Leyendo a favor del estancamiento artístico (Oasis)

Se impone, ante la unanimidad de vítores en la vuelta a los hermanos Gallagher, la necesidad de decir lo que siempre fueron, desde un punto de vista artístico: un grupo inane, simplón y revisionista.

Me envía el joven Pierre LL un artículo de uno de sus columnistas favoritos. Su nombre es Jana Ganesh y ejerce la provocación neuronal cada dos semanas, emboscado entre las páginas del Financial Times

El empeño de Mr Ganesh durante el pasado 26 de julio consiste en caracterizar la figura del midwit (neologismo que significa algo así como persona mediocre que no puede evitar los lugares comunes pese a creerse instruido) con determinadas opiniones estéticas populares. Astuto, Jana califica indistintamente como midwits una serie de proposiciones que podemos perfectamente pensar nosotros (la traducción es mía a partir de ahora): “¿Quién? Ah, Elena Ferrante”, “Hay que visitar Cuba antes de que se estropee.” para, de repente, meter también en el saco la afirmación clave “No me gusta Oasis”.

Esta tramposa generalización apresurada hizo que se empezara a tambalear el edificio de la postura que mantuve aquí mismo, en sustrato, cuando hace un año celebré la gira de reunión de los hermanos Gallagher y más o menos opiné que había cruzado a la derecha de la campana de Gauss y que, por tanto, ya me habían pasado a gustar.

¿Por qué el desprecio a Oasis me vuelve a parecer no midwit, sino necesario? ¿Qué me ha hecho cambiar de opinión al respecto el último año?¿Quizá es solo una reacción a las ideas del taimado Ganesh? Sea como sea, el columnista prosigue con un segundo argumento:

«La innovación está sobrevalorada. Y no solo quiero decir que la audiencia prefiere las cosas ortodoxas bien hechas, sino que además esto es, a menudo, lo más difícil de hacer. La crítica tácita a Oasis siempre fue que otras bandas podrían haber escrito un estribillo tan pegadizo como “The Masterplan”, pero en cambio eligieron experimentar. ¿Quién se cree esto? Lo más plausible es que tuvieron que experimentar porque no encontraban melodías pegadizas» 

A priori, esta postura es golosa. Es complicado hacer melodías pegadizas. Pero no, mirado con cuidado, es mentira. Todo resulta pegadizo últimamente, tanto que hay casi que huir del sonido que emite la radio. Las canciones son copias de copias compuestas por mil productores. Lo realmente difícil es la innovación y lo predominante, sin duda, es más bien un empacho de azúcar. También hay más riesgo publicado que nunca pero, paradójicamente, los márgenes están a la vez más disponibles y más sepultados.

Continúa:

«La vigilancia de los límites es un trabajo muy desagradecido en comparación con la expansión de los mismos. Si eso era verdad en el 1995, es todavía más cierto hoy cuando Palo Alto, un lugar que necesariamente rinde pleitesía a la novedad, influye tanto en nuestro pensamiento»

No toda la innovación es buena, por supuesto, pero eso no quiere decir que la innovación artística y musical esté motivada, como es el caso del big tech americano, por asuntos de índole meramente económica, y no humanista. Intentar que el lector la identifique así es un intento de regate conservador un tanto feo.

Acaba:

«En el mundo económico, por supuesto el estancamiento de la innovación puede ser un desastre. Pero en el mundo artístico, puede que sea la hora de dejar de preocuparse y abrazar el estancamiento. Los avances creativos siempre han ocurrido como reacción contra la rigidez de gobiernos, religiones o rigidez académica. Por eso Monet y Johnny Rotten, Ahora que casi todo está permitido, hay por consiguiente menos frustración y deseo de tirar por nuevos derroteros. En otras palabras, la ausencia de innovación puede que sea el coste de una sociedad más abierta»

Por último, este mamón primero a) vuelve a mencionar lo económico de forma mendaz, para que atascados en esa falsa disyuntiva dinero-personas no nos quede otra que elegir su bando y b) busca que confundamos condición necesaria y suficiente —a saber, si la innovación artística siempre ocurre en contra de algo mejorable, dado que últimamente casi no hay nada innovador por fuerza habrá menos asuntos que mejorar— es una falacia de tal calibre que habrá hecho revolverse a su compatriota Mark Fisher (y a muchos de sus discípulos que en sustrato colaboran) en su tumba y hamacas de la playa, respectivamente.

