Cada vez que vuelvo a Cádiz me encuentro siempre al mismo tipo. Decían que una vez salió en portada en el Diario de Cádiz tirándole una piedra a un autobús en una de las revueltas de astilleros. Recuerdo verlo por mi barrio cuando yo era niño. Hablaba mucho con unos vecinos que vivían en la casa de al lado de mi abuela y siempre iba con un libro en la mano. Lo llevaba con él a todos lados. Siempre el mismo. Alguna vez lo vi en el escaparate de Raimundo, una librería de la ciudad, frotándose la barbilla con los dedos rollo intelectualoide mientras observaba el escaparate. Yo no sé si habrá leído siquiera una página del libro que llevaba siempre encima, pero lo importante era siempre que lo pareciese.
Me acordé de este hombre porque se ha hecho viral un video de María Pombo explicando, tras un comentario en su publicación de alguien super culto que lee un montón, por qué no tiene libros en su estantería. Y la buena de María nos dice que es porque no le gusta leer. Y debe ser una putada que alguien que llena su estantería de marcos de fotos y lienzos que parecen comprados en shein te deje a ti, que te has leído todo lo de Dostoievski y te acabaste Ficciones de Borges la primera vez que lo leíste, con el culo aire. Y no ha necesitado mucho. Le ha bastado con decir que no le gusta. Sin más. Como a mí los espárragos o el running. Y sé que todo es ponerse en esta vida, pero seguramente lo intentaré en la otra. Reconozco que a su argumentario le faltó punch. Yo habría citado el célebre tuit de Luis Agúndez que dice así: “¿Sabéis quién leía mucho también? Hitler”.

Porque como el melenas que le roneaba a la vecina de mi abuela hay un montón de gente. Moralistas de marcapáginas. Vigoréxicos de las letras. Archiduques de la Cuesta de Moyano. Los templarios literarios. Personalmente, el temita cansa. Porque uno puede leer para ver otros mundos o intentar entender este, pero nunca para que lo vean los demás.Leer es fascinante porque seguramente la lectura, además de regar de silencio un mundo cada vez más ruidoso, sea una de las pocas cosas, junto con la radio, que nos convierte en una fábrica de imaginación andante. No podemos verlo, tampoco tocarlo, y sin embargo estamos ahí. En el sitio de nuestro recreo.
Y el garito está bien. Tiene buena música y las copas no son caras, pero si a alguien no le gusta tampoco hay que convencerlo a punta de pistola. Porque solo hay una cosa peor que un fumador (lo siento, no siempre hace tiempo de terraza), y esa es el que se tira toda la comida diciéndole a este que no entiende por qué lo hace. Así que, María, tú tranquila, que como dijo El Fary: "Deja a los chavalotes, déjalos que caminen como ellos camelen; si los chavales camelan pegándole un poco a la lejía, o camelan pegándole a la mandanga, ¡Pues déjalos!". Eso sí, no vayas a sacar un libro, que te conocemos.