“Now you're a storyteller, you might think you're without responsibility
But in directions, actions, and words
Cause and effect
You need consistency“
(Storytelling, Belle & Sebastian)
Encontré este libro en un viaje a Portugal con novia, en la famosa librería esa que les mola a los fans de Harry Potter*. Librería la cual, dicho sea de paso, ejerce el latrocinio de forma clara e impune con la metodología esa suya que tienen de obligarte a apoquinar 10 pavazos por entrar; luego, si adquieres algo, te descuentan esos 10 euros de la entrada del precio a pagar del libro que pretendes llevarte. Y si no quieres nada (puesto que es la clásica librería de mierda donde es imposible encontrar libros raros o bizarros, sólo disponen de fenómenos editoriales y clásicos en portadas cuquis) pues ojalá pongan una cámara a la salida que eche fotos a lo la de la montaña rusa de agua del parque de atracciones de Madrid, porque tiene que ser espectacular poder apreciar disociado de uno mismo qué expresión de dolor se puede llegar a poner cuando se abandona una estancia que, uno, no deja de ser una librería pintona, dos, echan colonia desde frusfrús camuflados para evitar el olor a cochiquera que se da en todo lugar masificado por el turismo, tres, requiere de cita previa con varios días de antelación, cuatro, ni con dicha cita previa se evita hacer cola, y cinco, recalco que hay que pagar diez putos euros sólo por acceder. Como si fuese un local de intercambio de parejas pero sin la copa de cortesía.
Obviamente, yo, que soy más agarrado de un chotis de lapas, me obsesioné con salir de aquel nefasto lugar sólo estafado en cuanto a adquirir un libro que sin coacción mediante no hubiese comprado jamás. Me negaba a salir con la cara de idiota de verme afuera con 10 euros menos por visitar una Casa Del Libro en su modalidad lusitana y barroca** y sin nada tangible en un bolsa. Y en esas que vi un recopilatorio de escritos de Harold Pinter llamado Prose, Poetry, Politics a un precio razonable (17 euros) para el mamotreto que era. E hice la cola. Y me dispuse a pagar. Y volví atrás de la cola de nuevo porque iba sin efectivo ni tarjeta. Y le dije a novia que, por favor, me abonase la diferencia entre los 17 euros que costaba el libro y los 10 ya pagados en concepto de legítima retención paralegal aplicada por la librería. Y ella me dijo que adelante con ello. E hicimos el amor frente al dependiente porque la cultura es afrodisíaca. Y ni caso a lo anterior: no hay nada menos excitante que la cultura. Es mentira.
Harold Pinter fue el puente entre el absurdo existencialista de Beckett y un porrón de autores del ahora. Es inconcebible que gente del calado de Cormac McCarthy o Eftimis Filippou (el guionista de Lanthimos) hagan las ficciones que hacen sin haber escrito Pinter un largo puñado de obras que perfilan y esbozan casi todo lo de estos autores. Por no hablar del último gran dramaturgo que queda vivo, David Mamet: no pocas veces ha elogiado este señor a Pinter, reconociendo con frecuencia que, si escribe teatro y lo hace de la forma en la que lo hace, es por él***. Luego partieron peras y quedaron enemistados de por vida, aunque esa es otra historia. Con Pinter, o mejor dicho, en las primeras obras de Pinter (The Room, The Birthday Party, A Slight Ache) hay un minimalismo en cuanto a número de personajes y localizaciones que aproxima al absurdo la dramaturgia. Dicha dramaturgia, con los personajes expresándose con frases de máximo cuatro o cinco palabras casi siempre monosílabas, adquiere desde un primer momento un clima de amenaza palpable que no se sabe muy bien ubicar de dónde procede. También existe siempre una alusión a la lucha de clases no necesariamente explícita. Huelga decir que las obras, aun siendo teatro, son perfectamente legibles. Es más: si tuviese que recomendar a alguien por dónde empezar a la hora de ponerse a leer teatro, en vez de irme a los clásicos y/o legendarios (Pirandello, Alejandro Casona, Jardiel Poncela, etc), el primer y único nombre que diría sería el de Pinter****. Ya llegará a los demás el que le lea si ese aura de hostia inminente que cruza toda la obra escrita de Harold en cuanto a cómo se interrelacionan los personajes le es grato.
Prose, Poetry, Politics tiene una cosa atroz (la poesía de Pinter, no muy diferente de lo que pudieran haber escrito el ex futbolista Fernando Hierro o la presunta periodista Silvia Intaxurrondo en sus años mozos de haber sido escolarizados con normalidad), otra cosa que da bastante dentera (las turras de Pinter en sus años finales en cualquier discurso de entrega de premios), una inane (los primeros escritos en prosa del autor) y una excepcional, que tiene que ver con todas las reflexiones de Pinter sobre metodología a la hora de escribir y cómo enfocar sus ficciones. En ese sentido se mantiene fiel***** a no conocer todo sobre los personajes de los que escribe: dice que le interesa una acción o frase concreta que dice un personaje en un momento dado y eso da inicio a la obra, pero que jamás quiere saber cómo era o pensaba dicho personaje anteayer ni su contexto ni mucho menos qué secuencia de acciones o verborrea seguirá en adelante. Dicho así, lejos de concebir las obras como un todo, a la forma de un diorama del que ya sabes cómo queda, cómo termina, la metodología de Pinter sigue unos derroteros bien curiosos en cuanto a ese comienzo in media res y la incertidumbre total y absoluta para con la frase siguiente.
¿Y lo de la dentera? Pues que ya de viejo Pinter, o al menos eso transluce de la selección de discursos dados (que a lo mejor reside ahí la causa), bien pareciese que, perdiendo trascendencia sus últimas obras, el autor quisiese gozar de relevancia aprovechando cada homenaje y cada sarao a mayor gloria suya en vez de para hablar de algo de lo que sabe el que más (dramaturgia y mecanismos de la ficción) del papel criminal de Estados Unidos y la OTAN en cada conflicto bélico y designación de dictador títere afín a sus intereses comerciales. Que se agradece que alguien llame asesino y genocida a Javier Solana y cuente el papel criminal de EEUU en cada evento violento del siglo XX, pero queda el amargo sabor de boca de imaginarse a un genio del teatro aprovechando cada premio y galardón para repetir de memoria el cómputo de muertos por países atribuible a Estados Unidos y da un poco de cosa que venga erre que erre con lo mismo.
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*La librería en cuestión es Livraria Lello. Sita en Oporto.
**En realidad pagó novia, lol.
*** Glengarry Glen Ross está dedicada a Pinter
**** Aprovecho aquí para hacer spam de Su Indiferencia Me Da Ganas De Romper Cosas, obra teatral de un servidor publicada en Duelos Patológicos (Libros Walden, 2023) y escrita tomando por modelo formal a Pinter y a Mamet.
***** Hasta en el discurso de recogida del Nobel alude a ello