Aquí tamén se fala

Por
Víctor Vk
22/7/2025

En el IES Rafael Dieste de A Coruña nació el proyecto, una titánica campaña para promover el uso de la lengua gallega que involucra al alumnado mezclando música, cooperación y barrio.

Parte del alumnado que forma parte de Aquí tamén se fala. Crédito: Javi Quiroga

Cuando llega el mes de julio, observo cómo el instituto se va apagando en un letargo planificado, una estivación, que nace cuando entra el calor a las aulas y se lleva consigo los últimos exámenes, las últimas despedidas antes del verano, los últimos ruidos —porque toda vida en un instituto se resume en ruido—. Al hacer balance del curso, me asaltan las dudas más reveladoras acerca de mi trabajo. Me pregunto no tanto si mis estudiantes tienen claras las relative clauses de cara al curso próximo, sino si habrán sacado algo de mí que genuinamente les ayude el día de mañana. Me divierte y me aterra a partes iguales pensar en cómo todo en la educación se basa en un pacto tácito entre docentes y estudiantes que consiste en hacerles ver algunas de las cosas más importantes de esta vida mientras que fingimos que lo esencial es la historia, la química, la informática, los idiomas. Hacemos de nuestras materias un gigantesco caballo de Troya con el sueño de que los soldados de su interior lleguen a sus cabezas hablándoles de la importancia de equivocarse, de que el individualismo es un veneno, de que cada oportunidad de aprender a hacer algo nuevo es valiosísima, de que hacer las cosas con ganas marca la diferencia. Un mensaje encriptado entre esquemas de frequency adverbs, verbos modales e inversiones de la tercera condicional que copiamos y repetimos fingiendo que son absolutamente cruciales para la vida, a sabiendas de que no lo son.

Cada curso que finaliza —y ya van muchos—, me planteo si acaso no podríamos estar haciendo más. O mejor dicho, si acaso no deberíamos estar haciendo algo radicalmente diferente. Todo parece mirarse desde la óptica del resultadismo más cruel e ilógico: nos incomoda que haya docentes que rompan el molde, que dejen las notas atrás y busquen algo más, sin embargo, el reconocimiento se vuelve sonoro cuando un proyecto es un éxito. Nadie parece querer entender que hay que dar margen a los docentes para inventar, para intentar, para equivocarse. Nuestra lucha en las aulas fracasa porque somos una máquina imperfecta formada por piezas sueltas, por cientos de batallas individuales que no logran derrotar a esta nueva quimera con cabeza de influencer, vientre de youtuber y patas de futbolista millonario. Plantarle cara a tal bestia de lo instantáneo requiere ingenio y tesón. Y en el IES Rafael Dieste de A Coruña han demostrado con creces haber encontrado la fórmula para ello.

Cuando escucho a Alberto Pombo hablar, oigo en él a ese amigo que todos tenemos que es capaz de convencerte para que le acompañes a la otra punta del mundo cuando tú no tenías siquiera pensado salir. Noto el entusiasmo en su voz, acompañado del orgullo comedido de quien sabe que ha logrado algo importante. Hace dos años puso en marcha, junto a sus compañeros de claustro Arcadio González y más tarde Mónica Reixía, el proyecto Aquí tamén se fala, una titánica campaña para promover el uso de la lengua gallega entre el alumnado de su centro y su entorno, que ha acabado extendiéndose a más de 200 centros educativos de todo el país e involucrado a más de 20000 estudiantes. No solo eso, también ha conseguido el apoyo de figuras como Viggo Mortensen o el respaldo de todos los grandes clubes deportivos de Galicia. Toda una demostración de poder de convicción.

