Michel Houellebecq en el Festival de las Ideas

A veces, escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto.

(Esta crónica ha sido escrita a cuatro manos entre Pierre LL y Fernando López-Pita)

Ayer, exactamente a la hora a la que Michel Houellebecq subía, con media hora de retraso, al escenario de Allianz Plaza de España —llevando una decepcionante botella de Solán de Cabras en las manos, además de una lumpenesca bolsa de plástico1— daba comienzo el otoño en Madrid.

Nos habíamos reunido en la reformada plaza diferentes tribus urbanas de Anagrameros, a saber:

- Los jóvenes tuiteros coleccionistas de firmas y ediciones dosmileras
- Los generación X, con sus pelos largos y su actitud desencantada
- Los jubilados, que no se pierden un evento gratuito ni una revalorización pensional
- Las modernas de sumar, en todas sus variantes
- Los patilludos del barrio de Salamanca, con sus comentarios basados y su actitud católico-canalla, lo antiguo es el nuevo punk, etc, …
- Un ramillete de sustratos, que también somos cliché pero a nosotros no corresponde decir cuál
- Los medio-vips (Carlos Boyero fue avistado) culpables en buena medida del retraso, pues se atrincheraron en primera fila, exigiendo sillas bajo sus doctas nalgas
- El destacamento de traductores más o menos simultáneos
- Un batallón de prestadores-recolectores de cascos inalámbricos
- Los estajonivistas trabajadores del Festival de las Ideas2, extraordinariamente simpáticos aun con todo y con sus caras de evidente cansancio
- 0 unidades de francotiradores, pese a los cientos de ventanas con ángulo directo a la cabeza del novelista y a nuestra paranoia Charlie Kirk-Hebdoista (se conoce que Michel ha pasado de tener que esconderse a que dé un poco igual su seguridad, en apenas 10 años)

- Y un goteo constante de curiosos que, a la vista de los cascos con luces azules, pensaban que había una listening party del último disco de Aitana. No es que la superestrella de San Clemente de Llobregat tenga mucho que ver con el ingeniero agrónomo de La Reunion, pero ambos comparten cierto magnetismo. Alguna curiosa incluso se quedó y, al acabar, subió al galope Gran Vía, dispuesta a comprarse El mapa y el territorio antes de que cerrara La casa del libro. Ya solo por eso valió la pena el festival.

Decíamos, pues, que la desangelación fue casi total cuando apareció un Michel Houellebecq más dormido que despierto, decepción que además se completó con (por el otro lado ansiado) aire frío de la sierra, que nos pilló a la mayoría con ropa veraniega y nos jodimos de frío, como cantaba Kase O. 

Miguel de Beistegui fue el encargado de conversar con nuestro ídolo, y no se le ocurrió nada mejor que, tras presentarse así mismo como filósofo, soltar una chapa de 10 minutos, es decir, más del 15% del tiempo disponible, llena de generalidades sobre la obra de MH. Luego se dispuso a traducirle la perorata (carente de pregunta) al entrevistado, lo cual ya provocó todas las suspicacias del mundo. 

—Es curioso que lo publiquen en Anagrama, que son unos rojeras— (escuchado entre el público)

Erráticas e inconexas, frías por el ambiente en general, al público nos interesaba más qué llevaba MH en la bolsa de plástico (imaginamos que dátiles u otro alimento calórico para aguantar lo que le venía encima) que las divagaciones del entrevistador y las dudas del entrevistado. No hablaron de nada que se pareciese a Minotauros, sino de asuntos como la diferencia entre la ironía y lo burlesco (lo segundo es violento, según MH), o por qué la expresión “sexo socialdemócrata” es tan graciosa en Francia, mientras que “sexo liberal” no reviste en cambio de mucho significante lúbrico. También se mencionó brevemente la inserción de escritura técnica y marketiniana en la obra de MH y su relación con Georges Perec, pero de una manera más bien vaga.