Habida cuenta del cabreo acumulado, creo que me voy a hacer un café.

Lo que realmente quiere decir Mr Ganesh con el artículo

Me he preparado el segundo café de la tarde y me he quitado el imaginario sombrero mientras me lo servía en mi taza favorita (el café, no el sombrero).

Jana Ganesh juega a argumentar desde las antípodas de su opinión durante todo el texto. En realidad, nos está diciendo que no nos flipemos con Oasis porque jamás innovaron, y eso debería pesar en nuestra percepción de su obra. Pero lo hace jugando con el lector. De esta manera, el golpe es más certero y de lenta digestión.

La estrategia me ha sido revelada mirando fijamente la encimera de la cocina. Es como sigue:

  • Adoptar una postura controvertida
  • Aportar una serie de argumentos secuenciales, siempre de más convincentes a más falaces 
  • Perturbar considerablemente al lector sensible, a medida que suceden estos argumentos y la incredulidad aumenta
  • Conseguir que o bien el lector a) salga más confuso de lo que entró acerca de la intenciones del autor b) se lleve un argumentario reluciente (aunque tramposo) para defender en cenas y cañas que detestar a Oasis es un lugar común o en cambio c), provocar que el lector se despoje de su virtual txapela al comprender que, desde el principio, el autor quiso decir todo lo contrario a lo que decía defender

Lo que pienso que Mr Ganesh opina, por tanto, es:

  • Que lo realmente midwit, pese a todo, sigue siendo tomarse en serio a Oasis como fenómeno cultural y artístico transformador
  • Que en la era de la repetición y la predictibilidad vía data del éxito, la innovación es todavía lo más difícil, y que de hecho es cada vez más complicada de concebir
  • Que se viene identificando de manera automática lo edgy con lo comercialmente exitoso, lo cual es aberrante
  • Que, tangencialmente, corremos el riesgo de identificar la innovación humanística y cultural con la escena tech bro y, por tanto, cometer el error de rechazar innovaciones artísticas por si huelen a Silicon Valley
  • Que existen dos planos en los que se puede hablar del mérito artístico que conviene diferenciar. El primero es más superficial (no necesariamente peor) y tiene que ver con lo popular. En el segundo, en el crítico, se ha de valorar la innovación formal. Esta innovación formal casi siempre reacciona hacia el sistema, contra el status quo, y el sistema siempre tiene cosas que mejorar. Por tanto, el hecho de que las expresiones artísticas en los márgenes gocen de menos relevancia no es un síntoma de bonanza social, sino de todo lo contrario. El éxito de la cultura derivativa puede ser el síntoma de una sociedad dormida y que no construye futuro y, por tanto, es susceptible de ser una cultura criticable. Oasis sería, al fin, criticable. Y criticarlos no sería midwit.

Acabo de reparar en que el artículo se titula «Por qué al final ganó Oasis». He aquí la pista definitiva: Mr Ganesh es más bien pesimista, Mark Fisheriano: piensa que van ganando los que no se imaginan el futuro1.

Lo que yo, finalmente, opino de Oasis

Estoy a favor de Oasis siempre y cuando se hable de lo que es: un grupo que ha vuelto por el revival, por la pasta y que compuso mil y una canciones pegadizas que impactaron decisivamente en la educación sentimental de un país entero y parte del extranjero, pero con un impacto político y artístico y estético tendente a nulo2. Desde esta postura defendía, en el primer plano y hace un año, la inocua vuelta de los entrañables hermanos.



Oasis han generado, curiosamente, unanimidad y revisión crítica al alza de sus discos en el contexto de su estrictamente pecuniario retorno, mientras que la crítica de vanguardia jamás les tomó en serio en los 90. Me da la sensación de que dicha unanimidad es precisamente un síntoma de que han vuelto en un momento todo-vale: nos han pillado con la guardia baja, las billeteras temblando y los corazones suspirando de nostalgia. Y por eso, como con tanta pertinencia subraya Mr Ganesh, podemos decir basta y utilizarlos como chivo expiatorio de una tendencia artística acrítica que debería caducar cuanto antes.



Lo realmente relevante del artículo de Mr Ganesh

¿Qué es, en rigor, el gráfico del midwit? Se podría definir como la foto del oscilar momentáneo de un péndulo sociológico. Pero si superponemos varios péndulos a lo largo del tiempo —y eliminamos al paisano low iq de la izquierda, pues nadie cree ser el paisano low iq de la izquierda— obtenemos una especie de avance dialéctico:

Y así con todo

Una aproximación a la tarea del intelectual podría definirse como la de defender las posturas infrarepresentadas en cada pendulazo. Si convenimos en que el sistema tiene que ser atacado y reformado continuamente (hay quien dice que tiene que ser revolucionado continuamente, pero estemos de acuerdo en que ha de ser puesto en aprietos, al menos, y ya hablaremos de la intensidad), entonces estos cambios brotarán de un debate público. Si ese debate público es una expresión de lo que sucede, y lo que sucede suele tender hacia la acumulación por imitación: ¿no tendrán que existir personas que se pongan del otro lado, de parte de la idea huérfana? Aunque este outsider no gane, ¿acaso la mera exposición brillante y al límite de lo defendible de las ideas contrarias no provocará que las ideas ganadoras, las direccionalmente mejores, salgan del combate más pulidas, más redondas, más fuertes? Así se entiende, ahora y ante la unanimidad de vítores a los hermanos Gallagher, la necesidad de decir lo que siempre fueron Oasis desde un punto de vista artístico: un grupo inane, simplón y revisionista.

Creo que creo firmemente en esto y me temo que, a minúscula escala, es el papel que tiendo a desempeñar en las discusiones. No es impostura, ni llevar la contraria. Tiene más que ver con la alergia a las palizas —aunque sean intelectuales— y al mencionado equilibrio y mejora del producto final de los debates. Y si finalmente no los mejoran, y si resulta que lo que se defendía era una absoluta majadería, no se me ocurre tampoco nada más divertido que pasar un rato en esos columpios para adultos llamados conversaciones abstractas.

Este juego lo borda Mr Ganesh, igual que lo bordaban Camba, Chesterton o Montaigne. Jugar es una cosa muy seria. 


1 Lo de esconder la clave en el título del artículo, a plena luz del día, está bien guapo, es algo propio de las películas de Indiana Jones

2 No, la estética bucket hat, el reciclaje de la moda mod y el enriquecimiento de Stone Island no cuentan

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Leyendo a favor del estancamiento artístico (Oasis)

Se impone, ante la unanimidad de vítores en la vuelta a los hermanos Gallagher, la necesidad de decir lo que siempre fueron, desde un punto de vista artístico: un grupo inane, simplón y revisionista.

Me envía el joven Pierre LL un artículo de uno de sus columnistas favoritos. Su nombre es Jana Ganesh y ejerce la provocación neuronal cada dos semanas, emboscado entre las páginas del Financial Times

El empeño de Mr Ganesh durante el pasado 26 de julio consiste en caracterizar la figura del midwit (neologismo que significa algo así como persona mediocre que no puede evitar los lugares comunes pese a creerse instruido) con determinadas opiniones estéticas populares. Astuto, Jana califica indistintamente como midwits una serie de proposiciones que podemos perfectamente pensar nosotros (la traducción es mía a partir de ahora): “¿Quién? Ah, Elena Ferrante”, “Hay que visitar Cuba antes de que se estropee.” para, de repente, meter también en el saco la afirmación clave “No me gusta Oasis”.

Esta tramposa generalización apresurada hizo que se empezara a tambalear el edificio de la postura que mantuve aquí mismo, en sustrato, cuando hace un año celebré la gira de reunión de los hermanos Gallagher y más o menos opiné que había cruzado a la derecha de la campana de Gauss y que, por tanto, ya me habían pasado a gustar.

¿Por qué el desprecio a Oasis me vuelve a parecer no midwit, sino necesario? ¿Qué me ha hecho cambiar de opinión al respecto el último año?¿Quizá es solo una reacción a las ideas del taimado Ganesh? Sea como sea, el columnista prosigue con un segundo argumento:

«La innovación está sobrevalorada. Y no solo quiero decir que la audiencia prefiere las cosas ortodoxas bien hechas, sino que además esto es, a menudo, lo más difícil de hacer. La crítica tácita a Oasis siempre fue que otras bandas podrían haber escrito un estribillo tan pegadizo como “The Masterplan”, pero en cambio eligieron experimentar. ¿Quién se cree esto? Lo más plausible es que tuvieron que experimentar porque no encontraban melodías pegadizas» 

A priori, esta postura es golosa. Es complicado hacer melodías pegadizas. Pero no, mirado con cuidado, es mentira. Todo resulta pegadizo últimamente, tanto que hay casi que huir del sonido que emite la radio. Las canciones son copias de copias compuestas por mil productores. Lo realmente difícil es la innovación y lo predominante, sin duda, es más bien un empacho de azúcar. También hay más riesgo publicado que nunca pero, paradójicamente, los márgenes están a la vez más disponibles y más sepultados.

