Opinología ilustrada

Escucho y leo a gente decir que está cansada de vivir acontecimientos históricos, pero lo que ni leo ni escucho es a nadie quejarse de tener que dar su opinión sobre todo.

Me desperté hoy miércoles con una sensación extraña en el pecho. Apagué el despertador y me di una ducha, pero seguía teniendo síntomas de que algo no iba bien. Notaba una presión extraña más propia de quien se enfrenta a la responsabilidad de cometer un hecho histórico que alguien que lo único que iba a hacer a esa hora era café y escuchar el monólogo de Alsina. Pero fue mientras me enjuagaba la cara para comenzar mi rutina de skincare cuando descifré los motivos de mi dolencia. 

Tras el apagón histórico que vivimos el día 28 no había cambiado el chip, seguía estancado en qué opinión me merecía aquella crisis y no pensaba en qué iba a decir durante los próximos días sobre el cónclave. Ya descalificado el Real Madrid de la Copa de Europa y recién fallecido el Papa, ahora tocaba opinar sobre aquello, claro.  Y menos mal que al entrar en twitter pude bajar mis pulsaciones. Alguien había opinado ya sobre la deriva de la Iglesia Católica, la mala corrida de Fermín Bohórquez en Sevilla y sobre si debe seguir Ancelotti al cargo del equipo o no. Menos mal. ¿Qué habría pasado si no hubiese opinado nadie sobre nada y me hubiese tenido que tocar a mí? ¿Me hubiese esperado un canutazo en la puerta de mi casa como en el Congreso o me habría perseguido Vito Quiles con su micrófono? ¿Tal vez alguien de El Intermedio? De Caiga Quien Caiga no iba a ser, eso seguro.

Escucho y leo a gente decir que está cansada de vivir acontecimientos históricos, pero lo que ni leo ni escucho es a nadie quejarse de tener que dar su opinión sobre todo. Aquí han pasado cosas toda la vida, ¿no? Lo que pasa es que ahora creemos que alguien no escucha atentamente o refresca impacientemente una red social para leernos. Vivimos en la época de la opinología ilustrada. Sabemos de todo y más, porque mañana va a pasar algo de lo que no tenemos ni idea hoy, tampoco mañana, pero lo importante es que parezca que sí. Y lo mejor de esto es que parece que lo hemos inventado nosotros, pero los jartibles han existido toda la vida en los estadios de fútbol, el trabajo o en la barra del bar abajo acabando todas sus frases con un “¿es o no?”. Y ya saben lo que dicen, si uno mira a su alrededor y no ve a ningún jartible, quiere decir que es uno mismo.

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Tras el apagón histórico que vivimos el día 28 no había cambiado el chip, seguía estancado en qué opinión me merecía aquella crisis y no pensaba en qué iba a decir durante los próximos días sobre el cónclave. Ya descalificado el Real Madrid de la Copa de Europa y recién fallecido el Papa, ahora tocaba opinar sobre aquello, claro.  Y menos mal que al entrar en twitter pude bajar mis pulsaciones. Alguien había opinado ya sobre la deriva de la Iglesia Católica, la mala corrida de Fermín Bohórquez en Sevilla y sobre si debe seguir Ancelotti al cargo del equipo o no. Menos mal. ¿Qué habría pasado si no hubiese opinado nadie sobre nada y me hubiese tenido que tocar a mí? ¿Me hubiese esperado un canutazo en la puerta de mi casa como en el Congreso o me habría perseguido Vito Quiles con su micrófono? ¿Tal vez alguien de El Intermedio? De Caiga Quien Caiga no iba a ser, eso seguro.

Escucho y leo a gente decir que está cansada de vivir acontecimientos históricos, pero lo que ni leo ni escucho es a nadie quejarse de tener que dar su opinión sobre todo. Aquí han pasado cosas toda la vida, ¿no? Lo que pasa es que ahora creemos que alguien no escucha atentamente o refresca impacientemente una red social para leernos. Vivimos en la época de la opinología ilustrada. Sabemos de todo y más, porque mañana va a pasar algo de lo que no tenemos ni idea hoy, tampoco mañana, pero lo importante es que parezca que sí. Y lo mejor de esto es que parece que lo hemos inventado nosotros, pero los jartibles han existido toda la vida en los estadios de fútbol, el trabajo o en la barra del bar abajo acabando todas sus frases con un “¿es o no?”. Y ya saben lo que dicen, si uno mira a su alrededor y no ve a ningún jartible, quiere decir que es uno mismo.

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