Salvar los huevos 

No es que yo tenga ningún interés especial en los huevos de Nathalia porque estoy enamorado y tengo mis prioridades.

Un fulano dijo una vez que si te aburres de London te aburres del mundo que en realidad es un poco como no decir nada pero con New York sucede lo mismo. Mi mejor amigo vino a verme fui a recogerlo al JFK. Nos subimos al Airtrain y luego a la línea E la noche del sábado. Mi amigo miró a su alrededor escudriñó la pinta que tenía el metro dijo que no le parecía tan impresionante y se quedó dormido. Estábamos saliendo del aeropuerto hacían falta unas cuantas paradas para que el volumen de turistas se diluyese en la grasa de la ciudad. Esperé a que eso sucediera le di un toquecito en el brazo a mi amigo y cuando abrió los ojos en lugar de gente con maletas y almohadas cervicales había neoyorquinos. Lo primero que vio fue a la mujer que sostenía una fiambrera sin tapa bajo su barbilla. Estaba sentada entre el resto como una pasajera más. La mujer se tapaba la boca discretamente mientras vomitaba en silencio un flujo naranja butano que se iba acumulando en la fiambrera. El flujo se bamboleaba con cada parada como un mar daltónico en miniatura. Nadie prestaba atención a la mujer. Se las estaba apañando perfecta y dignamente. "Hostias vale" dijo mi amigo "Vale vale vale". Y enderezó la espalda. 

Pablo es un tío que sabe. Yo me he puesto en sus manos de forma tan constante e imprudente como él se ha puesto en las mías pero no lo digo por eso. Lo digo porque le enseñé muchos parques y su favorito fue Washington Square donde vimos a un anciano haciendo skate con un palo y a una mujer coreana sacándole fotos a un anillo falso y a un hipnotizador vestido de rojo fingiendo hipnotizar a alguien que parecía su hermano. Lo digo porque lo llevé a comer una tarta y tienes que saber de qué va el tema para decir "esta tarta me ha cambiado la vida". Lo digo porque en el Comedy Cellar se rió tan alto que el hombre que estaba en el escenario dejó de hablar y dijo "esa es una gran risa" e intentó imitarla pero no fue capaz. 

Y lo que quiero contar es que cuando antes de entrar en el Jazz Gallery cenamos unas hamburguesas paleras en un garito cerca de Madison y le conté que estaba enamorado como un loco respondió lo mismo que cuando salimos del Village Vanguard tras haber visto a los mejores músicos de jazz del planeta: "Pues ya está". No como cuando miró al vagón insulso y se quedó dormido sino justo al revés. Como diciendo esto es exactamente lo que hay que hacer en el mundo y no hay ninguna necesidad de comentarlo. Tú lo has entendido y yo también. 

En mitad de su visita su hermano Jorge llamó por teléfono y dijo que habían encontrado a su padre Sito inconsciente bajo la lluvia. Nos miramos en silencio esperamos varias horas y supimos que Sito se había reventado vivo en bicicleta. Se había partido todas las costillas de un lado la clavícula y el omóplato y además una de las costillas clavada en el pulmón como una cuchillada. A los dos días estaba hablando por videollamada con nosotros partiéndose de risa. Una risa mellada por las costillas y empujada suavemente por los narcóticos divinos del hospital que le hacían algo no tan bueno como lo que me hace a mí Alejandra pero cumplían. 

Antes de todo esto Alejandra me preguntó qué iba a escribir para sustrato y le dije que a lo mejor una reseña sobre una exposición putísimo mala que había visto en Chelsea. Me preguntó por qué era tan mala y le dije que una señora llamada Nathalia Edenmont había expuesto fotografías gigantescas de cáscaras de huevos un poquito rotas que llevaban títulos del estilo Out of Comfort Zone o A Crack of Love. Lo juro. Cáscaras sobre fondo negro en altísima definición e incluso en mitad de la sala un huevo de mármol tan feo como si Almeida se disfrazase del calvo de la Familia Addams y luego el escultor ese de Ronaldo le hiciera una estatua. Pero la cosa es que Nathalia no sabe. Pablo y su padre sí. 

Visité la exposición con mi amigo Abbas que es curador en la School of Visual Arts y tiene una fe absoluta en los poderes curatoriales. Nos quedamos pasmados ante los huevos agrietados constatamos que en el opening no había copitas de vino y nos marchamos cagando leches. "Y eso está sucediendo en New York" dijimos riendo porque no dejaba de ser acojonante la cadena de síes que conducen al huevo. "Todo está sucediendo en New York" acordamos enseguida siguiendo la muletilla obligada en conversaciones así. "En cualquier caso" dijo Abbas "un buen curador podría salvar la exposición, yo podría salvarla". "Cómo" quise saber "Cómo salvas algo así". Hizo gestos con las manos en el aire. No me respondió. Caminos un rato y luego sólo dijo "¿No te parece que esta es la ciudad más sucia del mundo?" pateando sin ganas una boca de incendios. 

Cuando estábamos en Chinatown Pablo y yo compramos una bandana de karateka ninja en una tienda de souvenirs. Hace unos días Pablo me envió una fotografía de su padre en la cama del hospital de Pontevedra. Sito aparecía riéndose calvito haciendo el corte de manga con la bandana puesta. No es que yo tenga ningún interés especial en los huevos de Nathalia porque estoy enamorado y tengo mis prioridades pero la única respuesta con sentido a por qué deberíamos salvar a quienes se han aburrido del mundo es, claro, porque se han aburrido del mundo. Así que mi mensaje es para Nathalia: escríbeme, te enseñaré la foto de Sito, verás las cosas claras.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

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No es que yo tenga ningún interés especial en los huevos de Nathalia porque estoy enamorado y tengo mis prioridades.

