A veces la vida te recuerda quién eres con personas o con acontecimientos. Ninguno imaginamos que en un viaje de vuelta a casa, después del Monasterio Festival, se sembraría la semilla para acudir a una de las experiencias musicales más estimulantes de nuestro último lustro. Sin conocernos más que por compartir vehículo, Bardají le preguntó a Palber (ahora Alberto): ¿vas a algún concierto guay? Él contesta: quiero ir a ver a The Pharcyde. El resto es esta crónica.
Hay grupos que, cuando los descubres, nunca piensas que los vas a poder ver en directo, y menos en Madrid. No es una opción que barajes. Existen en tus cascos y ya. Estas pasiones las cultivamos en la intimidad, sin grandes expectativas. Son como relaciones a distancia –novios de estudio– con los que haces FaceTime, pero nunca te ves. Como fan tardío, haces las paces con eso. Es lo que toca. Es parte de la magia.
The Pharcyde existe ahí, así. Pero ellos son de los que te moldean, te perforan y te liman. Es un grupo que deja mella, aunque a veces no sea perceptible. Se te olvidan, hasta que suenan. Pensabas que los habías olvidao’, pero pusieron la canción. En parte, porque son una introducción súper agradecida al rap. También porque llevan consigo una carga emocional intensa, que resulta muy difícil de separar de nuestra propia historia, de nuestra esencia.
Por contextualizarlos, los Pharcyde surgieron en Los Ángeles a principios de los ‘90, en pleno auge del gangsta rap. En 1992, lanzaron su primer álbum, Bizarre Ride II the Pharcyde, haciéndole una seria palanca a este meollo de pesimismo y dureza. Trajeron un sonido influenciado por el jazz y el funky, con narraciones humorísticas en primera persona.
En paralelo a N.W.A, que “celebraban a los camellos, las zorras manipuladoras, matar a tus enemigos y asesinar policías1”, aparecen con temas sobre batallitas sexuales fallidas, o donde sólo encadenan insultos de yo-mama. Decir que lo reventaron es poco.
Sorprendentemente, su segundo álbum, Labcabincalifornia (1995) se consideró un flop. No flop a medias: súper flop. A diferencia del primero, éste adoptaba un tono muchísimo más introspectivo, tratando movidas como el abuso de drogas o el impacto de la fama. Los críticos le pusieron el sambenito y lo arrojaron al Tártaro del sophomore jinx. Etiqueta injusta, que años más tarde tuvieron que revertir.
Os preguntaréis por qué se retractaron. Pues bien, hermanos en Cristo, creemos que en parte fue porque este álbum está co-producido por J Dilla, f.k.a Jay Dee, a.k.a El Mesías. Labcab es una pieza de museo incluso para los fans más casuales y noteputopilles de J Dilla. Recordemos que su CV sólo se empezó a llenar a partir del 96-97, con sus proyectos con Slum Village, A Tribe Called Quest o De La Soul. Cuento corto: este álbum es como tener una camiseta de Messi cuando jugaba en La Masia.
El hip hop de los ‘90 está atravesando (otro) renacimiento. Quizás este es el año de la nostalgia, de las viejas glorias. Clipse y Mobb Deep lo han reventado con sus álbumes; Nas y DJ Premier lanzan uno en diciembre; hay tours de Wu-Tang, Ice Cube y The Pharcyde… ¿Por qué?
¿Es porque todo tiempo pasado siempre fue mejor? ¿Porque los ‘90 se han vuelto a poner de moda? ¿Porque vivimos atrapados en la era del remake, del sample, del Taylor’s version y del Fast and Furious 35? ¿Porque ellos por lo menos no estaban generados por IA? En este eterno deja vu cultural, ¿qué es auténtico? ¿Es el tour conmemorativo una cuestión de nostalgia o de precariedad?
