Leer mal | Escribir mal

Cervantes es un mal escritor. El Quijote es un error, una mala novella de caballerías, que da, por la incontención del autor, en la novela moderna

Leer mal

“Durante muchos años, por un error del editor que se había equivocado en el retrato de la contratapa, leí obras de Balzac pensando que tenía el rostro de Amiel, es decir, un rostro alargado, magro, elegante, enfermizo y metafísico. Solo cuando más tarde descubrí el verdadero rostro de Balzac su obra para mí cambió de sentido y se me iluminó. Cada escritor tiene la cara de su obra. Así me divierto a veces pensando cómo leería las obras de Víctor Hugo si tuviera la cara de Baudelaire o las de Vallejo si se hubiera parecido a Neruda. Pero es evidente que Vallejo no hubiera escrito los Poemas Humanos si hubiera tenido la cara de Neruda”

Julio Ramón Ribeyro

En el Museo del Prado de Madrid hay un inmenso cuadro, incomprensible en principio si se para uno a mirarlo de frente. Este cuadro es “El lavatorio” de Tintoretto.

El lienzo, de gran formato marcadamente horizontal, muestra la escena del Evangelio de Juan: Jesucristo lavando los pies a sus apóstoles durante la Última Cena, en un escenario de arquitectura renacentista. El problema para el receptor más o menos iniciado es el fuerte desequilibrio de la composición, llena de escorzos y teatralidad barroca.

Este desequilibrio tan seductor, inexplicable, alberga un problema conceptual.

En la Venecia de 1548 el arte es aún predicativo, su primera función es transmitir un mensaje, el mensaje del Dios cristiano, y la ortodoxia, los símbolos y significados priman sobre la renovación formal, el riesgo y la originalidad, a la que aún le quedan siglos para prevalecer. 

Entonces, ¿por qué está Jesús escondido en una esquina? ¿Por qué la acción central, la que cifra la divinidad del pasaje y el mensaje a los feligreses, se esconde abajo a la derecha? ¿Por qué la mesa vacía en el centro, el gigante de la izquierda, el perro sentado presidiendo el cuadro, y Cristo, lavando los pies a sus hermanos, prueba de amor y humildad, ahí abajo, relegado?

Tintoretto parece un adelantado extravagante, además de un terrorista del arte religioso, relegando a Dios a la sombra del esquinazo. La experiencia del espectador desinformado, como yo lo era la primera vez, es sublime. La realidad es mucho más aburrida y clásica.

Esta obra decoraba el presbiterio de la iglesia de San Marcuola, Venecia, concretamente la pared derecha, así, la perspectiva de observación de los feligreses desde el ángulo de los bancos al escuchar misa recomponía el equilibrio y otorgaba el primer plano que merecía a Jesucristo lavando los pies de Simón Pedro, el perro y el punto de fuga de la arquitectura veneciana al fondo daban continuidad a la mirada, y el gigante de la izquierda cerraba la perspectiva y recogía la composición, para que no se perdiera el espacio hacia el infinito.

Perfección de técnica, composición y cálculo, equilibrio: una obra más del cinquecento.

En el Prado, el cuadro ocupa desde hace años un lugar pertinente, en la pared derecha del pasillo de entrada al museo, reconstruye la experiencia original para el visitante, que llega a la imagen paseando por el ángulo preciso, sin hacerla explícita.

En cambio, de frente, el cuadro fuera de contexto, mal leído, es mucho más radical.

Borges nos enseñó la productividad de leer mal: Schopenhauer como literatura fantástica es Tlön; Pierre Menard como autor del Quijote; El minotauro frágil en La casa de Asterión.

Pero aún no hemos entendido a Borges.

Escribir mal

“Lo importante no es lo que uno escribe, sino cómo escribe; a mi entender el escritor moderno debe ser ante todo un aventurero y estar dispuesto a correr cualquier riesgo y a fracasar si es preciso. Dicho de otro modo: debemos escribir peligrosamente”

James Joyce

Pero al final el escritor lo que es, es un pobre diablo, un torpe desgraciado, que si acierta es casi siempre por error. Errores brillantes que desarticulan definitivamente la idea de genio.