Un fulano dijo una vez que si te aburres de London te aburres del mundo que en realidad es un poco como no decir nada pero con New York sucede lo mismo. Mi mejor amigo vino a verme fui a recogerlo al JFK. Nos subimos al Airtrain y luego a la línea E la noche del sábado. Mi amigo miró a su alrededor escudriñó la pinta que tenía el metro dijo que no le parecía tan impresionante y se quedó dormido. Estábamos saliendo del aeropuerto hacían falta unas cuantas paradas para que el volumen de turistas se diluyese en la grasa de la ciudad. Esperé a que eso sucediera le di un toquecito en el brazo a mi amigo y cuando abrió los ojos en lugar de gente con maletas y almohadas cervicales había neoyorquinos. Lo primero que vio fue a la mujer que sostenía una fiambrera sin tapa bajo su barbilla. Estaba sentada entre el resto como una pasajera más. La mujer se tapaba la boca discretamente mientras vomitaba en silencio un flujo naranja butano que se iba acumulando en la fiambrera. El flujo se bamboleaba con cada parada como un mar daltónico en miniatura. Nadie prestaba atención a la mujer. Se las estaba apañando perfecta y dignamente. "Hostias vale" dijo mi amigo "Vale vale vale". Y enderezó la espalda. 

Pablo es un tío que sabe. Yo me he puesto en sus manos de forma tan constante e imprudente como él se ha puesto en las mías pero no lo digo por eso. Lo digo porque le enseñé muchos parques y su favorito fue Washington Square donde vimos a un anciano haciendo skate con un palo y a una mujer coreana sacándole fotos a un anillo falso y a un hipnotizador vestido de rojo fingiendo hipnotizar a alguien que parecía su hermano. Lo digo porque lo llevé a comer una tarta y tienes que saber de qué va el tema para decir "esta tarta me ha cambiado la vida". Lo digo porque en el Comedy Cellar se rió tan alto que el hombre que estaba en el escenario dejó de hablar y dijo "esa es una gran risa" e intentó imitarla pero no fue capaz. 

Y lo que quiero contar es que cuando antes de entrar en el Jazz Gallery cenamos unas hamburguesas paleras en un garito cerca de Madison y le conté que estaba enamorado como un loco respondió lo mismo que cuando salimos del Village Vanguard tras haber visto a los mejores músicos de jazz del planeta: "Pues ya está". No como cuando miró al vagón insulso y se quedó dormido sino justo al revés. Como diciendo esto es exactamente lo que hay que hacer en el mundo y no hay ninguna necesidad de comentarlo. Tú lo has entendido y yo también. 

En mitad de su visita su hermano Jorge llamó por teléfono y dijo que habían encontrado a su padre Sito inconsciente bajo la lluvia. Nos miramos en silencio esperamos varias horas y supimos que Sito se había reventado vivo en bicicleta. Se había partido todas las costillas de un lado la clavícula y el omóplato y además una de las costillas clavada en el pulmón como una cuchillada. A los dos días estaba hablando por videollamada con nosotros partiéndose de risa. Una risa mellada por las costillas y empujada suavemente por los narcóticos divinos del hospital que le hacían algo no tan bueno como lo que me hace a mí Alejandra pero cumplían. 

Antes de todo esto Alejandra me preguntó qué iba a escribir para sustrato y le dije que a lo mejor una reseña sobre una exposición putísimo mala que había visto en Chelsea. Me preguntó por qué era tan mala y le dije que una señora llamada Nathalia Edenmont había expuesto fotografías gigantescas de cáscaras de huevos un poquito rotas que llevaban títulos del estilo Out of Comfort Zone o A Crack of Love. Lo juro. Cáscaras sobre fondo negro en altísima definición e incluso en mitad de la sala un huevo de mármol tan feo como si Almeida se disfrazase del calvo de la Familia Addams y luego el escultor ese de Ronaldo le hiciera una estatua. Pero la cosa es que Nathalia no sabe. Pablo y su padre sí. 

Visité la exposición con mi amigo Abbas que es curador en la School of Visual Arts y tiene una fe absoluta en los poderes curatoriales. Nos quedamos pasmados ante los huevos agrietados constatamos que en el opening no había copitas de vino y nos marchamos cagando leches. "Y eso está sucediendo en New York" dijimos riendo porque no dejaba de ser acojonante la cadena de síes que conducen al huevo. "Todo está sucediendo en New York" acordamos enseguida siguiendo la muletilla obligada en conversaciones así. "En cualquier caso" dijo Abbas "un buen curador podría salvar la exposición, yo podría salvarla". "Cómo" quise saber "Cómo salvas algo así". Hizo gestos con las manos en el aire. No me respondió. Caminos un rato y luego sólo dijo "¿No te parece que esta es la ciudad más sucia del mundo?" pateando sin ganas una boca de incendios. 

Cuando estábamos en Chinatown Pablo y yo compramos una bandana de karateka ninja en una tienda de souvenirs. Hace unos días Pablo me envió una fotografía de su padre en la cama del hospital de Pontevedra. Sito aparecía riéndose calvito haciendo el corte de manga con la bandana puesta. No es que yo tenga ningún interés especial en los huevos de Nathalia porque estoy enamorado y tengo mis prioridades pero la única respuesta con sentido a por qué deberíamos salvar a quienes se han aburrido del mundo es, claro, porque se han aburrido del mundo. Así que mi mensaje es para Nathalia: escríbeme, te enseñaré la foto de Sito, verás las cosas claras.

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