Místicas, Begoña Méndez (Wunderkammer, 2025)

Por
Jorge Burón
16/12/2025

Este libro de libros celebra otra lógica, propone otra escritura, abre horizontes comunes en vez de individuales

Evento relacionado
al
·

“Su escritura no es suya”

Místicas, Begoña Méndez

Le robo el concepto a Pablo Cerezo, que llama a su género literario favorito “libros de libros”. Apenas requiere explicación. Son libros cuyo objeto son otros libros. No El Libro, como santo grial, o de Los Libros, como objetos de fetichismo, sino libros de verdad, textos, lecturas, autoras, diálogos literarios. Son de alguna forma escrituras exponenciales, pues cada frase se multiplica en otras de otros.

Este género parece el apropiado para un librero y ensayista hiperespecializado, pero quizá no resulte razonable esperar que sea un género popular, o “para todos los públicos”. Tampoco parece lógico elevarlo a categoría de “gran libro”, sea lo que sea eso. Un libro que habla de otros ya se sitúa “por debajo” de ellos, no le corresponde a este tipo de “escrituras de segundo orden”. Frikismos para muy raros, sucedáneos de los clásicos, todo bien, pero un “novelón”, un “gran poema”, son “otra cosa”.

La originalidad, la voz propia, la imaginación son condiciones de necesidad, el patrón oro que rige este criterio de valor, las virtudes que hacen verosímil decir que tal o cual es un “gran libro”.

Belén Gopegui plantea que el concepto de verosimilitud es en el que la literatura debe librar su batalla política. No tanto en las ideas expresadas en los libros (y ella expresa muchas y precisas), sino en los formatos, articulaciones, construcciones de la realidad que incluso en eso que llaman realismo son una invención fantástica que debe resultar creíble, verosímil por medio de artificios.

Se ha atacado con frecuencia lo poco verosímil que resulta la constante e irrenunciable politización de los personajes en sus novelas. Las vidas de esas gentes giran constantemente y en todos sus registros en torno a la política, lo cual “no parece creíble” (menos aún lo parecía en la época pre-crisis 2008 cuando escribe su gran ciclo de novelas políticas: Lo real, El lado frío de la almohada, El padre de blancanieves; otra escritora visionaria que anticipa las claves políticas de una sociedad antes de que termine de explotar).

Es con esta acción de estrategia ficcional que Gopegui mueve las tropas literarias al asalto del concepto de verosimilitud: por qué sí aceptamos como verosímil una novela romántica y unos personajes que giran constante y únicamente alrededor del amor; y no una novela sobre el compromiso político y personajes militantes. Disputar el estatus de lo verosímil es la acción política que le corresponde a la literatura.

En este sentido, Méndez, parece organizar con este libro una estrategia de ataque a la idea de voz propia, originalidad, imaginación, creación ex nihilo y demás galones literarios de la vieja guardia. Por qué no iba a ser verosímil que un libro sobre otros libros, una escritora que habla de otras escritoras, esté al mismo nivel, o por encima, que sea punta de lanza, “el gran libro” de una literatura. Yo mismo, leyendo Místicas, tenía la tentación de pensar en 124 huecos como el gran libro de creación original y propia de Méndez y este como un cuadernito lateral en que trabaja, tematiza y divulga las referencias de esa escritura más propia e íntima: Weil, Carson, Lispector, Maillard, ya sabemos, la nada, qué interesante, ah, qué curioso. Así de torpe soy.

Los grandes textos llevan inscrito el sistema de lectura que reclaman para sí mismos, establecen su propia lógica, la legislación interna con que deben ser juzgados. El propio libro te enseña a leerlo. Disputa y vence en la batalla acerca de qué sería verosímil entender por “un gran libro”. Las claves que propone son otras: libro de libros, en vez de libro único; despotenciación del yo, en lugar de afirmación del ego creador; no voz propia, sino voces otras.

Místicas es un libro escrito con otras y para otras, un libro servicial, humilde y despojado (casi en un buen sentido monástico de silencio y servicio). Entiende que, en vez de añadir palabras a las palabras, recuperar aquellas que quizá no fueron atendidas, bien leídas, o escuchadas a tiempo, es una labor tan digna y necesaria (quizá más) que la de “decir cosas nuevas” (idea tan sospechosa).