También le pareció buena idea a MdB señalar la contradicción en la que incurre MH al declararse seguidor de la visión estética de Schopenhauer —observación pausada y bondadosa, por ejemplo de los gorilas en el zoo, los locos en el psiquiátrico— y declarar a la vez que “hay que buscar las llagas de las sociedades y apretarlas”. Primero, el pobre MH —sin ganas de guerra— se defendió diciendo que lo segundo es un consejo para triunfar en la escritura, no un precepto filosófico. Luego, medio apesadumbrado, reconoció que sí, que se había arriesgado mucho en su obra, que se había separado de Arthur el Mosqueado, pero que había tratado de mostrar el horror con la necesaria frialdad. Toda la escena fue bastante incómoda. Una cosa es entrevistar hablando mucho, y otra aún peor es buscarle las cosquillas a un escritor mayor y cansado y con una bolsa de plástico en la mano, amén de que encontrar una contradicción en un escritor honesto tiene el mismo mérito que encontrar un taxi al llegar a la estación de tren Madrid Chamartín Clara Campoamor. 

—¡Franceses de mierda! —(escuchado entre el público)

Antes de irse, MH se arrancó con unas pullitas anti moderación epicúrea “conozco a místicos felices, pero no he conocido a nadie moderado en sus placeres que lo sea”. Y no se quiso ir sin meterse con Albert Camus, como al parecer había adelantado al entrevistador entre bambalinas. Del Nobel francés dijo que su celebérrima teoría de que la única cuestión filosófica verdaderamente seria es el suicidio era poco menos que la mayor estupidez que había escuchado en su vida. Entendemos, entonces, que para él es una cuestión resuelta. No será por no haber escrito una y otra vez sobre ello. De hecho, leyendo sus libros3, uno solo puede pensar que la verdadera pregunta es cuándo. Mientras, docenas de asistentes se levantaban para irse mientras los franceses todavía hablaban, mala educación galopante y nos tememos que inherente a los eventos gratuitos.

Vladimir Nabokov escribió "Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño". Anoche Michel Houellebecq no habló como un niño, sino más bien como un anciano cansado, pero la frase nos vale como arma arrojadiza. La decepción que sentimos—más allá de la deficiente entrevista, la dubitativa traducción simultánea que ni siquiera se sabía los títulos de las obras y el ambiente bajonero en general— debería servir para reivindicar el medio escrito. La actual obsesión por el directo, el vídeo, el reel anécdota y demás aplanadores culturales pueden hacer que nos olvidemos que el medio de un escrito exige la precisión iterativa del autor y la optimista voluntad del lector. Por eso, en el caso de la entrevista, necesitamos además de un medium, de un buen plumilla que sepa convertir los carraspeos inconexos de un escritor como Houellebcq en una entrevista llena de barras que luego compartamos entre admiradores del autor. Quizá, aun yendo más lejos, el mérito de haber leído todos estos años explosivas y coherentes declaraciones de MH, a juzgar por lo visto ayer, siempre se haya debido al denostado y sospechoso oficio de periodista. Sin su intermediación, a veces escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto.

Ensayamos por fin la retirada, no sin antes hacer una cola de 30 minutos para devolver los cascos de carraspeo simultáneo, so pena de emisión de orden de busca y captura de la interpol, pues nuestros DNIs habían sido apuntados por la fuerza en la base de datos del Festival de las Ideas. De hecho, la cola era mucho mayor que la que había formada para que te firmara un ejemplar un Michel Houellebecq de cerca mayor, enjuto, hundido en un sofá blanco bajo un tenderete plasticoso del todo similar al que montan los centros comerciales para que Papá Noel reciba a los niños con sus listas de regalos. En esto se ha transformado el fiero escritor. En un señor amable que firma sus antiguos libros peligrosos. Suponemos que no está mal. 

Camino de casa, hacía un frío del carajo. Sin duda que había empezado el otoño. Qué llevaría Michel en esa bolsa.

---

1 Esto sí que está guapo, porque nos imaginamos que habrá ido al equivalente español del Supermarché, es decir, el Mercadona más cercano

2 Nos consta que se está empezando a decir por ahí “Festival de las Ocurrencias”

3 Nota de Fernando al fragmento de Pierre: lo interesante puede que sea el final de Aniquilación y la propia mención de Aniquilación por MH: ahora que cree en la posibilidad de salvación vía amor, a MH el problema de Camus le parece una chorrada, pero no se lo parecía en absoluto durante el resto de su obra

sustrato funciona gracias a las aportaciones de lectores como tú, que llegas al final de los artículos. Por eso somos de verdad independientes.

