Los chivatos: Pulpa

Por
Ana Webb
27/10/2025

Aunque aparentemente sigan sin tomarse nada demasiado en serio, el interés de su propuesta está en trabajar con la esperanza como base

Escribir cualquier cosa sobre la música de los Chivatos resulta una tarea difícil. No porque su música no sea interesante o porque no haya profundidad en todo aquello que se ha ido gestando en todos los años que llevan haciendo música previos a la publicación de Pulpa (2025), sino porque siempre es complejo intentar hablar en serio sobre algo que se posiciona constantemente desde el humor

Se siente como cuando una institución artística de mucho prestigio internacional promueve una obra de arte que parece reírse de sí misma, como la instalación “Tree” (2014) de Paul McCarthy, que se insertó en una de las plazas más lujosas de París, la Place Vendome. De alguna forma, la institución (o en este caso la crítica) quiere pensar que forma parte del chiste, pero el arte siempre busca atacar su propio status quo, y en el caso de Los Chivatos esto siempre ha sido evidente. 

“Tree” (2014) de Paul McCarthy

La banda se formó a principios del 2015 en la facultad de Bellas Artes de Bilbao. En 2019 lanzaron su primer trabajo de estudio Stay Ñunk, y más tarde Perros con cara de humano (2022), ambos producidos por Guille Peña. En 2023 sacan un EP de seis canciones titulado Fibra de carbono,  grabado y producido por Borja Pérez, tras hermanarse con Buenos Amigos. Pérez también ha estado a cargo del LP que acaban de publicar a través del sello Mushroom Pillow y la agencia Ártica, Pulpa (2025).

La historia de la banda parece algo compleja, teniendo en cuenta la cantidad de miembros que ha tenido a lo largo de su existencia. Se puede comprobar en el documental DIY que publicaron en su canal de YouTube “Odio Eterno al Arte Moderno. El documental”.

En el corto —de media hora de duración— se muestra a la banda como un proyecto algo ridículo, por decirlo de alguna forma: un grupo que solo generaba caos allá donde iba, que apenas tenía oyentes, y cuyos directos eran conocidos por su absoluta locura, descontrol e improvisaciones larguísimas y sin sentido. La gran extensión de estos conciertos quizás fue también impulsada por las improvisaciones del cantante, Martín Azpilikueta, cuyas referencias al rap y las batallas de gallos son evidentes. La tontería de la que parten como grupo se estructura en el hecho de que, aparentemente, solo nacieron desde la ambición de que existiese una banda con su nombre: Los Chivatos de Ana Frank.

La forma en que representan sus conciertos en el documental me recuerda a la época de los 80 de Nick Cave en Berlín: ese tipo de punk de tirarse del escenario, de enfadarse con el público, de ser, en definitiva, un imbécil. Se nota que los movimientos iniciales de la banda surgían claramente de la pura diversión, de la intención juvenil de romper con todo y hacer el imbécil hasta que se pudiera (en este caso, hasta terminar la carrera y pensar en disolverse). De ahí surge esta categoría que defendían en su primer disco, el “ñunk”: un acercamiento al punk desde las letras en castellano, desde lo desagradable y el vacile constante. 

Desde sus inicios, Los Chivatos han practicado un punk sucio. Originalmente la instrumentación era mucho más oscura, quizá más cercana al metal o al hardcore, pero todavía ligado a una idea tradicional del punk clásico: en definitiva en línea con el punk bilbaíno heredado del Rock Radical Vasco. De aquí también lo grosero en algunas las letras - basta pensar en versos como “vomito que parece una cascada” en “No Me Chilles”.

Dicho esto, y aunque quieran siempre hacer como que están de coña, las letras de Los Chivatos contienen un punto de nostalgia, de añorar lo simple de ser un niño, en el caso de Pulpa, palpable en canciones como “Salto mortal”. Parece una melancolía frustrada, un intento de conectar con el pasado al chocar con el fin de la adolescencia y el enfrentamiento al mundo adulto.

Por experiencia, sé que bellas artes es una carrera en la que los años universitarios se viven como una fantasía: la vida es lo que ocurre mientras te dedicas solo a hacer cosas que te gustan, que te divierten. Dibujar, esculpir, leer sobre cosas que te apetecen, o presenciar a un compañero de clase traer un jamón y varios perros a la facultad para hacer una performance extraña para todos. De esa actitud parece surgir la libertad presente en los primeros acercamientos de Los Chivatos a la música. 

