No entra una persona más en las aceras, en las tiendas ni en los bares. Oviedo está a pleno rendimiento y sus ciudadanos tirados a la calle, que es lo que merecen las fiestas de Navidad. Villancicos, saltarse la dieta, buscar con cariño un regalo para tu suegra, envolver con ilusión los del niño, no decir que no a unas cervezas y disfrutar de la noche y la familia a pesar de ese frío del norte que, una vez que se te mete por los pies, nunca te vuelve a dejar en paz.
Pero para mí lo más importante en estas fechas es recordar a los que no están. Y mi manera de hacerlo es llevando alguna prenda o accesorio de esas personas a las que echo de menos y han sido importantes para mí. La corbata es de mi abuelo y el reloj de mi tío abuelo. Del primero no tengo muchos recuerdos, pero siempre pienso que sí la vida nos hubiera dado más tiempo hubiéramos pasado innumerables tardes cazando y escribiendo. Del segundo tengo varios momentos en el salón de su casa grabados a fuego, además de muchas de las anécdotas que nos contaba. Como entenderéis no me voy a poner unos pendientes para recordar a mi abuela, pero siempre la tengo presente en el camino de mi casa a la de mis padres y es de las pocas noches en las que rezo un Padre Nuestro por ella y por los familiares de mis amigos, que tendrían que estar esta noche y las que vienen sentados en la mesa abrazando a sus hijos.
Solamente me gustaría dejar por escrito en un día como hoy que la muerte, esa fiel compañera que camina de nuestra mano, no avisa. Y que los golpes contundentes, los que duelen de verdad y no los problemas del primer mundo en los que nos ahogamos muchas veces, se superan rodeados de la familia y de esos amigos que conocen nuestras miserias, no las juzgan y nos consuelan hasta que dejamos de llorar. No son fechas para discutir. Son fechas para abrazar, para llamar a esos amigos con los que dejaste de hablar, para tender puentes, levantar barricadas, tapar trincheras y entregarnos a la noble tarea de querernos desde nuestras entrañas.
Feliz Navidad a todos los lectores de esta revista, a todos los que me cuidan desde allí arriba y a los amigos que dignifican mi vida. Esta noche alzaré las copas en vuestro honor y en vuestro recuerdo teniendo presente que la única manera de hacer las cosas bien es evitar tener arrepentimientos. Sólo desde el amor triunfaremos.