El proyecto nació, como nacen las mejores ideas, de un contexto que otros habrían considerado yermo. Alberto Pombo es profesor de lengua gallega. A la creciente caída del uso de la lengua gallega a lo largo de las últimas décadas se le sumaba que dos tercios del alumnado de su instituto —uno de los centros con la renta familiar media más baja de toda la provincia— habían nacido en el extranjero o eran descendientes de migrantes que llegaron a Galicia una generación atrás, por lo que parecía imposible despertar el orgullo de mantener viva la lengua de unos abuelos que habían nacido a miles de kilómetros del barrio del Agra do Orzán. Como los zahoríes, Pombo intuyó agua debajo de una capa árida de dificultades y supo dónde perforar. Tocaba barrer estereotipos, erradicar el autoodio lingüístico, hacer comunidad, despertar el sentimiento de pertenencia. Había que hacer que el gallego fuera atractivo, fuera útil, fuera un valor añadido. Los primeros pasos de lo que acabaría siendo Aquí tamén se fala tenían como meta transformar al alumnado en técnicos de dinamización lingüística. Con el pretexto de la difusión de la lengua gallega, buscaban crear experiencias profesionalizadoras, que fueran desde diseñar la identidad visual de una campaña por el fomento del uso del gallego en los comercios locales hasta llevar a cabo prácticas de prensa y comunicación en el estadio de Riazor, gracias a una colaboración con el Deportivo de A Coruña, club al que también dirigieron la campaña O Dépor é Da Coruña con el fin de recuperar el topónimo histórico del club.

La música se convirtió de forma orgánica en el eje central de la iniciativa. La experiencia de Alberto Pombo y Arcadio González en bandas como Avante!, Os Amigos dos Músicos o Niño y Pistola marcó el rumbo natural. Siguiendo una metodología que sitúa al alumnado como fuerza dinamizadora, comenzaron a documentar una nueva escena musical gallega que vive un momento de efervescencia inaudito, tal y como reflejan proyectos como Galicia MusiCalidade de Noel Turbulencias. El alumnado elaboró una lista de reproducción a modo de catálogo de músicos gallegoparlantes con 250 referencias para que otros centros educativos e instituciones públicas pudieran descubrir nuevos artistas y llevar a cabo proyectos propios. Imagina tener dieciséis años y descubrir que hay decenas de artistas haciendo música en tu zona y que hasta hace días parecían estar ocultos bajo el velo de lo desconocido. El paso natural es querer invitarles a tu centro, hablar con ellos, conocerles en persona, extraer cada gota de inspiración de ellos. Eso sería lo fácil. En el Rafael Dieste decidieron ir más lejos y contratar a Tomás Ageitos con el fin de formar a los chavales en grabación de sonido, masterizado y montaje. La experiencia de Ageitos al timón de Estudio A Ponte, grabando y mezclando a artistas gallegos como Tanxugueiras, Novedades Carminha o Terbutalina, constituye una experiencia práctica perfecta para un alumnado deseoso de aprender. Es entonces cuando comienzan a invitar a artistas, a grabar sesiones en directo, a mezclar las grabaciones, a crear un producto profesional. Al más puro estilo watchlistentell o La Blogothèque, por los micros de Aquí tamén se fala, repartidos por numerosos lugares de la ciudad, pasan algunos de los nombres más grandes de la escena gallega actual como The Rapants, Grande Amore o Fillas de Cassandra, así como figuras destacadas de la canción de autor gallega como Xabier Díaz o Antía Muíño.

