Al salir por la estación de Sol nos topamos de bruces con el culo de un mastodóntico escenario y la presencia amenazadora del despliegue policial. El centro de Madrid se ha transformado en un recinto festivalero para el Día de la Hispanidad, pero nuestro destino, que no está alejado, se encuentra sin embargo muy lejos de todo aquello. Bajando la calle Alcalá, en la cuarta planta del Círculo de Bellas Artes, el festival hatsu<no<oto celebró su primera edición el pasado diez de octubre, coorganizado por el propio Círculo, la Fundación Japón Madrid y el sello LeCluf. La contraprogramación al Día de la Hispanidad funcionó de maravilla, pues allí estábamos todos los modernos y frikis de Madrid que vibramos en otras geografías: el evento estaba sold out, con más de cuatrocientos asistentes. Pero si el contraste con las festividades de la Hispanidad era anecdótico, el de la propuesta artística de la electrónica experimental japonesa con el glamour modernista de la Sala de Columnas del Círculo (que no cuenta con el mejor sonido pero que es, sin duda, la más emblemática), parecía pensada a dedo. El envoltorio de lujo demodé provocaba una disociación dulce: entre los pilares de mármol y los espejos del diseño de Antonio Palacios, con el skyline de Madrid de fondo, se sucedieron en una noche deformaciones audiovisuales y mesas de mezclas repletas de cableado desordenado.

Hatsu<no<oto contó con un pop up de diferentes colectivos de moda y editoriales que ofrecieron un marco sugerente, pero en el centro de la propuesta estaba la música. La selección de artistas fue el reclamo, y no falló. Abrieron la noche Tamanaramen, un dúo japonés que lleva años dropeando temas extrañamente lejos del reconocimiento que su nivel sugiere. Las hermanas Pikam y Hana Watanabe han construido una imagen de sílfides virtuales que trajeron a su propuesta, con una introducción ambient y visuales etéreos que desembocó en una serie de cánticos espectrales sobre bombos atronadores, entrecortados por algún “gracias” y “¡vámonos!”.
Las siguió Cwondo, el proyecto en solitario de electrónica inclasificable del también integrante de la banda de rock alternativo No Buses y el dúo Oni. Esa versatilidad musical de Cwondo, rodeado de una propuesta estética de emo savant, se trasladó en un enjambre de beats desconcertantes acompañados por la psicodelia digital de uran_000, la autora del cartel del festival, que manejaba sus mandos a su lado con el aspecto de sacerdotisa galáctica de velo blanco. Encaramados a una ola electrónica desintegrándose, Cwondo y urano_000 pilotaron la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes por un túnel viscoso de irrealidad.

Cerró los conciertos iuky, el artista hispano-japonés mejor conocido para nuestra escena por su proyecto que cruza el ambient y pop experimental, remezclando autotune agudo, sintes etéreos y un poco de DnB líquido. Quizás ese fue ese el único aspecto desconcertante de hatsu<no<oto que, al escalonar a los artistas a partir de su conocimiento por el público, la intensidad de las tres propuestas quedó un tanto desarticulada, como al pasar del frenetismo de Cwondo a la sensibilidad sadboy de iuky. Eso no quitó que iuky deslumbrara en su producción y propuesta escénica, holograma centrifugador incluido. Pero la fiesta culminó por todo lo alto con el DJ set de 8kitoo, una de las figuras más sólidas del clubbing de nuestro país, que nos regaló un cierre acelerado y divertido a una noche fantástica, en todos los sentidos del término.
Un cordón policial rodeando la puerta del Sol nos devuelve bruscamente a la distopía. Deben estar desmontando equipos y no dejan entrar a nadie, y hay que buscar andando otra parada de metro en mitad de este frío extraño del otoño madrileño. Más allá del contraste con las festividades de la Hispanidad bajando la calle, el aterrizaje de la electrónica alternativa japonesa en la capital gracias hatsu<no<oto no se queda corto del éxito como un espacio único para que colectivos, artistas y proyectos de todo tipo se encontrasen con su público, viejo y nuevo.
Porque aunque el interés del evento se apoyó en una propuesta única de artistas nacionales e internacionales que a partir de ahora seguiremos muy cerca (sin ningún tipo de exageración), sin duda lo más reseñable de hatsu<no<oto fue el reconocimiento y la acogida que recibieron desde el primer minuto, eso que se llama de forma tan imperfecta el “ambiente”. Se rumorea que la primera no será la última edición. No parece probable.