Sobre el disco de Rosalía tengo una sola intuición propia y 3 ideas de mis compañeros en sustrato, porque son muy buenos y porque vienen dibujando con precisión el momento cultural en el que este álbum ve la LUX.
No voy a hacer una crítica al uso por no contribuir al ruido y porque, como explico más adelante, creo que intentar rastrear significados del disco es precisamente la trampa que tiende Rosalía.
Mi idea: Rosalía es Simone Biles
La combinación de a) mi empeño en saber qué opino realmente de LUX y b) la matraca consistente en todo el mundo apuntándose tantos en forma de parecidos entre lo que escribe la cantante catalana con las ideas de Simone Weil me permitió dar un saltito conceptual y darme cuenta de lo siguiente: la Simone a la que me recuerda Rosalía Vila no es Weil, sino a la gimnasta americana Simone Biles.
El efecto que ambas producen en mí es del todo similar. Cada cuatro años, Biles aparece en nuestros televisores haciendo increíbles piruetas. Cada cuatro años, veo la final del concurso combinado de gimnasia artística. Lo que hace es sensacional, marciano, imposible de “criticar”. Ahora bien, en cuanto acaban los JJOO no vuelvo a pensar en ella ni en sus maravillosos mortales clavados.
Me sucede un poco lo mismo con cada lanzamiento de Rosalía. El batiburrillo de estilos sublimados en una producción fabulosa, el talento vocal, la sensación de proyecto pensado al milímetro. Me planto los cascos, lo escucho, asiento fuertemente con la cabeza. Y luego me olvido de ella por completo.
Alejandra Arroyo: Hay más verdad en los gestos aparentemente torpes (whatsapp, 11/7)
Hablé de todo esto con Alejandra. Estuvimos de acuerdo en que LUX es tan perfecto que resulta frío. Puede ser que la conexión emocional tenga que ver con lo impuro, con las grietas y los defectillos que hacen que te agarres a algo durante una relación larga y más o menos continua, no solo mediante un ejercicio de admiración puntual. Dicho en lenguaje escalador, las grietas son lo que le permite a uno asirse a la pared. Pienso en la celebérrima escena de los pedos del Indomable Will Hunting o en la música de Daniel Johnston o Life Without Buildings.
Dice Alejandra que hay más verdad en esto que en «la venganza aparentemente perfecta de La Perla». Estoy de acuerdo. Creo que Rosalía lo sabe y que por eso intenta meter con calzador algún contraste entre lo perfecto y lo genuino (ver 4:21 de Mio Cristo Piange Diamanti). Para intentar evitar la solemnidad asfixiante que recorre el disco.
También me dijo Alejandra:
[10:37, 11/7/2025] Alejandra Arroyo: ayer estuve en la presentación de paula melchor
[10:37, 11/7/2025] Alejandra Arroyo: y juanpe dijo una cosa brillante
[10:38, 11/7/2025] Alejandra Arroyo: que para él, ahora había más literatura en lo transparente
[10:38, 11/7/2025] Alejandra Arroyo: que la búsqueda del lenguaje otro estaba en evitar el desvío, que eso ya era un lugar común
Lo cual nos lleva a:
Manuel Mata: El deseo de descubrir anula la superficialidad. El deseo de ser descubierto, la genera (sustrato, 27/10)
Al poeta Mata se le vienen ocurriendo unas maneras sencillísimas de explicar movidas tan tochas como la identificación del arte que merece la pena. En este marco en particular, aplicado a lo que decía Juanpe vía Alejandra sobre la literatura transparente, me parece que opera una paradoja interesante: usar lenguaje e imágenes sencillas no es ya síntoma de querer ser accesible, sino signo de honestidad artística, propio de alguien que está buscando descubrir algo y no buscando que lo encuentren. El lenguaje complejo, lleno de pistas —es decir, de respuestas en lugar de preguntas— sería entonces el que usa quien busca ser descubierto (pues las cosas, por lo general, se esconden para que sean encontradas). Este proceder generaría, según Manuel, una pátina de superficialidad. Me parece que LUX tiene ese barniz en doble capa.
De hecho, puede que todo en LUX ansíe en ser descubierto:
Javier L. Lozano: Un campo de Easter eggs para los ‘reaccionadores’ (sustrato, 6/11)
El análisis mediático en redes escudriña hasta la micra cada movimiento o decisión de un número excepcional de artistas que siembran un campo de ‘easter eggs1’ dentro de un laberinto autorreferencial que alimenta el ‘replay value’. Con el pistoletazo de salida, ‘reaccionadores’, periodistas, influencers y otros comunicadores se lanzan a la carrera de la arqueología del hallazgo simbólico. El éxito de estos formatos es la prueba de que la audiencia reclama una profundidad en la relación entre la obra y su público y celebra la existencia de aquello que colectivamente se etiqueta de ambicioso o transgresor —independientemente de si realmente lo es—.