Puede que los fans del hip hop (como colectivo) veneremos la década de los ‘90 porque somos unos kinkis de la nostalgia. Oh, shit. Atados al cabecero de la cama del pasado, le pedimos que nos azote una y otra vez con su scratching, con su MPC3000. Adictos, legitimamos nuestras filias apelando al “knowledge”. Somos incapaces de hacer contacto cero con esa década, porque, en el fondo, ¿para qué? Oh, shit. Oh, shit. Oh, shit…2
En una entrevista a los Pharcyde en 2015, I Am Hip Hop Magazine les pregunta por la nostalgia en el rap. Slimkid3 contesta: “creo que hay razones por las que la gente se aferra al pasado en lo que respecta al hip hop. El hip hop, en sus inicios, puso el listón muy alto, era más genial que lo más genial. Por eso la gente sigue volviéndose loca (...). Eran realmente geniales y además transmitían mensajes interesantes”.
Pero esta nostalgia no perrea sola. Se restriega peligrosamente contra una precariedad institucionalizada en la industria musical; agravada por el modelo de streaming. Quizás estos artistas que idolatramos, que tanto queremos ver cantar y bailar para nosotros, están volviendo a girar treinta años después porque no les queda otra, porque el modelo de regalías está roto.
Parece difícil creer que artistas de más de cincuenta palos decidan hacer giras globales seguidas, en salas pequeñas, por exclusivo amor al arte. Parece agotador. Parece que todos vuelven a girar, porque del estudio no se puede vivir.
El concierto conmemorativo del treinta aniversario de Labcabincalifornia en Madrid, organizado de la mano de Season Five y Third Culture, puso sobre la mesa todo ese debate, esa vorágine de calidad, circunstancia y nostalgia. Nos plantamos ahí un poco con ganas de saber si existía tal cosa como un “álbum atemporal”. Pero, sobre todo, con ganas de averiguar si éste era capaz de soportar el paso del tiempo en directo.
Como no es lo mismo contarlo que vivirlo, nos plantamos el jueves 9 de octubre a las 20.00 en la Independance, birra en mano. El preludio a la gran cita, pintaba molón. Spoiler: lo fue. El mismísimo Rob Manga se encargó de calentar la pista a base de una masterclass llena de joyas de la golden age del hip hop, new jack swing, electro funk, por supuesto, del R&B noventero e incluso disco y soul de los ‘70. Aquí algunos de los temas que Palber pudo identificar; encontraréis más en la lista que hemos creado del bolo:
- “Fight The Power” - Public Enemy
- “Let the Beat Hit ‘Em” - Lisa Lisa & Cult Jam
- “I’ll Be Around” - The Spinners
- “I’m Outta Here” - Diamond & The Psychotic Neurotics
Lo dicho: pura crema y encima en vinilo, ojo.
Después de esta deliciosa selección de tracks, Jeru The Damaja, Historia del rap con patas, nos deleitó con cuatro temas de su próximo trabajo, que sólo estará disponible en venta física para, en palabras del propio Jeru, “keep it real”. Sinceramente, menudo flow. Full Boom Bap vibe en 2025 y a sus 53 tacos is a thing. Hay cosas que no dejan de molar, y Jeru siendo fiel a su estilo es una de esas cosas.
Jeru se bajó del escenario y se perdió entre el público, como ya le vimos hacer en el bolo de Souls of Mischief el año pasado. Eso sólo significaba una cosa: parkour a la costa contraria con los Pharcyde. Por fin. Algunos ilusos pensarían se tocarían el Labcab enterito de principio a fin, como los Air con el Moon Safari o algo así. Pero esto es hip hop: no hay reglas, no hay orden.
De hecho, empezaron fuerte, con varios temitas del Bizarre Ride, y el público respondió con un suave headbanging que contagió a toda la sala. Hicieron honor a su rol como maestros de ceremonias, ya que el concierto estuvo plagado de call and response. Y pocas cosas en esta vida llenan tanto como un buen heeey-oooh.

Nos llamó la atención que en un momento los Pharcyde le preguntaron a los asistentes quiénes habían nacido en los ‘90 y un buen porcentaje de nosotros levantamos la mano. Pero, sobre todo, que cuando preguntaron quiénes habían nacido en los ‘00, las levantaron más peña aún y sobre todo de las primeras filas. Existe un relevo generacional en el fandom.
