Desde la noche de los tiempos dos pulsiones han dominado el corazón de los hombres: contar historias y la obsesión por los mapas. En esta historia tenemos un niño que sueña con lo desconocido, una vocación exploradora por descubrir la ciudad y una infancia marcada por una mudanza transoceánica. Un viaje de Madrid a Berlín en bici, una memoria prodigiosa y el videojuego más bonito del mundo. Y una montaña de horas navegando en Internet. No faltan tampoco bolardos, señales de tráfico, pasos de cebra, adoquines, azulejos. Y mapas, en esta historia tenemos muchos mapas. Todos los mapas del mundo. Y una profesora de lengua y literatura orgullosa de un alumno que, aún no lo sabe, un día escribirá un libro contando una de las historias más extraordinarias de cuantas hayamos conocido, la suya. Pero esta no es la historia de una huida, ni siquiera de un viaje. Esta es la historia de un sueño.
Sebastián Paduano (Caracas, 1995), llegó a Madrid a los 13 años. Te lo tiene que contar dos veces para creértelo, algo que se repetirá con relativa frecuencia según avancemos por tan insólita biografía. Porque Paduano, Padu para los amigos, puede presumir, entre otras muchas virtudes, del acento más castizo de toda Ciudad Lineal. “Me adapté mazo bien”, confiesa, en un ejercicio de coherencia y madrileñísimas maneras admirable. Y tanto que se adaptó a su nueva ciudad, mejor que nadie. Su espíritu aventurero le llevó, en esos años en los que estudiaba desarrollo de videojuegos, a tirarse a las aceras de la capital con una determinación suicida, sin más afán que el del gusto por aprender, sin más motor que una ilusión intacta ante el descubrimiento de cualquier rincón desconocido. “Planazo de domingo: cogerme la bici e irme a dar vueltas por Carabanchel, que no lo conozco”, afirma. Y así, a fuerza de domingos productivos, Padu fue poco a poco cartografiando cada rincón de Madrid, cada fachada, cada bolardo, almacenando cualquier elemento barrial identificativo en ese disco duro que tiene por cabeza. bo

Madrid se le quedó pequeño enseguida, claro. Y con las Arganzuelas y los Vicálvaros de turno más que vistos, a Padu no se le ocurrió otra cosa que calzarle unas alforjas a la bici y poner rumbo a Berlín. Desde Madrid. En bicicleta. Tenía 24 años. “Hoy duermo allí, mañana ya veo”, comenta para justificar la inexistente planificación del viaje. “Es imposible organizar un viaje tan largo, no puedes. El día siguiente te llueve, o estás reventado, o conoces a alguien interesante y te quieres quedar en la ciudad… todo eso te cambia los planes, así que es imposible planificar nada”.
Y Berlín le cambió la vida. No la ciudad, sino un nuevo pasatiempo que descubrió casi por casualidad: el GeoGuessr, uno de los videojuegos que más ha crecido en el último lustro, llegando a los cien millones de usuarios únicos actuales en todo el mundo. GeoGuessr es un juego interactivo de geografía, en el que el jugador es “teletransportado” en una ubicación aleatoria del planeta -o de una ciudad, o un país, las variantes son infinitas- mediante imágenes de Street View, para luego tratar de identificar el lugar exacto en un mapa. El usuario que más se acerque a la ubicación en cuestión es el que mejor puntuación obtiene. Ese usuario, casi siempre, es Padu.
“Me vuelvo loco, por fin descubro un juego que pone a prueba todo todo lo que llevo haciendo los últimos cinco años. He estudiado la ciudad, he viajado de Madrid a Berlín en bici y tengo una memoria fotográfica brutal, me acuerdo de todos los sitios en los que he estado. Y empiezo a jugar y veo que se me da debuti. Ese verano me tiraba 12 horas al día jugando”, apunta.
Y volvemos al punto de origen de esta historia. El eterno retorno. Al poco de jugar se convierte en el usuario con mejor puntuación en los mapas de Madrid. “Jugaba y pensaba, tío, me lo sé todo, tengo muy buena memoria”. Si antes sólo era una sospecha, el ránking de GeoGuessr lo confirma. Sebastián Paduano, nacido en Caracas en 1995, es la persona que mejor conoce Madrid del mundo. Lo que para el común nos llevaría, qué se yo, dos, tres minutos, él lo consigue en segundo y medio. Testimonio de ello dan algunas de sus proezas en su canal de YouTube, en el que comparte vídeos absolutamente hipnóticos.
Por segunda vez en pocos años, Madrid es insuficiente. Su ambición le lleva a competir en el mundo entero. Y empieza sin quererlo una carrera que le obliga, más por curiosidad que por afán competitivo, a documentar todos aquellos elementos que puedan resultarle útiles. “Empecé a tomar apuntes, a hacer capturas de todo”, confiesa. Pero uno no es capaz siquiera de imaginar lo que engloba ese “todo” al que Padu hace referencia. “Soy tan friki que me apunté la silueta de todos los estados de Estados Unidos, los ceda el paso de Japón, que en cada provincia son distintos, las matrículas de los coches en Ghana o los bolardos de Tailandia”. Toda esta locura, toda su locura, todas las fotos de las paradas de autobús en Rusia según la ciudad, la clasificación de tuk tuks de Filipinas o la selección de las rotondas más extravagantes del globo quedarán registradas en un libro autoeditado por el propio Padu, Geomofa, pero esa es otra historia.
“Mi trabajo me limita, si no estaría estudiando ocho horas al día. No me costaría nada, a mí me gusta. Joder, es estudiar cómo es el puto planeta. Es lo bonito del juego, el que más sepa del mundo gana”, comenta con una emoción en el rostro que no se puede fingir, que sólo se puede destinar a las causas más nobles. No hay pose en él. Todo en Padu es transparencia y buen rollo.
Aunque no todo es tan bonito como parece. El GeoGuessr, comenta, también tiene sus cosas malas. En su caso, ha desarrollado un curioso toc con películas y series por culpa del juego. A saber, cazar al vuelo cualquier incoherencia de raccord en la escena menos pensada. “¡Eso no es París, es Praga!”, se desgañita delante de la tele. “Me jode, me habéis arruinado la peli”. Y así nos enteramos de que la mayoría de películas ambientadas en París realmente están grabadas en Praga, o que The Office no se filmó en Scranton, Pennsylvania, sino en California. Por los putos bolardos.





