Tengo 13 años y estoy con una amiga en mi habitación, las dos sentadas en el borde de la cama después del instituto. Acabamos de entrar en 1º de la ESO y estamos aterrorizadas. Muertitas de miedo por el cuerpo que nos sangra y se nos estira. Muertitas de miedo por la mirada de los chicos y su violencia al tratar de acercarse a nosotras. Muertitas de miedo porque nos pidan pesarnos o medirnos en Educación Física. Que nos pidan saltar al potro o aguantar corriendo nosécuántas vueltas en el Test de Cooper o salir a la pizarra en Matemáticas y que la silla esté toda manchada de sangre al levantarnos. Que el chico que se sienta a nuestro lado lo vea. Que lo grite por toda la clase. Que todos se rían.
Estamos muertitas de miedo quitándonos los pelos de las piernas para el botellón del viernes. Muertitas de miedo por los primeros tacones que nos vamos a poner. Muertitas de miedo por si el vestido nos entrará. Estamos muertitas de miedo hablando de todas estas cosas y de pronto mi amiga dice “espérate” y enciende el portátil de mi escritorio. Pone en el buscador de Youtube “taylor swift you belong with me videoclip” y gira la pantalla hacia mí. Vemos juntas el vídeo y ella empieza a cantar. Yo la miro y me río, siento una ternura infinita que luego tendrá nombre. El terror que me contrae la barriga desde que salí del colegio se desata un poco. Me pasaré el resto del instituto recordando a esa amiga que al año siguiente ya no es mi amiga. Me pasaré el resto de esos años llevando medias de rejilla y fingiendo que lo único que escucho es My Chemical Romance y Queen. Me pasaré el resto de años tarareando a escondidas letras que nunca serán lo suficientemente guays.
Tengo 21 años y estoy haciendo un trabajo en grupo sobre Diamela Eltit en la facultad. Llevo todo el año tristísima porque los amigos que creía que eran mis amigos ya no lo son y tengo un novio horrible al que admira todo el mundo. Estoy muertita de miedo por no ser lo bastante lista para los profesores porque estoy deprimida y no me concentro para estudiar. Muertita de miedo porque sé que mi novio no me quiere y me está engañando y no soy capaz de dejarlo todavía. Muertita de miedo por no encontrar amigos nunca más. Me pongo a leer el trabajo y de pronto veo que una de mis compañeras ha citado una letra que me suena mucho para su parte: “Religion's in your lips/ Even if it's a false god”. La leo de nuevo por si me he confundido. No, no me he confundido. Abro el grupo de la clase y busco su número. La agrego y le escribo inmediatamente. “Elisa!!!”, le digo, “has citado una canción de Taylor Swift en el trabajo de Literatura Hispanoamericana???”. Elisa se conecta y me responde “siiii jajajaja”, dice, “a ti te gusta???”. A partir de ese día empezamos a quedar. La veo por las tardes para merendar y al año siguiente nos sentamos juntas. Me convence de que tengo que ir a la graduación aunque no quiero ver a la gente que era mi amiga y ya no. Nos emborrachamos y nos reímos. Me da amigas nuevas. Le presento a mi novio nuevo que sí me quiere y se hacen amigos también. Paseamos juntas por Granada antes de que llegue el verano. Nos contamos nuestras cositas quitándoles importancia, porque nunca serán lo suficientemente guays.
Un día, cuando ya no vivimos en la misma ciudad, me manda un correo con un archivo adjunto. “Como me dijiste que querías leerme”, dice, “Me da vergüenza pero bueno jajajaja no es nada importante, solo son mis cositas”. Abro el PDF, que se titula Después del pop. Abro el chat y le digo “qué envidia de título, es buenísimo”. Leo los poemas y me capturan desde el principio. Los leo con la voz de Elisa, con su ternura. Voy avanzando en el libro. Hago alguna anotación al margen, subrayo mucho. Cuando llego al final estoy sobrecogida. Le mando el archivo de vuelta y le digo: “mándalo a todos sitios, esto se tiene que publicar”. A los años, Elisa gana el accésit del Premio Adonáis y yo la veo en el directo de Youtube subir al escenario de la Biblioteca Nacional igual que vi el videoclip de You Belong With Me por primera vez. Estoy en una habitación de un hotel de Madrid porque me han invitado a un recital y me pongo a chillar. Al día siguiente nos vemos en el Retiro y nos abrazamos. “Te lo dije”, le digo, “No me lo creo”, dice Elisa.
Tengo 25 años y estoy en la cafetería de la facultad, de vuelta a Granada. Me estoy comiendo un tupper de ensalada de judías cuando me suena el teléfono. Veo el nombre de Elisa y sé de inmediato que Después del pop ha ganado el Premio Nacional de Poesía Joven. Lo sé igual que supe que Elisa y yo íbamos a ser amigas cuando vi su cita de Taylor Swift en el trabajo de Diamela Eltit. Cojo el teléfono y Elisa me lo dice. Le tiembla la voz y nos ponemos a llorar. Chillo por toda la facultad, se lo digo a todo el mundo que me encuentro. Le digo a todo el mundo lo importante que es que un libro como el de Elisa gane un premio así. Un libro que habla sobre tener muchísimo miedo de esa ternura honda y misteriosa que te asalta cuando miras a tu amiga jugar al baloncesto en Educación Física. Un poemario donde aparecen los nombres de sus amigos más antiguos del pueblo, convocados como las criaturas más queridas del mundo, lanzados a las lectoras para que los quieran tanto como los quiere ella. Un poemario sobre el botellón como espacio mágico y terrible en el que tu cuerpo va creciendo lentamente. Un poemario con un lenguaje hermosísimo que revuelve lo que nos dijeron que tenía que ser la poesía o lo que era de verdad importante.
El día que, en 2022, Annie Ernaux ganó el Premio Nobel de Literatura, recuerdo una exaltación general que se apoderó de las redes. Fue como si ese premio nos lo hubieran dado a todas. Como si, de alguna forma, nos estuvieran diciendo: “Vuestras cositas importan, merecen ser contadas”. Ahora, en 2025, el premio a Elisa nos dice lo mismo a quienes continuamente estamos muertitas de miedo por ocupar un espacio visible que nos hace temblar. ¿Seremos suficiente? Suficientemente listas, suficientemente buenas, suficientemente poetas. El premio de Elisa es el premio de todas las que llevamos años reivindicando que hay otra forma posible de posicionarse en el entorno cultural, un posicionamiento que no tiene nada que ver con imposturas de egos ni retorcimientos obligados del lenguaje poético. Después del pop es hermoso porque lo entendemos y nos hace llorar. La voz de este libro nos recuerda lo que fuimos y lo que seguimos siendo: niñas muertitas de miedo que bailan con canciones pop incluso cuando ya han dejado de sonar. Elisa baila con nosotras, nos devuelve lo perdido y lo olvidado. Merece todas las celebraciones.