Séptima entrega de Gente que piensa.
Un nuevo viaje por esos rincones donde la soledad cobra forma en pleno ruido digital, donde la nostalgia desdibuja los bordes de lo cotidiano y la imaginación dibuja nuevas maneras de estar en la ciudad.
Una travesía fotográfica que inventa una vida y una historia a través de una escena cotidiana.
Cada quince días, en sustrato.io.
1º Y ahora qué queda. No queda nada.

—Hubo un mensaje. Y luego hubo un lugar y una mirada, y luego risa y más mensajes, y palabras que jugaban con otras palabras y cenas y películas y canciones y largos paseos.
Te conté mucho sobre mí y conociste mis rutinas y cambiaste algunas cosas y estuvo bien conocerte y hablar contigo, y que supieras esas cosas que me cabrean y esas cosas que me hacen feliz.
Y ahora qué queda.
No queda nada.
2º Si no paso página yo, la termina pasando el tiempo.

—Maite, cuando pienso en la primera cita, todavía se me enciende el sudor en las manos y los nervios en los tobillos. Tú no lo notas pero me convierto en una marioneta. Qué risa que tú no lo notes después de cuarenta años de casados. ¿Dónde van las ganas cuando ya es tarde para lo que deseábamos? ¿Se deshace el sueño o pasa a la otra persona? ¿Se hereda la tristeza? Es mía, la realidad es que no quiero perderla, no quiero que te hagas con ella para alimentar tu felicidad. Ya he superado muchos miedos, pero… ¿En qué lugar de mi soledad guardo los miedos superados? No es tan fácil alejarse de lo que uno ha sido, desconocerse; decir: quién es quién quiero ser y qué necesito cambiar. ¿Querer cambiar es el camino? Entiendo cada una de mis preguntas, pero… ¿necesito convertir las respuestas en pasos? ¿que te digan lo que quieres escuchar, es avanzar o retroceder?
Me pregunto: ¿puedo empezar de cero? ¿Tengo yo la respuesta?
No sé en qué momento empezaste tú a responder mis preguntas por mí
3º Estamos hartos de alimentarnos a base de errores pero nos hemos acostumbrado a su sabor.

—Estamos condenados a vivir en lo desconocido, en el vértigo que nace cuando te llenas de preguntas y no encuentras la forma de responder con una mirada. Estamos creando un mundo donde perdernos porque en este no somos capaces de encontrarnos. Deshacemos las oportunidades para crear otras: la vida del desperdicio. Abraza, besa, empuja, toca. Colócate las gafas con las que puedes tenerlo todo. Y, a la vez, nada: nunca todo es suficiente. Si aquí no, tal vez allí. Si aquí no, tal vez allí. Siempre pensamos en otro lugar. «¿Dónde estás mentalmente?» nos preguntamos constantemente. ¿Cuántas son tus ganas de bucear en un deseo presente? Pisamos un camino —el nuestro— y tenemos la mirada clavada en el equivocado. Estamos hartos de alimentarnos a base de errores pero nos hemos acostumbrado a su sabor. Vaya. Reconstruimos constantemente la forma de lo que somos porque el camino que hemos avanzado ya no nos gusta. Siempre es tarde para mirar atrás y siempre estamos a tiempo de inventarnos algo nuevo que abrace la realidad.
Hay demasiadas preguntas y no sé dónde voy,
pero si quieres puedes venirte a buscar respuestas conmigo.