El 28 de agosto de 1974, el guitarrista de la banda neoyorquina Television, Richard Lloyd, subió al escenario vestido con una camiseta rota con las palabras “Please Kill Me” impresas en la parte delantera. Aunque Lloyd fuese el único de la banda suficientemente valiente como para vestir ese mensaje en una de las salas más relevantes en la escena de ese momento (Max’s Kansas City), realmente el diseño era de Richard Hell, quien impulsaría la vestimenta característica del punk que Malcom Mclaren hizo famosa en su banda, los Sex Pistols, al otro lado del mundo.

Cincuenta y un años después, aparecen Geese: el grupo formado por los neoyorkinos Cameron Winter, Emily Green, Max Bassin, y Dominic DiGesu quienes acaban de publicar su nuevo disco Getting Killed (2025) a través del sello Partisan Records. Tal vez fue inevitable que, al escucharlo por primera vez, pensara en Television. No solo porque Getting Killed parece destinado a convertirse en un referente del rock alternativo de nuestra época, sino porque dentro de su caos referencial se intuye una conexión espiritual con la escena underground de los 70 en Nueva York, especialmente aquella que orbitaba en torno a la famosa sala CBGB’s.
En ese momento, muchos jóvenes se escapaban de sus hogares para mudarse a Nueva York, aspirando a ser artistas, poetas, o performers. Era una época marcada artísticamente por el deseo de disolver límites; entre el arte y la vida, entre la alta y baja cultura, entre el orden y el azar, una herencia directa del Dadá y la poesía francesa de autores como Rimbaud y Artaud. De la situación post-años 60 en EEUU también surge una mayor sensibilidad por lo camp, la nostalgia y la representación de la vida como un espacio claustrofóbico. En Marquee Moon (1977), el disco más icónico de Television, la realidad se representa desde una desorientación sensorial que abraza el delirio poético.
Ahora, en una época plagada de algoritmos y música entendida como contenido para ser consumido y cantado a gritos en un evento de cien euros la entrada, Geese parece dar un paso hacia atrás, sin por ello caer en la nostalgia rancia, para recordarnos que algunos discos deberían demandar atención, incluso generar incomodidad, pues no toda la música puede funcionar como ruido de fondo.
Ya en su álbum anterior 3D Country (20243), Geese demostraba una sensibilidad hacia el pasado, con referencias al Hard Rock o el rock clásico de los 60. Pero no lo hacen desde un tono de homenaje o de desconfianza en la música del presente: como dice Fantano Geese no son “dad rock”, son “I don't have a dad rock”.
Si hay algo que define a Geese como banda es su relación con el caos. Su música habita en un espacio mental saturado, inestable, donde todo ocurre al mismo tiempo y nada se puede controlar del todo. Esto lo consiguen a veces trabajando desde la simplicidad, y otras con paisajes sonoros llenos de capas que generan una sensación de estar al borde del colapso. Aunque en Getting Killed las referencias a la sensación apocalíptica son más evidentes, en 3D Country (2023), -su tercer y anterior disco- ya existían destellos de esa pulsión infernal. Pienso, por ejemplo, en los finales de algunas canciones como “Undoer”, “Crusades”, o “Mysterious love”, donde parece abrirse una puerta al infierno al que no hay salida hasta el inicio de la siguiente canción del disco.