Lo que hacemos es repartir vuestras cuotas de manera justa y directa entre los autores.
Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES
Libros
Michel Houellebecq en el Festival de las Ideas
A veces, escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto.

(Esta crónica ha sido escrita a cuatro manos entre Pierre LL y Fernando López-Pita)

Ayer, exactamente a la hora a la que Michel Houellebecq subía, con media hora de retraso, al escenario de Allianz Plaza de España —llevando una decepcionante botella de Solán de Cabras en las manos, además de una lumpenesca bolsa de plástico1— daba comienzo el otoño en Madrid.

Nos habíamos reunido en la reformada plaza diferentes tribus urbanas de Anagrameros, a saber:

- Los jóvenes tuiteros coleccionistas de firmas y ediciones dosmileras
- Los generación X, con sus pelos largos y su actitud desencantada
- Los jubilados, que no se pierden un evento gratuito ni una revalorización pensional
- Las modernas de sumar, en todas sus variantes
- Los patilludos del barrio de Salamanca, con sus comentarios basados y su actitud católico-canalla, lo antiguo es el nuevo punk, etc, …
- Un ramillete de sustratos, que también somos cliché pero a nosotros no corresponde decir cuál
- Los medio-vips (Carlos Boyero fue avistado) culpables en buena medida del retraso, pues se atrincheraron en primera fila, exigiendo sillas bajo sus doctas nalgas
- El destacamento de traductores más o menos simultáneos
- Un batallón de prestadores-recolectores de cascos inalámbricos
- Los estajonivistas trabajadores del Festival de las Ideas2, extraordinariamente simpáticos aun con todo y con sus caras de evidente cansancio
- 0 unidades de francotiradores, pese a los cientos de ventanas con ángulo directo a la cabeza del novelista y a nuestra paranoia Charlie Kirk-Hebdoista (se conoce que Michel ha pasado de tener que esconderse a que dé un poco igual su seguridad, en apenas 10 años)

- Y un goteo constante de curiosos que, a la vista de los cascos con luces azules, pensaban que había una listening party del último disco de Aitana. No es que la superestrella de San Clemente de Llobregat tenga mucho que ver con el ingeniero agrónomo de La Reunion, pero ambos comparten cierto magnetismo. Alguna curiosa incluso se quedó y, al acabar, subió al galope Gran Vía, dispuesta a comprarse El mapa y el territorio antes de que cerrara La casa del libro. Ya solo por eso valió la pena el festival.

Decíamos, pues, que la desangelación fue casi total cuando apareció un Michel Houellebecq más dormido que despierto, decepción que además se completó con (por el otro lado ansiado) aire frío de la sierra, que nos pilló a la mayoría con ropa veraniega y nos jodimos de frío, como cantaba Kase O. 

Miguel de Beistegui fue el encargado de conversar con nuestro ídolo, y no se le ocurrió nada mejor que, tras presentarse así mismo como filósofo, soltar una chapa de 10 minutos, es decir, más del 15% del tiempo disponible, llena de generalidades sobre la obra de MH. Luego se dispuso a traducirle la perorata (carente de pregunta) al entrevistado, lo cual ya provocó todas las suspicacias del mundo. 

—Es curioso que lo publiquen en Anagrama, que son unos rojeras— (escuchado entre el público)

Erráticas e inconexas, frías por el ambiente en general, al público nos interesaba más qué llevaba MH en la bolsa de plástico (imaginamos que dátiles u otro alimento calórico para aguantar lo que le venía encima) que las divagaciones del entrevistador y las dudas del entrevistado. No hablaron de nada que se pareciese a Minotauros, sino de asuntos como la diferencia entre la ironía y lo burlesco (lo segundo es violento, según MH), o por qué la expresión “sexo socialdemócrata” es tan graciosa en Francia, mientras que “sexo liberal” no reviste en cambio de mucho significante lúbrico. También se mencionó brevemente la inserción de escritura técnica y marketiniana en la obra de MH y su relación con Georges Perec, pero de una manera más bien vaga.

