Desde hace cinco años, la Comunidad de Madrid pone en valor el potencial de la cultura como transmisor de ideas. Ya sean expresados explícitamente o expendidos bajo el radar, pero siempre escondidos detrás de significantes aparentemente inocentes. “Porque todos los acentos del español caben en Madrid”, es el eslogan bajo el que se acoge este festival principalmente musical mediante la idea de encuentro cultural e idiomático entre España e Hispanoamérica. En un texto anterior, desde sustrato explicamos el interés del Partido Popular en este festejo. A continuación, tienes una crónica de lo que se vio en el escenario y lo que se escondía detrás de las actuaciones musicales.
Esta ambiciosa propuesta tiene una expresión de bienvenida a la celebración a la diversidad y variedad de géneros musicales, pero existe un subtexto tras ella, a partir del cual se comprende una particular cosmovisión de la administración al mando de esta “España dentro de España” y que se traduce en acuerdos de inversión extranjera de la industria musical en la ciudad.
Sería sencillo explicar que la utilización política de un evento cultural para generar ‘poder blando’ se basa en la hiper representación de figuras artísticas sensibles a los postulados políticos de quien manda. Sin embargo, los dispositivos de construcción de hegemonía cultural no son tan obvios. Es un deber reseñar un evento no solo por lo que sucede en el escenario. El trabajo también consiste en averiguar aquello que se disimula y leer la letra pequeña del evento para construir una imagen más panorámica de la celebración.

Primero de todo: el poco casual patrocinador oficial. Repsol es un obsceno financiador para un evento que acoge una intención de acogida y respeto por las comunidades de los países de América Latina. Mientras al otro lado del Atlántico la presencia de la compañía provoca desastres medioambientales en la Amazonía peruana por accidentes en las extracciones de gas o vertidos de crudo en sus costas, entre otras actividades que amenazan la existencia de las comunidades indígenas, la subsistencia de la biodiversidad de las zonas y los medios de vida de los trabajadores locales, en la ciudad de Madrid se permite a la compañía hacerse un lavado de imagen y obra social mediante el patrocinio de este y otros eventos culturales, como la Feria del Libro.
Segundo asunto: la programación del evento se desarrolla por y para la incitación al consumo. Todos los escenarios se desplegaron en los espacios más céntricos, concurridos y también mediados por el comercio de la ciudad. Siendo un evento que organiza la Comunidad de Madrid, es lamentable que el grueso de las actuaciones se desarrolle en el interior de la almendra central, cuando la mayoría de la población de origen latino, la más interpelada por estos eventos, vive en barrios de las afueras como Carabanchel, Puente de Vallecas o Pueblo Nuevo. Como es costumbre, se antepone movilizar a los núcleos de población allí donde ganan la hostelería y los servicios turísticos, en lugar de acercar la propuesta cultural a los espacios de proximidad de los ciudadanos. Es en esta decisión donde se comprende la diferencia entre el empaquetado de un espectáculo y el compromiso con el tejido comunitario y de relación vecinal.
Como tercer y último asunto, queda desenredar el entramado de negocios que en la Hispanidad se desarrollan y en Miami se fraguan. Los lazos culturales que la Comunidad de Madrid quiere estrechar con el mundo hispanohablante es el pretexto bajo el que Ayuso concreta relaciones comerciales en favor de sectores como el inmobiliario, el turístico o el musical. Miami sería para Madrid el espejo en el que mirarse, entre otras razones, por su dominio de la creación musical en español.
Desde los años 80, Miami ha sido un ‘hub’, o un concentrador de la industria de habla hispana. La gran mayoría de los grandes artistas en español han residido, compuesto, producido, comunicado o distribuido su música desde Miami. Es también el lugar donde se encuentra la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación, encargada de entregar los Grammy Latinos o el lugar desde el cual las ‘majors’ -esa bestia de tres cabezas compuesto por Sony, Universal y Warner- deciden qué escuchan cerca de 600 millones de personas hispanohablantes. Su poder les permite generar unos ídolos que históricamente han movilizado a sus comunidades para causas como las situaciones políticas de Cuba o Venezuela. Más recientemente, algunos de ellos apoyaron la última campaña de Donald Trump —Anuel AA y Nicky Jam participaron en alguno de sus mítines—, el mismo presidente que utiliza su Guardia Nacional para realizar redadas contra las comunidades latinas migrantes del país. Esto sería pues, un ejemplo del resultado de construir poder blando a través de la cultura: Enraizar un sentido común concreto desde la influencia de referentes.

