Hay un pesado en internet

En la era del slop, los artistas corren el riesgo de ser unos brasas y destruir su misterio. Los casos de David Uclés, Óliver Laxe o Alcalá Norte.

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El basilisco de Roko es un experimento mental que conjetura que, en un futuro no tan lejano, la superinteligencia artificial castigará de manera retroactiva a todos los que en su día no ayudaron a su advenimiento. Lo terrorífico de esta posibilidad es que, una vez sabes de ella, quedarías obligado a hacer todo lo posible por contribuir a que se cumpla, so pena de castigo si finalmente aparece el monstruo.

El panorama de las redes sociales a finales del 2025 me hace pensar que quizá estamos alcanzando un momento de ruptura con el contenido chorras, con el slop1 fríecerebros y los vídeos descontextualizados al peso en internet. En particular, si estamos llegando al punto de no retorno de los pesados en internet y si, retroactivamente, juzgaremos a todos aquellos que nos dieron la chapa. Igual que el basilisco.


Es como si el estándar ya no fuera aquel hay un loco en internet de los vengamonjas en 2013 sino que, 12 años más tarde, de lo que está lleno internet es de brasas, brasas vendiendo cosas.

Puestos a elegir ejemplos de slop, el asunto de la autopromoción de artistas en redes es el que me viene interesando más. Los motivos son los siguientes:

  • Algunos artistas adoptan con naturalidad el manual marketiniano del post de linkedin (enseñar la cara sonriente, mostrarse de manera genuina, romper la cuarta pared para mostrar lo cotidiano)
  • Estas estrategias de engagement se basan en intentos de humanizar las marcas para colártela, es decir, para convencerte de que consumas algo, y han estropeado las redes sociales al llenarlas casi en su totalidad de inquietantes anuncios que pretenden no serlo
  • La adopción de músicos, cineastas o escritores de estas mismas técnicas puede generar desconfianza hacia su obra, al mimetizarse con dichas estrategias de venta de cadenas de comida rápida, partidos políticos o utensilios de cocina

El cambio de tendencia probablemente cristalizó el día que Mark Zuckerberg publicó un video surfeando en traje, mientras sostenía una bandera americana y bebía cerveza:


El más flagrante reptiliano del planeta se dio cuenta de que lo importante para vender lo que sea es generar vibes en vídeos de corta duración. El resto da igual. Este, y el de todos los lunáticos de linkedin, es el lenguaje algorítmico que incluso los artistas están comprando.

Zapatero a tus zapatos 

Hipótesis: si los Oasis hubieran tenido twitter y/o instagram en los 90, no hubieran llegado a ser la banda más gigante de la década. El motivo es que su música está bien, pero Liam adolece de un problema serio de necesidad de llamamiento de atención y cretinismo agudos. Ahora no nos parece mal que sea un gilipollas, siempre desde el prisma de provecta e incorregible leyenda del rock. Pero sostengo que hubiera sido imposible defender su caso como fan cuando aún tocaban en pubs mugrientos, dado que hubiera quedado patente lo idiotas que son, y nadie quiere defender a un idiota.

Oasis triunfaron porque la NME, Mojo o el Guardian construyeron una narrativa mística, sobre la Inglaterra del norte a la que representaban y sobre su rivalidad sociológica con Blur entre otras cosas, que hacía que el mensaje alrededor de lo que Oasis realmente hacían (música y letras) fuera coherente y atractivo.

El motivo que subyace es que los artistas se explican mal a sí mismos. Un artista, por definición, debería ser alguien que explora y encuentra algo. Y, normalmente, se le da bien esa cosa, una sola cosa (que ya es bastante) y que es la que debería hablar por él o ella. Cuando los CEOs del infierno se esfuerzan en parecer humanos, lo hacen para que te fíes de la extracción monetaria que te pretenden practicar acto seguido. Un artista ya ha demostrado ser lo más humano posible con su obra, luego toda explicación posterior se debe a querer trocear el misterio de ese significado para vendértelo en cómodos plazos. Si, aún encima, la manera de hacerlo es mostrarte cómo preparan el desayuno, su trayecto al aeropuerto o sus opiniones sobre botánica, corren el riesgo de que sospechemos de su obra. 


