El artículo más viral de Vogue Reino Unido de la semana pasada utilizaba el siguiente titular: ¿Es ahora vergonzoso tener novio?

Creo que a veces hay tendencias que sólo existen en internet o en un micro-mundo de gente cool con trabajos creativos y casas preciosas en las grandes ciudades del planeta. Para los cool es más sencillo pensar en una vida solos: o bien tienen muchas cosas resueltas o bien porque su performance es ser la Rosalía de la fiesta, les encanta ser únicos y especiales, basan su personalidad en ellos mismos. Por eso nadie puede eclipsarlos, y un novio molesta. Hay una parte buena, que me resuena, que es la de haber transformado algo tradicionalmente visto en negativo —estar soltera— en un orgullo. Hartas de que nos preguntasen si teníamos novio ahora lucimos orgullosas la placa de la soltería. Pasamos de ser la desastrosa Bridget Jones a idolatrar a Samantha y empoderarnos precisamente porque no necesitamos estar con alguien.
Pero, ¿avergonzarnos de tener novio no es exactamente de lo que huíamos? ¿Otra vez encumbrando una circunstancia como una identidad? Y, añado algo más: ¿es esto real? ¿O este discurso es más bien una cosa de performance de internet en la que te has creado un storytelling del que ahora no puedes salir? ¿No es eso también ser presa de algo que poco tiene que ver con lo que quieres de verdad?
Me gustaría decirle a Chante, la periodista de Vogue, que viniese a tomarse un par de cervezas aquí con grupos de chicas en sus 30 y me gustaría preguntarle si la han invitado a bodas últimamente y le han preguntado con quien venía, guiñándole un ojito.
Creo que en la calle, al menos en la mía, o algo fuera de este mundito de internet, la pareja sigue gozando de un estatus sanísimo y es de una practicidad apabullante. Te sigue conveniendo más: la gente se alegra cuando dices que estás con alguien, se alegra como si hubieses ganado un torneo final en una competición de solteronas. Me alegro de que se alegren por la felicidad que trae un nuevo amor pero la exageración me rechina, no puedo evitarlo.
Y mira que le di vueltas al artículo de Vogue, mira que se las di. Lo que yo he observado a menudo, en cambio, es a las mujeres más fantásticas del mundo quedarse con alguien sólo porque quieren tener pareja. Dime qué te gusta de él. Muchas cosas, a ver es difícil decirte. Bueno, pero dime qué cosas.
*silencio atronador*
Y es que claro, como te digo yo desde el otro lado que me parece que te gusta estar con él porque te da estatus, porque dejas de agobiarte, porque ya-no-tienes-que-buscar-más. Bórrate las apps, qué gusto, dios, ninguna primera cita otra vez. Tienes 15 bodas (bis con las bodas) y todo el mundo va acompañado. Además mira que es guapo y tú con estas ganas de hacer planes en pareja porque parece que todo el mundo ahora tiene novio. Así que te adaptas, claro, qué es un poquito de sacrificio por todo lo que podrías proyectar, por la tranquilidad de que dejen de preguntar, por sentirte más segura, más acompañada.
Pero es que resulta que a veces a pesar de estar con él te sientes sola. Qué raro, si estoy con alguien, por qué me siento sola, te podrías preguntar.
Es que quizás es otra cosa pero no es un novio, por qué quieres llamarle novio. ¿Por qué no le preguntas directamente si es eso lo que quieres? Te dicen tus amigas. Es verdad, tienes miedo de que te diga que no o casi peor, que te diga que sí y pienses ah vale esto es el noviazgo que me ha tocado. Como si te hubiera sido enviado por un Morgan Freeman en voz en off.
Estoy exhausta de ver a parejas que no lo son realmente, sólo porque tenemos más de 30 años y parece que si no estás con alguien estás muerto. A tu alrededor se esfuerzan notoriamente por usar frases lastimosas y terribles del tipo ‘ya te llegará’, ‘verás que cuando menos te lo esperes’. Frases que como sedimentos se aposentan en tu estómago y te dan ganas de vomitar. El goteo, sutil pero constante, hace que te agarres a un palo ardiendo y que pienses que te gusta porque te gusta la sensación de estar por fin en la placentera senda de la pareja, de lo que sí será, ya está, ya para esta angustia terrible de contarle mi vida a desconocidos y de ver si mando yo antes el mensaje. Ahora, a cambio, sólo piensas que los mensajes que te manda tu novio no son lo que querrías, pero no pasa nada, querida, porque tienes novio. Externalidades negativas diría un gerente de una petrolera que destroza el océano. Qué se le va a hacer.
Ignoras a propósito el hecho de no saber qué responder cuando tu amiga te preguntó por qué te gusta la persona con la que estás quedando. Esa angustia es más silenciosa, más para ti, más para nadie. Sois jóvenes y guapos, por ende, estáis enamorados y sois felices. Qué más da que no sea cierto del todo, qué más da que no se acabe de sostener. A vuestro alrededor os felicitan, salís a saludar, sois Hugh Grant y Julia Roberts en el final de Notting Hill rodeados de flashes, pero lo único que tenéis en común con ellos es que vivís en una ficción. Porque no te gusta la persona, te gusta estar con la persona por todo lo que significa. Una pena, la verdad, porque para películas tenemos el cine y para relaciones vacías más vale no tener nada.
Una cosa es no atreverte a estar con alguien porque no puedes ver más allá de tu ombligo, otra es quedarte con alguien porque solo huyes de la soledad. Lo que deberías preguntarte es si haces cualquiera de las dos por estatus. Porque eso, quizás, sí que da algo de vergüenza.