También le pareció buena idea a MdB señalar la contradicción en la que incurre MH al declararse seguidor de la visión estética de Schopenhauer —observación pausada y bondadosa, por ejemplo de los gorilas en el zoo, los locos en el psiquiátrico— y declarar a la vez que “hay que buscar las llagas de las sociedades y apretarlas”. Primero, el pobre MH —sin ganas de guerra— se defendió diciendo que lo segundo es un consejo para triunfar en la escritura, no un precepto filosófico. Luego, medio apesadumbrado, reconoció que sí, que se había arriesgado mucho en su obra, que se había separado de Arthur el Mosqueado, pero que había tratado de mostrar el horror con la necesaria frialdad. Toda la escena fue bastante incómoda. Una cosa es entrevistar hablando mucho, y otra aún peor es buscarle las cosquillas a un escritor mayor y cansado y con una bolsa de plástico en la mano, amén de que encontrar una contradicción en un escritor honesto tiene el mismo mérito que encontrar un taxi al llegar a la estación de tren Madrid Chamartín Clara Campoamor. 

—¡Franceses de mierda! —(escuchado entre el público)

Antes de irse, MH se arrancó con unas pullitas anti moderación epicúrea “conozco a místicos felices, pero no he conocido a nadie moderado en sus placeres que lo sea”. Y no se quiso ir sin meterse con Albert Camus, como al parecer había adelantado al entrevistador entre bambalinas. Del Nobel francés dijo que su celebérrima teoría de que la única cuestión filosófica verdaderamente seria es el suicidio era poco menos que la mayor estupidez que había escuchado en su vida. Entendemos, entonces, que para él es una cuestión resuelta. No será por no haber escrito una y otra vez sobre ello. De hecho, leyendo sus libros3, uno solo puede pensar que la verdadera pregunta es cuándo. Mientras, docenas de asistentes se levantaban para irse mientras los franceses todavía hablaban, mala educación galopante y nos tememos que inherente a los eventos gratuitos.

Vladimir Nabokov escribió "Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño". Anoche Michel Houellebecq no habló como un niño, sino más bien como un anciano cansado, pero la frase nos vale como arma arrojadiza. La decepción que sentimos—más allá de la deficiente entrevista, la dubitativa traducción simultánea que ni siquiera se sabía los títulos de las obras y el ambiente bajonero en general— debería servir para reivindicar el medio escrito. La actual obsesión por el directo, el vídeo, el reel anécdota y demás aplanadores culturales pueden hacer que nos olvidemos que el medio de un escrito exige la precisión iterativa del autor y la optimista voluntad del lector. Por eso, en el caso de la entrevista, necesitamos además de un medium, de un buen plumilla que sepa convertir los carraspeos inconexos de un escritor como Houellebcq en una entrevista llena de barras que luego compartamos entre admiradores del autor. Quizá, aun yendo más lejos, el mérito de haber leído todos estos años explosivas y coherentes declaraciones de MH, a juzgar por lo visto ayer, siempre se haya debido al denostado y sospechoso oficio de periodista. Sin su intermediación, a veces escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto.

Ensayamos por fin la retirada, no sin antes hacer una cola de 30 minutos para devolver los cascos de carraspeo simultáneo, so pena de emisión de orden de busca y captura de la interpol, pues nuestros DNIs habían sido apuntados por la fuerza en la base de datos del Festival de las Ideas. De hecho, la cola era mucho mayor que la que había formada para que te firmara un ejemplar un Michel Houellebecq de cerca mayor, enjuto, hundido en un sofá blanco bajo un tenderete plasticoso del todo similar al que montan los centros comerciales para que Papá Noel reciba a los niños con sus listas de regalos. En esto se ha transformado el fiero escritor. En un señor amable que firma sus antiguos libros peligrosos. Suponemos que no está mal. 

Camino de casa, hacía un frío del carajo. Sin duda que había empezado el otoño. Qué llevaría Michel en esa bolsa.

---

1 Esto sí que está guapo, porque nos imaginamos que habrá ido al equivalente español del Supermarché, es decir, el Mercadona más cercano

2 Nos consta que se está empezando a decir por ahí “Festival de las Ocurrencias”

3 Nota de Fernando al fragmento de Pierre: lo interesante puede que sea el final de Aniquilación y la propia mención de Aniquilación por MH: ahora que cree en la posibilidad de salvación vía amor, a MH el problema de Camus le parece una chorrada, pero no se lo parecía en absoluto durante el resto de su obra

sustrato se mantiene independiente y original gracias a las aportaciones de lectores como tú, que llegas al final de los artículos.
Lo que hacemos es repartir vuestras cuotas de manera justa y directa entre los autores.
Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES