Álvaro González Esteban, más conocido como Álvaro ‘Corazón Rural’, indaga entre las sombras de una España rota para rescatar la figura de un hombre tan incómodo como fascinante: el aristócrata y capitán Gonzalo de Aguilera Munro, apodado ‘Capitán Veneno’. En ‘Capitán Veneno. Aguilera Munro: oficial de prensa de Franco’ (Libros del KO), el autor traza un retrato descarnado de un personaje inclasificable, entre la violencia y la cultura, la contradicción, la brillantez y el delirio.
P-¿Se habla lo suficiente de la Guerra Civil española y con suficiente rigor?
R- En el ámbito académico sí, los historiadores han llegado a ciertos consensos y se han cerrado círculos tanto sobre la Guerra Civil como el franquismo y la Transición. El problema viene de otro lado: políticos y periodistas viven en una dimensión paralela, divergente, incluso psicodélica. Ahí se genera una distorsión muy notable de los temas históricos, donde todo acaba reducido a debates neuróticos sobre culpas y orígenes, lo que intoxica cualquier intento de claridad.
P-¿Cuándo se jodió España y pasamos a ser un país tan polarizado?
R- Es difícil señalar un momento. En los años 30 hubo polarización y está bien estudiada, con factores como el contexto europeo del auge de los fascismos y la reacción a la Revolución Rusa, con una población muy joven que encendía las pasiones. Hoy, la polarización también es multifactorial: desigualdad, falta de horizontes vitales, una tecnología que excita los instintos bajos. Lo cierto es que hemos pasado de una época de consensos, como la llegada de la democracia, a otra de crispación, y quizá el hilo común sea precisamente la desigualdad.
P-Escribe: “Las historias orales de la Guerra Civil española las carga el diablo”.
R- Muchas de esas historias no pueden contrastarse. Las guerras generan relatos que se repiten, como mitos o folclore. Pasa incluso en otras guerras, gente distinta que cuenta exactamente la misma historia como si fuera suya.
P-Defina al capitán Aguilera Munro en pocas palabras.
R- Inclasificable. Es imposible meterlo en ninguna categoría fija. En él encuentras una cosa y su contraria constantemente.
P-Violento, culto, anticlerical, aristócrata, monárquico, anticapitalista, favorable a la eugenesia. Una joyita. Un tipo extraño para casar con la doctrina franquista.
R- Coincidió en tiempo y lugar con el franquismo, pero no tenía nada que ver con él. Era un anacronismo: defendía un poder aristocrático medieval, odiaba el clericalismo, detestaba los totalitarismos.

P-¿Dónde dio con este personaje? No tiene una relevancia histórica significativa.
R- Lo encontré primero en la biografía de Franco de Paul Preston, y luego lo vi aparecer en foros sobre la Guerra Civil. Me sorprendió que siendo tan peculiar, tan literario, hubiese pasado tan desapercibido para la historia oficial.
P-¿Por qué lo de ‘Capitán Veneno’?
R- Es un mote que le cayó por su carácter. Venía de un personaje literario: un militar agrio, misógino y malencarado. Cuando vieron cómo se comportaba Aguilera como oficial de prensa, el apodo vino solo.
P-¿Cómo eran los corresponsales extranjeros que estaban en España durante el conflicto?
R- Tan diversos como los periodistas de hoy, desde profesionales comprometidos con los derechos humanos hasta simpatizantes del fascismo, espías, idealistas de izquierdas o aventureros que veían España como un país pintoresco en guerra. Para algunos era una aventura exótica.
P-Todos los testigos eran complicados para los golpistas. Aguilera, como oficial de prensa, tuvo una importante labor.
R- En los primeros meses, las alianzas no estaban claras y era clave que la opinión pública extranjera no viera al bando sublevado como salvaje o exterminador. Aguilera fue esencial para controlar esa narrativa, que no trascendiera lo que realmente estaba ocurriendo.
P-Respaldó rápidamente el golpe de estado, pero rechazaron su participación en el frente.
R- Exacto. Abandonó Madrid y se fue a Salamanca, pero no le dieron destino. Lo rechazaban en todos lados, lo cual es llamativo porque el ejército necesitaba gente. Era un tipo antipático, problemático, y lo apartaban. Le encontraron hueco en la oficina de prensa gracias a que hablaba idiomas.
P-Sin embargo, era un hombre valiente.
R- Sí, tenía un punto temerario. Atravesaba líneas enemigas sin saber quién controlaba el territorio, conducía como un loco. Había estado en África y eso lo curtió. No se asustaba fácilmente.
P-Controlaba a la prensa, a la vez, con métodos salvajes y guante de seda.
R- A algunos periodistas los amenazaba de muerte si se salían de su control y a otros los agasajaba o manipulaba para tenerlos contentos.
P-¿Fue su verborrea propaganda o era realmente así?
R- Era así, era su forma de hablar. Estaba en sintonía con el contexto de violencia y barbarie del inicio de la guerra. Sus palabras reflejan ese clima, pero también su personalidad.
P-Señala en el libro que Unamuno fue una de sus primeras víctimas.
R- Bueno, más que víctima, fue un producto. Aguilera llevó periodistas a entrevistarlo y logró arrancarle declaraciones que eran casi un calco de lo que decía Mola, lo de la civilización de los sublevados frente a la barbarie republicana. Queda la duda de si Unamuno lo decía convencido o coaccionado. Eso lo discuten los historiadores.
P-Aguilera Munro sostenía teorías descabelladas, pero a las que supo dar un matiz intelectual o culto.
R- Sí, eran cosas que hoy nos parecerían de bar, pero él sabía envolverlas con referencias cultas. Jugaba con la hipérbole, la exageración, buscaba crear titulares.
P-En las fotos aparece como un dandy. Tenemos también conocimiento de sus actitudes “seductoras de carácter donjuanesco”.
R- Iba siempre con pañuelo de seda, botas altas y fusta. Bailarín excelente, amante de las mujeres. Salió a ligar hasta muy mayor. Era un donjuán, incapaz de comprometerse con nadie. Eso también habla de sus trastornos emocionales.
P-No tuvo una infancia fácil.
R- Horrible. Su madre era de origen humilde, y fue despreciada por la familia aristocrática del padre. Él lo vivió. Lo mandaron a internados en Inglaterra y Alemania, con un ambiente durísimo, sobre todo para un extranjero. Eso marcó al niño para siempre.
P- Pionero de la radio, fue el primero en hablar en castellano a todo el país desde la BBC de Londres.
R- Sí, otra contradicción más. Fracasa en los estudios, es el último de su promoción y, sin embargo, autodidacta, descubre la radio, la domina y la introduce en España.
P- Gran amante de los libros, una de sus primeras preocupaciones era el estado de su biblioteca que había dejado en Madrid durante la contienda.
R- Su afecto más duradero fue por los libros. Perdió su biblioteca y dedicó muchas horas a recuperarla. Consiguió un tercio. Trataba cada ejemplar con esmero. Era su refugio frente al mundo.
P-Terminó la Guerra Civil y dejó de prestar servicios a la dictadura de Franco, acabó repudiándola. Pasó gran parte aislado, leyendo, estudiando y escribiendo. También se entregó al fútbol. Y a la invención tecnológica.
R- Se apartó completamente del régimen. Llamaba a Franco “hijo de puta”. Se dedicó a inventar cosas, canalizar agua, poner altavoces para óperas en su finca de cerdos. Era su mundo delirante, pero coherente con su aislamiento.
P-Ya mayor, acabó con la vida de sus hijos.
R- Sí, ya con la cabeza muy tocada, convencido de que lo querían traicionar. Alimentó una paranoia que acabó en tragedia.
P-¿Cuándo perdió Aguilera Munro cualquier atisbo de humanidad?
R- Se fue apagando lentamente. El aislamiento, la desilusión o la ruina personal. Todo lo fue consumiendo. Al final, queda un hombre vencido por sí mismo.
P-Qué gran tuitero nos hemos perdido.
R- Sin duda. Hubiera sido un fenómeno: verborreico, excesivo, provocador, culto, contradictorio. Tenía esa mezcla irresistible de brillantez y locura.
P-¿Qué advertencia o aprendizaje deja la figura del Capitán Aguilera?
R- El Capitán Aguilera representa la decadencia y contradicción de la aristocracia, un sistema anacrónico difícil de modernizar. Se siente llamado a estar por encima de los demás, pero no puede, lo que le genera frustración y tormento. Las rígidas normas familiares agravan estos conflictos, provocando tensiones y trastornos. Aguilera muestra cómo aferrarse a privilegios obsoletos conduce a comportamientos enajenados. Su figura advierte que mantener estructuras antiguas es insostenible y causa sufrimiento en la sociedad moderna.