y que cuanto más vayas a sitios en los que te sirven con guantes de látex negros menos posibilidades tendremos de vernos.

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Costumbres

Te quiero, Ahmed

Ya pasó con las hamburguesas y ahora vienen con los kebabs gourmet. No todo puede ser posteable y aesthetic.

Ya sabemos todos que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Sí, puedes negarlo todas las veces que quieras, pero todos hemos vuelto a caer en forma de tentación ya sea hablando con un ex o saltándose la dieta. Pero no estás solo, este es tu sitio.

Ya pasó con las hamburguesas y ahora vienen con los kebabs gourmet, así que cuidadito. Porque hay hordas de muchachos y muchachas que se graban en vertical y hablan de hamburguesas con carne de chuletón que ahora hacen lo mismo con algo sagrado: el kebab. Parece ser que la moda es hacer el durum con productos de kilómetro cero: pollos y vacas felices que tienen el código postal de la zona en la que está ubicado el local, verduras del día y salsas caseras. Dicen que además suena música supermegaguay que hace de todo aquello una experiencia. Porque claro, ahora no queremos comer, queremos fluir mientras masticamos.

Yo sigo teniendo mis dudas con el tema de los kebabs gourmet, porque un kebab es algo más que carne enrollada en una torta. Un kebab es el amigo que no te deja tirado a las seis de la mañana. Un kebab es masticar con la mirada perdida y disfrutar en silencio con tus colegas. Un troncho que no sabes muy bien qué es pero que tampoco te da por preguntarlo. Un manjar de juventud viendo el fútbol en la casa de un amigo cuando sus padres se habían ido de viaje. Una salvación de 5 euros con bebida el día que no quieres cocinar. Una mirada cómplice con ese hombre al que le suda la frente más que a un testigo falso y que Dios le dio el don de la sonrisa perenne. Y te ilusiona pensar que no está todo perdido, que las relaciones entre civilizaciones se sostienen gracias a negocios como el del bueno de Ahmed que día y noche está ahí para salvarte de la monotonía y soltarte un “amigo”. Eso sí que es una experiencia de verdad. Qué digo experiencia. Eso es una amistad.

No podemos vivir así. No todo puede ser posteable y aesthetic. Por eso sé con quién voy en esta guerra. No sé si podrán combatir los nuevos garitos gourmet contra el kebab de toda la vida. Es más, no sé quién es David y quién es Goliat en esta historia. Solo sé que mientras haya un kebab abierto de madrugada habrá personas de paz y fiesta. Y que cuanto más vayas a sitios en los que te sirven con guantes de látex negros menos posibilidades tendremos de vernos.

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