Aunque el humor es un tema recurrente en el arte, ha tardado mucho en ser pensado desde la teoría, a pesar de su capacidad para activar impulsos reprimidos, disrumpir convenciones, encarnar la alienación y explorar relaciones de poder. El humor y la caricatura puede ser una forma de lidiar con las circunstancias más trágicas de la vida, y a la vez funcionar como un mecanismo de desafío ante el consumismo y la autoridad - algo evidente en la obra de artistas como Mike Kelley (quien colaboró con músicos como Iggy Pop y Sonic Youth) o el ya mencionado Paul McCarthy.

En el punk siempre ha existido ese aire de broma, especialmente en aquellas canciones que representaban situaciones de frustración o descontento ante la autoridad. Un ejemplo claro es “I Fought the Law” (1978) de The Clash. En cuanto a canciones más contemporáneas podríamos pensar en la descripción Lily Allen de Londres como una ciudad cutre, peligrosa, y sucia en “LDN” o la ironía de Isaac Wood al relatar la autodefensa simbólica de un pijo inglés en “Sunglasses”, del primer disco de Black Country, New Road.

También el humor sirve simplemente para hacer canciones disfrutables, y en la forma de escribir de Martín me gusta esa tendencia a hablar de lo que consume: red bull, pepsi, 7up, colacao, pringles, apetinas, tobosines, triskys, …etc. En concreto, “Citroen AX” me recuerda a “Mars Bar” de The Undertones, un tema en el que cantante habla de sobrevivir únicamente a base de chocolatinas, que solía ponerme mi padre de pequeña y que siempre me ha hecho mucha gracia por su puro sinsentido.

En la “La Playa“ ocurre algo parecido, pues la letra describe la experiencia de una persona que viaja con ganas a la playa y termina perdiendo sus cosas y buscándolas hasta que amanece. Me recuerda a otras canciones de este tipo de humor absurdo como “Joy Division Oven Gloves” o “National Shite day” de Half Man Half Biscuit 

Hubo un tiempo en el que la música de Los Chivatos no me llamaba la atención, precisamente por esa agresividad que se percibía desde fuera. Personalmente, no me gusta ese tipo de masculinidad que hace sentir como si te estuvieran vacilando. No me interesaba mucho pensar en otro grupo de hombres generando conciertos de pogos masculinos, con letras desagradables y guitarras que sonaban como una caricatura del punk de los 70. 

Pero en este disco hay algo diferente. La multiplicidad de referencias que traen cada uno de los miembros generan un sonido mucho más complejo y brillante; los riffs de guitarra rellenan mucho más las canciones, las letras tienen más rigor, se entienden mejor, y poseen más profundidad. Es un disco que cobra sentido desde el humor y la crítica, y que por tanto se puede sobre-analizar (como llevo haciendo yo todo el fin de semana) o simplemente disfrutar. 

Lo interesante de estas bromas es que surgen de una crítica sólida, de un posicionamiento que, aunque no es estrictamente político, dialoga con el capitalismo y el aburrimiento de la vida neoliberal. En definitiva un acercamiento mucho más maduro de la base del proyecto de Los Chivatos de Ana Frank (el cambio del nombre me parece, por cierto, un acierto).

En resumen, aunque aparentemente Los Chivatos sigan sin tomarse nada demasiado en serio, el interés de su propuesta está en trabajar con la esperanza como base. Esta idea se percibe en la declaración de intenciones de su primer single y tema del LP “Tron”, cuyos versos iniciales dicen: 

Se hizo lo que se pudo 

pero suerte no hubo 

ahora estamos todos en la esquina de pensar

(...)

Invierte en bonos del Estado hazme caso

Ponte pancho en el sofá, deja que te llene el vaso

El disco termina con una declaración de intenciones: “vamos a hacer algo grande”. Este verso me recuerda un poco al “Look at what we did together BCNR friends forever” (salvando las distancias) del renacer de Black Country, New Road. Precisamente es ese optimismo —además de la diversión que promueve su música y la energía que transmiten en el escenario— constituye la propuesta de Los Chivatos, evidente en esta respuesta que dieron en una entrevista con Ruta 66 en 2022:

Bueno la principal sensación que nos transmiten los bolos y la gente que va es futuro y esperanza precisamente, se respira vida como dice Romano Aspas. Diferente no sé si ofrecemos algo, pero nos lo pasamos como enanos tocando y lo hacemos siempre con muchas ganas. La gente por lo general se lo suele pasar de la hostia nos dicen.