En 1605, en España, todavía Gran Imperio, ya en decadencia eso sí, un escritor llamado Don Miguel de Cervantes Saavedra, dramaturgo menor, torpísimo poeta y solo popular por sus novellas ejemplares, publica un libro excesivo e informe, titulado El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

Ha fracasado frente a sus colegas en todos los géneros y ha decidido, con hidalgo honor, enfrentar al fin su fracaso, fracasar estrepitosamente. Una novelita de caballería contra las novelas de caballería, gesto reseñable pero no deslumbrante, se le descontrola hasta convertírsele en un extraño artefacto de dimensiones desproporcionadas para la novella de entonces, donde la acción se entorpece tantas veces, hay digresiones, pegotes, incoherencias.

El libro es tremendamente popular, pero no respetado artísticamente, como Los Simpson.

Ha nacido la novela moderna, género conjetural que hace camino al andar, de materiales híbridos, construido sobre la evolución psicológica del protagonista, ahora antihéroe, personaje de carácter, -en contra de lo que era el héroe, personaje de destino, trágico, propio de la épica.

Aún va a ocurrir lo más fascinante.

En 1614, el aprovechado e infame Avellaneda publica su secuela apócrifa del Quijote.

Este acontecimiento apremia a Don Miguel a terminar la segunda parte que ya tenía en curso, con un gesto sin precedentes que cambiará la historia de la ficción para siempre -por segunda vez en diez años.

Sus protagonistas, Don Quijote y Sancho, cambian el rumbo de la ruta anunciada en la primera parte. Si en principio iban a ir a Zaragoza, finalmente se encaminan a Barcelona, encontrando de camino, en una imprenta, la copia del falso Quijote; y lo leen; y lo rechazan. Los propios personajes niegan la veracidad del apócrifo adentro del propio texto, este sí, original. Magia pura. Se publica en 1615 Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.

Ha nacido la novela posmoderna, donde ficción y realidad se afectan mutuamente.

Cervantes es un mal escritor. El Quijote es un error, una mala novella de caballerías, que da, por la incontención del autor, en la novela moderna; y da, por la reacción airada contra la jeta de un aprovechado, una segunda parte metaliteraria sin igual.

En 2009, el risueño e infame Eduardo Mendoza, dice que Kafka es muy mal escritor porque no tiene sentido de la narración

Tiene razón, Kafka no tiene sentido de la narración, igual que Cervantes. Kafka no sabe avanzar, Cervantes no sabe parar.

Mendoza no sabe leer.

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Cervantes es un mal escritor. El Quijote es un error, una mala novella de caballerías, que da, por la incontención del autor, en la novela moderna

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“Durante muchos años, por un error del editor que se había equivocado en el retrato de la contratapa, leí obras de Balzac pensando que tenía el rostro de Amiel, es decir, un rostro alargado, magro, elegante, enfermizo y metafísico. Solo cuando más tarde descubrí el verdadero rostro de Balzac su obra para mí cambió de sentido y se me iluminó. Cada escritor tiene la cara de su obra. Así me divierto a veces pensando cómo leería las obras de Víctor Hugo si tuviera la cara de Baudelaire o las de Vallejo si se hubiera parecido a Neruda. Pero es evidente que Vallejo no hubiera escrito los Poemas Humanos si hubiera tenido la cara de Neruda”

Julio Ramón Ribeyro

En el Museo del Prado de Madrid hay un inmenso cuadro, incomprensible en principio si se para uno a mirarlo de frente. Este cuadro es “El lavatorio” de Tintoretto.

El lienzo, de gran formato marcadamente horizontal, muestra la escena del Evangelio de Juan: Jesucristo lavando los pies a sus apóstoles durante la Última Cena, en un escenario de arquitectura renacentista. El problema para el receptor más o menos iniciado es el fuerte desequilibrio de la composición, llena de escorzos y teatralidad barroca.

Este desequilibrio tan seductor, inexplicable, alberga un problema conceptual.

En la Venecia de 1548 el arte es aún predicativo, su primera función es transmitir un mensaje, el mensaje del Dios cristiano, y la ortodoxia, los símbolos y significados priman sobre la renovación formal, el riesgo y la originalidad, a la que aún le quedan siglos para prevalecer. 

Entonces, ¿por qué está Jesús escondido en una esquina? ¿Por qué la acción central, la que cifra la divinidad del pasaje y el mensaje a los feligreses, se esconde abajo a la derecha? ¿Por qué la mesa vacía en el centro, el gigante de la izquierda, el perro sentado presidiendo el cuadro, y Cristo, lavando los pies a sus hermanos, prueba de amor y humildad, ahí abajo, relegado?

