Octava entrega de Gente que piensa.
Un nuevo viaje, esta vez, hacia el rumor de las olas, donde la soledad se viste de formadiferente y el ruido de la ciudad se disuelve.
Dejamos de lado las apps y empieza un diálogo interno. Si aprendes a buscar, casi puedes escuchar lo que te dices.
Una inmersión en tres instantes cotidianos que reinventan (o no) la manera de habitar el mundo.
1º "¿Qué cambiaría si pudiera volver atrás? No lo sé, ni siquiera me lo planteo. Bastante tengo con lo que viene por delante."

—¿Qué cambiaría si pudiera volver atrás? No lo sé, ni siquiera me lo planteo. Bastante tengo con lo que viene por delante.
Laura, te escribo desde Niza. Sentía que necesitaba poner tierra de por medio a lo nuestro. Me refiero a que contigo todo está funcionando tan bien que tengo un poco de miedo. Con cuarenta años a la espalda y seguimos enamorándonos como críos.
Me da un poco de vergüenza escribir esto, pero es así: estoy leyendo cuatro libros a la vez y en todos hay alguna escena que me hace pensar en ti. ¿Cómo está Mario? ¿Fuisteis a la playa el domingo? Ese niño nos va a volver locos. Me gusta cuando me miras mientras intentas convencerle para que no se suba como un mono a todo lo que ve por la calle. Esa mirada me ayuda a sentirme un poco más cerca de él. ¿Crees que le caigo bien? No he parado de viajar de estación en estación. Los trenes son lugares estupendos para pensar. Niza me está gustando, también he estado en Cannes, Mónaco, Mentón y Antibes. Son ciudades que nacen desde los callejones, y luego se expanden. Los yates brillan en el agua. Hay galerías de arte en cada esquina. No quiero entrar porque me voy a dejar el sueldo. Volveré a España en unos días. Tenemos pendiente una cena en ese restaurante indio que conoces. Creo que ya sé cuál es. Si me dicen todo esto hace un año, no me lo creo.
Creo que tengo mucha suerte contigo.
2º “Me quedo bobo en ti.”

—Me siento y espero. Quince minutos. Media hora. No lo sé. Ordeno mi cabeza. La ansiedad es un globo interno que se hincha cada vez más hasta que explota y ya no eres capaz de reconocerte. Sorprende que ni estando aquí pueda cambiar algunas cosas. Marta, ¿tú también desmenuzas cada gesto? Sé que es una pregunta rara, pero últimamente me ha dado por pensar que estoy un poco loco porque cuando me miras analizo cada uno de tus movimientos.
Me quedo bobo en ti. El otro día, no sé qué estabas contando… De repente, empecé a fijarme en tu dedo meñique. Le sale una arruguita bastante graciosa. Mis padres ya están volando de vuelta a la península. Yo me quedaré unos días más. Teniendo casa aquí necesito aprovechar.
Ya te contaré. La semana pasada, en la despedida de soltero de Raúl, Alberto se quitó el anillo de casado y se dedicó a buscar atención en medio del chiringuito. Empezó a lanzar indirectas a diestro y siniestro. Había algunos grupos de mujeres. Lo miraban y alucinaban.
¿Tan fácil es para algunos deshacerse de todo por un simple momento de ego? Nos puede la inercia. La inercia de no saber ni adonde vamos. Si no es capaz de pensar en su mujer, ni en los chiquillos, en fin… Al final, una de las mujeres habló con él y le dijo que se le notaba la marca del anillo de casado por el tono moreno de la piel. Se quedó pálido. El Pachi lo cogió de los hombros, lo sentó en un sofá y le dijo cuatro cosas. Fue un escándalo. Yo no quise ni acercarme, le miraba desde lejos y se me removía el estómago. Las despedidas de soltero son de lo peor que ha inventado el ser humano.
Mañana te llamo por la tarde, ¿vale? Tenemos que cerrar cuanto antes lo de la finca y el DJ.
3º“Nada termina nunca del todo, y a veces eso está bien, Rober.”

—A veces, todo lo que necesitamos es una excusa que nos dé espacio para hacer lo que queremos en la vida. No es fácil admitirlo, pero es así. Cuando te dije que necesitaba un tiempo, no te mentía. Nunca lo he hecho. Nada termina nunca del todo, y a veces eso está bien, Rober. Un día nos reíamos a carcajadas por una tontería, y al día siguiente volvíamos a la casilla de salida, midiendo cada palabra, cada gesto. Era agotador. Pesaba cada vez más. En fin… Te quiero pero no he aprendido a estar contigo. No lo sé. No he podido. Sé que para ti, cuando lo hablamos, no fue fácil entenderlo. Para mí tampoco, ¿y qué hago? La psicóloga me ha dicho que es lo mejor. Cualquier otra cosa es volver atrás, volver a las mismas preguntas…y sufrir. Pero sufrir tanto tú como yo. No quiero escribirte más, de verdad. Estoy con Maite desconectando unos días. Vamos a esperar a septiembre. Queda poco. En septiembre hablamos. A lo mejor ahí podemos, no sé, dejar de planificar tanto y fluir. Buscar la forma de entendernos.
De verdad, pienso mucho en ti. Más de lo que crees. En septiembre hablamos.