El proyecto se convierte en un alud imposible de frenar. En el instituto, el gallego recobra un espacio de prestigio entre el alumnado, que ve en la lengua una forma de conectar con la cultura local, de descubrir una realidad cada vez menos ajena, de pertenecer a una comunidad. Fuera del centro, la iniciativa recibe un sinfín de premios y reconocimientos que, no solo acreditan a Aquí tamén se fala como la mayor iniciativa de la historia de dinamización de la lengua gallega ejercida por estudiantes, sino que aportan una más que necesaria financiación al proyecto. Los premios se destinan a comprar material audiovisual profesional: micrófonos, ordenadores, cámaras. Y con la llegada del nuevo material, llegan también más talleres. Mejores formaciones. Más oportunidades para practicar. ¿Por qué parar? O, mejor dicho, ¿cómo parar algo así? El siguiente paso solo podía ser uno: organizar un festival. Cuando tienes el reconocimiento de las instituciones, contacto directo con decenas de artistas gracias a promover su obra, un equipo de trabajo formado y profesionalizado y la inercia del éxito, todo queda más cerca. El propósito era firme: no querían organizar una fiesta de fin de curso; querían crear el primer festival profesional organizado por estudiantes y docentes de un centro educativo en Europa. Se trataba ahora de convertir el tsunami de entusiasmo y ambición en una finísima corriente capaz de fluir por las infinitas tuberías de la burocracia y la administración local. Reunión tras reunión con el Concello, con Diputación, con la Xunta. Con las tres instituciones a la vez. Hasta que llegó la luz verde: el Festival Aquí tamén se fala sería una realidad. Para hacer aterrizar este sueño se aliaron con Mónica Mejías de Correvaidille. Su experiencia en gestión cultural y dirección de eventos se convierte en la herramienta final en la navaja suiza del equipo. Porque es aquí donde radica una de las claves del éxito del proyecto: rodearse de las personas oportunas y encontrar en el talento local la forma de llegar a donde no alcanzamos.

Alberto Pombo, Mónica Reixía, Arcadio González. Crédito: Darío Oliva, alumno del IES Rafael Dieste. (ig: tras_o_visor)

Dos ediciones más tarde, el Festival Aquí tamén se fala se ha consolidado como evento en la ciudad. Se celebra, como no podía ser de otra forma, a apenas 500 metros del instituto, en un lugar donde su impacto sigue repercutiendo en la comunidad que rodea a la escuela. Una iniciativa que nació en el barrio, creció en el barrio y se celebra en el barrio. Un festival gratuito gestionado en gran parte por el alumnado; un alumnado que gracias a esta iniciativa ha aprendido a sonorizar, mezclar y grabar conciertos, a leer un rider, a acompañar a los artistas durante el evento, a crear contenido para redes. Y que ha tenido en su festival una nueva oportunidad de oro para poner en práctica lo aprendido. Con la más que notable cifra de 5000 asistentes, en su primera edición el festival contó con las bandas Leria, Lontreira, Grande Amore y los ya legendarios Boyanka Kostova en el escenario. En su segunda edición, celebrada apenas hace un mes, contaron con Pava, Alana, Ulex y el mismísimo rey de las verbenas: Ortiga. Ocho proyectos musicales enraizados en la lengua gallega; ocho aproximaciones a la riquísima historia musical de la región. Ocho bandas sonoras para celebrar el éxito de una iniciativa sin igual.

Cuando le pregunto a Alberto Pombo por el futuro del proyecto, vuelve a demostrarme cuál es el valor más importante de todo esto. Siguiendo la filosofía que dio origen a toda esta travesía, buscan dar un paso atrás y dejar las riendas de Aquí tamén se fala cada vez más en la mano del alumnado. En contra de personificar el éxito de la iniciativa en el trabajo de los docentes como Alberto, Arcadio, Mónica y sus compañeros de claustro, han decidido ir cediendo las herramientas, los contactos y las responsabilidades a la siguiente generación. Porque de eso va todo esto. De que mañana —un mañana cualquiera dentro de todos los mañanas por venir— un joven gallego quiera dedicarse a un empleo que tuvo la suerte de probar en el instituto. De que una chavala coruñesa recuerde con emoción la experiencia de montar un festival en su adolescencia y decida organizar algo nuevo en su barrio. De que una generación haya aprendido a hacer de sus pasiones una ola, una fuerza entusiasta que logre mover al resto, crear comunidad, remover lo establecido y cubrir los huecos que nunca nadie antes había querido llenar. Aquí tamén se fala también es una llamada a la acción para los docentes. Una invitación a salir de la rueda. A cambiar la vida de un alumnado que hoy, más que nunca, necesita redescubrir el sentido de la colectividad.

