El rock’n’roll y España entera lloran la muerte de Jorge Martínez, líder de Ilegales y uno de esos tipos siempre a favor de imprimir la leyenda, que tantas veces dice la verdad. Y más en su caso, que supo fusionar persona y personaje hasta erigirse en Jorge Ilegal: uno de esos grandes y queridos tipos de la peor calaña del mundo, que siempre es la buena.
Con la música siempre por delante, carburante infalible en sus días sin tregua, llenó y explicó la existencia de todos los que amamos su música, su figura y, ahora ya, por desgracia, su recuerdo.
Muere con Jorjón una forma indómita, macarra, contestataria y culta de entender y enfrentarse a la vida. Un dandy con chupa de cuero, stick en la mano y periódicos —muchos— en el sobaco. Un señorito de bien que cambió el rancio abolengo de los escudos de la casa familiar por ser el rey del rock; por erigirse en emperador de la mundanidad, la noche y los excesos, y a la vez de la profesionalidad. El señor de 70 años que siempre miraba con cara de niño, porque nunca perdió la curiosidad ni las ganas de saber, y que atesoraba soldaditos de plomo, como ese ejército silente, al igual que él, siempre listo para dar la batalla y defenderse.
Fue Jorge un tipo salvaje al que no pudieron domar, una calva que consiguió resistir unos años feroces en demasía hasta aposentarse como una de las grandes referencias musicales. Un verdadero dios que paseaba su inmortalidad por las barras y terrazas de Oviedo con la sabiduría de la eternidad. El hombre erguido al que el éxito y la fama no consiguieron transformar; el amigo fiel que, siempre espléndido, celebró los éxitos propios y ajenos con los que tenía cerca y quería. El valedor de su banda y de su buen hacer, por aquello de ser sublime sin interrupción. La referencia intergeneracional de muchos que empiezan en el proceloso mundo de la música, y en los que él siempre supo encontrar la calidad y la valía de los mejores.
Nos asomamos al espejo y vemos la historia de un gran tipo, con sus triunfos y derrotas, siempre en guardia en defensa de sus ideas y que, con sus canciones, nos enseñó de lo que iba esto.
Te lloramos, Jorge, pero nunca dejaremos de escucharte.