La fiesta de los vivos

Si el Día de Muertos en México es la celebración que honra a los que ya no están, San Fermín es la oda a los vivos.

Recuerdo perfectamente el día que conocí a mi amigo J. Esa tarde iba a una fiesta light por primera vez en mi vida. De aquel día saqué dos conclusiones: la primera la descubrí yo solito, y es que se puede detectar a un psicópata solo por cómo se remanga la camisa. En cambio la otra me la enseñó J diciendo con rotundidad: “No se puede llegar de los primeros, eso no es de guays”.

Esta vez, más que hacerle caso a J, lo que no pude fue ir antes a Pamplona. Llegué a la ciudad el sábado 12 por la mañana, y para mi sorpresa, pese a creer que la fiesta podía estar decayendo dado que se acercaba el final, fue más bien al contrario. Aquello estaba más vivo que nunca.

Con el chupinazo del día 6, la ciudad entra en una fiesta infinita para celebrar hasta el 14 de julio nada más y nada menos que la dicha de estar vivos a través del continuo recuerdo de la existencia de la muerte. Cuenta la leyenda que San Fermín fue decapitado, y que a eso se debe el pañuelo rojo que lleva en el cuello  todo el que pasea por Pamplona. Honor a la sangre derramada. La misma que en algún momento dejará de circular por nuestros vasos sanguíneos. Porque sí, algún día, al igual que ese 14 de julio, nuestra fiesta acabará, y no podremos cantar el “Pobre de mí", pero seguro que muchos se apiadarán de nosotros. Fue Amenábar quien, en una escena de la película “Mientras dure la guerra”, mostró a Millán-Astray dirigiéndose a un grupo de legionarios al grito de “Viva la muerte”. Y pese a lo violenta que puede parecer la frase, pienso que no es más que un agradecimiento a la misma por su mera existencia, la cual hace que estemos aquí, vivos.

«No me importaba el sentido de la vida. Lo único que quería era saber cómo vivir. Tal vez, si uno descubría cómo vivir, podría deducir de ahí el sentido de la vida» dice Hemingway en un extracto de Fiesta, libro que puso a Pamplona y sus sanfermines en el mapa, y que, solo con observar, fue capaz de entender de qué iba aquello. Por eso, si el Día de Muertos en México es la celebración que honra a los que ya no están, San Fermín es la oda a los vivos. A encontrarle el sentido a nuestra mera existencia.

Del 6 al 14 de julio, miles de personas corren en las astas de los toros como un reflejo de lo mismo que pasa en nuestro día a día. La muerte convive con nosotros, pero creemos que no es así. Tal vez sea un vecino sigiloso, pero está ahí. Siempre detrás de la puerta, con la oreja puesta, esperando a salir. Y pese a que mucha gente quiera erradicar parte de la fiesta, aquellos que buscan separar no saben que les unen más cosas de las que les distancian del vecino de enfrente. En el fervor de la batalla, en la búsqueda de la gloria eterna que enfrentan los matadores a las seis y media de la tarde, se muestra el rito del fin de la vida como debería ser siempre, peleando hasta el final.

Bastan dos días en Pamplona para saber cómo se muere pero, sobre todo, para saber cómo se vive.

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Costumbres

La fiesta de los vivos

Si el Día de Muertos en México es la celebración que honra a los que ya no están, San Fermín es la oda a los vivos.

Recuerdo perfectamente el día que conocí a mi amigo J. Esa tarde iba a una fiesta light por primera vez en mi vida. De aquel día saqué dos conclusiones: la primera la descubrí yo solito, y es que se puede detectar a un psicópata solo por cómo se remanga la camisa. En cambio la otra me la enseñó J diciendo con rotundidad: “No se puede llegar de los primeros, eso no es de guays”.

Esta vez, más que hacerle caso a J, lo que no pude fue ir antes a Pamplona. Llegué a la ciudad el sábado 12 por la mañana, y para mi sorpresa, pese a creer que la fiesta podía estar decayendo dado que se acercaba el final, fue más bien al contrario. Aquello estaba más vivo que nunca.

Con el chupinazo del día 6, la ciudad entra en una fiesta infinita para celebrar hasta el 14 de julio nada más y nada menos que la dicha de estar vivos a través del continuo recuerdo de la existencia de la muerte. Cuenta la leyenda que San Fermín fue decapitado, y que a eso se debe el pañuelo rojo que lleva en el cuello  todo el que pasea por Pamplona. Honor a la sangre derramada. La misma que en algún momento dejará de circular por nuestros vasos sanguíneos. Porque sí, algún día, al igual que ese 14 de julio, nuestra fiesta acabará, y no podremos cantar el “Pobre de mí", pero seguro que muchos se apiadarán de nosotros. Fue Amenábar quien, en una escena de la película “Mientras dure la guerra”, mostró a Millán-Astray dirigiéndose a un grupo de legionarios al grito de “Viva la muerte”. Y pese a lo violenta que puede parecer la frase, pienso que no es más que un agradecimiento a la misma por su mera existencia, la cual hace que estemos aquí, vivos.

«No me importaba el sentido de la vida. Lo único que quería era saber cómo vivir. Tal vez, si uno descubría cómo vivir, podría deducir de ahí el sentido de la vida» dice Hemingway en un extracto de Fiesta, libro que puso a Pamplona y sus sanfermines en el mapa, y que, solo con observar, fue capaz de entender de qué iba aquello. Por eso, si el Día de Muertos en México es la celebración que honra a los que ya no están, San Fermín es la oda a los vivos. A encontrarle el sentido a nuestra mera existencia.

Del 6 al 14 de julio, miles de personas corren en las astas de los toros como un reflejo de lo mismo que pasa en nuestro día a día. La muerte convive con nosotros, pero creemos que no es así. Tal vez sea un vecino sigiloso, pero está ahí. Siempre detrás de la puerta, con la oreja puesta, esperando a salir. Y pese a que mucha gente quiera erradicar parte de la fiesta, aquellos que buscan separar no saben que les unen más cosas de las que les distancian del vecino de enfrente. En el fervor de la batalla, en la búsqueda de la gloria eterna que enfrentan los matadores a las seis y media de la tarde, se muestra el rito del fin de la vida como debería ser siempre, peleando hasta el final.

Bastan dos días en Pamplona para saber cómo se muere pero, sobre todo, para saber cómo se vive.

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