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Aquí tamén se fala

En el IES Rafael Dieste de A Coruña nació el proyecto, una titánica campaña para promover el uso de la lengua gallega que involucra al alumnado mezclando música, cooperación y barrio.

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Víctor Vk
22/7/2025
Parte del alumnado que forma parte de Aquí tamén se fala. Crédito: Javi Quiroga

Cuando llega el mes de julio, observo cómo el instituto se va apagando en un letargo planificado, una estivación, que nace cuando entra el calor a las aulas y se lleva consigo los últimos exámenes, las últimas despedidas antes del verano, los últimos ruidos —porque toda vida en un instituto se resume en ruido—. Al hacer balance del curso, me asaltan las dudas más reveladoras acerca de mi trabajo. Me pregunto no tanto si mis estudiantes tienen claras las relative clauses de cara al curso próximo, sino si habrán sacado algo de mí que genuinamente les ayude el día de mañana. Me divierte y me aterra a partes iguales pensar en cómo todo en la educación se basa en un pacto tácito entre docentes y estudiantes que consiste en hacerles ver algunas de las cosas más importantes de esta vida mientras que fingimos que lo esencial es la historia, la química, la informática, los idiomas. Hacemos de nuestras materias un gigantesco caballo de Troya con el sueño de que los soldados de su interior lleguen a sus cabezas hablándoles de la importancia de equivocarse, de que el individualismo es un veneno, de que cada oportunidad de aprender a hacer algo nuevo es valiosísima, de que hacer las cosas con ganas marca la diferencia. Un mensaje encriptado entre esquemas de frequency adverbs, verbos modales e inversiones de la tercera condicional que copiamos y repetimos fingiendo que son absolutamente cruciales para la vida, a sabiendas de que no lo son.

Cada curso que finaliza —y ya van muchos—, me planteo si acaso no podríamos estar haciendo más. O mejor dicho, si acaso no deberíamos estar haciendo algo radicalmente diferente. Todo parece mirarse desde la óptica del resultadismo más cruel e ilógico: nos incomoda que haya docentes que rompan el molde, que dejen las notas atrás y busquen algo más, sin embargo, el reconocimiento se vuelve sonoro cuando un proyecto es un éxito. Nadie parece querer entender que hay que dar margen a los docentes para inventar, para intentar, para equivocarse. Nuestra lucha en las aulas fracasa porque somos una máquina imperfecta formada por piezas sueltas, por cientos de batallas individuales que no logran derrotar a esta nueva quimera con cabeza de influencer, vientre de youtuber y patas de futbolista millonario. Plantarle cara a tal bestia de lo instantáneo requiere ingenio y tesón. Y en el IES Rafael Dieste de A Coruña han demostrado con creces haber encontrado la fórmula para ello.

Cuando escucho a Alberto Pombo hablar, oigo en él a ese amigo que todos tenemos que es capaz de convencerte para que le acompañes a la otra punta del mundo cuando tú no tenías siquiera pensado salir. Noto el entusiasmo en su voz, acompañado del orgullo comedido de quien sabe que ha logrado algo importante. Hace dos años puso en marcha, junto a sus compañeros de claustro Arcadio González y más tarde Mónica Reixía, el proyecto Aquí tamén se fala, una titánica campaña para promover el uso de la lengua gallega entre el alumnado de su centro y su entorno, que ha acabado extendiéndose a más de 200 centros educativos de todo el país e involucrado a más de 20000 estudiantes. No solo eso, también ha conseguido el apoyo de figuras como Viggo Mortensen o el respaldo de todos los grandes clubes deportivos de Galicia. Toda una demostración de poder de convicción.