Tintoretto parece un adelantado extravagante, además de un terrorista del arte religioso, relegando a Dios a la sombra del esquinazo. La experiencia del espectador desinformado, como yo lo era la primera vez, es sublime. La realidad es mucho más aburrida y clásica.

Esta obra decoraba el presbiterio de la iglesia de San Marcuola, Venecia, concretamente la pared derecha, así, la perspectiva de observación de los feligreses desde el ángulo de los bancos al escuchar misa recomponía el equilibrio y otorgaba el primer plano que merecía a Jesucristo lavando los pies de Simón Pedro, el perro y el punto de fuga de la arquitectura veneciana al fondo daban continuidad a la mirada, y el gigante de la izquierda cerraba la perspectiva y recogía la composición, para que no se perdiera el espacio hacia el infinito.

Perfección de técnica, composición y cálculo, equilibrio: una obra más del cinquecento.

En el Prado, el cuadro ocupa desde hace años un lugar pertinente, en la pared derecha del pasillo de entrada al museo, reconstruye la experiencia original para el visitante, que llega a la imagen paseando por el ángulo preciso, sin hacerla explícita.

En cambio, de frente, el cuadro fuera de contexto, mal leído, es mucho más radical.

Borges nos enseñó la productividad de leer mal: Schopenhauer como literatura fantástica es Tlön; Pierre Menard como autor del Quijote; El minotauro frágil en La casa de Asterión.

Pero aún no hemos entendido a Borges.

Escribir mal

“Lo importante no es lo que uno escribe, sino cómo escribe; a mi entender el escritor moderno debe ser ante todo un aventurero y estar dispuesto a correr cualquier riesgo y a fracasar si es preciso. Dicho de otro modo: debemos escribir peligrosamente”

James Joyce

Pero al final el escritor lo que es, es un pobre diablo, un torpe desgraciado, que si acierta es casi siempre por error. Errores brillantes que desarticulan definitivamente la idea de genio.

En 1605, en España, todavía Gran Imperio, ya en decadencia eso sí, un escritor llamado Don Miguel de Cervantes Saavedra, dramaturgo menor, torpísimo poeta y solo popular por sus novellas ejemplares, publica un libro excesivo e informe, titulado El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

Ha fracasado frente a sus colegas en todos los géneros y ha decidido, con hidalgo honor, enfrentar al fin su fracaso, fracasar estrepitosamente. Una novelita de caballería contra las novelas de caballería, gesto reseñable pero no deslumbrante, se le descontrola hasta convertírsele en un extraño artefacto de dimensiones desproporcionadas para la novella de entonces, donde la acción se entorpece tantas veces, hay digresiones, pegotes, incoherencias.

El libro es tremendamente popular, pero no respetado artísticamente, como Los Simpson.

Ha nacido la novela moderna, género conjetural que hace camino al andar, de materiales híbridos, construido sobre la evolución psicológica del protagonista, ahora antihéroe, personaje de carácter, -en contra de lo que era el héroe, personaje de destino, trágico, propio de la épica.

Aún va a ocurrir lo más fascinante.

En 1614, el aprovechado e infame Avellaneda publica su secuela apócrifa del Quijote.

Este acontecimiento apremia a Don Miguel a terminar la segunda parte que ya tenía en curso, con un gesto sin precedentes que cambiará la historia de la ficción para siempre -por segunda vez en diez años.

Sus protagonistas, Don Quijote y Sancho, cambian el rumbo de la ruta anunciada en la primera parte. Si en principio iban a ir a Zaragoza, finalmente se encaminan a Barcelona, encontrando de camino, en una imprenta, la copia del falso Quijote; y lo leen; y lo rechazan. Los propios personajes niegan la veracidad del apócrifo adentro del propio texto, este sí, original. Magia pura. Se publica en 1615 Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.

Ha nacido la novela posmoderna, donde ficción y realidad se afectan mutuamente.

Cervantes es un mal escritor. El Quijote es un error, una mala novella de caballerías, que da, por la incontención del autor, en la novela moderna; y da, por la reacción airada contra la jeta de un aprovechado, una segunda parte metaliteraria sin igual.

En 2009, el risueño e infame Eduardo Mendoza, dice que Kafka es muy mal escritor porque no tiene sentido de la narración

Tiene razón, Kafka no tiene sentido de la narración, igual que Cervantes. Kafka no sabe avanzar, Cervantes no sabe parar.

Mendoza no sabe leer.

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