Me parece que esto de Javi define el lenguaje del disco y su estrategia comercial, exitosa precisamente en identificar el ansia del público por encontrar significado2, que LUX ofrece en forma de pulidísimo simulacro.
En LUX podemos encontrar dos clases de easter eggs:
a) Los Huevos de Pascua que apelan a referencias culturales. Esta táctica es la culpable de que nuestro twitter o instagram estén llenos de fotos con las letras del disco. Consiste en desplegar referencias culturales sutilmente mencionadas (o no) durante la promoción del disco. De esta manera, al oyente se le encomienda una tarea activa y, claro, a ver quién es el asceta que se resiste a compartir un hallazgo oculto en un libro de un teólogo inglés medieval. Yo lo entiendo perfectamente: las redes son puro signaling, nos guste o no (escribir este articulillo es puro signaling) y una de las mejores cosas que se pueden vender como producto cultural es el hacer sentir listo al espectador tras un esfuerzo más o menos moderado de investigación. Esta es la máquina principal de creación de contenido sobre LUX, y la trampa a la que me refería al principio, consistente en intentar hacer arqueología de estos símbolos. ¿Para qué sirven, realmente?
David Lynch no hablaba de sus películas, sólo desplegaba cientos de signos3 y que cada uno se las apañase. Christopher Nolan, en cambio, llegó a explicar sus films dibujando diagramas en una pizarra. Una cosa ensancha, y la otra se mira al ombligo en sí mayor.
b) Los Huevos de Pascua que apelan a la identificación. La primera vez que escuché a Rosalía arrancarse a cantar en japonés en Porcelana, pegué un bote. La segunda, pensé en la mítica versión de Boom Boom de David Bisbal en el nipón idioma, recuerdo de cuando se fue a conquistar el país del sol naciente, o en el uso que Julio Iglesias o Shakira hacían de las lenguas extranjeras. Ellos, claro, cantaban en otras lenguas para intentar camelar a esos mercados. No hay razón alguna para pensar que Rosalía no lo hace por el mismo motivo, aunque ella se haya encargado de explicar que lo hace por curiosidad infinita, etcétera. Puede ser, claro, que Rosalía sea tan ciudadana del mundo que cada emoción le salga en un idioma: amor divino en italiano, arquitectura en japonés, resfriado en búlgaro, negocios inmobiliarios en hebreo y demás; pero lo más probable es que lo haga para aspirar a una multiplicación del alcance y del contenido reaccionador. Un ejemplo claro es Reliquia (por otro lado, una de las mejores canciones del disco, con ese riff de violín tan gustoso), donde esencialmente se namedropean cosas que le pasaron a Rosalía en sitios. Esto, si quisiéramos pensar mal, lo que produce es un diluvio de medios y creadores de contenido buscando averiguar qué pasó en cada sitio que menciona4. En una multiplicación del contenido.
Creo que esta estrategia de Rosalía la sitúa muy cerca de otros productos culturales contemporáneos exitosos que han tenido representantes muy claros en el cine. Como me decía Alejandra, Parásitos es una película gigantescamente comercial, que se niega a sí misma su naturaleza mientras subraya sus más que evidentes metáforas, pero que otorga a sus espectadores la posibilidad de contarse entre los amantes de una película coreana, una ida de olla que flipas, etcétera. El capital social que vende acierta con la dosis justa de complejidad y exoticidad y, paradójicamente, convierte a la película en un fenómeno de masas.
LUX es un disco muy muy bueno. Está fenomenalmente interpretado, producido y pensado. Quizá tan pensado que produce la fría admiración puntual que se le reserva a figuras como Simone Biles. Y tan pensado que las pistas que despliega parecen más propias de una estrategia comercial que el resultado de una búsqueda artística. Quizá el disco sea todavía más relevante como testimonio de una época y una industria que como colección de canciones buenas.
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1 Un easter egg es un guiño cultural oculto dentro de una obra artística. La expresión proviene de la tradición anglosajona de esconder por la casa huevos de chocolate el día de pascua. La idea fundamental aquí es que los huevos se esconden para que sean descubiertos.
2 Quería decir que la cultura y la política habían intercambiado sus papeles; que se había producido, exactamente, un “intercambio neto de papeles” entre ambas, de modo que la política era osada y la cultura aburrida, y no al revés. Ángel Insua, “Un escritor fragmentario, sustrato 29/10/2025
3 Por decirlo con la metáfora de los huevos de Pascua: no es que los Lynch colocara necesariamente para ser encontrados, sino que se le ocurrían sitios inconexos y por ahí los dejaba. Uno podría estar tan escondido que no se llegase a encontrar nunca; otro sobre de la encimera de cocina. Esto da sensación de honestidad.
4 Estrategia que me fue revelada al ver este reel.