El proyecto nació, como nacen las mejores ideas, de un contexto que otros habrían considerado yermo. Alberto Pombo es profesor de lengua gallega. A la creciente caída del uso de la lengua gallega a lo largo de las últimas décadas se le sumaba que dos tercios del alumnado de su instituto —uno de los centros con la renta familiar media más baja de toda la provincia— habían nacido en el extranjero o eran descendientes de migrantes que llegaron a Galicia una generación atrás, por lo que parecía imposible despertar el orgullo de mantener viva la lengua de unos abuelos que habían nacido a miles de kilómetros del barrio del Agra do Orzán. Como los zahoríes, Pombo intuyó agua debajo de una capa árida de dificultades y supo dónde perforar. Tocaba barrer estereotipos, erradicar el autoodio lingüístico, hacer comunidad, despertar el sentimiento de pertenencia. Había que hacer que el gallego fuera atractivo, fuera útil, fuera un valor añadido. Los primeros pasos de lo que acabaría siendo Aquí tamén se fala tenían como meta transformar al alumnado en técnicos de dinamización lingüística. Con el pretexto de la difusión de la lengua gallega, buscaban crear experiencias profesionalizadoras, que fueran desde diseñar la identidad visual de una campaña por el fomento del uso del gallego en los comercios locales hasta llevar a cabo prácticas de prensa y comunicación en el estadio de Riazor, gracias a una colaboración con el Deportivo de A Coruña, club al que también dirigieron la campaña O Dépor é Da Coruña con el fin de recuperar el topónimo histórico del club.

La música se convirtió de forma orgánica en el eje central de la iniciativa. La experiencia de Alberto Pombo y Arcadio González en bandas como Avante!, Os Amigos dos Músicos o Niño y Pistola marcó el rumbo natural. Siguiendo una metodología que sitúa al alumnado como fuerza dinamizadora, comenzaron a documentar una nueva escena musical gallega que vive un momento de efervescencia inaudito, tal y como reflejan proyectos como Galicia MusiCalidade de Noel Turbulencias. El alumnado elaboró una lista de reproducción a modo de catálogo de músicos gallegoparlantes con 250 referencias para que otros centros educativos e instituciones públicas pudieran descubrir nuevos artistas y llevar a cabo proyectos propios. Imagina tener dieciséis años y descubrir que hay decenas de artistas haciendo música en tu zona y que hasta hace días parecían estar ocultos bajo el velo de lo desconocido. El paso natural es querer invitarles a tu centro, hablar con ellos, conocerles en persona, extraer cada gota de inspiración de ellos. Eso sería lo fácil. En el Rafael Dieste decidieron ir más lejos y contratar a Tomás Ageitos con el fin de formar a los chavales en grabación de sonido, masterizado y montaje. La experiencia de Ageitos al timón de Estudio A Ponte, grabando y mezclando a artistas gallegos como Tanxugueiras, Novedades Carminha o Terbutalina, constituye una experiencia práctica perfecta para un alumnado deseoso de aprender. Es entonces cuando comienzan a invitar a artistas, a grabar sesiones en directo, a mezclar las grabaciones, a crear un producto profesional. Al más puro estilo watchlistentell o La Blogothèque, por los micros de Aquí tamén se fala, repartidos por numerosos lugares de la ciudad, pasan algunos de los nombres más grandes de la escena gallega actual como The Rapants, Grande Amore o Fillas de Cassandra, así como figuras destacadas de la canción de autor gallega como Xabier Díaz o Antía Muíño.

