La pantalla del móvil me chilla: María Pombo tiene razón: leer no te hace mejor persona. Y yo bajo, bajo y bajo por mi feed leyendo a gente cagándose en su descendencia. Estoy tan amargado como ellos, pero como no tuiteo, me digo a mí mismo que estoy por encima de la enésima polémica estúpida de X.
Intención: Me gustaría escribir una defensa de la lectura sólida, que fuera prácticamente irrefutable. Un ataque contra todo el cinismo que impera en redes sociales, y contra todo ese pseudoconocimiento basado en takes, opiniones de 15 segundos y tuits virales. Porque siento que da alas a un individualismo que yo percibo como infantil, cómodo y egoísta.
Problema: El cinismo de María Pombo no es la causa de todo esto, sino la consecuencia; una forma de medrar en un sistema sin aparentes verdades absolutas como son las rrss hoy.
La generación de nuestros padres creció en una cultura que se decía posmoderna por sus lecturas pero que aún estaba centralizada por sus procesos de producción. En ella, unos pocos columnistas, artistas y directores de cine se repartían las opiniones en los grandes medios. Se tenía en cuenta a Derrida, a Barthes, a Althusser, sí, pero con un sistema de vasos comunicantes que hacía que la crítica bajase de arriba hacia abajo. Tampoco existían grandes foros donde el pueblo llano debatiese sobre todas estas cuestiones.
Después, esta estructura epistemológica se quebró en los mil pedazos de internet y dió paso a un sistema descentralizado. A medida que las rrss aceleraron los ritmos de la opinología, esa pequeña inteligencia creativa formada por escritores, filósofos y pensadores se ha visto superada por decenas de miles de creadores anónimos, o no tan anónimos, que son capaces de devorar y asimilar todo ese conocimiento heredado, escupiendo un diagnóstico sobre el mundo que subjetivamente cada quien interpretará como más, o menos, certero.
Observación: Si la forma en que se emite la opinión ha cambiado, la posición desde donde intentamos enunciar la verdad también lo ha hecho. El cinismo de María Pombo puede ser también un lugar desde donde enunciar una verdad. El centro epistémico desde donde se emiten los juicios de valor puede haberse movido.
Observación: El neo-estoicismo, alt-tiktok, la terapia conductual, el horóscopo e incluso algunas tendencias de la industria editorial como los “book clubs” son formas de autoconsciencia, como lo es la lectura. De hecho, que una persona tan sumamente estúpida como María Pombo enuncie una suerte de verdad emitida desde lo que ella presenta a sus seguidores como autoconocimiento adquirido, es la prueba más evidente de que quizás estemos asistiendo a un desplazamiento. De un modelo basado en lo que se sabe—la verdad común—, hacia lo que se siente —la verdad autopercibida.
La autopercepción extrema, el lenguaje woke y la iconografía de las red-flags es un tipo de “conocimiento” que subyace en ese nuevo lugar desde donde se enuncian verdades, una vez que el sistema anterior ha colapsado.
Mi padre siempre fue un excelente lector. Crecí viendo a mi padre y a todos sus amigos leer a Javier Marías, a Cercas o a Martín Gaite sin hacerse grandes preguntas sobre su posición subjetiva con respecto al texto, a lo que el acto de leer suponía, o a cómo les afectaba emocionalmente leer, algo que parece que sí hacen María Pombo y la mayoría de sus seguidores.
Esto no hace a María Pombo más inteligente. Simplemente muestra un nuevo orden epistémico en el mundo más centrado en el yo y en sus emociones.
La autopercepción como entendimiento de lo que uno siente dentro del cuerpo social puede tener dos vertientes: el positivismo —el mindfulness de la Pombo— busca encajar dentro de la normatividad emocional. La tristeza, el cansancio y la nostalgia son formas de mostrar un desacuerdo con el actual estado de las cosas.
Scrolldown. Bajo y bajo por mi feed. Busco argumentos para intentar seguir dando forma a mi artículo.
Paso de largo por un post de Instagram que dice: 5 señales para saber si estás en una situationship
Esquivo otro que reza: ¿Estamos leyendo o fingimos leer? ¿Qué es la lectura performática?
Paro en un artículo que titula, ¿Cómo saber si el cringe está matando tu pasión por las cosas? que recoge la opinión del novelista Ocean Vuong. Vuong es profesor de escritura creativa en NYU y está preocupado por lo que siente como un bloqueo entre sus estudiantes. El miedo a mostrar un interés real por lo que les gusta es una jaula emocional que les impide ser ellos mismos y vincularse con proyectos políticos o creativos. Para Vuong, los jóvenes necesitan deshacerse del cringe para ser libres.
Problema: ¿Y si el cringe, como el cinismo, no es la causa sino la consecuencia del estado actual de las cosas? ¿Y si lo que paraliza a los jóvenes haciéndoles sentir que lo que dicen es ridículo, poco realista, e incluso estúpido es simplemente que lo que es correcto, lo que es justo o lo que es bueno haya dejado de tener un suelo de consenso porque la política ha colapsado?
El diagnóstico de Vuong sobre las “emociones” de sus alumnos es un recurso narrativo cada vez más habitual en la cultura contemporánea. Un diagnóstico peligroso porque no siempre es real. Lo que siento negativamente como algo malo, incómodo o doloroso dice algo de mí como sujeto contemporáneo.
En torno a 2020, durante la pandemia de COVID, la izquierda comenzó a utilizar el concepto de malestar, un concepto que ya llevaba unos años dando vueltas en círculos de filosofía, para darle un nuevo significado político. Esta estrategia relacionaba el concepto de malestar con el de burnout, como una manera de “politizar” la apatía de los jóvenes y crear una nueva subjetividad política sobre la productividad en el capitalismo de plataformas.
Sin embargo, el malestar del que habla Vuong, como muchos otros malestares, tiene como origen la incapacidad de entusiasmarse, o de implicarse en algo más grande que uno mismo. Esa impotencia no siempre remite a una debilidad física o a un cansancio. A veces, el malestar remite a una incapacidad para poder emitir algo que genuinamente traslademos al mundo como verdadero o políticamente poderoso, dada la forma en que hoy se configuran los flujos de información y el conocimiento.
Malestar significa me duele algo. Pero no sé lo que me duele.
Scroll down. Sigo bajando, he bajado tanto que probablemente la polémica sobre María Pombo ya se haya pasado. Siento que me escuecen los ojos.
El problema, en cualquier caso, no es una cuestión sobre lo que se sabe, sino sobre lo que se siente.