Por otro lado, resulta que todo artefacto cultural interesante deja espacio al espectador y a su mirada. Por lo tanto, el patrimonio del autor consiste casi exclusivamente en atesorar el suficiente misterio para propiciar la aparición de interpretaciones diversas en el observador. Esta posibilidad de generación de miradas tiene mucho que ver con resultar atractivo, es decir enigmático2, y uno de los atajos para la muerte del misterio es convertirse en un pesado, en alguien que exhibe sus manías, intenciones y deseos. Pero claro. Hacer reels de ocurrencias parece que tiene retorno inmediato, y además te hacen la pelota. Este es el peligro del artista-influencer.



Patrios ejemplos 

En sustrato hemos escrito bastante sobre cómo los artistas creen que cualquier mierdón fuera de su campo merece la pena (Isabel Coixet) o cómo a veces escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto (Michel Houellebecq).

Ocurre que durante todo este año 2025, muchos de los nuevos estandartes de la cultura española se han lanzado a hacer contenido sonrojante en redes. 

Un ejemplo evidente es David Uclés, quien con su novela ‘La península de las casas vacías’ (Siruela, 2024), ha irrumpido en las letras españolas con fulgurante éxito. El ubetense se ha pegado una auténtica maratón de promoción, pero entre bolo y bolo no ha descuidado la creación de contenido en redes. No solo se ha juntado con los pertinentes Gabilondos, Millás, Buenafuentes y demás habituales para opinar de incendios, quejarse de no poder comprarse una casa «pese a haber vendido más de 300.000 ejemplares», promocionar decisivos podcasts sobre la guerra civil y demás; sino que ha subido un montón de vídeos cantando a discreción y tocando extraños acordeones y otros instrumentos inverosímiles:


Reconozco que Uclés fue uno de los catalizadores para escribir este artículo: no he leído su novela y mi única referencia de fiar es la reseña que aquí hizo Burón pero, lo confieso, si el personaje (no sus libros ni tampoco su persona, me ciño a lo que enseña en redes) me parece un tío bastante pesado y cursi y al que no me apetece escuchar cantando, ¿cómo voy a juzgar sus frases?, ¿con qué predisposición voy a abrir su novela o sus futuros artículos en El País, si en la acción de leer hay que poner muchísimo de parte de uno y confiar en que el autor quiere decir cosas genuinas y las decisiones que toma son las adecuadas? Siento que quizá me pierda a un gran escritor (lo que hace en redes puede no tener que ver en absoluto con cómo teclea) tan solo por el pudor que me provoca toda su exposición online.

En lo musical, otro ejemplo que me intriga son los Alcalá Norte. El grupo de Madrid, sobre los que escribí por aquí cuando empezaba el fenómeno, han sacado un disco tan bueno, tan original en su estética y planteamientos3, que se convirtió material imposible de ignorar y de no compartir. En paralelo a su merecido éxito, empezaron una actividad bicéfala y confusísima en redes (como yo me temía en aquel artículo). En twitter, desplegando una hiperactividad del todo chapas (veo que han publicado 16 mil tweets (?!)), manteniendo además un discurso casi meritocrático-gods plan (vamos a petarlo, etc), mientras en instagram suben reels costumbrista - simpáticos del batería bebiendo de botas de vino y haciendo chistes sobre heavys y demás.

Todo esto, al principio, era muy gracioso. Pero con la cantidad y el tiempo se convirtió en una total disonancia entre la misteriosa y fantástica lírica del disco (mezcla de mitología y referencias bíblicas, precariedad actual, stalinismo y nazismo, hemeroteca cristiana, Cristiano Ronaldo y la batalla de Kiev...) y el bicéfalo hastío de sus chapas online. Tengo miedo de que me cansen, de que saquen el disco nuevo y no poder dejar de lado la sensación de que han emborronado su música con contribuciones al slop en redes que me haya quitado las ganas de saber qué se traen entre manos4. Espero sinceramente que lo revienten, y que lo hagan sin estrategia de redes, para demostrar que es su música, y no sus ocurrencias, la que les ha llevado a triunfar.

Una consecuencia (en mi opinión) negativa del caso Alcalá Norte ha sido el surgimiento de la legión de imitadores que, sin dar nombres, identificaba pertinentemente aquí el gran Pol Rodellar adelantándose a este artículo. Como decía Pol, la chapa exponencial se debe al efecto llamada nacido de la confusión de que a AN le había ido bien por la verborrea tuitera, y no por el discazo que sacaron, cuando, sostengo otra vez, les ha ido bien pese a la chapa: todo ese ruido virtual no genera en realidad escena orgánica ni nada que se le parezca, salvo screen time para los accionistas de twitter.

Este hartazgo musical no es sin embargo exclusiva de grupos emergentes, y también se ha visto con la corriente Rosalía-LUX, y el verdadero empacho que provocó. Vale que la campaña estaba muy pensada, pero la cantante catalana también ha patinado bastante en pequeños gestos en redes, gracias a los cuales más gente se ha adherido a la idea de que todo lo que hace no es descubrimiento, sino más bien volteretas laterales, easter eggs para ser vista.


Por cerrar los ejemplos con alguno cinematográfico, se hace inevitable no pensar en el efecto Óliver Laxe durante la promoción de ‘Sirat’. Pese a que  nuestro director con más proyección internacional no tiene redes sociales (iría en contra del personaje), y pese a que personalmente me parece alguien bastante auténtico, su campaña de promoción del film fue absolutamente delirante, con el director protagonizando vídeo tras vídeo al estilo Pantomima Full, hablando de feridiñas e iluminaciones con una gesticulación al límite de la parodia5:

Laxe contravino la primera regla que se ponía David Lynch: de la peli no se habla, todo está en la peli, etc. El resultado es que conozco a muchas personas que no compraron las arriesgadas y metafóricas propuestas de ‘Sirat’ simplemente por la vergüenza ajena que les había producido las apariciones sorpresa del ent gallego en sus teléfonos móviles (emociones que sin duda influyeron a la hora de no tener inconveniente en señalar el posible resbalón político o contextual de la peli).



Para que no se libre la vieja guardia, quisiera señalar que algo similar ocurrió más recientemente con David Trueba, cuando le pusieron un micrófono delante y dijo cosas muy confusas que resumió Marc en este tweet:

Una salida

Llegados a este punto, es natural pensar en qué demonios se puede hacer para promocionar nada, si todo es cringe y/o slop. Mi posición es que se puede (y se debe) hacer promoción, pero lo más importante, en la edad del empacho, es intentar no hartar al público. No dar la chapa, durante la guerra por la atención, se convertiría en el gesto definitivo de cortesía. El misterio, en el verdadero lujo.

¿Pero entonces, para hacer promo?

  • Una opción es hacerla cuanto toca y desaparecer durante tanto tiempo que te echen de menos a ti y a tu misterio (C Tangana, Rosalía si no se hubiera pasado tres pueblos, ídem Laxe, ...)

  • Otra, desde luego más difícil, es usar las redes como extensión de tus obras, para que no sea disonante sino más bien complementario. Aquí los reyes que se me ocurren son Lynch, otra vez, o cualquier vídeo de Werner Herzog haciendo lo que sea.


  • El resto del tiempo, tengo la sensación de que cultivar el misterio mientras curras en tu siguiente golpe en la sombra es, sin duda, la mejor estrategia posible a largo plazo.

Hace unas semanas, atribulado por la tamaña investigación necesaria para la elaboración de este artículo, y tras el enorme recital de Ku! en el escenario coches de choque del Monkey Week, me encontré de manera frontal con el cantante de uno de los grupos que mencionaba antes, de esos que son hiperactivos en redes a la manera de Alcalá Norte. Le pregunté por qué practicaban el slopbardeo y me dijo algo muy interesante: quieren jaleo, disputas, diversión, que la escena se mueva, pero no sucede gran cosa si no son ellos los que arrancan este tipo de conversaciones.

Recojo este guante, en la medida de nuestras posibilidades, para intentar contar mejor a los escritores, cineastas y músicos. De esta manera podremos tratar de ordenar todo ese ruido y contar historias guapas y misteriosas. Siempre las hay.

1 El slop, o AI slop, es el contenido basura digital que prioriza la cantidad y la velocidad antes que la sustancia y la calidad.

2 Más adelante hablaremos de música independiente nacional, pero es inevitable no pensar en Los Planetas, un grupo que, además de no exhibirse lo más mínimo por ahí, llevan al límite la idea del misterio: no vocalizar al cantar. (Por cierto, es pinté). Me sirven también para subrayar la idea de que lo importante no es caer bien (J no tiene precisamente fama de trozo de pan), sino generar un espacio misterioso-magnético sobre el que el público pueda ejercitar todas sus filias.

3 Tanto que han llevado al español el modismo la vida cañón (acompañado además de una historia apasionante de hemeroteca y archivismo) que ha calado en el habla de los modernos del país como hacía un cayetano que no se veía. Tanto que el disco fue lo que hizo acabar a mi amigo Dani su primera maratón, quien voló por las calles de Florencia propulsado por el chorro musical y lírico de los de La Conce.

4 Me huelo que algo de esto ha habido, porque tras un episodio rizar-el-rizo en twitter, en el que lanzaban 25 tweets comentando cada programa en directo de operación triunfo (?!) la cuenta se ha callado, al menos temporalmente. Este es el último tweet:

5 Otro tema es si le ayudó o no en la promo. Después de mucho discutirlo con Ángel, convenimos en que sí, que él es así y que por tanto la promo se basó en Oliveriño, sal ahí y di cosas. Y vaya si las dijo.   

sustrato funciona gracias a las aportaciones de lectores como tú, que llegas al final de los artículos. Por eso somos de verdad independientes.

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El basilisco de Roko es un experimento mental que conjetura que, en un futuro no tan lejano, la superinteligencia artificial castigará de manera retroactiva a todos los que en su día no ayudaron a su advenimiento. Lo terrorífico de esta posibilidad es que, una vez sabes de ella, quedarías obligado a hacer todo lo posible por contribuir a que se cumpla, so pena de castigo si finalmente aparece el monstruo.

El panorama de las redes sociales a finales del 2025 me hace pensar que quizá estamos alcanzando un momento de ruptura con el contenido chorras, con el slop1 fríecerebros y los vídeos descontextualizados al peso en internet. En particular, si estamos llegando al punto de no retorno de los pesados en internet y si, retroactivamente, juzgaremos a todos aquellos que nos dieron la chapa. Igual que el basilisco.


Es como si el estándar ya no fuera aquel hay un loco en internet de los vengamonjas en 2013 sino que, 12 años más tarde, de lo que está lleno internet es de brasas, brasas vendiendo cosas.

Puestos a elegir ejemplos de slop, el asunto de la autopromoción de artistas en redes es el que me viene interesando más. Los motivos son los siguientes:

  • Algunos artistas adoptan con naturalidad el manual marketiniano del post de linkedin (enseñar la cara sonriente, mostrarse de manera genuina, romper la cuarta pared para mostrar lo cotidiano)
  • Estas estrategias de engagement se basan en intentos de humanizar las marcas para colártela, es decir, para convencerte de que consumas algo, y han estropeado las redes sociales al llenarlas casi en su totalidad de inquietantes anuncios que pretenden no serlo
  • La adopción de músicos, cineastas o escritores de estas mismas técnicas puede generar desconfianza hacia su obra, al mimetizarse con dichas estrategias de venta de cadenas de comida rápida, partidos políticos o utensilios de cocina

El cambio de tendencia probablemente cristalizó el día que Mark Zuckerberg publicó un video surfeando en traje, mientras sostenía una bandera americana y bebía cerveza:


El más flagrante reptiliano del planeta se dio cuenta de que lo importante para vender lo que sea es generar vibes en vídeos de corta duración. El resto da igual. Este, y el de todos los lunáticos de linkedin, es el lenguaje algorítmico que incluso los artistas están comprando.

