A primera hora de este jueves, la rula de San Juan de La Arena volvió a escribir su propio mito. Lo hizo con ese brillo húmedo de las madrugadas alrededor del Nalón y con el aroma a sal, a esfuerzo y a historia. Allí, donde las subastas siempre fueron rito y espejo de la mar, la primera angula del año alcanzó un nuevo récord imposible: 13.000 euros el kilo. Y, en medio de la expectación y del silencio contenido, apareció Kiko García para romperlo todo con un gesto sencillo y lleno de sentido, uno cargado de memoria y reconocimiento.
Kiko, dueño del restaurante Monterrey de San Esteban, adquirió los primeros 350 gramos de la temporada. Un pequeño tesoro que servirá para celebrar los 55 años del local. Medio siglo largo de cocina frente al río, en esa orilla donde los anguleros siempre encontraron calor, cuchara y descanso. “Siempre fue una parada de anguleros y es un homenaje, se lo merecen”, dijo Kiko, aún nervioso y la caja de poliespán entre sus manos temblorosas de la emoción. Había verdad en su voz, la misma que late en él, que se palpa en sus establecimientos y que ahora abraza esta nueva hazaña gastronómica. Y no saben lo que me alegro por él, porque es un tío de verdad, de los que merecen la pena y siempre responden a cada llamada. Era y es un momento importante para él, porque por encima de la felicidad por llevarse esta exquisitez, es uno de los empresarios que apuesta por esa zona del Bajo Nalón: tan maravillosa y maltratada por los políticos.
El récord no fue sólo una cifra, supone un símbolo y un hito hasta la fecha. Está claro que había ganas. En apenas diez minutos, la cofradía despachó los primeros lotes de una costera que nació con retraso y expectación. Marino Díaz, patrón mayor y un tipo sin igual, sonreía aliviado: “Con estas mareas que llegan y con el mal tiempo, creemos que será mejor para la pesca”. Marino, amigo de Kiko y figura esencial del puerto, sabe que cada jornada es esperanza y también riesgo. Pocos conocen también esta zona donde el Nalón acaba convertido en Cantábrico.
La primera angula de 2025 ya tiene dueño, destino y emoción: la comerá Kiko con su familia, como símbolo de agradecimiento y amor. Esos alevines -el ‘oro blanco’ que llaman algunos cursis, pero se lo permito, porque ante semejante manjar todos nos ablandamos- que resbalan entre dedos, faroles y oscuridad se disfrutarán en casa, servidos al calor del hogar y brindando.