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Los chivatos: Pulpa
Aunque aparentemente sigan sin tomarse nada demasiado en serio, el interés de su propuesta está en trabajar con la esperanza como base
Por
Ana Webb
27/10/2025

Escribir cualquier cosa sobre la música de los Chivatos resulta una tarea difícil. No porque su música no sea interesante o porque no haya profundidad en todo aquello que se ha ido gestando en todos los años que llevan haciendo música previos a la publicación de Pulpa (2025), sino porque siempre es complejo intentar hablar en serio sobre algo que se posiciona constantemente desde el humor

Se siente como cuando una institución artística de mucho prestigio internacional promueve una obra de arte que parece reírse de sí misma, como la instalación “Tree” (2014) de Paul McCarthy, que se insertó en una de las plazas más lujosas de París, la Place Vendome. De alguna forma, la institución (o en este caso la crítica) quiere pensar que forma parte del chiste, pero el arte siempre busca atacar su propio status quo, y en el caso de Los Chivatos esto siempre ha sido evidente. 

“Tree” (2014) de Paul McCarthy

La banda se formó a principios del 2015 en la facultad de Bellas Artes de Bilbao. En 2019 lanzaron su primer trabajo de estudio Stay Ñunk, y más tarde Perros con cara de humano (2022), ambos producidos por Guille Peña. En 2023 sacan un EP de seis canciones titulado Fibra de carbono,  grabado y producido por Borja Pérez, tras hermanarse con Buenos Amigos. Pérez también ha estado a cargo del LP que acaban de publicar a través del sello Mushroom Pillow y la agencia Ártica, Pulpa (2025).

La historia de la banda parece algo compleja, teniendo en cuenta la cantidad de miembros que ha tenido a lo largo de su existencia. Se puede comprobar en el documental DIY que publicaron en su canal de YouTube “Odio Eterno al Arte Moderno. El documental”.

En el corto —de media hora de duración— se muestra a la banda como un proyecto algo ridículo, por decirlo de alguna forma: un grupo que solo generaba caos allá donde iba, que apenas tenía oyentes, y cuyos directos eran conocidos por su absoluta locura, descontrol e improvisaciones larguísimas y sin sentido. La gran extensión de estos conciertos quizás fue también impulsada por las improvisaciones del cantante, Martín Azpilikueta, cuyas referencias al rap y las batallas de gallos son evidentes. La tontería de la que parten como grupo se estructura en el hecho de que, aparentemente, solo nacieron desde la ambición de que existiese una banda con su nombre: Los Chivatos de Ana Frank.

La forma en que representan sus conciertos en el documental me recuerda a la época de los 80 de Nick Cave en Berlín: ese tipo de punk de tirarse del escenario, de enfadarse con el público, de ser, en definitiva, un imbécil. Se nota que los movimientos iniciales de la banda surgían claramente de la pura diversión, de la intención juvenil de romper con todo y hacer el imbécil hasta que se pudiera (en este caso, hasta terminar la carrera y pensar en disolverse). De ahí surge esta categoría que defendían en su primer disco, el “ñunk”: un acercamiento al punk desde las letras en castellano, desde lo desagradable y el vacile constante. 

Desde sus inicios, Los Chivatos han practicado un punk sucio. Originalmente la instrumentación era mucho más oscura, quizá más cercana al metal o al hardcore, pero todavía ligado a una idea tradicional del punk clásico: en definitiva en línea con el punk bilbaíno heredado del Rock Radical Vasco. De aquí también lo grosero en algunas las letras - basta pensar en versos como “vomito que parece una cascada” en “No Me Chilles”.

Dicho esto, y aunque quieran siempre hacer como que están de coña, las letras de Los Chivatos contienen un punto de nostalgia, de añorar lo simple de ser un niño, en el caso de Pulpa, palpable en canciones como “Salto mortal”. Parece una melancolía frustrada, un intento de conectar con el pasado al chocar con el fin de la adolescencia y el enfrentamiento al mundo adulto.

Por experiencia, sé que bellas artes es una carrera en la que los años universitarios se viven como una fantasía: la vida es lo que ocurre mientras te dedicas solo a hacer cosas que te gustan, que te divierten. Dibujar, esculpir, leer sobre cosas que te apetecen, o presenciar a un compañero de clase traer un jamón y varios perros a la facultad para hacer una performance extraña para todos. De esa actitud parece surgir la libertad presente en los primeros acercamientos de Los Chivatos a la música. 