El proyecto se convierte en un alud imposible de frenar. En el instituto, el gallego recobra un espacio de prestigio entre el alumnado, que ve en la lengua una forma de conectar con la cultura local, de descubrir una realidad cada vez menos ajena, de pertenecer a una comunidad. Fuera del centro, la iniciativa recibe un sinfín de premios y reconocimientos que, no solo acreditan a Aquí tamén se fala como la mayor iniciativa de la historia de dinamización de la lengua gallega ejercida por estudiantes, sino que aportan una más que necesaria financiación al proyecto. Los premios se destinan a comprar material audiovisual profesional: micrófonos, ordenadores, cámaras. Y con la llegada del nuevo material, llegan también más talleres. Mejores formaciones. Más oportunidades para practicar. ¿Por qué parar? O, mejor dicho, ¿cómo parar algo así? El siguiente paso solo podía ser uno: organizar un festival. Cuando tienes el reconocimiento de las instituciones, contacto directo con decenas de artistas gracias a promover su obra, un equipo de trabajo formado y profesionalizado y la inercia del éxito, todo queda más cerca. El propósito era firme: no querían organizar una fiesta de fin de curso; querían crear el primer festival profesional organizado por estudiantes y docentes de un centro educativo en Europa. Se trataba ahora de convertir el tsunami de entusiasmo y ambición en una finísima corriente capaz de fluir por las infinitas tuberías de la burocracia y la administración local. Reunión tras reunión con el Concello, con Diputación, con la Xunta. Con las tres instituciones a la vez. Hasta que llegó la luz verde: el Festival Aquí tamén se fala sería una realidad. Para hacer aterrizar este sueño se aliaron con Mónica Mejías de Correvaidille. Su experiencia en gestión cultural y dirección de eventos se convierte en la herramienta final en la navaja suiza del equipo. Porque es aquí donde radica una de las claves del éxito del proyecto: rodearse de las personas oportunas y encontrar en el talento local la forma de llegar a donde no alcanzamos.

Alberto Pombo, Mónica Reixía, Arcadio González. Crédito: Darío Oliva, alumno del IES Rafael Dieste. (ig: tras_o_visor)

Dos ediciones más tarde, el Festival Aquí tamén se fala se ha consolidado como evento en la ciudad. Se celebra, como no podía ser de otra forma, a apenas 500 metros del instituto, en un lugar donde su impacto sigue repercutiendo en la comunidad que rodea a la escuela. Una iniciativa que nació en el barrio, creció en el barrio y se celebra en el barrio. Un festival gratuito gestionado en gran parte por el alumnado; un alumnado que gracias a esta iniciativa ha aprendido a sonorizar, mezclar y grabar conciertos, a leer un rider, a acompañar a los artistas durante el evento, a crear contenido para redes. Y que ha tenido en su festival una nueva oportunidad de oro para poner en práctica lo aprendido. Con la más que notable cifra de 5000 asistentes, en su primera edición el festival contó con las bandas Leria, Lontreira, Grande Amore y los ya legendarios Boyanka Kostova en el escenario. En su segunda edición, celebrada apenas hace un mes, contaron con Pava, Alana, Ulex y el mismísimo rey de las verbenas: Ortiga. Ocho proyectos musicales enraizados en la lengua gallega; ocho aproximaciones a la riquísima historia musical de la región. Ocho bandas sonoras para celebrar el éxito de una iniciativa sin igual.

Cuando le pregunto a Alberto Pombo por el futuro del proyecto, vuelve a demostrarme cuál es el valor más importante de todo esto. Siguiendo la filosofía que dio origen a toda esta travesía, buscan dar un paso atrás y dejar las riendas de Aquí tamén se fala cada vez más en la mano del alumnado. En contra de personificar el éxito de la iniciativa en el trabajo de los docentes como Alberto, Arcadio, Mónica y sus compañeros de claustro, han decidido ir cediendo las herramientas, los contactos y las responsabilidades a la siguiente generación. Porque de eso va todo esto. De que mañana —un mañana cualquiera dentro de todos los mañanas por venir— un joven gallego quiera dedicarse a un empleo que tuvo la suerte de probar en el instituto. De que una chavala coruñesa recuerde con emoción la experiencia de montar un festival en su adolescencia y decida organizar algo nuevo en su barrio. De que una generación haya aprendido a hacer de sus pasiones una ola, una fuerza entusiasta que logre mover al resto, crear comunidad, remover lo establecido y cubrir los huecos que nunca nadie antes había querido llenar. Aquí tamén se fala también es una llamada a la acción para los docentes. Una invitación a salir de la rueda. A cambiar la vida de un alumnado que hoy, más que nunca, necesita redescubrir el sentido de la colectividad.

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