Así este libro cumple la labor de reconstruir una tradición: el despojamiento del yo femenino en una escritura inspirada que lo reúne con lo Uno, configurando más un dejarse caer en la Nada Común, que como un ascenso en éxtasis al Todo Total. Por eso comienza renunciando al tópico místico español de Santa Teresa, sin desprecio, sino como signo del camino otro que se quiere recorrer aquí, y opta por las monjas beguinas, menos conocidas para nosotros, pero que fijan el pavimento sobre el que luego va a cobrar un sentido evidente la costura de frases, escrituras, experiencias de Marosa de Giorgio con Margarita de Porete. La personalidad de fondo está en la mirada, hacia dónde se dirige la mirada. 

La temática de este libro de libros es el relato en otras del proceso que la escritura de este mismo libro está realizando. La autora se despotencia para ser en ellas. Hasta el estilo se funde en cada estampa para encontrar en las palabras suyas la voz que hable de la experiencia común, en la escritura de estas místicas de las que Méndez bebe, se inspira y celebra la vida que renuncia al yo. Frente a la voz propia, las voces comunes. El estilo no tiene por qué ser una reafirmación del ego, sino la complejísima capacidad de hablar desde otras, tras otras, junto a otras.

Y así, la autora construye una escritura absolutamente propia, sin las viejas pretensiones de la originalidad única. Consigue en su propia escritura responder a la gran cuestión que el texto plantea: “Entonces, ¿cómo aniquilar al yo y a la vez escribir?”.

Méndez cose pulsiones. Una propuesta personal de anular el yo, dejarse caer en lo otro, en ellas. Amamos su entramado único, la personalidad está en la mirada, en el gesto, en la elegancia (dar voz, no hablar). Es la costura, el grosor y gesto de las puntadas que da Méndez entre autora y autora. No es obvio que Anne Carson va con Hilma af Klimt y con Chantal Maillard, que va con Beatriz de Nazaret. Es la mirada, el lugar hacia el que dirige la vista y a quienes reúne desde el amor a sus textos. 

Es el estilo de elegancia humilde, el cosido de Méndez lo que hace de este libro una pieza poética de pensamiento, y no un mero catálogo informativo. Es la inspiración compartida de alumbrar un encuentro que nos disuelve a cada una en el nosotras lo que hace tan relevante y particular este texto.

Se ha señalado con mucha sorpresa (y cierta sospecha de fondo) la coincidencia en nuestro país de al menos cinco productos culturales relevantes alrededor de la mística y la religiosidad en apenas unos meses. A saber: LUX, de Rosalía, Los domingos, de Alauda Ruíz de Azúa; la traducción de Misticismo, de Simon Critchley (Sexto Piso) y de Sobre Dios: pensar con Simone Weil, de Byung Chul Han (Paidós); y este mismo, Místicas, Begoña Méndez (Wunderkammer). “Está de moda lo religioso”. “Parece un giro reaccionario de la cultura”. “Qué oportunista por parte de ciertos creadores subirse a esta ola”. Son los comentarios más habituales de quienes, primero, no saben cuánto se tarda en escribir, grabar o filmar, pero sobre todo en conseguir producir o publicar, cualquier artefacto cultural. Si quieres sumarte de repente a la ola de estos últimos meses igual en tres años estás dentro. O de quienes, segundo, siguen pensando desde un individualismo egocéntrico que en un planeta de ocho mil millones de seres humanos con una tradición cultural de al menos seis o siete mil años, un solo individuo desde su genio mental va a producir de la nada algo radicalmente nuevo que nadie más jamás ha hecho. Ah, sí, casi lo olvidaba, eso era “un gran libro”: estar solo.

Este libro de libros celebra otra lógica, propone otra escritura, abre horizontes comunes en vez de individuales y dialoga con maestras, hermanas y discípulas en el abrevadero donde, la verdad, nos querríamos quedar a vivir, charlar y leer, si no de por vida sí un tiempo largo. Un libro plural, dialogante, humilde. Un libro inspirado e inspirador.