Aunque el humor es un tema recurrente en el arte, ha tardado mucho en ser pensado desde la teoría, a pesar de su capacidad para activar impulsos reprimidos, disrumpir convenciones, encarnar la alienación y explorar relaciones de poder. El humor y la caricatura puede ser una forma de lidiar con las circunstancias más trágicas de la vida, y a la vez funcionar como un mecanismo de desafío ante el consumismo y la autoridad - algo evidente en la obra de artistas como Mike Kelley (quien colaboró con músicos como Iggy Pop y Sonic Youth) o el ya mencionado Paul McCarthy.

En el punk siempre ha existido ese aire de broma, especialmente en aquellas canciones que representaban situaciones de frustración o descontento ante la autoridad. Un ejemplo claro es “I Fought the Law” (1978) de The Clash. En cuanto a canciones más contemporáneas podríamos pensar en la descripción Lily Allen de Londres como una ciudad cutre, peligrosa, y sucia en “LDN” o la ironía de Isaac Wood al relatar la autodefensa simbólica de un pijo inglés en “Sunglasses”, del primer disco de Black Country, New Road.

También el humor sirve simplemente para hacer canciones disfrutables, y en la forma de escribir de Martín me gusta esa tendencia a hablar de lo que consume: red bull, pepsi, 7up, colacao, pringles, apetinas, tobosines, triskys, …etc. En concreto, “Citroen AX” me recuerda a “Mars Bar” de The Undertones, un tema en el que cantante habla de sobrevivir únicamente a base de chocolatinas, que solía ponerme mi padre de pequeña y que siempre me ha hecho mucha gracia por su puro sinsentido.

En la “La Playa“ ocurre algo parecido, pues la letra describe la experiencia de una persona que viaja con ganas a la playa y termina perdiendo sus cosas y buscándolas hasta que amanece. Me recuerda a otras canciones de este tipo de humor absurdo como “Joy Division Oven Gloves” o “National Shite day” de Half Man Half Biscuit 

Hubo un tiempo en el que la música de Los Chivatos no me llamaba la atención, precisamente por esa agresividad que se percibía desde fuera. Personalmente, no me gusta ese tipo de masculinidad que hace sentir como si te estuvieran vacilando. No me interesaba mucho pensar en otro grupo de hombres generando conciertos de pogos masculinos, con letras desagradables y guitarras que sonaban como una caricatura del punk de los 70. 

Pero en este disco hay algo diferente. La multiplicidad de referencias que traen cada uno de los miembros generan un sonido mucho más complejo y brillante; los riffs de guitarra rellenan mucho más las canciones, las letras tienen más rigor, se entienden mejor, y poseen más profundidad. Es un disco que cobra sentido desde el humor y la crítica, y que por tanto se puede sobre-analizar (como llevo haciendo yo todo el fin de semana) o simplemente disfrutar. 

Lo interesante de estas bromas es que surgen de una crítica sólida, de un posicionamiento que, aunque no es estrictamente político, dialoga con el capitalismo y el aburrimiento de la vida neoliberal. En definitiva un acercamiento mucho más maduro de la base del proyecto de Los Chivatos de Ana Frank (el cambio del nombre me parece, por cierto, un acierto).

En resumen, aunque aparentemente Los Chivatos sigan sin tomarse nada demasiado en serio, el interés de su propuesta está en trabajar con la esperanza como base. Esta idea se percibe en la declaración de intenciones de su primer single y tema del LP “Tron”, cuyos versos iniciales dicen: 

Se hizo lo que se pudo 

pero suerte no hubo 

ahora estamos todos en la esquina de pensar

(...)

Invierte en bonos del Estado hazme caso

Ponte pancho en el sofá, deja que te llene el vaso

El disco termina con una declaración de intenciones: “vamos a hacer algo grande”. Este verso me recuerda un poco al “Look at what we did together BCNR friends forever” (salvando las distancias) del renacer de Black Country, New Road. Precisamente es ese optimismo —además de la diversión que promueve su música y la energía que transmiten en el escenario— constituye la propuesta de Los Chivatos, evidente en esta respuesta que dieron en una entrevista con Ruta 66 en 2022:

Bueno la principal sensación que nos transmiten los bolos y la gente que va es futuro y esperanza precisamente, se respira vida como dice Romano Aspas. Diferente no sé si ofrecemos algo, pero nos lo pasamos como enanos tocando y lo hacemos siempre con muchas ganas. La gente por lo general se lo suele pasar de la hostia nos dicen.

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