¿El veraneo era esto? Estás a punto de descubrir un humilde manual de supervivencia.

1. Tienes que ser extremadamente guapo o guapa para que te quede estéticamente bien el pack completo de tubo y gafas de buceo. Pocos son capaces de defender ese look con dignidad.
2. La siesta. Lo imposible. Ese intento de dormir bajo la sombrilla, con el ruido de las olas, los niños gritando y el sol que se mueve. Al final, es más un estado de semi-consciencia que un verdadero descanso. Cuenta como siesta. Check.
3. Los niños pequeños deben llevar un gorrito muy mono y muy fotogénico. Toda la familia observará riendo y con entusiasmo cuando el niño camine tambaleándose por la arena. Qué maravilla el crío. Luego caerá y llorará. “Está aprendiendo. Hay que dejar que se caiga, para que aprenda”. Hay que dejar que se caiga porque tardarías 15 minutos en levantarte de esa silla pegajosa, señor.
4. Las algas han de inspeccionarse tímida y suavemente con un pie, manteniendo la calma. A pierna extendida, casi forzando el tirón. No va a pasar nada, son algas, pero asegura, tantea. El mar es tuyo. Un cúmulo de algas no puede amargar tu baño. Sonríe, no hay nada. Sigue. Mejor nada hasta flotar.
5. Si llevas un libro, la portada ha de ser bonita. No puedes llevar un libro feo, antiguo o de segunda mano a la playa. Si es un bestseller, mejor. Un libro de Elísabet Benavent, María Dueñas, Joël Dicker, nombres así, que te suenen. Un libro en la playa ha de ser reconocible. Postureo sutil para tu veraneo literario. La elección de autores populares siempre será un acierto, que "se vea" lo que lees, sino pa’ qué.
6. “Sí, claro, llévate el donut inflable” Eso es lo que te dirá alguien que no quiere llevarse un hinchable. Inflarlo será un acto de fe. Transportarlo, una proeza olímpica. Que no se lo lleve el viento, una oración. Y que el pequeño de la casa lo comparta con el primo, un milagro.
7. En el juego de las palas no hay reglas, no existen reglas. De verdad, no existe tampoco delimitación de terreno con chanclas, ni altura de la red invisible. No nos empeñemos en poner reglas siempre. Simplemente golpea, cuenta los toques, disfruta. El juego de las palas debe ser un alegato por la libertad y la espontaneidad en medio de un día de caos.
8. Las mejores sillas (las sillas plegables, robustas, de plástico duro, las que acompañan a la familia durante varias generaciones) siempre son para los mayores. Es una ley no escrita, como ceder el asiento en el metro. Un día de playa y alboroto no puede hacer olvidar la jerarquía familiar.
9. Aléjate de toda persona que grite y cuya sola presencia sea solo jolgorio sin descanso. La playa no es una biblioteca, pero tampoco es un estadio. Hay que encontrar el punto medio del "respeto auditivo".
10. El ritual del protector solar. Siempre habrá una zona de la espalda olvidada que te recordará al día siguiente tus pecados.
11. Está permitido subir fotos. ¿Cómo no vas a subir fotos? Has salido de casa para algo. Vamos a dejar de pensar que subir una fotito acompañada de mensajes como ‘playita’ y ‘chill’ es postureo. Eso es muy de 2015. Haz mil fotos y súbelas, que luego se te olvida que has estado. El "postureo" ha quedado ya obsoleto. Estamos todos en el ajo. ¡Libertad fotográfica! Documenta la felicidad sin complejos.
12. La mera actividad de alquilar un patinete, conlleva la responsabilidad de ir alternando a la persona que pedalea. Es una batalla que se libra en cada familia. Un día de playa no es una regata, aunque lo parezca.
13. El bocadillo de tortilla y la sandía cortadita en un tupper son dos imprescindibles para sobrevivir al sol. Los pilares de la supervivencia.
14. La barriguita cervecera no se esconde, se muestra y se pasea con orgullo: brazos arqueados en los costados, mirada al frente y sonrisita en la cara. Un himno a la aceptación y al "disfrutar es esto". No puede faltar un toque de body positive playero.
15. A veces, todo lo que necesitamos es escuchar el silbato de un socorrista para comprobar que, por una vez, no somos nosotros los que estamos haciendo algo incorrecto. El colofón perfecto. La sensación de alivio al saber que, por una vez, no eres tú el "señalado" por la autoridad playera. Una metáfora muy aguda de la auto-observación y la pequeña culpa diaria.
16. Colocar la sombrilla siempre será un desafío de ingeniería. Que no salga volando y decapite a la señora de al lado, será una preocupación constante. Si aguanta, una victoria. Si no, a recogerla con dignidad.
17. Ver una pantalla a pleno sol es una misión para superhéroes. Reflejos, brillo al máximo y el miedo constante a que se caiga a la arena o se moje. A veces, la batería muere. Y es el mejor regalo del día.