Continúa:

«La vigilancia de los límites es un trabajo muy desagradecido en comparación con la expansión de los mismos. Si eso era verdad en el 1995, es todavía más cierto hoy cuando Palo Alto, un lugar que necesariamente rinde pleitesía a la novedad, influye tanto en nuestro pensamiento»

No toda la innovación es buena, por supuesto, pero eso no quiere decir que la innovación artística y musical esté motivada, como es el caso del big tech americano, por asuntos de índole meramente económica, y no humanista. Intentar que el lector la identifique así es un intento de regate conservador un tanto feo.

Acaba:

«En el mundo económico, por supuesto el estancamiento de la innovación puede ser un desastre. Pero en el mundo artístico, puede que sea la hora de dejar de preocuparse y abrazar el estancamiento. Los avances creativos siempre han ocurrido como reacción contra la rigidez de gobiernos, religiones o rigidez académica. Por eso Monet y Johnny Rotten, Ahora que casi todo está permitido, hay por consiguiente menos frustración y deseo de tirar por nuevos derroteros. En otras palabras, la ausencia de innovación puede que sea el coste de una sociedad más abierta»

Por último, este mamón primero a) vuelve a mencionar lo económico de forma mendaz, para que atascados en esa falsa disyuntiva dinero-personas no nos quede otra que elegir su bando y b) busca que confundamos condición necesaria y suficiente —a saber, si la innovación artística siempre ocurre en contra de algo mejorable, dado que últimamente casi no hay nada innovador por fuerza habrá menos asuntos que mejorar— es una falacia de tal calibre que habrá hecho revolverse a su compatriota Mark Fisher (y a muchos de sus discípulos que en sustrato colaboran) en su tumba y hamacas de la playa, respectivamente.

Habida cuenta del cabreo acumulado, creo que me voy a hacer un café.

Lo que realmente quiere decir Mr Ganesh con el artículo

Me he preparado el segundo café de la tarde y me he quitado el imaginario sombrero mientras me lo servía en mi taza favorita (el café, no el sombrero).

Jana Ganesh juega a argumentar desde las antípodas de su opinión durante todo el texto. En realidad, nos está diciendo que no nos flipemos con Oasis porque jamás innovaron, y eso debería pesar en nuestra percepción de su obra. Pero lo hace jugando con el lector. De esta manera, el golpe es más certero y de lenta digestión.

La estrategia me ha sido revelada mirando fijamente la encimera de la cocina. Es como sigue:

  • Adoptar una postura controvertida
  • Aportar una serie de argumentos secuenciales, siempre de más convincentes a más falaces 
  • Perturbar considerablemente al lector sensible, a medida que suceden estos argumentos y la incredulidad aumenta
  • Conseguir que o bien el lector a) salga más confuso de lo que entró acerca de la intenciones del autor b) se lleve un argumentario reluciente (aunque tramposo) para defender en cenas y cañas que detestar a Oasis es un lugar común o en cambio c), provocar que el lector se despoje de su virtual txapela al comprender que, desde el principio, el autor quiso decir todo lo contrario a lo que decía defender

Lo que pienso que Mr Ganesh opina, por tanto, es:

  • Que lo realmente midwit, pese a todo, sigue siendo tomarse en serio a Oasis como fenómeno cultural y artístico transformador
  • Que en la era de la repetición y la predictibilidad vía data del éxito, la innovación es todavía lo más difícil, y que de hecho es cada vez más complicada de concebir
  • Que se viene identificando de manera automática lo edgy con lo comercialmente exitoso, lo cual es aberrante
  • Que, tangencialmente, corremos el riesgo de identificar la innovación humanística y cultural con la escena tech bro y, por tanto, cometer el error de rechazar innovaciones artísticas por si huelen a Silicon Valley
  • Que existen dos planos en los que se puede hablar del mérito artístico que conviene diferenciar. El primero es más superficial (no necesariamente peor) y tiene que ver con lo popular. En el segundo, en el crítico, se ha de valorar la innovación formal. Esta innovación formal casi siempre reacciona hacia el sistema, contra el status quo, y el sistema siempre tiene cosas que mejorar. Por tanto, el hecho de que las expresiones artísticas en los márgenes gocen de menos relevancia no es un síntoma de bonanza social, sino de todo lo contrario. El éxito de la cultura derivativa puede ser el síntoma de una sociedad dormida y que no construye futuro y, por tanto, es susceptible de ser una cultura criticable. Oasis sería, al fin, criticable. Y criticarlos no sería midwit.