La gente fue adentrándose por completo en la experiencia según iban apareciendo las primeras canciones del Labcab Hubo cabida incluso para que se marcaran unos bailes y ad libs encima de temazos de bandas como Erykah Badu y De La Soul. En fin, es que vaya bolo.
Ya con el público totalmente desatado, llegó uno de los momentos más especiales de la noche: los componentes de la banda sacaron al escenario a J-Swift; productor del primer disco de los Pharcyde, para disfrutar con él, del legendario Passin’ Me By.
Tras una introducción tremendamente cariñosa al productor, el DJ soltó la canción original que se samplearían para el estribillo del mencionado hit; en concreto: “Hill Where The Lord Hides” de Eddie Russ. Acto seguido y tras dejar un par de compases, mezcló directamente –y con mucha elegancia– el estribillo del hit más icónico de la banda y la sala estalló en un éxtasis colectivo que desembocó en un acapella ensordecedor. Sinceramente no me podía creer que estuviese viviendo eso a mis 29 años, en la ciudad de Madrid3. Blessed.

Tras unos cuantos temas más, repitieron la misma jugada para cerrar el bolo con Runnin’. Brutal. Ese tema nos recuerda que Labcab es uno de los álbumes más influyentes de la década. Pero, sobre todo, que no podemos escondernos de las migas de nosotros mismos que dejamos por nuestra banda sonora.
Como decía al principio, bolos como este me hacen conectar con mi yo del pasado y en realidad, con mi yo del ahora. Nunca se deja de ser del todo lo que fuiste una vez. Forma parte de ti y siempre te acompañará. Me siento un privilegiado de poder disfrutar de música en directo que me haga sentir tantas cosas. Es un placer ver cómo pasa el tiempo y estos artistas, que en algún momento tuvieron su peak, hoy en 2025 defienden su movida con tanta actitud. La misma o incluso, más depurada que la que tenían cuando lo petaron.
El párrafo anterior, en bruto, lo escribió Palber. La Otra lo suscribe, pero no se lo apropia. Ella se integra entre sus líneas, evitando reescribirlas. Co-escribir algo ya es lo suficientemente difícil, como para encima editar la emoción. Quizás es porque ella lo ve y piensa: “es que soy yo literal”, o porque romantiza el haber parido juntos un texto a raíz de una propuesta tan baladí.
Si nos ponemos moñas, si lo abrazamos, quizás sea porque esta experiencia ha reafirmado que la música es un vínculo esencial, sagrado. Nos permite conectar con nosotros mismos en pasado, presente y futuro; pero también con el Otro cuando menos lo esperamos. La alteridad se disipa en el momento en que te giras y ves a alguien disfrutar de un directo tanto como tú. La hermandad se traza cuando lees sus notas e impresiones, y éstas apelan a las mismas aristas de la emoción y la autobiografía que las tuyas.

En línea con lo que decía J-Swift en la cita inicial, quizás la clave sea esa: crear por crear, con gente que mole, sólo por hacerlo, por ver qué pasa. Puede que toda esta fábula no sea más que una apología a “el no ya lo tienes”. La propaganda bien puede ser esa: hay que hacer más propuestas (creativas) indecentes, sin esperar nada a cambio. Proponérselo a extraños, conocidos, vecinos y amigos. Proponer, por la cara, de la nada. Quizás es así como se siembra la nostalgia.
Hace falta muy poco para que funcione: voluntad y (una mínima) conexión. Lo que hace que esto haya fluido así es algo tan irrisorio como que ambos coincidimos en que ver a The Pharcyde en directo era una prioridad en nuestras vidas. En ocasiones saldrá mal, hasta que, de repente, un jueves 9 de octubre de 2025, sale bien. Y joder, qué bonito cuando es literalmente por amor al arte, por amor a The Pharcyde.
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1 Jeff Chang (2007). Can’t Stop Won’t Stop: A History of the Hip-Hop Generation, 319.
2 The Pharcyde. (1992). Oh Shit [Canción]. En Bizarre Ride II the Pharcyde. Delicious Vinyl.
3 Apreciación que se aplica, por mera coincidencia, a ambos autores.