Una amiga y yo en la cocina, dónde surgen las mejores ideas, mientras una prepara y la otra llena un par de copas de vino heladas. ‘Es que él es hot, ¿me entiendes?’ Me preguntó. Asentí, claro que la entiendo. ‘Que no hace falta que sea guapo’ respondí yo. ‘Exacto’ convinimos ambas.
La belleza canónica es casi objetiva (la pienso desde nuestro punto de vista occidental), pero sin embargo el atractivo… ¿es mucho más subjetivo? ¿O somos capaces de generar una categoría que nos una cuando pensamos en lo que significa ser ‘sexy’?
No es esto una cuestión novedosa: la belleza para los griegos tenía que ver con verdad y virtud, uno debía ser bueno, virtuoso y canónico. Si, en cambio, hablábamos del ‘atractivo’, éste se conectaba al ‘eros’, es decir, al deseo y a la atracción hacia lo bello. Pero también existía el ‘charis’ que significaba un atractivo no físico, más conectado al carisma o la sociabilidad. El atractivo, si sólo era físico, podía ser visto como efímero o engañoso (en las tragedias). Se necesitaba, entonces, un compendio de atributos para lograr ser perfecto.
Al pensar en este juego de belleza vs. hot con mi amigo y editor Fernando, me imploró que volviese a ver la escena del Zorro en la que Catherine Zeta-Jones y Antonio Banderas mantienen un duelo que termina en striptease en un establo mexicano. Él sostiene que «el despertar sexual del 80% de los tíos heteros de mi generación sucedió con esta escena».
La vi. Entendí. Es imposible no pensar que esto es hot.
También dijimos que hot es Anna Castillo, la pija de Aquí no hay quién Viva o Ana Rujas. Sen Senra, C Tangana. Pero no son necesariamente guapos canónicos (son guapos, pero entendedme, no es la belleza angelical de rasgos perfectos).
En cambio: ¿Jacob Elordi es hot? ¿Paul Mescal? ¿Daisy Edgar-Jones? ¿Margot Robbie? ¿Diego Ibáñez? ¿Rosalía? ¿Taylor Swift? ¿Timothé Chalamet? Lo curioso de esta dinámica es que quizás a mí Paul Mescal sí me parece hot por un contexto y a ti podría no parecértelo, pero es bello para todos.
Así que iré al grano: lo sexy muchas veces no tiene que ver con una belleza evidente. Todo guapo no es necesariamente muy atractivo o muy sexy. La belleza se puede contemplar y admirar y se puede, también, ignorar en cuanto al vínculo sexoafectivo se refiere. Quizás, más bien, casi cualquier persona podría afirmar que se acostaría con la belleza, pero no todos dirían que se quedarían por la belleza sin otros muchos atributos o, en su defecto, si es una belleza muy de fachada y con pocos puntos de personalidad.
Aquel al que llamamos hot puede jugar en otra liga distinta: no es necesariamente guapo en el cánon pero tiene algo. Ese algo, tan abstracto, se relaciona con su voz, su manera de moverse, su olor, su forma de hablar en público, su carácter, los libros que lee en el metro. En general—me lanzo—, una persona hot lo es casi sin querer, tiene un aura, un halo de misterio o unos ojos que brillan mucho. A mí, por ejemplo, me parece muy hot la gente apasionada por lo que hace y que sabe contar cosas, lo que sea.
Podemos definir, además, dos subcategorías de hots:
- Tenemos al hot carismático que lo explota, alguien con gran confianza en sí mismo, que se sabe o se quiere saber conquistador.
- Y al hot despreocupado, cuyo nivel de sexy parece que aumenta a medida que a él o ella le da completamente igual.
Creo, además, que ocurre algo: a las mujeres nos gustan más los guapos y acaban gustándonos más los hot cuando crecemos, atraídas por otras cosas que van más allá de una cara bonita. Los hombres, en cambio, se quizás se apegan a las guapas durante más tiempo porque las hot socialmente no están igual de bien consideradas. La belleza, en este caso, prevalece también por una cuestión social.
Ser atractivo tiene mucho que ver con la energía y también con cierta ligereza al desplegarla. A veces la belleza pesa porque genera muchas expectativas y luego es muy fácil acabar con ellas de un plumazo: en cuanto abres la boca y dices algo o en cuanto se vuelve evidente que no tienes sangre por las venas —no hay nada que aburra más que alguien que no se acuerda de que está vivo y poco tiene que ver eso con respirar.
El hot atrae, es magnético.
El guapo se venera, con el hot se está dispuesto a enloquecer.