Acabo de reparar en que el artículo se titula «Por qué al final ganó Oasis». He aquí la pista definitiva: Mr Ganesh es más bien pesimista, Mark Fisheriano: piensa que van ganando los que no se imaginan el futuro1.

Lo que yo, finalmente, opino de Oasis

Estoy a favor de Oasis siempre y cuando se hable de lo que es: un grupo que ha vuelto por el revival, por la pasta y que compuso mil y una canciones pegadizas que impactaron decisivamente en la educación sentimental de un país entero y parte del extranjero, pero con un impacto político y artístico y estético tendente a nulo2. Desde esta postura defendía, en el primer plano y hace un año, la inocua vuelta de los entrañables hermanos.



Oasis han generado, curiosamente, unanimidad y revisión crítica al alza de sus discos en el contexto de su estrictamente pecuniario retorno, mientras que la crítica de vanguardia jamás les tomó en serio en los 90. Me da la sensación de que dicha unanimidad es precisamente un síntoma de que han vuelto en un momento todo-vale: nos han pillado con la guardia baja, las billeteras temblando y los corazones suspirando de nostalgia. Y por eso, como con tanta pertinencia subraya Mr Ganesh, podemos decir basta y utilizarlos como chivo expiatorio de una tendencia artística acrítica que debería caducar cuanto antes.



Lo realmente relevante del artículo de Mr Ganesh

¿Qué es, en rigor, el gráfico del midwit? Se podría definir como la foto del oscilar momentáneo de un péndulo sociológico. Pero si superponemos varios péndulos a lo largo del tiempo —y eliminamos al paisano low iq de la izquierda, pues nadie cree ser el paisano low iq de la izquierda— obtenemos una especie de avance dialéctico:

Y así con todo

Una aproximación a la tarea del intelectual podría definirse como la de defender las posturas infrarepresentadas en cada pendulazo. Si convenimos en que el sistema tiene que ser atacado y reformado continuamente (hay quien dice que tiene que ser revolucionado continuamente, pero estemos de acuerdo en que ha de ser puesto en aprietos, al menos, y ya hablaremos de la intensidad), entonces estos cambios brotarán de un debate público. Si ese debate público es una expresión de lo que sucede, y lo que sucede suele tender hacia la acumulación por imitación: ¿no tendrán que existir personas que se pongan del otro lado, de parte de la idea huérfana? Aunque este outsider no gane, ¿acaso la mera exposición brillante y al límite de lo defendible de las ideas contrarias no provocará que las ideas ganadoras, las direccionalmente mejores, salgan del combate más pulidas, más redondas, más fuertes? Así se entiende, ahora y ante la unanimidad de vítores a los hermanos Gallagher, la necesidad de decir lo que siempre fueron Oasis desde un punto de vista artístico: un grupo inane, simplón y revisionista.

Creo que creo firmemente en esto y me temo que, a minúscula escala, es el papel que tiendo a desempeñar en las discusiones. No es impostura, ni llevar la contraria. Tiene más que ver con la alergia a las palizas —aunque sean intelectuales— y al mencionado equilibrio y mejora del producto final de los debates. Y si finalmente no los mejoran, y si resulta que lo que se defendía era una absoluta majadería, no se me ocurre tampoco nada más divertido que pasar un rato en esos columpios para adultos llamados conversaciones abstractas.

Este juego lo borda Mr Ganesh, igual que lo bordaban Camba, Chesterton o Montaigne. Jugar es una cosa muy seria. 


1 Lo de esconder la clave en el título del artículo, a plena luz del día, está bien guapo, es algo propio de las películas de Indiana Jones

2 No, la estética bucket hat, el reciclaje de la moda mod y el enriquecimiento de Stone Island no cuentan

sustrato se mantiene independiente y original gracias a las aportaciones de lectores como tú, que llegas al final de los artículos.
Lo que hacemos es repartir vuestras cuotas de manera justa y directa entre los autores.
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