Lo curioso es que niega haber trasladado el inabarcable océano de conocimiento cartográfico del juego al plano teórico. “Yo no sé cuál es la capital de Papúa Nueva Guinea, pero sí te sé decir cómo es un bolardo en Nigeria. Lo mío es la memoria fotográfica”. Admite, eso sí, que hay países que se le dan mal. Cita Rusia e Indonesia, ejemplos ambos de grandes extensiones de terreno con gran variedad, tanto en lo paisajístico como en los elementos de señalización.
A la pregunta que cualquiera se hace a estas alturas, ¿pero en qué te fijas, criatura? Padu responde convencido. Se nota que no es la primera vez que se enfrenta a la cuestión. “La vegetación, el paisaje en sí, cómo son las carreteras, las señales de tráfico, las matrículas de los coches, el diseño de las líneas de pintura en el asfalto, el color y la forma de los bolardos…” será por pistas. Todo ello, sumado a una memoria prodigiosa y a una visión espacial de astronauta le llevaron a consolidarse en su mejor momento en el top 5 de mejores jugadores de España. Actualmente, debido al crecimiento exponencial del juego y al hecho de tener que compaginarlo con su trabajo de programador web, ha caído por debajo del top 10 del ránking nacional.
EL SUEÑO DE PADU
Y en mitad de esta orgía de mapas, carreteras, y piques con otros usuarios, GeoGuessr organiza un Mundial para los mejores jugadores del mundo. Y a Padu, claro, le hacen chiribitas los ojos. Averigua que para que le inviten tiene que estar entre los dos mejores usuarios de España, lo que traducido al siempre decepcionante mundo de los hechos significa echarle al invento muchas más horas. “Por habilidad y capacidad sé que puedo, pero todos los chavales que participan son estudiantes o streamers que sacan ocho horas al día. Ya con 30 años es complicado”, se lamenta, aunque en sus ojos brilla la convicción de que aún es posible. Al fin y al cabo a los 30 uno está a tiempo de todo. “Mi sueño es ese, me muero por ir al mundial. ¿Qué pasa si dejo mi curro y me centro en esto? Yo lo que quiero es estar jugando 8 horas al GeoGuessr”, confiesa.
España este año no ha logrado clasificarse para la prueba, cuya periodicidad es anual y este año se ha disputado en Copenhague. A falta de jugadores, en representación patria inmejorable acudió Sebas, en calidad no de concursante sino de aficionado. “Me fui sólo. Allí compartí apartamento con Gaizka, que es uno de los mejores jugadores de España, pero como es menor de edad no podía jugar, y con su padre. También estaban dos colegas más, Mario y Darío. Fuimos los únicos españoles ahí. Fue mágico, fue la polla. Conocí a gente que le mola esto de verdad. Aquí en Madrid hay gente a la que le gusta y juega, pero hasta un límite. Yo no puedo hablar de bolardos contigo. Esto no es fútbol, no es Sirat”, reconoce.

La gran fiesta de Geoguessr se celebró el pasado agosto en un pabellón con capacidad para unas 3000 personas. El premio es de 100.000 euros para el ganador, en este caso el estadounidense Radu. Fue ahí, de figurante en su propio sueño, cuando Padu tomó conciencia de la dificultad que entraña ser la persona del mundo que más sabe del mundo. “Me di cuenta de que el nivel es exagerado. La gente se ha estudiado el planeta entero”.
Pese a la aparente desazón, la experiencia en Copenhague resultó inmejorable. “Había muy buen rollo, peña muy friki. Toda la peña que le mola el GeoGuessr es muy friki. Una persona que se aprende cómo son los cedas al paso en Nicaragua tiene un gusto raro”, reconoce mientras se le escapa una sonrisa. Es un hombre enamorado de su pasión, no hay duda. Es imposible hablar con él, escucharle la ilusión que se le escapa por su voz y por sus ojos y no desearle en secreto toda la suerte del mundo en su ambicioso propósito, no pensar un ojalá te vaya todo genial, chaval, que te lo mereces. “Para mí fue especial, porque por fin encontré gente a la que le mola lo mismo que a mí. me sentí muy unido a la comunidad”, concluye.