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Místicas, Begoña Méndez (Wunderkammer, 2025)
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Jorge Burón
16/12/2025
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“Su escritura no es suya”

Místicas, Begoña Méndez

Le robo el concepto a Pablo Cerezo, que llama a su género literario favorito “libros de libros”. Apenas requiere explicación. Son libros cuyo objeto son otros libros. No El Libro, como santo grial, o de Los Libros, como objetos de fetichismo, sino libros de verdad, textos, lecturas, autoras, diálogos literarios. Son de alguna forma escrituras exponenciales, pues cada frase se multiplica en otras de otros.

Este género parece el apropiado para un librero y ensayista hiperespecializado, pero quizá no resulte razonable esperar que sea un género popular, o “para todos los públicos”. Tampoco parece lógico elevarlo a categoría de “gran libro”, sea lo que sea eso. Un libro que habla de otros ya se sitúa “por debajo” de ellos, no le corresponde a este tipo de “escrituras de segundo orden”. Frikismos para muy raros, sucedáneos de los clásicos, todo bien, pero un “novelón”, un “gran poema”, son “otra cosa”.

La originalidad, la voz propia, la imaginación son condiciones de necesidad, el patrón oro que rige este criterio de valor, las virtudes que hacen verosímil decir que tal o cual es un “gran libro”.

Belén Gopegui plantea que el concepto de verosimilitud es en el que la literatura debe librar su batalla política. No tanto en las ideas expresadas en los libros (y ella expresa muchas y precisas), sino en los formatos, articulaciones, construcciones de la realidad que incluso en eso que llaman realismo son una invención fantástica que debe resultar creíble, verosímil por medio de artificios.

Se ha atacado con frecuencia lo poco verosímil que resulta la constante e irrenunciable politización de los personajes en sus novelas. Las vidas de esas gentes giran constantemente y en todos sus registros en torno a la política, lo cual “no parece creíble” (menos aún lo parecía en la época pre-crisis 2008 cuando escribe su gran ciclo de novelas políticas: Lo real, El lado frío de la almohada, El padre de blancanieves; otra escritora visionaria que anticipa las claves políticas de una sociedad antes de que termine de explotar).

Es con esta acción de estrategia ficcional que Gopegui mueve las tropas literarias al asalto del concepto de verosimilitud: por qué sí aceptamos como verosímil una novela romántica y unos personajes que giran constante y únicamente alrededor del amor; y no una novela sobre el compromiso político y personajes militantes. Disputar el estatus de lo verosímil es la acción política que le corresponde a la literatura.

En este sentido, Méndez, parece organizar con este libro una estrategia de ataque a la idea de voz propia, originalidad, imaginación, creación ex nihilo y demás galones literarios de la vieja guardia. Por qué no iba a ser verosímil que un libro sobre otros libros, una escritora que habla de otras escritoras, esté al mismo nivel, o por encima, que sea punta de lanza, “el gran libro” de una literatura. Yo mismo, leyendo Místicas, tenía la tentación de pensar en 124 huecos como el gran libro de creación original y propia de Méndez y este como un cuadernito lateral en que trabaja, tematiza y divulga las referencias de esa escritura más propia e íntima: Weil, Carson, Lispector, Maillard, ya sabemos, la nada, qué interesante, ah, qué curioso. Así de torpe soy.

Los grandes textos llevan inscrito el sistema de lectura que reclaman para sí mismos, establecen su propia lógica, la legislación interna con que deben ser juzgados. El propio libro te enseña a leerlo. Disputa y vence en la batalla acerca de qué sería verosímil entender por “un gran libro”. Las claves que propone son otras: libro de libros, en vez de libro único; despotenciación del yo, en lugar de afirmación del ego creador; no voz propia, sino voces otras.

Místicas es un libro escrito con otras y para otras, un libro servicial, humilde y despojado (casi en un buen sentido monástico de silencio y servicio). Entiende que, en vez de añadir palabras a las palabras, recuperar aquellas que quizá no fueron atendidas, bien leídas, o escuchadas a tiempo, es una labor tan digna y necesaria (quizá más) que la de “decir cosas nuevas” (idea tan sospechosa).

Así este libro cumple la labor de reconstruir una tradición: el despojamiento del yo femenino en una escritura inspirada que lo reúne con lo Uno, configurando más un dejarse caer en la Nada Común, que como un ascenso en éxtasis al Todo Total. Por eso comienza renunciando al tópico místico español de Santa Teresa, sin desprecio, sino como signo del camino otro que se quiere recorrer aquí, y opta por las monjas beguinas, menos conocidas para nosotros, pero que fijan el pavimento sobre el que luego va a cobrar un sentido evidente la costura de frases, escrituras, experiencias de Marosa de Giorgio con Margarita de Porete. La personalidad de fondo está en la mirada, hacia dónde se dirige la mirada. 

La temática de este libro de libros es el relato en otras del proceso que la escritura de este mismo libro está realizando. La autora se despotencia para ser en ellas. Hasta el estilo se funde en cada estampa para encontrar en las palabras suyas la voz que hable de la experiencia común, en la escritura de estas místicas de las que Méndez bebe, se inspira y celebra la vida que renuncia al yo. Frente a la voz propia, las voces comunes. El estilo no tiene por qué ser una reafirmación del ego, sino la complejísima capacidad de hablar desde otras, tras otras, junto a otras.

Y así, la autora construye una escritura absolutamente propia, sin las viejas pretensiones de la originalidad única. Consigue en su propia escritura responder a la gran cuestión que el texto plantea: “Entonces, ¿cómo aniquilar al yo y a la vez escribir?”.

Méndez cose pulsiones. Una propuesta personal de anular el yo, dejarse caer en lo otro, en ellas. Amamos su entramado único, la personalidad está en la mirada, en el gesto, en la elegancia (dar voz, no hablar). Es la costura, el grosor y gesto de las puntadas que da Méndez entre autora y autora. No es obvio que Anne Carson va con Hilma af Klimt y con Chantal Maillard, que va con Beatriz de Nazaret. Es la mirada, el lugar hacia el que dirige la vista y a quienes reúne desde el amor a sus textos. 

Es el estilo de elegancia humilde, el cosido de Méndez lo que hace de este libro una pieza poética de pensamiento, y no un mero catálogo informativo. Es la inspiración compartida de alumbrar un encuentro que nos disuelve a cada una en el nosotras lo que hace tan relevante y particular este texto.

Se ha señalado con mucha sorpresa (y cierta sospecha de fondo) la coincidencia en nuestro país de al menos cinco productos culturales relevantes alrededor de la mística y la religiosidad en apenas unos meses. A saber: LUX, de Rosalía, Los domingos, de Alauda Ruíz de Azúa; la traducción de Misticismo, de Simon Critchley (Sexto Piso) y de Sobre Dios: pensar con Simone Weil, de Byung Chul Han (Paidós); y este mismo, Místicas, Begoña Méndez (Wunderkammer). “Está de moda lo religioso”. “Parece un giro reaccionario de la cultura”. “Qué oportunista por parte de ciertos creadores subirse a esta ola”. Son los comentarios más habituales de quienes, primero, no saben cuánto se tarda en escribir, grabar o filmar, pero sobre todo en conseguir producir o publicar, cualquier artefacto cultural. Si quieres sumarte de repente a la ola de estos últimos meses igual en tres años estás dentro. O de quienes, segundo, siguen pensando desde un individualismo egocéntrico que en un planeta de ocho mil millones de seres humanos con una tradición cultural de al menos seis o siete mil años, un solo individuo desde su genio mental va a producir de la nada algo radicalmente nuevo que nadie más jamás ha hecho. Ah, sí, casi lo olvidaba, eso era “un gran libro”: estar solo.

Este libro de libros celebra otra lógica, propone otra escritura, abre horizontes comunes en vez de individuales y dialoga con maestras, hermanas y discípulas en el abrevadero donde, la verdad, nos querríamos quedar a vivir, charlar y leer, si no de por vida sí un tiempo largo. Un libro plural, dialogante, humilde. Un libro inspirado e inspirador.

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