El querer duele

Este dolor de pies me recordó a la célebre frase de La única historia, de Julian Barnes: “¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?”.

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La semana pasada, con el invierno a la vuelta de la esquina y la lluvia vigilando de cerca como un espía del CESID, decidí que era el momento de cambiar mis botines de ante por unos de piel. Mentiría si niego que el cambio no me ha costado. Principalmente, porque los hombres podemos ser muchas cosas, pero a nuestra cartera y nuestros zapatos somos fieles y serviles como un pastor alemán a su dueño. Les debemos lealtad. De modo que, si eres una muchachita joven y estás leyendo esto, recuerda: si cambia mucho de cartera y de zapatos, ojito con el muchacho al que besas.

A mí me ilusionaba el cambio. Me veía ya con mis botines llenos de albero después de pegarle dos ayudados por alto a una becerra y salir de la cara del animal con un halo de inmortalidad a mis espaldas, pero parece que a mis pies no les ha venido muy bien. Mis antiguos zapatos eran un guante. El ante se adaptó a mi puente y a mi anchura. Y claro, a ver cómo le dices tú a tus cinco enanitos que se mudan después de tantos años de comodidad. El cuero de mis actuales botas está dando de sí todavía, de modo que hay una parte de sufrimiento. Hay un dolor soportable que, en unos días, será una anécdota. Una especie de pacto con el diablo. Decían que para lucir hay que sufrir,¿no? Que es parte del juego. ¿Acaso no sufrimos por las cosas que queremos? 

Este dolor de pies me recordó a la célebre frase de La única historia, de Julian Barnes: “¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?”. El regusto que a uno le queda de la vida con lo poco que lleva vivido es que lo queremos todo, pero lo queremos a un clic. Hay quien quiere niños ya criados y el perro adiestrado. También están los que, como dijo C Tangana en un tuit, quieren enamorarse sin miedo y sin dudas o no quieren morirse pero tampoco se atreven a vivir.

Vemos constantemente gente que sube recetas a redes sociales que duran segundos cuando en realidad se tardan horas en hacer. Todo el mundo cruza metas de maratones en vertical y crees que puedes hacerlo porque, hombre, si ese puede tú también. Y no entendemos que todo lo que queremos conlleva dolor y/o esfuerzo. Que construir requiere empezar por la base. Que la guinda del pastel es la leche lo sabemos todos, pero amasar y dejar fermentar seguramente no le guste a nadie, pero es parte del proceso. La espera a veces es un castigo. La paciencia es una guerra cuerpo a cuerpo con las prisas. Y si no ganas esa batalla, será imposible acabar llevándote la victoria.

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A mí me ilusionaba el cambio. Me veía ya con mis botines llenos de albero después de pegarle dos ayudados por alto a una becerra y salir de la cara del animal con un halo de inmortalidad a mis espaldas, pero parece que a mis pies no les ha venido muy bien. Mis antiguos zapatos eran un guante. El ante se adaptó a mi puente y a mi anchura. Y claro, a ver cómo le dices tú a tus cinco enanitos que se mudan después de tantos años de comodidad. El cuero de mis actuales botas está dando de sí todavía, de modo que hay una parte de sufrimiento. Hay un dolor soportable que, en unos días, será una anécdota. Una especie de pacto con el diablo. Decían que para lucir hay que sufrir,¿no? Que es parte del juego. ¿Acaso no sufrimos por las cosas que queremos? 

Este dolor de pies me recordó a la célebre frase de La única historia, de Julian Barnes: “¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?”. El regusto que a uno le queda de la vida con lo poco que lleva vivido es que lo queremos todo, pero lo queremos a un clic. Hay quien quiere niños ya criados y el perro adiestrado. También están los que, como dijo C Tangana en un tuit, quieren enamorarse sin miedo y sin dudas o no quieren morirse pero tampoco se atreven a vivir.

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