Cada año, el compromiso con esta ensoñación madrileña de convertirse en ‘Nuevo Miami’, se refleja en un aumento de la inversión, tema que se ha convertido en otro campo de batalla de la política autonómica. Las informaciones señalan que el presupuesto oficial ha escalado hasta los 8,9 millones de euros, frente a los 850.000 que costó la primera edición. También fue noticia que Gloria Estefan ha cobrado un caché de 484.000 euros por dar apertura al calendario de festejos en la simbólica Plaza de Colón - Repsol. Entendida su presencia como ariete de guerra cultural por su historial anticomunista, no faltó Ayuso a esta presentación de la artista cubana para fotografiarse con ella minutos antes de salir al escenario. Por otro lado, desde el PSOE de Madrid, igualmente quisieron sacar su tajada devolviendo munición. En este caso, compartiendo cómo Gloria Estefan hacía un llamado al “amor y respeto” por las comunidades migrantes en todo el mundo: ¿Empate?.

Pasando a lo puramente musical del programa festivalero y tomando momentáneamente por válida esta absurda lógica maniqueísta de apropiación de la figura, se dibuja en un lado del espectro el concierto de Henry Méndez, artista domincano que se hizo noticia este verano por gritar desde un escenario en Marbella “¡yo no soy socialista, odio a los rojos!”. El jueves 9 de octubre, el cantante dominicano, con un catálogo de ‘hits’ entre el merengue, el reggaeton y el electrolatino de los 2010 más que respetable, realizó un despliegue de gestión de rentas. Medio meneo de caderas de Méndez, un corista, otro caballero dándole al ‘play’ y el valor patrimonial de los temazos sirvió para hacer funcionar un ‘show’ al que atendió un público muy heterogéneo: chavales haciendo la previa del ‘jueves universitario’, turistas de origen centroeuropeo despistados que apenas duraron canción y media, familias devueltas de Gran Vía rodeadas de bolsas de Zara o Taco Bell y demás usuarios casuales de la liminal y renovada Puerta del Sol-Gran Premio de España-Asturias Paraíso Natural.
Por otro lado, el encuentro con Silvana Estrada y El Ensemble de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, mostró otra consideración con el público y un carácter político contestatario respecto al del oficialismo institucional. Desde una entrega celestial a la gente que se reunió para verla en la Plaza Mayor en la jornada del viernes 10, la artista mexicana mostró un cancionero que partió del desgarro, se guió por la honestidad y alcanzó la esperanza. La artista aprovechó la ocasión para ceder momentaneamente su espacio a la artista irlandesa de origen palestino Sara Dowling, quien tuvo un emocionante momento de homenaje para cantar por las víctimas del genocidio contra el pueblo gazatí. La poesía de las letras de Silvana, los melismas de su voz y la extraordinaria suma orquestal conjuntaron una solemnidad tan cautivadora que, si no logró callar las terrazas atrapa-turistas de su alrededor, al menos logró aislarlas del momento creado por su actuación. Un rayo de sol entre los nubarrones. A los que no pudieron presenciar este concierto, estén atentos a NPR Music: se viene Tiny Desk.
Henry Méndez y Silvana Estrada son dos ejemplos antagónicos de una selección de actuaciones que, sin ser ideal, si hay que decir que fue aceptablemente diversa y con varios picos de calidad. Desde las músicas de raíz folclorista como la bossanova, la guaracha o los boleros se registraron perfiles como Rita Payés, Eliades Ochoa o la Orquesta Aragón, desde la contemporaneidad se dieron presencias más juveniles y masivas como las de Dillom, Alizzz o Bomba Estéreo e incluso se incluyeron propuestas que reinventan y rompen moldes entre tradición y vanguardia, como los casos de Çantamarta o Maestro Espada.
Con todo el análisis desarrollado, la respuesta a la pregunta fundamental de este texto es que la ‘Hispanidad’ es un ‘Fitur’ a cielo abierto o un ‘Pride’ del Hispanismo contra la leyenda negra española. Es otro evento más que se suma a la lista de acontecimientos en los que Madrid se convierte en una ciudad de impactos publicitarios incesantes, estímulos aturdidores y elementos entorpecedores, sea cual sea la causa del evento, en beneficio de la uniformidad y el aburrimiento. Es, sobre todo, un artefacto pseudocultural que finge la intencionalidad de generar arraigo mientras camufla una agenda política. Para La Hispanidad, el migrante latino y el ciudadano español, más orgulloso o menos de su nacionalidad, tenga mucho, poco o nada que celebrar, no es más que un nicho electoral y de mercado.