Zapatero a tus zapatos 

Hipótesis: si los Oasis hubieran tenido twitter y/o instagram en los 90, no hubieran llegado a ser la banda más gigante de la década. El motivo es que su música está bien, pero Liam adolece de un problema serio de necesidad de llamamiento de atención y cretinismo agudos. Ahora no nos parece mal que sea un gilipollas, siempre desde el prisma de provecta e incorregible leyenda del rock. Pero sostengo que hubiera sido imposible defender su caso como fan cuando aún tocaban en pubs mugrientos, dado que hubiera quedado patente lo idiotas que son, y nadie quiere defender a un idiota.

Oasis triunfaron porque la NME, Mojo o el Guardian construyeron una narrativa mística, sobre la Inglaterra del norte a la que representaban y sobre su rivalidad sociológica con Blur entre otras cosas, que hacía que el mensaje alrededor de lo que Oasis realmente hacían (música y letras) fuera coherente y atractivo.

El motivo que subyace es que los artistas se explican mal a sí mismos. Un artista, por definición, debería ser alguien que explora y encuentra algo. Y, normalmente, se le da bien esa cosa, una sola cosa (que ya es bastante) y que es la que debería hablar por él o ella. Cuando los CEOs del infierno se esfuerzan en parecer humanos, lo hacen para que te fíes de la extracción monetaria que te pretenden practicar acto seguido. Un artista ya ha demostrado ser lo más humano posible con su obra, luego toda explicación posterior se debe a querer trocear el misterio de ese significado para vendértelo en cómodos plazos. Si, aún encima, la manera de hacerlo es mostrarte cómo preparan el desayuno, su trayecto al aeropuerto o sus opiniones sobre botánica, corren el riesgo de que sospechemos de su obra. 


Por otro lado, resulta que todo artefacto cultural interesante deja espacio al espectador y a su mirada. Por lo tanto, el patrimonio del autor consiste casi exclusivamente en atesorar el suficiente misterio para propiciar la aparición de interpretaciones diversas en el observador. Esta posibilidad de generación de miradas tiene mucho que ver con resultar atractivo, es decir enigmático2, y uno de los atajos para la muerte del misterio es convertirse en un pesado, en alguien que exhibe sus manías, intenciones y deseos. Pero claro. Hacer reels de ocurrencias parece que tiene retorno inmediato, y además te hacen la pelota. Este es el peligro del artista-influencer.



Patrios ejemplos 

En sustrato hemos escrito bastante sobre cómo los artistas creen que cualquier mierdón fuera de su campo merece la pena (Isabel Coixet) o cómo a veces escuchar hablar a un escritor es como ver bailar a un arquitecto (Michel Houellebecq).

Ocurre que durante todo este año 2025, muchos de los nuevos estandartes de la cultura española se han lanzado a hacer contenido sonrojante en redes. 

Un ejemplo evidente es David Uclés, quien con su novela ‘La península de las casas vacías’ (Siruela, 2024), ha irrumpido en las letras españolas con fulgurante éxito. El ubetense se ha pegado una auténtica maratón de promoción, pero entre bolo y bolo no ha descuidado la creación de contenido en redes. No solo se ha juntado con los pertinentes Gabilondos, Millás, Buenafuentes y demás habituales para opinar de incendios, quejarse de no poder comprarse una casa «pese a haber vendido más de 300.000 ejemplares», promocionar decisivos podcasts sobre la guerra civil y demás; sino que ha subido un montón de vídeos cantando a discreción y tocando extraños acordeones y otros instrumentos inverosímiles:


Reconozco que Uclés fue uno de los catalizadores para escribir este artículo: no he leído su novela y mi única referencia de fiar es la reseña que aquí hizo Burón pero, lo confieso, si el personaje (no sus libros ni tampoco su persona, me ciño a lo que enseña en redes) me parece un tío bastante pesado y cursi y al que no me apetece escuchar cantando, ¿cómo voy a juzgar sus frases?, ¿con qué predisposición voy a abrir su novela o sus futuros artículos en El País, si en la acción de leer hay que poner muchísimo de parte de uno y confiar en que el autor quiere decir cosas genuinas y las decisiones que toma son las adecuadas? Siento que quizá me pierda a un gran escritor (lo que hace en redes puede no tener que ver en absoluto con cómo teclea) tan solo por el pudor que me provoca toda su exposición online.

En lo musical, otro ejemplo que me intriga son los Alcalá Norte. El grupo de Madrid, sobre los que escribí por aquí cuando empezaba el fenómeno, han sacado un disco tan bueno, tan original en su estética y planteamientos3, que se convirtió material imposible de ignorar y de no compartir. En paralelo a su merecido éxito, empezaron una actividad bicéfala y confusísima en redes (como yo me temía en aquel artículo). En twitter, desplegando una hiperactividad del todo chapas (veo que han publicado 16 mil tweets (?!)), manteniendo además un discurso casi meritocrático-gods plan (vamos a petarlo, etc), mientras en instagram suben reels costumbrista - simpáticos del batería bebiendo de botas de vino y haciendo chistes sobre heavys y demás.

Todo esto, al principio, era muy gracioso. Pero con la cantidad y el tiempo se convirtió en una total disonancia entre la misteriosa y fantástica lírica del disco (mezcla de mitología y referencias bíblicas, precariedad actual, stalinismo y nazismo, hemeroteca cristiana, Cristiano Ronaldo y la batalla de Kiev...) y el bicéfalo hastío de sus chapas online. Tengo miedo de que me cansen, de que saquen el disco nuevo y no poder dejar de lado la sensación de que han emborronado su música con contribuciones al slop en redes que me haya quitado las ganas de saber qué se traen entre manos4. Espero sinceramente que lo revienten, y que lo hagan sin estrategia de redes, para demostrar que es su música, y no sus ocurrencias, la que les ha llevado a triunfar.

Una consecuencia (en mi opinión) negativa del caso Alcalá Norte ha sido el surgimiento de la legión de imitadores que, sin dar nombres, identificaba pertinentemente aquí el gran Pol Rodellar adelantándose a este artículo. Como decía Pol, la chapa exponencial se debe al efecto llamada nacido de la confusión de que a AN le había ido bien por la verborrea tuitera, y no por el discazo que sacaron, cuando, sostengo otra vez, les ha ido bien pese a la chapa: todo ese ruido virtual no genera en realidad escena orgánica ni nada que se le parezca, salvo screen time para los accionistas de twitter.

Este hartazgo musical no es sin embargo exclusiva de grupos emergentes, y también se ha visto con la corriente Rosalía-LUX, y el verdadero empacho que provocó. Vale que la campaña estaba muy pensada, pero la cantante catalana también ha patinado bastante en pequeños gestos en redes, gracias a los cuales más gente se ha adherido a la idea de que todo lo que hace no es descubrimiento, sino más bien volteretas laterales, easter eggs para ser vista.


Por cerrar los ejemplos con alguno cinematográfico, se hace inevitable no pensar en el efecto Óliver Laxe durante la promoción de ‘Sirat’. Pese a que  nuestro director con más proyección internacional no tiene redes sociales (iría en contra del personaje), y pese a que personalmente me parece alguien bastante auténtico, su campaña de promoción del film fue absolutamente delirante, con el director protagonizando vídeo tras vídeo al estilo Pantomima Full, hablando de feridiñas e iluminaciones con una gesticulación al límite de la parodia5:

Laxe contravino la primera regla que se ponía David Lynch: de la peli no se habla, todo está en la peli, etc. El resultado es que conozco a muchas personas que no compraron las arriesgadas y metafóricas propuestas de ‘Sirat’ simplemente por la vergüenza ajena que les había producido las apariciones sorpresa del ent gallego en sus teléfonos móviles (emociones que sin duda influyeron a la hora de no tener inconveniente en señalar el posible resbalón político o contextual de la peli).