Sin embargo, Getting Killed es más sofisticado en su aproximación, pues la representación del mundo contemporáneo como oscuro, confuso y amenazante aparece aquí con una mayor madurez artística. La primera canción y segundo single del disco “Trinidad” lo ejemplifica a la perfección: con ese grito desgarrado de JPEGMAFIA y Winter, ”There’s a bomb in my car!!”, seguido por una letra que roza el sinsentido, estructurada desde un absurdismo radical.
Este enfoque conecta de nuevo con la tradición teatral y performativa que ocurría a en el contexto de la escena neoyorquina de los 70, donde figuras como Patti Smith intentaban posicionarse en lugares cercanos a la generación Beat o las tradiciones literarias románticas impulsadas por poetas como Allen Ginsberg para acercarse a las inquietudes artísticas existenciales del Teatro de lo Absurdo. En en caso de Geese, y en concreto en la forma de cantar de Winter, hay una teatralidad que se podría relacionar con el dramatismo de Rufus Wainwright, pero que a la vez parece remitir a estas referencias, ridiculizando lo solemne, a tientas entre la broma y la angustia existencial.
También la vergüenza aparece, en sus diversas formas, como una emoción clave, casi estructural, en la forma de escribir de Winter. Dicho esto, uno de los elementos más clave del disco está en sus momentos de apertura al final del túnel, como en “Cobra”. En la canción se insiste en el “you should be ashamed”; una voz externa que constantemente empuja al sentirse avergonzado por existir, pero que finalmente parece emanciparse en “You can make the cobras dance but not me”. Quizás de esta idea de libertad surge el que Geese se hayan convertido tan rápidamente en la banda que mejor encapsula la autenticidad del rock contemporáneo: no buscan complacer a nadie, ni encajar en ninguna escena, y Winter parece plenamente consciente de su capacidad para escribir canciones que producidas o cantadas de otra forma podrían convertirse en éxitos comerciales, como en el caso de “Love Takes Miles”. Lo cool de Geese es precisamente que parecen estar completamente ajenos a lo que la gente piensa de ellos.
Esto hace que haya momentos en los que cueste entender si se les debe tomar en serio o no. Pensemos en ese momento de “0$” en Heavy Metal (2024) cuando Winter repite como un loco “God is real”, en un tono que cuesta diferenciar si es ironía o en serio. Lo que más llama la atención de este enfoque es que Cameron parece estar constantemente jugando con el oyente, rehuyendo constantemente de toda forma de vulnerabilidad emocional, y justo cuando una se convence de que todo el disco está escrito en tono de coña, lanza frases que desarman como: “You can change and still choose me” o “I will break my own heart from now on” o “There is only dance in times of war”.
El artista Jeremy Deller ha dicho que la música es profecía, retomando una idea de Jacques Attali. En este sentido, Deller intuye que la música no sólo retrata el presente sino que es capaz de señalar al futuro. Mark Fisher captó esto en “Ghosts of My Life” (2014) al hablar de Joy Division como la banda que encarnó la pérdida de un futuro imaginable. Con Getting Killed, Geese parecen dar un paso más allá: ya no se trata de la desesperanza generacional de la Blank Generation de Richard Hell, sino de una disolución identitaria alimentada por el ritmo frenético, el panorama político internacional, y la lógica de internet. Geese parecen intentar escapar del surrealismo del mundo contemporáneo a través de su música: “I'm getting out of this gumball machine”. Quizás esa sea la única forma de habitar la confusión del mundo contemporáneo: desde su mismo lenguaje.
Las referencias a los 70 no están solo en la atmósfera mística o en la teatralidad de Winter. En lo instrumental también hay guiños claros: “Bow Down” podría pasar por una canción de Bob Dylan, tanto por su construcción melódica como por esa manera de narrar en estilo conversacional (ella dijo esto, yo respondí aquello), rozando de nuevo el absurdo. También el inicio de “Getting Killed” remite al sonido cocky y desbordado de New York Dolls, una de las bandas más relevantes de la escena glitter de Nueva York. Además, el inicio de “Getting Killed” dialoga directamente con “Love Takes Miles”, el disco en solitario de Cameron Winter, donde canta: “My love takes a long time / longer than a lover can survive”.

Pero quizás lo más sorprendente de Getting Killed son esos momentos de lucidez, donde el caos se detiene y aparece algo brillante, puro, como en la segunda parte de “Taxes”: de pronto emerge una sección hipnótica, de los momentos más estelares del disco y que probablemente se convertirá en uno de los momentos más potentes en sus directos.
Aparte de las referencias al fin del mundo, a la biblia y la espiritualidad, y toda la complejidad artística de esta serie de canciones, Getting Killed será un disco icónico en la historia de la música contemporánea no sólo por su representación conceptual del panorama socio/político mundial, sino porque es capaz de crear un lugar donde liberar esa tensión. Cuando todo va tan rápido que prácticamente no hay tiempo de parar a mirar alrededor, solo nos queda dejarnos llevar por esa ola de frenetismo para encontrar el sentido. Como dice Winter en la última canción del disco: “I have no idea where i'm going / Here I come”.