Para que no se libre la vieja guardia, quisiera señalar que algo similar ocurrió más recientemente con David Trueba, cuando le pusieron un micrófono delante y dijo cosas muy confusas que resumió Marc en este tweet:

Una salida

Llegados a este punto, es natural pensar en qué demonios se puede hacer para promocionar nada, si todo es cringe y/o slop. Mi posición es que se puede (y se debe) hacer promoción, pero lo más importante, en la edad del empacho, es intentar no hartar al público. No dar la chapa, durante la guerra por la atención, se convertiría en el gesto definitivo de cortesía. El misterio, en el verdadero lujo.

¿Pero entonces, para hacer promo?

  • Una opción es hacerla cuanto toca y desaparecer durante tanto tiempo que te echen de menos a ti y a tu misterio (C Tangana, Rosalía si no se hubiera pasado tres pueblos, ídem Laxe, ...)

  • Otra, desde luego más difícil, es usar las redes como extensión de tus obras, para que no sea disonante sino más bien complementario. Aquí los reyes que se me ocurren son Lynch, otra vez, o cualquier vídeo de Werner Herzog haciendo lo que sea.


  • El resto del tiempo, tengo la sensación de que cultivar el misterio mientras curras en tu siguiente golpe en la sombra es, sin duda, la mejor estrategia posible a largo plazo.

Hace unas semanas, atribulado por la tamaña investigación necesaria para la elaboración de este artículo, y tras el enorme recital de Ku! en el escenario coches de choque del Monkey Week, me encontré de manera frontal con el cantante de uno de los grupos que mencionaba antes, de esos que son hiperactivos en redes a la manera de Alcalá Norte. Le pregunté por qué practicaban el slopbardeo y me dijo algo muy interesante: quieren jaleo, disputas, diversión, que la escena se mueva, pero no sucede gran cosa si no son ellos los que arrancan este tipo de conversaciones.

Recojo este guante, en la medida de nuestras posibilidades, para intentar contar mejor a los escritores, cineastas y músicos. De esta manera podremos tratar de ordenar todo ese ruido y contar historias guapas y misteriosas. Siempre las hay.

1 El slop, o AI slop, es el contenido basura digital que prioriza la cantidad y la velocidad antes que la sustancia y la calidad.

2 Más adelante hablaremos de música independiente nacional, pero es inevitable no pensar en Los Planetas, un grupo que, además de no exhibirse lo más mínimo por ahí, llevan al límite la idea del misterio: no vocalizar al cantar. (Por cierto, es pinté). Me sirven también para subrayar la idea de que lo importante no es caer bien (J no tiene precisamente fama de trozo de pan), sino generar un espacio misterioso-magnético sobre el que el público pueda ejercitar todas sus filias.

3 Tanto que han llevado al español el modismo la vida cañón (acompañado además de una historia apasionante de hemeroteca y archivismo) que ha calado en el habla de los modernos del país como hacía un cayetano que no se veía. Tanto que el disco fue lo que hizo acabar a mi amigo Dani su primera maratón, quien voló por las calles de Florencia propulsado por el chorro musical y lírico de los de La Conce.

4 Me huelo que algo de esto ha habido, porque tras un episodio rizar-el-rizo en twitter, en el que lanzaban 25 tweets comentando cada programa en directo de operación triunfo (?!) la cuenta se ha callado, al menos temporalmente. Este es el último tweet:

5 Otro tema es si le ayudó o no en la promo. Después de mucho discutirlo con Ángel, convenimos en que sí, que él es así y que por tanto la promo se basó en Oliveriño, sal ahí y di cosas. Y vaya si las dijo.   

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